Medstar II: Curandera Jedi (12 page)

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Authors: Steve Perry Michael Reaves

BOOK: Medstar II: Curandera Jedi
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La emoción de la caza, hacerse con una presa peligrosa... Sí, eso se lo perdería. Pero tarde o temprano esa emoción acabaría con él. Quizá no aquel Dia, ni dentro de unos años, pero, al final, daría un paso en falso, equivocando por un apice los cálculos, y del campo de batalla surgiria un contrincante mas rápido y mas rápido que él. A cierto nivel, nunca había creído que acabaria pasandole eso, pero, a otro, sabía que tendría que ser así.

La inesperada nieve que había allí era una especie de señal. Sí, causada por la máquina estropeada, pero, aun así, significaba algo. Kaird estaba seguro.

De repente, tomó una decisión. Sí, ¡por el Huevo Cósmico! Cuando acabara con su actual misión, cosa que ocurriría pronto, se presentaría en Sol Negro y encontraría el modo de dimitir. Un regalo lo bastante generoso conseguiria que su vigo le diera el visto bueno. Podría volver a su planeta y disfrutar de una vida distinta, una vida en la que haría mimitos a sus pequeñas crías y arrullaría con suaves palabras a sus esposas en lugar de matar gente y provocar desastres.

No se merecía menos.

~

Los seres reunidos en la cantina conformaban un curioso grupo. Jos, incapaz de encontrar nada que se pareciera remotamente a un abrigo, había cortado un agujero en una manta y se la había pasado por la cabeza. Era improvisado, pero funcionaba bastante bien para aislarse del frío. Uli había tenido la genial idea de ponerse una chaqueta de paracaidista, sellos y guantes incluidos. Era objeto de muchas miradas de envidia. Den Dhur, que llevaba tanto tiempo vagabundeando por el espacio que estaba preparado para cualquier condición climática, llevaba un impermeable de polifab térmico reluciente que mantenía su calor corporal, también obtuvo su propio cupo de miradas envidiosas. Barriss llevaba la misma túnica Jedi de siempre y parecía disfrutar con el cambio de tropical a gélido. Obviamente, a I-Cinco no le afectaba en absoluto el frío, que arrasaba la cantina hasta el punto de provocar nubecillas de vapor en los alientos, aunque seguía haciendo bastante más calor que en el exterior.

La cantina era el edificio público más cálido del campamento, pues tenía revestimiento doble para aislar los típicos sonidos de una noche bulliciosa. Eso, combinado con el calor corporal de las especies de sangre caliente, hacía la temperatura más agradable, que no más cómoda, para la supervivencia.

Muchos miembros del grupo de cómicos también se habían abierto paso hasta allí, y aunque la mayoría no se mezclaba, parecían bastante simpáticos, sobre todo al cabo de unas cuantas rondas.

—¿Qué dijo Vaetes? —preguntó Den a Jos.

Tomó otro trago del peleón licor rojo que según él podía subir un grado el termostato interno. Jos se sintió tentado a probarlo, pero el líquido emanaba un olor pestilente que le recordaba a un saco de ropa sucio, grande y olvidado.

—Dijo que probablemente habría piezas de recambio en la MedStar, y que en cuanto las encontraran, pues parece que no están en su sitio, conseguirán rearmonizar el regulador y todo volverá a la normalidad. Dentro de lo que es la normalidad en este sitio.

—Jamás pensé que diría esto, pero el calor no estaba tan mal—dijo Uli.

—Yo, personalmente, prefiero las cuevas —dijo Den—. Una temperatura constante entre dieciocho y veinte grados, lleno de setas, nada de ruidos estruendosos. No entiendo por qué no vivimos todos en cuevas.

—A mi mente acuden palabras como "oscuro", "triste" y "deprimente" —dijo Jos.

Teedle se acercó en silencio.

—¿Qué tal, seres? ¿Todo el mundo contento? ¿Hay algo que una servidora pueda hacer por vosotros?

Todos afirmaron estar bien, y Teedle se alejó para atender a los cómicos.

—.tro androide gracioso. Este sitio se está llenando de ellos —musitó Den.

— Vaya contarte un secretito —dijo I-Cinco—. Todos los androides tienen sentido del humor. Que es más de lo que puede decirse de muchos bioseres.

—La nieve tiene su encanto cuando empieza a caer —dijo Den, mirando por la ventana e ignorando a ¡—Cinco—, pero deja de ser divertida cuando llega a la altura de la cintura, es decir, a la altura de vuestras rodillas, razas hiperdesarrolladas. Jamás había oído hablar de este tipo de avena en una cúpula.

—Claro que no —dijo Jos—. Nosotros somos la vanguardia en lo referente a desastres naturales.

—Creo que alguien de Suministros Centrales ha conseguido crear estufas a partir de paquetes comprimidos de comida. Producen tanto calor como para mantener una tienda relativamente caliente —afirmó Uli.

—¿Relativamente caliente? —comentó Den.

—Igual consiguen que no te congeles mientras duermes —dijo Barriss.

—Ya, pero sin comida acabas muriéndote de hambre —añadió I-Cinco.

—Déjame adivinar —dijo Jos—. Y después de eso, Teedle y tú repoblareis el planeta.

Den negó Con la cabeza.

—No será fácil.

—E chu ta —murmuró I-Cinco.

—Vaya —dijo Uli—. Eso te ha calado en lo más hondo de los circuitos, ¿eh?

El androide estaba a punto de responder, pero de repente se puso tieso y ladeó un poco la cabeza. Era una postura que Jos le había visto anteriormente.

—.h, no —dijo el médico en voz baja.

—Yo también lo he oído —dijo Den. Al cabo de un momento, también lo oían los demás. El lejano zumbido de las aeroambulancias acercándose.

—Maldita sea —dijo Jos. Se terminó la bebida de un trago. Los otros se apresuraron también.

En ese momento, un técnico de comunicaciones entró corriendo en la cantina, visiblemente nervioso. Andaba violentamente, y chocó con uno de los miembros de la compañía de cómicos y con un trandoshano grande y fornido cuya bebida se derramó sobre su portador. El alienígena soltó una maldición en dosh que Jos se alegró de no entender, agarró al técnico y le alzó del suelo con una mano.

Muchos de los parroquianos se acercaron para impedir la inminente matanza, pero antes de que pudiera pasar algo...

—¡Ha tenido lugar una explosión en la MedStar! —gritó el técnico—. ¡La mitad de las cubiertas de despegue y casi todo un nivel entero de almacenamiento han quedado a la deriva!

Jos sintió una punzada de terror.

¡Tolk!

14

H
abía un par de asuntos de los que Kaird debía ocuparse antes de planear su regreso triunfal a su planeta natal. Lo primero era asegurarse de que Thula y Squa Tront se establecieran de forma segura en la conexión que llevaba de los campos de bota a los contenedores de almacenamiento en los cargueros de Sol Negro. Entre otras cosas, eso significaba que debían caerle en gracia a Nars Dojah, responsable de suministros, un viejo e irascible twi'leko. Por suerte, los twi'leko se contaban entre las muchas especies que caían bajo el efecto de las feromonas de las falleen. Por desgracia, Dojah lo sabía, motivo por el que no se fiaba de Thula. Durante la entrevista incluso llegó a insistir en ponerse un respirador con filtros. Todo esto se lo contaría luego, entre risas, Thula a Kaird, o a Hunandin, el kubaz, a ojos de todos los que pasaban por la cantina.

—Me da la impresión de que esto te divierte —dijo Kaird molesto—. Si Dojah no te contrata por ese prejuicio te garantizo que mis jefes no sonreirán en lo más mínimo, y yo tampoco.

—Sí te reirás —le garantizó la falleen—. No he terminado de contarle. Kaird se apoyó en el respaldo.

—Vale, diviérteme.

—Las investigaciones que ha realizado Dojah sobre la química corporal de los falleen son incompletas. Yo puedo emitir también análogos proteínicos que funcionan mediante el contacto corporal en lugar de a través de los órganos olfativos.

Kaird sonrió, y los sensores de su máscara lo tradujeron una vez más en el equivalente kubaz, enrollando su colgante morro como si fuera una probóscide.

—Entonces... pese a que no podía oler tu aroma, ejerciste el mismo efecto.

—Así es.

La falleen apuró lo que le quedaba del daiquiri Lado Oscuro que estaba tomando y se apoyó en el respaldo, con los músculos tensos bajo la piel de finas escamas. Kaird pudo sentir su propia libido revolviéndose. Era increíble: genéticamente, debía de ser tan compatible con la reptiloide como con el ADN de la bota, pero, aun así...

Kaird vio que la falleen le miraba y sonreía ligeramente. Obviamente, no necesitaba leer la mente de su socio para saber lo que pensaba. Él se aclaró la garganta y se giró hacia el umbarano.

—¿Y tú?

—Ningún problema —dijo Tront entre susurros—. Tengo un puesto fijo de procesador de datos de envío. El desvío de pequeñas cantidades de bota no supondrá dificultad alguna.

—Me alegra oír eso. Por desgracia, creo que esta semana no podremos cumplir Con la cuota exigida por Sol Negro. La explosión de la MedStar reventó uno de los compartimentos de almacenamiento designado para nuestro propósito, y perdimos un envío considerable de contrabando congelado en carbono. Y, como sin duda sabréis ya, la actual fluctuación de temperatura ha diezmado gran parte de la cosecha local. Necesitaremos obtener en los próximos tres días otros doscientos kilogramos de material procesado. Por suerte, las cosechas de los Uquerner 7, 9 y 14 suelen desviarse hacia aquí para su envío.

Tront abrió los ojos ligeramente.

—Es una cantidad considerable para moverla sin llamar la atención, sobre todo tan pronto —señaló hacia la ventana y a la interminable nevada—. Este extraño fallo en el funcionamiento de la cúpula dificulta todo todavía más.

—Lo sé —dijo Kaird—, pero así están las cosas. Con el asesinato del último agente enviado aquí, y la actual táctica separatista de avanzar tomando los campos de cultivo, mis superiores se están poniendo nerviosos. Estarnos en una situación inestable y he recibido órdenes de maximizar los beneficios mientras sea posible.

Tront frunció el ceño.

—¿Conoces la fábula del Kåhlyt Cristalino, Hunandin?

Kaird negó con la cabeza.

—Una parábola popular de M'haeli. Un granjero se encuentra con un kåhlyt, una inofensiva criatura ovípara, Con la maravillosa habilidad de poner cristales rubat con forma de huevo cada ciclo lunar. El granjero vende los cristales y comienza a acumular riqueza, pero su mujer se impacienta. No quiere esperar para hacerse rica, así que mata al kåhlyt y lo abre para: quitarle todos los cristales de una vez por todas.

Kaird realizó un gesto de impaciencia.

—¿Y...?

—y lo único que encuentra son las entrañas de un kåhlyt, ni cristales ni nada — Tront dio un delicado sorbo a su copa—. Puede que tus superiores no hayan oído esta fábula, amigo Hunandin. No es sabio matar al kåhlyt que pone los cristales rubat.

—Quizá no —respondió Kaird—, pero tampoco es muy inteligente tirar a un nexu de la cola, lo cual equivale a decir al nuevo subjefe que no.

Thula se movió, inquieta.

—He oído hablar del mal genio del subjefe —miró a Tront y se encogió de hombros—. Squa y yo lo conseguiremos, no te preocupes.

—Excelente —Kaird se levantó, arrojó un par de créditos a la mesa y salió de la cantina.

Avanzó por el recinto cubierto de nieve, pensando. Por su bien, más les valía a Thula y a Tront cumplir con la cuota de contrabando. Ahora que Kaird había tomado la decisión de abandonar Sol Negro y regresar a Nedij, cualquier cosa relacionada con dudas u obstáculos le ponía muy nervioso. Cuanto antes embarcara en alguna nave para abandonar Drongar de una vez por todas, mejor.

Y que el Huevo Cósmico se rompiera sobre cualquiera que se interpusiera en su camino.

~

I-Cinco había conseguido arreglar unos calefactores de batería para la sala de operaciones, para que al menos no se congelara la sangre de los pacientes. Un pequeño androide AG había sido reprogramado y enviado al tejado para ir quitando nieve y evitar que se acumulara sobre la fina estructura, lo que podría acabar enterrando a todo el mundo. El androide había recibido órdenes de dejar unos pocos centímetros de la blanca sustancia para que actuara como aislante, por extraño que eso pudiera parecer.

Jos cortaba, grapaba y pegaba a los soldados heridos, pero de forma tan mecánica como el androide del techo retiraba la nieve. Tolk no le había llamado, y tenía un nudo de miedo en el estómago.

Vaetes había acudido en persona a comunicarle lo poco que sabía sobre la explosión en la MedStar. Nada era seguro, pero el coronel anunció en tono lacónico todo lo que sabía mientras Jos operaba.

—Un sello hizo explotar uno de los puertos externos, posiblemente un impacto de micrometeoro, aunque se desconoce cómo pudo atravesar los escudos. El estallido provocó un cortocircuito en el sistema eléctrico de la nave. El monitor del sistema apagó el suministro de potencia, pero, no se sabe cómo, un contenedor de químicos volátiles derramó su contenido y el vapor de ese vertido se prendió, haciendo explotar otros materiales inflamables del almacén. Hubo una explosión secundaria que hizo saltar todo por los aires. Los controles automáticos dejaron escapar esa sección, pero hayal menos doce muertos.

a Jos se le secó la garganta. —¿Tolk?

Vaetes negó con la cabeza.

—No lo sé, Jos. El intercomunicador de la nave se encuentra en estado de emergencia, y no permiten la entrada o salida de llamadas hasta que lo tengan todo bajo control. El piloto de un transporte me ha comunicado la cifra de muertos. Son los cuerpos que pudo contar en el espacio cuando salieron por la grieta del casco. Todavía no hay informes sobre las bajas de a bordo. En cuanto sepa algo más...

—Ya. Gracias.

El campo estéril tenía un calefactor que casi nunca se empleaba en aquel planeta, pero el androide quirúrgico que ayudaba a jos lo había puesto al máximo, así que al menos tenía las manos calientes.

Pero el frío que sentía en el resto de su cuerpo no era nada comparado con el que sentía en el alma.

Tolk...

No podía estar muerta. Ningún universo podía ser tan cruel como para permitir semejante broma macabra. Después de trabajar tanto durante tanto tiempo, tras curar tantos heridos, tras salvar tantas vidas, era inconcebible que la vida que más le importaba en el mundo se perdiera.

¿De verdad lo crees?

Tengo que creerlo, se dijo Jos a sí mismo. Tengo que creerlo.

Uli se acercó a él.

—He terminado con lo mío —dijo—. ¿Te ayudo?

Jos dejó que la enfermera le limpiara la frente y negó con la cabeza. —Estoy bien.

No recordaba haber dicho una mentira más enorme en toda su vida, pero lo cierto era que el chico no podía hacer nada para ayudarle, en ningún sentido. Tenía que seguir trabajando. Extirpó, cauterizó quemaduras, amputó y unió miembros, puso torniquetes, drenó heridas, taponó hemorragias...

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