Marea oscura II: Desastre (32 page)

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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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Dio un paso adelante, al lado de Ganner y Anakin.

—Renuncio a la necesidad de saber ahora lo que seré después. Al mirar hacia mi futuro, he ignorado el presente y mi función en él. Pero la situación actual es demasiado grave como para seguir haciendo eso.

Su tío le dedicó una inclinación de cabeza, y Jacen sintió una calidez expandiéndose desde su corazón por todo su cuerpo. No había abandonado la búsqueda de su lugar entre los Jedi, simplemente la había privado de su carácter de urgencia. Y redirigió esa energía a su esfuerzo por defender Ithor.

La sensación de bienestar le indicaba, a todas luces, que había tomado la decisión correcta.
Ahora sólo espero vivir lo suficiente como para poder seguir mi camino, sea en círculo o en línea recta, hacia una meta.

Los Jedi terminaron de realizar sus declaraciones. Wurth renunció a la debilidad con una vehemencia que pretendía ocultar sus inseguridades. Kyp rechazó el orgullo utilizando palabras que querían sugerir que la gloria de uno es la gloria de todos. Era obvio que quería unir a los Jedi como había hecho Luke, pero a Jacen le pareció un esfuerzo inútil desde su nueva perspectiva.

Tuvo la impresión de que el sumo sacerdote veía más allá de lo que Wurth, Kyp y algunos más dijeron, pero no hizo nada que lo indicara.

—Vosotros, Jedi, por vuestro vínculo con la Fuerza, entendéis que toda la vida está interconectada. Sabéis que todo está relacionado. Aquí, hoy, os habéis unido a la Madre Jungla y al pueblo de Ithor. Nuestros destinos están unidos.

Os agradecemos vuestra fuerza y vuestra sinceridad. Os ofrecemos nuestro apoyo y nuestro amor. Las fibras tejidas son más fuertes que separadas: seamos, pues, fuertes en la unidad frente a esta amenaza.

El ithoriano bajó las manos y dio la mano al Maestro Jedi. Luke se quedó al fondo de la sala mientras Relal Tawron se abría paso hacia la salida. El ithoriano se detuvo sólo una vez, para posar las manos sobre los hombros de Daeshara'cor y susurrarle algo al oído. Después abandonó la estancia.

Luke esperó a que la puerta se cerrara tras el sumo sacerdote, y permaneció allí, envuelto en su túnica.

—Como ya sabéis, vuestra función exacta en el combate todavía no ha sido decidida. En el sistema informático encontraréis los planes desarrollados para nosotros. Podéis ignorar sin problemas todos los que no hayan sido diseñados por los almirantes Pellaeon y Kre'fey, o por mí. Yo me dispongo a asignar las tareas.

Kyp frunció el ceño.

—¿Nos cedes la responsabilidad, pero no podemos decidir cómo seremos utilizados?

El Maestro Jedi sonrió afable.

—A vosotros os cedo la responsabilidad de vuestras propias acciones. A los militares les cedo la responsabilidad de lo que hagamos. Todos tenemos una opinión sobre cómo conseguir nuestras metas. Ellos decidirán cuáles son, y nosotros veremos cuál es la mejor manera de que los Jedi lleguen a ellas.

Contempló la sala.

—Eso es todo por ahora. Que la Fuerza os acompañe.

Los Jedi se dispersaron en pequeños grupos y comenzaron a salir lentamente por la puerta. Luke se dirigió sin dudarlo hacia Jacen y Anakin, y abrió los brazos. Colocó las manos sobre los hombros de sus sobrinos.

—Estoy muy orgulloso de vosotros. Las cosas que dijisteis, bueno, como ha dicho el sumo sacerdote, la jungla no es lugar para niños. Y lo que habéis dicho indica que ya no lo sois.

Jacen puso su mano derecha en el brazo mecánico de Luke.

—Gracias, Maestro.

—Sí, tío Luke, gracias —Anakin sonrió abiertamente, pero recobró una expresión solemne—. Estoy dispuesto a hacer lo que necesites que haga, sea lo que sea.

Ganner soltó una risilla.

—Dada tu experiencia con los yuuzhan vong quizá deberías estar al mando de nuestro contingente.

Luke arqueó una ceja.

—No creo que esa responsabilidad pueda recaer sobre él de momento.

Daeshara'cor se abrió paso entre los Jedi y se detuvo a un par de metros del grupo.

—Maestro, si me permite un momento.

Luke la miró.

—Por favor, acércate.

—Sí, Maestro —la mujer se acercó y se miró las manos. Los lekku le temblaban ligeramente, delatando su nerviosismo—. Sólo quería dar las gracias por confiar en mí, por invitarme y por permitirme participar en la ceremonia.

He estado pensando mucho, analizándome. Hasta que me pidieron que lo expresara en voz alta, aquí, no había entendido exactamente por qué había hecho lo que hice, o qué me había provocado eso. Dejé que el odio me convirtiera en una esclava, como mi madre. No me arrepiento de oponerme a la esclavitud o a los yuuzhan vong, pero no puedo hacerlo por razones equivocadas. Ganar o preservar la libertad es bueno. Buscar una compensación, no.

El Maestro Jedi asintió.

—Ésa es una lección que todos tenemos que tener en mente. Me alegro de que hayas vuelto con nosotros, Daeshara'cor. La lucha a la que nos enfrentamos exigirá que lo demos todo, y creo que estamos más que preparados.

Corran, que acababa de unirse al grupo, suspiró profundamente.

—Sólo espero que ese "todo" sea suficiente. No puedo quitarme de la cabeza que la batalla de Ithor será la última para muchos de nosotros. Si no los detenemos aquí, lo mejor que nos podrá pasar será ser uno con la Jungla.

Capítulo 26

Liberado del Abrazo del Dolor, Shedao Shai alargó el brazo
y
cogió con la mano izquierda uno de los esbeltos miembros del dispositivo. Se colgó todo lo que pudo y giró rápidamente el cuerpo hacia la derecha. Su hombro izquierdo crujió estruendosamente, y el sonido rebotó en las paredes de su camarote en el
Legado del Suplicio.
Cuando el brazo volvió a colocarse en su articulación, una explosión de dolor le hizo estremecerse, y le temblaron las rodillas. Podría haberse echado al suelo, pero rendirse al dolor lo habría rebajado.

Y jamás permitiría que mi subordinado me viera cediendo a la debilidad.
Volvió la cabeza lentamente hacia donde estaba Deign Lian, con los ojos fijos en el suelo.

—Espero que tengas un buen motivo para molestarme.

—Sí, comandante, muchos motivos.

—Dime entonces cuál es el mejor de ellos.

La amenaza implícita de la orden hizo estremecerse a Lian, y Shedao Shai se regocijó para sus adentros. Su subordinado no alzó la mirada y no pudo evitar que la voz le temblara.

—Oh, líder, creemos haber determinado por qué
los jeedai
se escondieron en Garqi.

—¿Ah, sí? —el líder yuuzhan vong mantuvo un tono de voz bajo e inquisitivo—. ¿Después de todo este tiempo? ¿Qué os hace pensar que habéis acertado?

—Como recordará, comandante, tuvimos muchos problemas con la investigación llevada a cabo en esa zona. Casi todas las sondas fallaron.

Supusimos que una de las generaciones de sondas sufría un fallo no detectado durante su cultivo. Utilizamos otra generación y obtuvimos resultados similares.

Shedao Shai asintió.

—Ya me has aburrido antes con estas excusas.

Lian se estremeció ligeramente.

—Las criaturas que estábamos utilizando eran de la misma raza que los cangrejos vonduun. Empleamos otro dispositivo al realizar las investigaciones forenses de las sondas que fallaron. Dichas sondas tenían los sistemas respiratorios inflamados, y con las nuevas criaturas de escaneado descubrimos granos de polen. Las sondas murieron por una reacción alérgica al polen. La armadura de cangrejos vonduun tuvo una reacción todavía más inmediata y violenta a ese polen.

El líder yuuzhan vong alzó la mano izquierda, ignorando la tensión del hombro. La idea de que sus armaduras pudieran ser presa de un elemento bastante común en la naturaleza le parecía increíble. Esa revelación tenía graves implicaciones. La primera, a un nivel estrictamente militar, era que ahora el enemigo tenía un arma que podía emplear y que suponía una grave amenaza para los guerreros yuuzhan vong. No tenía duda de que el enemigo la utilizaría, él no dudaría en hacerlo si estuviera tan acorralado. De repente, cualquier situación de combate era un desastre potencial.

El segundo y más grave problema era la oposición biológica y botánica a su invasión. Desde que se ordenó la invasión, una de las fuerzas de motivación era que el enemigo estaba a favor de las máquinas. Creaban máquinas que eran burdas imitaciones de la vida. Su confianza en las máquinas denotaba que eran defectuosos, débiles, despreciables y que, desde luego, merecían la muerte. Eran infieles, blasfemos y herejes, y nada podía justificar sus vidas.

Pero ahora es un ser viviente lo que se enfrenta a nosotros.
Negó con la cabeza ligeramente, dándose cuenta del peligroso campo de batalla al que le llevaba este nuevo giro. Al igual que un grupo político dio un temprano golpe para obtener el control de la invasión, ahora la cúpula religiosa podía aprovecharse de este nuevo enemigo para reforzar su influencia. Shedao Shai tenía confianza absoluta en la validez de la cruzada, a pesar del descubrimiento, pero era mejor dejar la guerra a los profesionales.

Entrecerró los ojos.

—¿Quién conoce la información que me acabas de revelar?

—Tan sólo yo y aquellos que la descubrieron —un atisbo de sonrisa asomó a los labios de Lian—. Ya han sido aislados. No se sabrá ni una palabra de esto.

—Muy bien —dedicó una sincera inclinación de cabeza a su subordinado—.

¿Has aislado la planta que produce ese polen?

—Son los árboles bafforr, naturales del planeta que llaman Ithor. El planeta se halla en nuestra actual zona de invasión, y es accesible desde Garqi —Lian alzó la barbilla—. Me he tomado la libertad de trazar un plan para la aniquilación del planeta.

—¿Algo como la destrucción de Sernpidal?

Lian negó con la cabeza.

—No, comandante. Mis investigadores me han garantizado que pueden preparar un arma de asalto que podremos difundir por todo el planeta. Ithor es rico en materia orgánica. Destruirlo será fácil.

Shedao Shai se pasó un espolón por la barbilla y lo bajó por la garganta, escuchando el ruido que hacía al raspar su curtida piel.

Nos quedaremos fuera del planeta y enviaremos al agente infeccioso. —Es lo más eficaz, líder.

—Así es, pero es un desperdicio —Shedao Shai negó con la cabeza—. No lo haremos así.

—¿Por qué no? —la impaciencia se reflejó en el rostro de Lian. Señaló con la mano hacia el planeta que tenían debajo—. Ni siquiera la toma de Garqi se llevó a cabo sin sufrir daños, y eso sin contar las muertes del jardín. Seguro que los infieles ya están fortificando Ithor. No permitirán que se lo arrebatemos. El combate será muy duro.

El comandante yuuzhan vong se abalanzó hacia su ayudante y le dio con el canto de la mano en la garganta. Lian alzó las manos, pero no lo bastante rápido. El golpe dio en el blanco, no muy fuerte, lo justo como para hacerle retroceder un paso y arrancarle un jadeo.

Lian cayó de rodillas y tocó el suelo con la frente.

—Perdóname, oh, líder, por enfadarte —su grave ladrido no dio ninguna pena a Shedao Shai, pero el miedo que desprendía sí que le produjo satisfacción.

—¿Crees que nos vencerán en la toma de Ithor?

—No, señor.

—¿Crees que a nuestros guerreros les amedrentará la posibilidad de morir allí?

—No, señor.

—Bien —Shedao Shai dio la espalda a Lian y clavó los talones en el suelo mientras paseaba—. Lo que sugieres sería lo más eficaz, pero nos reportaría más pérdidas que beneficios. Tenemos que demostrarles que les aplastaremos por muchos preparativos que hagan. Hasta el momento no hemos lanzado una operación militar sólida contra ninguno de sus planetas. Sí, tomamos Garqi, pero la oposición fue mínima. La posterior infiltración y extracción de agentes ensucia esa victoria. Y, como tú has indicado, tienen que estar fortificando Ithor.

Cuando tomemos ese planeta, enviaremos un mensaje al resto de la Nueva República con los supervivientes. Ese mensaje será que somos implacables e invencibles. Ése es el mensaje que necesitan oír nuestros enemigos.

—Con todos los respetos, comandante, creo que ha pasado demasiado tiempo con Elegos.

—¿Ah, sí? —Shedao Shai se dio la vuelta lentamente, y uno de sus espolones chirrió al arrastrarse por el suelo—. De él he aprendido mucho de nuestros enemigos. Y ahora él será el portador de mi mensaje para ellos. Su preparación para esa función ya ha sido completada, y ahora ya sabemos adonde debemos enviar el mensaje: a Ithor. Él volverá allí con los suyos y no me fallará.

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