El segundo torpedo de protones alcanzó a dos de las naves que huían, y explotó. Un coralita se desvaneció en la resplandeciente detonación. El otro encajó parte de la explosión por el lado de babor, y el coral yorik se derritió, exponiendo la cabina al vacío. La nave rocosa dejó de volar con dirección o propósito definido y se precipitó hacia Garqi como los demás desechos interestelares.
Jaina situó la retícula sobre el caza yuuzhan vong más cercano y apretó el gatillo de ráfagas. Su láser cuádruple escupió cientos de dardos luminosos sobre el objetivo. Un pequeño vacío los absorbió, pero éste quedó colapsado enseguida y los demás disparos agujerearon el abrupto exterior del caza. En cuanto vio que los dardos habían dado en el blanco, Jaina apretó el gatillo principal, soltando sobre el coralita una carga cuádruple completa.
Los chispeantes rayos carmesí fueron a parar a la nave enemiga, cubriendo el morro con tanta energía que desprendió una cegadora luz blanca. La roca derretida comenzó a ceder, desmembrándose como si fuera carne muerta. El coralita trazó un lento giro, y fue sacudiéndose y estremeciéndose a medida que apagaba la vida de los dovin basal.
Anni soltó un rápido disparo que dañó al otro caza, pero sin destruirlo,
y
entonces Jaina y ella se encontraron al otro lado de la formación yuuzhan vong.
Jaina, que contemplaba concentrada los monitores, emprendió otro vuelo de asalto con su caza. La batalla se había recrudecido encima de ella, los Ala-X y los coralitas giraban, viraban e iban de un lado a otro en caótico frenesí. La táctica del torpedo de protones había demostrado ser tan útil en el primer pase, que ahora generaba las mismas posibilidades de destruir tanto al enemigo como al aliado.
Volvernos a las tácticas convencionales.
Más allá de los cazas, las naves grandes iniciaban su ofensiva. Las dos naves escolta del
Ralroost,
un par de destructores estelares clase Victoria, aparecieron encima y debajo del crucero yuuzhan vong, lanzando cargas de misiles de impacto y acribillando a la formación enemiga con fuego de turboláser. Naves yuuzhan vong del tamaño de corbetas interceptaron muchos misiles y disparos antes de que llegaran al crucero, ofreciendo una esfera externa de defensa. Sus disparos de respuesta a las fuerzas de la Nueva República eran repelidos por los escudos, pero esos escudos no aguantarían mucho tiempo.
Jaina sintió un escalofrío.
Si esto fuera una simulación, sería obvio que nos han superado. Sería el momento de cortar huir.
Suspiró.
Pero no es una simulación. No podemos huir, no podemos ganar. Así que sólo nos queda la esperanza de causarles
tantos daños que la victoria tampoco sea suya.
Deign Lian sonreía en la profundidad de las entrañas de su nave. La aparición de los refuerzos de la Nueva República le había sorprendido, pero un rápido análisis de la situación reveló que su intervención sólo alargaría el tiempo que tardarían en matarlos. Aunque sus coralitas habían sufrido más daños de los esperados, y aunque las naves recién llegadas habían desplazado más cazas mecánicos al combate, seguían superando en número al enemigo.
Además, sus naves grandes eran más numerosas y más potentes.
Dirigió sus ataques a una de las pequeñas naves de la Nueva República. Los cañones yuuzhan vong vomitaron chorros de plasma sobre ella, despedazando sus escudos. La esfera de protección de la nave enemiga empezó a debilitarse.
Una o dos ráfagas más y sus escudos cederían, y los disparos derretirían la cubierta de la nave enemiga, liberándola de su blasfema parodia de la vida.
Y
cuando llegue ese momento, acabaré con el resto.
El líder yuuzhan vong sonrió despacio.
Los guerreros alabarán mi victoria. Mi posición será tal que cuando mi señor
falle, sólo habrá una opción para sustituirle.
El almirante Gillad Pellaeon contempló la imagen holográfica de la batalla que se desarrollaba en el corazón del sistema Garqi, sentado en el mismo lugar donde el gran almirante Thrawn había capitaneado el
Quimera.
Se atusó el bigote con la mano izquierda y pulsó el botón de comunicación del asiento de mando con el índice de la derecha.
—Armamento, ¿están listos los Clavo?
Su oficial de mando de combate respondió afirmativamente. —Confirmado, almirante.
—Bien. Timonel, cinco segundos para el salto. Posiciones del informe Gamma. Dile a Clavo Uno que tiene vía libre para saltar al punto nueve. —A sus órdenes, almirante.
Pellaeon soltó el botón de comunicación y se apoyó en el respaldo, juntando las manos. Llevaba décadas soñando con encontrarse con naves de la Nueva República en una posición igual de comprometida. Había pensado en planificar una emboscada, tal y como había hecho aquí, para luego ejecutarla. Sonrió al imaginar su sorpresa.
—Sí que se llevarán una sorpresa, creo yo —asintió lentamente—. Y nuestros objetivos también.
Corran precipitó en picado al
Mejor Suerte, y
alzó el morro describiendo medio bucle antes de dar la vuelta y virar hacia babor para descender. Los sensores seguían mostrando a dos coralitas en la cola de su nave. Sus maniobras estaban evitando que pudieran dispararlos con precisión, pero los yuuzhan vong le estaban alejando poco a poco del
Ralroost.
—Jacen, ¿te queda sedante en ese inyector?
—Ganner consumió lo último que quedaba. ¿Por qué?
—Bueno, siempre me gustó pensar que moriría dormido —Corran soltó una carcajada—. Sólo para que lo sepas, chico, me has impresionado en esta misión.
Quizá no signifique mucho cuando seamos átomos liberados en el espacio, pero…
— ¡Babas de sith!
—No creo que mi comentario mereciera un juramento por tu parte…
—No, Corran, recibimos numerosos contactos nuevos. Tengo dos destructores estelares, uno clase Imperial y uno clase Victoria. Y muchas cosas más.
Los identificadores los clasifican como fuerzas del Remanente Imperial.
Corran sonrió.
—Que sepan que estamos de su lado, Jacen. Aguanta un poco. Quizá sal-gamos de ésta después de todo.
Chispas
chirrió cuando docenas de contactos con cazas se dispersaron por todas las pantallas sensoras de Jaina. La joven se lanzó a babor y miró su monitor. Las naves no se parecían a nada que hubiera visto antes. Tenían una cabina semejante a un caza TIE, con el doble motor fónico en la parte trasera.
Pero, a diferencia de los TIE, tenían cuatro brazos que salían de la unión del motor y de la cápsula hacia arriba y hacia delante, como si fueran dedos cerrándose sobre la cabina, dispuestos de tal forma que recordaban ligeramente a la posición de combate de un Ala-X.
Un sonido agudo se abrió paso en la unidad de comunicación, y cobró forma de voz humana.
—Despejad la pista, Pícaros. Ahora son nuestros. Clavo Uno fuera.
¿Qué?
¿Quién?
Jaina se quedó petrificada cuando los cazas como garras le pasaron de largo. Eran tres grupos de cuatro, agrupados en formación cerrada. Giraban y se movían como si los pilotos compartieran un mismo cerebro, con tal precisión que Jaina se quedó sin respiración. Sus armas escupieron ráfagas de disparos verdes, y luego soltaron tandas dobles que golpearon a los coralitas con increíble exactitud. Las cabinas enemigas se convirtieron en volcanes. Los dovin basal hirvieron y explotaron. Los cazas enemigos cayeron ante la embestida de los treinta y seis
desgarradores
que acababan de aparecer en el sistema y se adentraban en combate.
Los dos destructores estelares que habían aparecido al mismo tiempo cambiaron el signo que llevaba la batalla de las grandes naves. Una se interponía entre el enemigo y el
Alba de Tanaab,
que había sufrido daños. Había perdido los escudos y se habían declarado una docena de incendios en sus cubiertas. El nuevo destructor estelar clase Victoria, el
Cosecha Roja,
rechazó todo el fuego procedente de los yuuzhan vong, mientras empleaba su propio armamento para destrozar una de las corbetas enemigas.
La otra, el
Quimera,
se unió al
Ralroost
en su enfrentamiento contra el crucero yuuzhan vong. La nave enemiga desató una plaga de anomalías gravitatorias que consiguió absorber todos los ataques, pero que acabó con casi toda la capacidad de maniobra de la nave.
Pueden mantenernos a raya de esta manera hasta que los dovin basal se cansen, y no tenemos ni idea de cuánto tiempo puede ser eso.
—Pícaro Uno a todos los Pícaros, se ordena la retirada. Regresamos al
Ralroost.
Hemos conseguido nuestro objetivo y volvemos a casa.
Jaina pestañeó y se adentró en la Fuerza. Sintió la presencia de su hermano, a salvo y de una pieza, en el
Ralroost. Ahora sí que podemos volver.
Comprobó las pantallas sensoras y frunció el ceño. Los coralitas eran pocos y se alejaban, todos en dirección al crucero yuuzhan vong. Los
desgarradores
describían intrincadas trayectorias en lo que había sido el campo de batalla, y algunos de ellos escoltaban a los Ala-X a la nave bothan. Una pequeña formación se separó y se acercó, colocándose entre Jaina y Anni. —No os preocupéis, Pícaros, ya estáis con nosotros. Os llevaremos a casa sanos y salvos.
El paternalismo de la voz de Clavo Uno hizo que Jaina rechinara los dientes.
—¿Quiénes sois?
—Simplemente los mejores pilotos de combate de la galaxia —un zumbido de ruido de fondo chispeó por un instante en el canal—. Somos una falange de la Casa Chiss, cedidos a la Nueva República temporalmente por mi padre, el general barón Soontir Fel.
Lo que Shedao Shai vio en la superficie de Garqi no le gustó nada. Había divisado una cicatriz ennegrecida en la tierra durante su descenso al planeta a bordo de un transbordador, pero andar sobre ella sólo aumentaba su magnificencia. El carbón crujía bajo sus pisadas. El seco aroma de la madera quemada le llenaba la nariz, y, de vez en cuando, le llegaba también un toque de carne chamuscada.
Aliviado por el hecho de que la máscara que llevaba ocultaba su asco y su sorpresa, Shedao Shai contempló desde arriba al subordinado que yacía postrado ante él. Colocó cuidadosamente el pie sobre el cuello de su inferior. —
Dices, Runck Das, que Krag Val luchó valientemente aquí antes de morir. ¿Qué razón hay para que no murieras con él?
Runck escupió ceniza por la boca.
—Comandante, Krag Val me ordenó que me quedara atrás, preservando la información para ofrecérosla, protegiéndola de otros ataques de la resistencia.
Yo quería estar aquí para protegerlo, pero me ordenaron quedarme atrás.
Deign Lian soltó una risita desde la izquierda de Shedao.
—Si obedeces una orden idiota, lo único que haces es revelar tu verdadera naturaleza de idiota.
La mano del líder yuuzhan vong se alzó de inmediato. Los dedos rígidos chocaron contra la garganta de Lian, que soltó un jadeo seco. El subordinado se tambaleó hacia atrás y se llevó las manos al cuello. Pero se detuvo, cerrando los puños, y volvió a aflojarlas, colocándolas de nuevo una a cada lado. Lian cayó de rodillas e inclinó la cabeza.
—Pido… perdón…, señor.
Shedao Shai miró a Lian con frialdad y volvió a centrar su atención en el yuuzhan vong que tenía a sus pies.
—¿Qué pasó aquí? Cuéntamelo todo.
Runck clavó los dedos en el suelo.
—Sólo podemos basarnos en conjeturas y en el testimonio de unos chazrach que consiguieron escapar.
—¿Y cuáles son tus conjeturas?
Se pasó la lengua gris por los labios para quitarse la ceniza.
—Krag Val, como era de esperar, retó al líder enemigo. Hoja de Plata no respondió. Hoja Amarilla sí que lo hizo, y entonces uno de los otros, que no
era jeedai,
atacó. Krag Val derribó al primero, después a Hoja Amarilla. El
tercer jeedai
le asestó un golpe. Hoja de Plata se enfrentó a otros y debió deacabar con ellos. Nuestros esclavos se dispersaron y huyeron. El enemigo quemó el terreno, consumiendo los cadáveres de los suyos y de los nuestros.
La mano derecha de Shedao Shai se cerró en un puño. Se golpeó el muslo protegido por la armadura, abriendo la mano lentamente, dedo por dedo.
—Y cuando llegaste aquí, el incendio se había expandido. ¿No encontrasteis la forma de seguirlos?
—No, líder, no pudimos hacer nada.