A Jaina Solo se le hacían interminables las tonterías de la recepción. Para empezar, era un acontecimiento formal que tenía lugar en el
Bahía de Tafanda,
una de las numerosas naves ithorianas, ciudades que flotaban a la deriva sobre la jungla. Aquellos transportes de cúpulas de transpariacero, con sus propios ecosistemas y cargados de vida vegetal, se mantenían cálidos y húmedos. Con ropa normal no le habría importado, pero aquello resultaba un poco cargante y opresivo vestida con el uniforme oficial de los Jedi.
El hecho de celebrar un evento tan formal en un planeta que iba a ser el punto central de un ataque enemigo le parecía mal. Hubiera preferido estar en el
Ralroost,
con el resto del Escuadrón Pícaro. También le fastidiaba haber sido invitada por ser una Solo y una Jedi, y no por formar parte del Escuadrón Pícaro. El coronel Darklighter había sido elegido para representar al escuadrón, y a Jaina le dio la impresión de que a los responsables de protocolo de la Nueva República les daba miedo que los pilotos hablasen más de la cuenta e interfirieran con la celebración.
La tensión acumulada en los presentes era casi tan opresiva como la humedad. Estaban reunidos en una gran sala descubierta, aunque las entre-lazadas ramas altas de los árboles dificultaban la contemplación del firmamento estrellado. Pero más impresionante que los árboles era ver cómo habían encajado la madera que cubría el suelo y las paredes. De un vivo color dorado y con vetas más oscuras, las tablas formaban un mosaico por el que las líneas fluían sin esfuerzo. Jaina podría haber seguido aquellas vetas hasta el infinito, pero los grupos de diplomáticos las eclipsaban constantemente.
Después de años de ver a su madre celebrando y asistiendo a ese tipo de funciones, sabía que los contactos diplomáticos funcionaban en un mundo aparte. Los enemigos mortales podían ser de lo más educados ante tu cara, mientras complotaban implacablemente a puerta cerrada. Hasta el almirante Kre'fey y el coronel Darklighter reprimían su crítica a las limitaciones políticas impuestas sobre su operaciones, así que, a simple vista, todo parecía que podría ir bien.
Suspiró.
Al menos eso implica que la gente seguirá tratando bien a los Jedi.
—Menudo suspiro. ¿Te ha ayudado a aliviar la pesadumbre de tu ánimo?
Jaina se dio la vuelta y sonrió, reconociendo la voz.
—Sí, Ganner, un poco.
Jaina siguió con la sonrisa puesta, a pesar de la impresión que le provocó ver la cicatriz del rostro de Ganner.
El Jedi bebió un sorbo de vino y le hizo un gesto con la cabeza.
—Entonces supongo que yo también debería probar a suspirar.
—¿Por qué? Ah —miró más allá de Ganner, que iba vestido de azul y negro, hacia un grupo de Jedi que rendía pleitesía a Kyp Durron—. Ya oí que hubo problemas.
Ganner le dedicó una sonrisa pícara que, en cierto modo, le hizo atractivo a ojos de Jaina.
—Mis experiencias de Bimmiel, y sobre todo de Garqi, fueron definitivas. Y dado que muchos Jedi han sido convocados aquí para unirse a la lucha contra los yuuzhan vong, mis opiniones sinceras sobre lo peligrosos que pueden llegar a ser no resultan bienvenidas. Para ellos, ser realista es como ser derrotista.
—Y probablemente no ayude el hecho de que salvaras la vida a Corran en Bimmiel.
Ganner soltó una risita.
—No, no ayudó. Pero no me arrepiento. Las lecciones que he aprendido trabajando con él eran lecciones muy necesarias. Me alegro de haber vivido lo suficiente para aprenderlas.
Ella bajó la mirada un momento.
—Lamento que te hirieran.
—Yo no —sus ojos azules se entrecerraron—. Antes de este rasguño me resultaba fácil creer que era invencible. Era lo bastante arrogante como para creerme perfecto. Es una trampa en la que Kyp, Wurth, Octa y otros están cayendo. Y lo creen porque no han sido heridos, no pueden ser heridos. Y ésa es una ilusión que yo ya no albergo.
—Creo que a mí tampoco me quedan muchas ilusiones —Jaina movió los hombros como para liberarse de la tensión que los atenazaba—. Hemos estado realizando simulaciones casi constantemente para prepararnos para el asalto vong. Creo que me mataron más de la mitad de las veces.
Ganner hizo una mueca.
—Eso no es bueno.
—Ya, pero no es tan malo como suena. Parte del tiempo la pasamos pilo-tando coralitas para ayudar a entrenar a nuestros compañeros. A los imperiales se les caza fácil, pero los Chiss son mortales.
—He sentido su presencia, pero no he visto ninguno.
—Yo tampoco, a excepción de en el monitor de popa, realizando simulaciones con mi Ala-X o con mi coralita —miró hacia la parte principal de la estancia, donde se había reunido la gente. Se había colocado una plataforma, y Relal Tawron y sus ayudantes daban la bienvenida a los funcionarios de la Nueva República—. Parece que ha comenzado la presentación del equipo local.
Luego vendrán los del Remanente, y después, quizá, los Chiss.
—Será interesante verlos —Ganner señaló hacia la plataforma—. Después de ti.
—Gracias —Jaina vaciló un momento, tanto por la cortesía de Ganner, totalmente inesperada, como por las ganas de ver en persona a los Chiss.
Al que quiero ver es al líder.
Se ruborizó por un momento, pero rechazó esa sensación con un estallido de irritación. En todas las simulaciones había volado bien. Quizá no había sido siempre la mejor piloto del escuadrón, pero estuvo cerca. Cada vez que simulaban contra los Chiss, y la eliminaban, era el líder quien acababa con ella.
Pero a Jaina no le daba la impresión de que él la buscara deliberadamente, sólo que pretendía comprobar y verificar los datos estadísticos de las batallas del simulador.
Una y otra vez, el líder de los Chiss había ido a por el mejor piloto enemigo, derribándolos en orden descendente. Ninguno de ellos se lo puso fácil, y tanto Wedge como Tycho consiguieron derribarlo alguna vez, pero en todas las categorías estadísticas medidas por los simuladores, él era quien levantaba la curva. Y eso no hubiera sido tan malo si los Chiss y él se prodigaran más. No le importaba ser derribada, pero lo que no podía aguantar era que pasaran de ella por haber muerto.
Ganner y ella se abrieron paso entre la multitud hasta el lugar en el que Luke y Mara Skywalker estaban siendo agasajados. Un aplauso amable pero velado surgió de los dignatarios reunidos, principalmente de los ithorianos. Era obvio que les era grata la presencia Jedi en su planeta, aunque Jaina pudo percibir que Borsk Fey'lya sería muy feliz si los Jedi murieran defendiendo a Ithor.
Después vino el contingente del Remanente Imperial. El almirante Pellaeon iba en primer lugar, y se movió por la larga fila de dignatarios con tal ahorro de energía que era obvio que lo único que quería era ponerse a planear la defensa de Ithor. Emanó una sensación de aprecio al saludar al almirante Kre'fey, al coronel Darklighter, a Luke Skywalker y a Wedge Antilles. Esa sensación disminuyó ligeramente cuando saludó a la madre de Jaina, y luego se sentó junto a ella mientras se presentaba a los otros imperiales.
Varios moff habían realizado el viaje hasta Ithor, y todos parecían funcionarios aburridos excepto Ephin Sarreti, el moff de Bastion. Lo que impresionó a Jaina de él era la sensación de entusiasmo que emanaba al saludar a Borsk Fey'lya y a los otros ministros de la Nueva República. Intercambió comentarios con todos ellos y, por lo visto, les sorprendió con sus profundos conocimientos sobre sus vidas y sus hogares. Muchos de ellos se sintieron sorprendidos, y algunos llegaron a sospechar.
Ganner esbozó una sonrisa.
—Bueno, ahora el jefe de Estado Borsk Fey'lya ya tiene un juguetito con el que distraerse.
—Bien, todo sea con tal de que no tenga tiempo de aconsejar a los militares sobre la defensa de Ithor.
Cualquier comentario que Ganner pudiera hacer en ese momento quedó ahogado por una presencia nueva y potente que hizo estremecerse a la Fuerza.
Jaina sabía, por el hecho de haber tenido a su alrededor a gente como su padre o Wedge Antilles, que ese estremecimiento no procedía de un uso consciente de la Fuerza. Algunos seres estaban tan llenos de vida y de confianza que brillaban como una llama de magnesio en la noche más oscura.
A la cabeza de una formación de doce Chiss de piel azulada, llegó un humano caminando con formalidad marcial. Era más alto que ella, pero no más que Ganner, y tenía una musculatura desarrollada que su uniforme negro no podía disimular. Tenía el pelo negro y corto, con un mechón blanco que seguía la línea de una cicatriz que comenzaba en la ceja derecha y acababa en la línea del pelo. Los ojos verde claro tenían una frialdad que parecía propia de sus maneras. Tan sólo las bandas rojas a lo largo de los pantalones y de las mangas de su uniforme destacaban con su solemnidad.
Subió a la plataforma de un paso, dejando a los Chiss, con sus uniformes blancos, en fila frente a la plataforma, firmes. Se inclinó profundamente ante Relal Tawron y le dio la mano. El alto sacerdote ithoriano se giró para presentarle a Borsk Fey'lya, pero el líder de los Chiss pasó de largo ante el jefe de Estado y los miembros de su séquito. No se detuvo hasta estar frente al almirante Kre'fey, ante el cual volvió a inclinarse, y al que dio la mano. Repitió el proceso con el coronel Darklighter y con Luke Skywalker.
Mientras avanzaba, la asombrada multitud comenzó a murmurar. Los murmullos aumentaron de intensidad cuando se inclinó ante Wedge, sonrió y dejó que el hombre le envolviera en un cálido abrazo. Antes de que Jaina pudiera imaginarse lo que estaba pasando, el líder Chiss saludó al almirante Pellaeon. Pasó de largo ante los moff imperiales y bajó de la plataforma.
¡Viene directo hacía mí!
Él se acercó hasta ella, con las articulaciones rígidas y los músculos firmes, y realizó una inclinación, no tan profunda como las anteriores, pero no por ello menos llena de respeto.
—Soy Jagged Fel —se enderezó, y Jaina se puso roja cuando notó aquellos ojos verdes posándose sobre ella—. Además, Jedi. Fascinante. Jaina pestañeó.
—¿Además?
—Además de ser una piloto excelente. Es difícil matarte.
Jaina no supo por qué, pero le sonrió.
—Supongo que es un cumplido.
Jag Fel asintió.
—Entre los Chiss, desde luego que lo es. Yo sólo era algo mejor que tú a tu edad.
—¿Y cuándo fue eso? ¿Hace dos años? —le preguntó Ganner en tono jocoso.
Ni la expresión de Fel ni su presencia en la Fuerza revelaron ninguna vergüenza ante la pregunta de Ganner.
—Sí, justo antes de tomar el mando de mi escuadrón.
Wedge Antilles bajó de la plataforma y se acercó a ellos.
—Coronel Fel.
—¿Sí, tío?
—Deberías volver a la plataforma y saludar a todos a los que has ignorado —Wedge señaló a Borsk Fey'lya y a los suyos—. Son muy importantes. Fel negó con la cabeza.
—Son políticos.
Wedge bajó la voz.
—Parece que les has pasado por alto porque no son humanos. Fel se giró, poniéndose frente a la plataforma, y alzó la voz.
—Si piensan que no les he saludado porque no son humanos, son idiotas. Si no les saludo es porque son políticos.
Un senador sullustano dio un paso adelante.
—Una cómoda etiqueta tras la cual ocultar tu xenofobia.
Fel se quedó de piedra al oír eso, no podía creerlo.
—¿Me está usted acusando a mí de albergar prejuicios anti-alienígenas?
Pwoe, un senador quarren, abrió las manos.
—Fluye de usted, coronel. Su uniforme es de estilo imperial, y recuerda al uniforme del grupo imperial 181 de su padre, una de las unidades militares más efectivas del Imperio destinadas a suprimir la Rebelión. Su formalidad. Esos saludos ya no se ven desde la corte del Emperador. El desdén con el que nos ha ignorado ha sido más que palpable.
Fel negó con la cabeza.
—De donde yo vengo..
Borsk le interrumpió.
—El lugar de donde usted procede es una comunidad arqueo-imperial. El gran almirante Thrawn reunió a sus más fervientes y reaccionarios seguidores y les asentó como un foco de infección. Se han extendido como una plaga, odiando cada momento en que nosotros hemos tenido el control de lo que una vez fue su imperio. Han heredado las actitudes que nos oprimieron durante mucho tiempo, y ahora aquí está, dispuesto a retomar el control, con la excusa de ayudarnos.
—Basta ya —el líder Chiss alzó una mano—. Deje de ponerse todavía más en ridículo.
Los ojos violetas de Borsk Fey'lya centellearon.
—¡Pero qué osadía! ¿Te atreves a decirme lo que me conviene? Tú naciste privilegiado, y no tienes ni idea de lo que significa verte discriminado por ser de tu especie. No sabes lo que es realizar sacrificios para obtener la libertad —señaló con la mano a la docena de Chiss frente a la plataforma—. Incluso te atreves a desfilar con tus subordinados no humanos ante nosotros, recordándonos que son los imperiales los que siempre estarán al mando.
Jaina sintió una calma fría emanando de Jag Fel, que separaba las manos lentamente.
—De donde yo vengo, jefe Fey'lya, yo soy la minoría. Yo soy el alienígena. Si recuerda algo de la historia de su preciosa Rebelión, recordará que Thrawn carecía de principios, y que fue un traidor para su pueblo. Yo crecí entre ellos, crecí con ellos, juzgué según sus estándares. Cumplí esos estándares. Superé esos estándares.
Dio un paso adelante y señaló a los hombres y mujeres Chiss que le habían acompañado.
—Me gané el liderazgo de mi escuadrón. Estos seres compitieron para formar parte de él. Querían volar conmigo, y no porque sea un humano o porque pertenezca al Imperio, sino porque soy excepcional como piloto y como líder. Y respecto a lo de luchar por mi libertad, es lo que llevo haciendo toda mi vida en las Regiones Desconocidas. Mi madre tuvo cinco hijos. Mi hermano mayor murió combatiendo, así como mi hermana pequeña. ¿Por qué estamos allí? ¿Por qué combatimos? Una amenaza como la de los yuuzhan vong para la Nueva República era algo previsible. ¿Recuerdan lo devastadora que fue la Gran Purga Yevethana? Pues ha habido cosas en las Regiones Desconocidas que la superaban con creces, pero nosotros estábamos allí y las detuvimos.
Fel juntó las manos.
—Me acusan de xenofobia, pero pasan por alto el hecho de que saludé a mi anfitrión, un ithoriano, y que inmediatamente saludé al almirante Kre'fey, que es bothan. Han visto lo que han querido. Y de eso me acusan, de eso acusan a los imperiales. De que sólo veíamos bestialidad donde había sabiduría y nobleza. He venido para ayudar en la defensa contra los yuuzhan vong, pero ustedes prefieren seguir viendo fantasmas del pasado.