Más allá de las estrellas (29 page)

BOOK: Más allá de las estrellas
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—Eh, ¿dónde están...?

—¡Qué gravedad más rara! ¿Qué pa...?

—¿Dónde estamos?

Han, dando voces y agitando los brazos, al fin consiguió atraer su atención.

—¡Coged esos rifles y distribuiros por la escalera!

—¡Los espos no tardarán en aparecer por aquí!

Descubrió a un hombre vestido con el uniforme de policía planetario, probablemente un oficial fastidioso al que la Autoridad había decidido eliminar.

—¡Organiza a estas gentes y prepara las líneas de defensa —dijo Han, señalándolo—, o no tardarás en encontrarte otra vez en estasis!

Han dio media vuelta para regresar al pasillo. Al pasar junto al droide le dijo: Espérame aquí, Bollux; tengo que encontrar a Doc y Chewie.

Mientras los prisioneros se peleaban por las armas de los espos caídos, Han salió corriendo al pasillo de enlace, dobló a la derecha y se dirigió al siguiente bloque de almacenamiento de cápsulas. Pero cuando estaba a punto de llegar a la puerta siguiente, ésta se abrió de golpe, accionada desde el interior. Tres espos salieron en tropel, intentando abrirse paso con los codos y las caderas, cada uno empeñado en salir el primero del bloque de almacenamiento. Un pandemónium de peleas y disparos hervía en la habitación contigua.

Los guardias no pudieron terminar de cruzar el umbral. Se escuchó un rugido ensordecedor y un familiar par de largos brazos velludos se extendió para cogerlos a los tres y arrastrarlos nuevamente a la refriega.

—Ajá, vaya, vaya —exclamó alegremente Han.

—¡Chewie!

El wookiee había terminado de colgar las figuras fláccidas de los guardias sobre un pasamanos cercano. Entonces descubrió a su amigo y aulló extasiado.

Ignorando las protestas de Han, lo encerró en un fraternal abrazo que le hizo crujir las costillas. Después, la gravedad artificial vaciló un instante. Chewbacca, a punto de caer, depositó a Han en el suelo.

—Si por fin logramos salir de ésta, socio —dijo Han jadeante—, nos conformaremos con una tranquila y poco transitada ruta de transportes interestelares, ¿qué te parece?

Ese bloque de almacenamiento había sido ocupado con menos problemas que el anterior; al parecer había menos guardias presentes cuando empezaron a desconectarse los campos de estasis. Sin embargo, en el interior reinaba la misma confusión, en una multitud de lenguas y niveles de sonido. La muchedumbre empujó a Chewbacca contra Han, pero el wookiee se volvió con un rugido estentóreo, blandiendo amenazadoramente los puños, y en el acto se hizo un claro a su alrededor.

Han aprovechó el intervalo de silencio para ordenar a los prisioneros que cogieran todas las armas que hubieran podido apropiarse y se unieran al otro grupo de combatientes.

Luego agarró a Chewbacca por el hombro.

—Vamos, Doc tiene que estar por aquí, Chewie, y no disponemos de mucho tiempo para intentar encontrarle. Es nuestra única posibilidad de salir con vida de este trance.

Los dos se dirigieron al siguiente bloque de almacenamiento, de los cinco que había en total, como recordaba haber observado Han en los planos de la torre. Encontraron la puerta ya abierta. Han levantó el fusil antidisturbios y se asomó cautelosamente a la habitación. Las cápsulas de estasis estaban desocupadas y un inquietante silencio reinaba en el lugar. Han se preguntó si la Autoridad tal vez no habría empezado a utilizar todavía esa parte de su prisión. Entró en el bloque de almacenamiento y Chewbacca le siguió.

—¡Quietos donde estáis! —ordenó una voz a sus espaldas.

Varios hombres y otras criaturas emergieron de sus escondrijos sobre las pasarelas y el armazón exterior y a lo largo de los muros. Otros más aparecieron por la esquina del pasillo.

Pero Han y su segundo de a bordo ya habían identificado la voz que les daba el alto.

—¡Doc! —exclamó Han, si bien él y el wookiee permanecieron prudentemente inmóviles. No deseaban morir abrasados.

El viejo, con una aureola de blancos cabellos rizados enmarcando su cabeza, les miró parpadeando totalmente sorprendido.

—¡Han Solo! En nombre de la Luz Original, ¿qué te trae por aquí, hijo? Aunque supongo que la respuesta es obvia; ¿dos reclusos más, eh?

Se volvió hacia los demás.

—Conozco a este par —explicó y se dirigió rápidamente a su encuentro.

Han meneó negativamente la cabeza.

—No, Doc. Chewie estaba encerrado aquí. He venido con algunos amigos para intentar...

Doc le hizo callar.

—Tenemos problemas más importantes que resolver, jovencito. Todas las cápsulas de los tres primeros bloques se desconectaron simultáneamente; por eso pudimos apoderarnos de ellos con tanta facilidad. Los sistemas deben de haberse visto sometidos a una tensión extraordinaria; y ahora noto que la gravedad empieza a fallar.

No era raro que tres bloques de cápsulas se hubieran desconectado al unísono, pensó Han, con la gigantesca tensión que habían tenido que soportar los campos antichoque después del estallido de la planta generadora de energía.

—Uh, claro, Doc. De eso quería hablarle. Sabe que estamos en una torre, ¿verdad? Pues bien, yo, yo... digamos que la he hecho salir volando hacia el espacio; creé una sobrecarga en la planta generadora de energía y desconecté el escudo desviador superior de manera que...

Doc se golpeó la frente.

—¡Han, eres un imbécil!

Han se puso a la defensiva.

—¡Si no le gusta puede volver a su caja de embalaje! —Observó que el comentario había surtido su efecto—. No podemos perder tiempo en discusiones; el Confín de las Estrellas no podrá escapar de ningún modo a la gravedad de Mytus VII. Vamos a estrellarnos y no sé con certeza cuándo se producirá la caída.

Lo único que puede salvarnos es ese campo antichoque y se ha desconectado. Usted debe encargarse de volverlo a conectar antes del encontronazo.

Doc se había quedado mirando a Han con la boca abierta.

—Energizar un campo antichoque no es lo mismo que cargar los cables de un saltador celestial, hijito.

Han levantó las manos en un gesto de impotencia.

—Muy bien; entonces nos instalaremos a esperar tranquilamente el momento de morir aplastados. Jessa siempre podrá adoptar otro padre.

El comentario dio en el clavo.

—Tienes razón —suspiró Doc—; si es nuestra única oportunidad, tenemos que aprovecharla. Pero debo decirte que no comparto tus gustos en materia de evasiones.

Luego se volvió hacia los demás, que sólo se habían abstenido de intervenir en la conversación a causa de la amenazadora presencia de Chewbacca.

—¡Mucha atención! ¡No es momento de discutir! Seguidme y haced lo que os diga y tal vez todavía consigamos salvarnos; al menos puedo prometeros que no habrá más interrogatorios.

Le dio un codazo a Han.

—El resplandor de la gloria y todo eso, ¿eh?

Luego echó andar seguido por el rumor de pisadas, retumbar de cascos y claqueteo de pasos de la horda, mientras cada individuo avanzaba sobre sus extremidades y a la manera que le eran características.

Por el camino, Han le explicó rápidamente a Doc los detalles esenciales de su aventura. El viejo le interrumpió:

—¿Dices que esa trianii está a bordo del
Halcón Milenario
?

—Debería estar allí, pero no nos servirá de gran cosa; los rayos tractores del
Halcón
jamás podrían impedir el retorno de esta torre.

Doc se paró en seco.

—¿Tú también has oído eso, muchacho?

Todos lo habían oído; era el estallido maullante de los disparos de un desintegrador. Echaron a correr. Pese a la avanzada edad que aparentaba, Doc mantuvo el paso junto al piloto y el wookiee. Llegaron a la salida de emergencia justo en el momento en que alguien bajaba el cuerpo inanimado de un prisionero por la escalera para depositarlo en el pasillo.

Era una desgarbada criatura sauriana con una quemadura en la sección torácica. Por la escalera les llegaban los sonidos irregulares de un intercambio de disparos.

—¿Qué sucede? —gritó Han mientras intentaba abrirse paso a codazos.

Chewbacca se situó frente a él y empezó a dar voces y empujones hasta conseguir abrir una brecha. El prisionero a quien Han había asignado arbitrariamente el mando, apareció en lo alto de la escalera.

—Estamos intentando defender el rellano superior. Arriba hay varios hombres de la Autoridad que intentan abrirse paso como sea hacia las plantas inferiores. He apostado algunos vigías en las escaleras de abajo, pero de momento no ha ocurrido nada allí.

—Hirken y su pandilla intentan descender porque las compuertas se hallan situadas aquí y en la planta baja.

—Confía que alguien acudirá a rescatarlo —les explicó Han.

Doc y los demás le miraron sorprendidos. Han recordó entonces que el Confín de las Estrellas debía de ser un territorio casi desconocido para ellos.

—¿Qué es exactamente lo que ha pasado? —preguntó el oficial de policía planetaria.

—Que no tenemos tiempo que perder, eso pasa —respondió Han—. Tenemos que resistir aquí arriba y ayudar a Doc a llegar a las plantas de maquinaria. Los que estén armados formarán la punta de la avanzada; encontrarán alguna resistencia ahí abajo, pero quizá no sea demasiado importante. Los demás pueden seguirlos a una distancia prudente.

La expedición empezó a descender por la escalera, azuzada por Doc, pues ninguno sabía exactamente cuándo alcanzaría la torre su cenit para iniciar de inmediato la irrefrenable caída.

Entretanto, Han y Chewbacca corrieron a la planta superior. Han advirtió que jadeaba y comprendió que los sistemas de supervivencia empezaban a fallar.

Si la presión del oxígeno disminuía demasiado en el interior de la torre, todos sus esfuerzos se verían frustrados.

Se unieron al grupo que ocupaba el segundo rellano inmediatamente encima de los bloques de almacenamiento. Los rayos de los desintegradores disparados desde arriba siseaban e iban a estrellarse con la pared opuesta mientras los prisioneros armados que habían quedado allí se apresuraban a responder disparando sin apuntar en torno a la esquina de la escalera cada vez que se les presentaba una oportunidad, con escasa posibilidad de tocar a ninguno de los que ocupaban el siguiente rellano. Varios defensores yacían muertos o heridos en el suelo. Cuando Han llegaba a lo alto de la escalera, un hombre asomó su arma por la esquina, consiguió colar rápidamente un par de disparos y luego se escondió presuroso. El hombre miró a Han de reojo.

—¿Qué pasa ahí abajo?

Han se agachó a su lado y se disponía a asomarse para echar un breve vistazo al tramo superior de la escalera cuando estalló un surtidor de rayos rojos que quemaron y astillaron el suelo y las paredes en torno al punto del impacto. Han se echó atrás rápidamente.

—Baja la maldita cabeza, amigo —le advirtió el hombre—. Nos topamos de cara con su avanzada en esta misma esquina. Los hemos obligado a retroceder, pero ahora los demás también han bajado. De momento la situación está equilibrada, pero ellos tienen más armas.

Luego repitió:

—¿Que pasa ahí abajo?

—Los demás se dirigen a las plantas inferiores, para intentar buscar la manera de salirnos de ésta. A nosotros nos toca detener a esa gentuza de ahí arriba.

Han empezó a sudar al pensar que la torre seguramente ya debía de haber empezado a sucumbir a la atracción de Mytus VII en aquellos momentos.

Los continuos estallidos procedentes del rellano superior iluminaban la escalera. Chewbacca, que estaba evaluando la situación con los ojos entrecerrados, le graznó algo a Han.

—Mi compañero tiene razón —declaró Han a los demás defensores—. Fijaos en todos esos rayos. Todos van a dar contra la pared del fondo y el extremo opuesto del suelo y ninguno cae a este lado.

Han se deslizó de espaldas sobre las posaderas de sus pantalones, con el fusil antidisturbios levantado muy apretado contra su pecho. Chewbacca sujetó las rodillas de Han firmemente contra el suelo. Han siguió arrastrándose, centímetro a centímetro, sobre el trasero hasta que su espalda casi tocó la línea de fuego.

Él y Chewbacca intercambiaron una mirada, triste la del hombre, preocupada la del wookiee.

—Adelante sin miedo.

Han se dejó caer de espaldas. El fusil antidisturbios, bien sujeto contra su pecho, apuntó directamente hacia lo alto de la escalera. Mientras su cabeza seguía bajando, Han divisó lo que esperaba. Un hombre con el uniforme castaño de la Espo estaba bajando sigilosamente las escaleras, muy pegado a la pared más próxima para evitar su propio fuego. La escena se grabó en la mente de Han con una brusca, casi dolorosa nitidez mientras lanzaba una andanada de disparos. Sin entretenerse a comprobar el efecto causado, se incorporó otra vez, mucho antes de que su espalda llegara a tocar el suelo. Chewbacca captó su movimiento y tiró con fuerza. El cuerpo de Han se deslizó hacia un lugar seguro; su aparición había sido tan rápida que ninguno de los atacantes había conseguido reorientar su puntería en el tramo superior de la escalera.

Se escuchó un rápido martilleo sobre las escaleras y una pistola de reglamento de la Espo cayó rodando y quedó tirada sobre el rellano. Segundos más tarde, el propietario de la pistola aparecía rebotando pesadamente e iba a aterrizar junto a su arma, perfectamente muerto. Era el mayor de la Espo. Han inclinó levemente la cabeza en homenaje a la devoción del mayor en el cumplimiento de su deber.

Las andanadas procedentes del rellano superior se hicieron más intensas. Los defensores replicaban con las pocas armas a su disposición. Chewbacca cogió una pistola abandonada por uno de los defensores caídos, una criatura plumífera que yacía en un charco de sangre translúcida.

La cara del cadáver, provista de un pico, había quedado parcialmente aniquilada por un disparo de un desintegrador. El wookiee comprobó que el cañón de la pistola había quedado afectado por el impacto y estaba retorcido e inutilizado.

Chewbacca, señalando la pistola vacía que Han llevaba al cinto, arrojó el arma inservible. Han le tiró el rifle antidisturbios a cambio y desenfundó su propia arma para cargarla con la munición de la pistola destruida. Chewbacca, cuyos gruesos dedos no se adaptaban bien al arma de dimensiones humanas, arrancó el seguro del gatillo y luego empezó a disparar sin mirar en torno a la esquina, tiros altos, bajos, intermedios, desde todos los ángulos.

Han acopló los adaptadores de la empuñadura de la pistola al cargador de energía de su desintegrador, inmediatamente delante del seguro del disparador.

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