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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Los viajes de Tuf (11 page)

BOOK: Los viajes de Tuf
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Estaba empezando a dolerle el trasero y sentía que se le iban a dormir las piernas. Llevaba demasiado tiempo sentada en la misma postura. Además, le dolía la espalda y tenía hambre. Se preguntó si en esta nave abandonada habría algún sitio donde pudiera obtener una comida decente. Quizá lo hubiera. Los ordenadores parecían funcionar, así como los sistemas defensivos; incluso las luces funcionaban. Por lo tanto, era muy posible que las despensas estuvieran también en condiciones de operar. Se puso en pie y decidió ir a echar una mirada.

Celise Waan permaneció largo rato sentada en el suelo con los brazos apretados fuertemente contra el pecho y el rostro paralizado en una mueca de malhumor. Siguió sentada hasta que ya no pudo oír el ruido de las pisadas de Lion. Si Haviland Tuf tenía claro que estaba ocurriendo algo. El nivel de ruido en la gran estancia estaba subiendo de modo lento pero apreciable. Ahora resultaría fácil distinguir un zumbido grave y los gorgoteos se habían hecho también más perceptibles. Y en la cuba del tiranosaurio el fluido de suspensión parecía estar volviéndose menos espeso y sus colores habían cambiado. El líquido rojo se había esfumado, quizás absorbido por alguna bomba, y el líquido amarillo se volvía más transparente a cada segundo que pasaba. Tuf vio cómo un servomecanismo empezaba a desplegarse en un costado de la cuba. Aparentemente, le estaba dando una inyección al reptil aunque Tuf tuvo cierta dificultad en observar los detalles dada la poca luz.

Haviland Tuf decidió que había llegado el instante de efectuar una retirada estratégica. Empezó a moverse, alejándose de la cuba que contenía al dinosaurio, y cuando no llevaba recorrida aún gran parte de la estancia pasó ante una de las zonas con terminales de ordenador y mesas de trabajo que había observado antes. Tuf se detuvo ante ella.

No le había costado mucho comprender la naturaleza y el propósito de la estancia a la cual había ido a parar por casualidad. El corazón del Arca contenía una vasta biblioteca de células en la que había muestras de tejido procedentes de millones de animales y plantas distintos, así como virus procedentes de una incontable serie de mundos, tal y como le había dicho Jefri Lion. Esas muestras eran reproducidas por clonación cuando los tácticos y los eco-ingenieros de la nave lo creían apropiado: de ese modo el Arca y sus naves hermanas, ya convertidas en polvo, podían crear enfermedades capaces de diezmar la población de planetas enteros; insectos con los que destruir sus cosechas; ejércitos de animales capaces de reproducirse velozmente, para sembrar el caos en la cadena ecológica y alimenticia, o incluso terribles depredadores alienígenas con los cuales aterrorizar al enemigo. Pero todo debía empezar mediante el proceso de clonación.

Tuf había descubierto la sala donde se realizaba dicho proceso. Las zonas de trabajo incluían equipo claramente destinado a las complejas manipulaciones de la microcirugía, en tanto que las cubas, indudablemente, eran el lugar donde las muestras celulares eran cuidadas hasta alcanzar la madurez. Lion le había hablado también del campo temporal, ese perdido secreto de los Imperiales de la Tierra, un campo magnético capaz de afectar a la textura del mismísimo tiempo, aunque sólo en una zona muy reducida y con un gran coste energético. De ese modo, los clones podían alcanzar la madurez en cuestión de horas o ser mantenidos, vivos e inmutables, durante milenios.

Haviland Tuf contempló pensativo los ordenadores, y bancos de trabajo y luego sus ojos se posaron en el cadáver de Champiñón, aún entre sus manos.

El proceso de clonación empezaba con una sola célula... Las técnicas debían estar sin duda almacenadas en el computador y quizás hubiera incluso un programa de instrucciones. «Ciertamente», se dijo a sí mismo Haviland Tuf. Parecía lo más lógico. Naturalmente, él no era un cibertec pero sí era un hombre inteligente que había pasado prácticamente toda su vida de adulto manipulando los más variados tipos de ordenadores.

Haviland Tuf se acercó al banco de trabajo y depositó con delicadeza a Champiñón bajo la micropantalla, conectando luego la consola. Al principio los controles le resultaron ininteligibles pero siguió estudiándolos con insistencia.

Después de unos minutos estaba totalmente concentrado en ellos, tan absorto que no se dio cuenta del gorgoteo que empezó a oírse detrás de él, cuando el fluido amarillo de la cuba que contenía al dinosaurio, aspirado por una bomba, fue bajando lentamente de nivel.

Kaj Nevis se abrió paso a través de la subestación buscando algo que matar.

Estaba enfadado, enfadado consigo mismo por haber sido tan impaciente y tan poco cuidadoso. Anittas podía haber sido útil y Nevis ni tan siquiera había pensado en la posibilidad de que el aire de la nave estuviera lleno de plagas. Naturalmente, habría tenido que acabar matando al maldito cibertec, pero eso no habría resultado difícil. Ahora, todo se estaba complicando. Nevis tenía la sensación de estar a salvo dentro del traje, pero no se encontraba tranquilo. No le había gustado nada enterarse de que Tuf y los otros habían logrado abordar la nave. Tuf sabía mucho más sobre el condenado traje que él, después de todo, y quizá también conociera cuáles eran sus puntos débiles.

Kaj Nevis ya había logrado localizar sin ayuda uno de esos puntos débiles: el aire estaba empezando a terminarse. Un traje presurizado moderno, como el de Tuf, llevaba en sus filtros unas bacterias que convertían el dióxido de carbono en oxígeno, tan rápidamente como un ser humano podía convertir el oxígeno en di óxido de carbono, con lo cual no había ningún peligro de que el aire se terminara a menos que los malditos bichos microscópicos se murieran. Pero este traje de combate era primitivo. Su provisión de aire era bastante grande pero no resultaba ilimitada. Los cuatro tanques en la espalda del gran traje poseían una buena capacidad, pero el indicador del casco, si lo había interpretado correctamente, le decía que uno de los tanques ya estaba vacío. Aún le quedaban tres, cierto, y con eso debía tener tiempo más que suficiente para librarse de los demás, siempre que lograra encontrarles. De todos modos, Nevis no estaba tranquilo. El aire que le rodeaba era perfectamente respirable, cierto, pero no pensaba quitarse el casco ni un segundo, después de lo que le había ocurrido al cibertec. La parte orgánica de Anittas se había corrompido con una rapidez que Nevis todavía encontraba difícil de creer y la gelatina negra que había devorado al cibertec desde el interior era lo más horrible que Kaj había visto en toda su existencia, aunque en ella había presenciado bastantes cosas nada agradables. Kaj Nevis había llegado a la decisión de que prefería morir de asfixia antes de quitarse el traje.

Pero ese peligro podía ser eliminado. Si la maldita Arca había podido ser contaminada también podía ser limpiada. Encontraría la sala de control y se las ingeniaría para conseguirlo, bastaría con un solo sector limpio. Naturalmente, Anittas había dicho que Rica Danwstar se encontraba ya en la sala de control, pero Nevis no pensaba dejarse asustar por ello. De hecho, sentía cierto entusiasmo ante la idea de encontrarse con ella.

Escogió una dirección al azar y se puso en marcha, mientras sus pies metálicos retumbaban sobre el suelo. Que le oyeran, no le importaba. Le gustaba este traje.

Rica Danwstar se había instalado en el asiento del capitán y estaba examinando las lecturas que había logrado proyectar en la pantalla principal. El asiento, grande y cubierto de un plástico muy cómodo, le daba la sensación de estar en un trono. Era un buen sitio para descansar, pero el problema era que lo único que podía hacer era descansar. Resultaba claro que el puente había sido diseñado para que el capitán se mantuviera en su trono y les diera órdenes a los demás oficiales. En el puente superior había nueve estaciones de control y en el pozo inferior había otras doce y serían esos oficiales los encargados de efectuar la programación de los aparatos y de oprimir todos los botones necesarios. Como no había sido lo bastante previsora para hacer que la acompañaran nueve subordinados, Rica no tenía otro remedio que ir de un lado a otro del puente y de una estación a otra para intentar que el Arca se pusiera de nuevo en funcionamiento.

El trabajo era tedioso y prolongado. Cada vez que introducía sus órdenes en una subestación equivocada no se producía ningún resultado útil, pero a medida que iba avanzando, paso a paso, estaba logrando entender el funcionamiento del puente. Al menos, eso le parecía.

Y, al menos, estaba a salvo. Ése había sido su primer objetivo, dejar cerrado el ascensor para que nadie más pudiera utilizarlo y sorprenderla. Mientras estuviera aquí arriba y ellos estuvieran abajo, Rica tenía la carta ganadora en sus manos. Cada sector de la nave tenía su propia subestación y cada una de las funciones especializadas, desde la defensa hasta la clonación pasando por la propulsión y el almacenamiento de datos, tenía su propia sub conexión y su puesto de mando. Pero, desde aquí arriba, podía controlarlo todo y dejar sin efecto las órdenes que otra persona pudiera introducir en los sistemas. Siempre que se diera cuenta de ello, claro, y siempre que lograra averiguar cómo hacerlo... ése era el problema. Sólo podía encargarse de una estación cada vez y sólo podía hacerla funcionar cuando lograba entender al fin la secuencia de órdenes adecuada. Cierto, lo estaba consiguiendo a base de pruebas y errores, pero su avance resultaba lento y más bien torpe.

Se dejó caer en su trono acolchado y examinó la pantalla, sintiéndose orgullosa de sí misma. Al parecer había logrado obtener un informe completo sobre la situación de la nave. El Arca ya le había dado un informe de averías en los sectores y sistemas que habían permanecido sin funcionar durante mil años, esperando unas reparaciones que se encontraban más allá de la capacidad de la nave. Ahora le estaba explicando cuál era la programación actual en curso.

El listado biodefensivo resultaba especialmente aterrador y no parecía terminar nunca. Rica no había oído hablar en su vida de casi ninguna de las enfermedades a las que se había dado rienda suelta para recibirles, pero todas ellas parecían muy desagradables a juzgar por sus nombres. Anittas, de ello no cabía duda, debía formar parte en esos instantes del gran programa que estaba más allá del universo. Su siguiente objetivo, el más obvio, debía ser el incomunicar el puente con el resto de la nave, someterlo a radiación, desinfectarlo y buscar un medio para introducir en él aire no contaminado. De lo contrario, dentro de uno o dos días como mucho, su traje iba a resultarle más bien incómodo.

En la pantalla apareció un mensaje:

BIODEFENSA FASE UNO (MICRO)

INFORME COMPLETO

BIODEFENSA FASE DOS (MACRO)

INFORME EN CURSO

Rica frunció el ceño. ¿Macro? ¿Qué diablos quería decir eso? ¿Plagas enormes?

BIOARMAS PREPARADAS Y DISPONIBLES: 47

A continuación la pantalla mostró una críptica información consistente en una larga serie de especies indicadas por sus números. La lista resultaba aburrida y Rica se inclinó nuevamente en el trono del capitán. Cuando la lista hubo terminado en la pantalla aparecieron más mensajes.

TODOS LOS PROCEDIMIENTOS DE

CLONACION TERMINADOS

AVERÍAS EN CUBAS: 671,3312,3379

TODAS LAS AVERÍAS HAN SIDO REPARADAS

CAMPO DE ESTASIS DESCONECTADO

CICLO DE APERTURA EN CURSO

Rica no estuvo muy segura de que ese mensaje le hubiera gustado. Ciclo de apertura, pensó. ¿Qué iba a salir de allí una vez abierto? Por otro lado, Kaj Nevis seguía andando suelto por ahí y si este dispositivo defensivo de segunda fase era capaz de causarle molestias, distraerle o acabar con él, todo ello redundaría en beneficio suyo. Por otra parte, tenía por delante la pesada tarea de buscar la forma de librarse de todas las plagas actuales y no le hacían falta más problemas. Los informes empezaron a desfilar por la pantalla a un ritmo más veloz.

ESPECIE # 22–743.88639–04090

MUNDO NATAL: VILKAKIS

NOMBRE COMUN: DRACULA ENCAPUCHADO

Rica se irguió en su asiento. Había oído hablar de Vilkakis y de los dráculas encapuchados: unas criaturas muy desagradables. Creyó recordar que se trataba de alguna especie de chupador de sangre provisto de alas y con hábitos nocturnos. Era más bien estúpido, pero poseía una increíble sensibilidad al sonido y su agresividad rayaba en lo irracional. El mensaje desapareció y en su lugar apareció otro.

INICIANDO APERTURA

Un instante después fue reemplazado por otra línea de caracteres que se encendió y apagó tres veces, para luego esfumarse.

TERMINADA

Veamos, ¿cómo iba a poder desayunarse un drácula encapuchado a Kaj Nevis? Rica pensó que era algo más bien improbable, al menos mientras llevara ese ridículo traje acorazado.

—¡Magnífico! —dijo en voz alta. Ella no disponía de ningún traje similar y eso significaba que por el momento los problemas que estaba creando el Arca eran para ella y no para Nevis.

ESPECIE # 13.612.71425.88812

MUNDO NATAL: MATADERO

NOMBRE COMÚN: GATOS DEL INFIERNO

Rica no tenía ni la menor idea de lo que podía ser un gato del infierno, pero no sentía tampoco ningún deseo especial de averiguarlo. Había oído hablar de Matadero, por supuesto, un mundo pequeño y bastante raro que había engullido a tres oleadas sucesivas de colonizadores y cuyas formas de vida se creía que eran muy poco agradables. Pero, ¿serían lo bastante desagradables para abrirse paso a dentelladas por el traje metálico de Nevis? Le parecía dudoso.

INICIANDO APERTURA

¿Cuántas criaturas pensaba escupir la nave? Unas cuarenta y algo, recordó.

—Maravilloso —dijo con voz apagada. La nave se iba a llenar con más de cuarenta monstruos famélicos, cualquiera de ellos perfectamente capaz de comerse a la hija favorita de su madre para desayunar. No, esto no iba a ser nada útil. Rica se levantó y examinó el puente. ¿A qué estación debía acudir para ponerle fin a esta mascarada?

TERMINADA

Rica se dirigió con paso decidido a la zona que antes había identificado como la estación encargada de los procedimientos defensivos y le indicó que cancelara su programación actual.

ESPECIE # 76.102.95994–12965

MUNDO NATAL: JAYDEN DOS

NOMBRE COMUN: TELARAÑA AMBULANTE

Ante ella parpadeó una hilera de luces y la pequeña pantalla de la consola le indicó que la esfera defensiva exterior del Arca estaba desconectada. Pero, mientras tanto, en la pantalla principal seguían desfilando los mensajes.

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