Medstar II: Curandera Jedi (14 page)

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Authors: Steve Perry Michael Reaves

BOOK: Medstar II: Curandera Jedi
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—¿Jos?

Alzo la vista y vio a Vaetes aproximándose.

Se lo heló la sangre en las venas a la velocidad de una transfusión criovascular. Intento mantenerse entero para recibir la noticia de que Tolk había estado en el sitio equivocado en el momento incorrecto en la MedStar, que ya habian confirmado la identidad de los cadáveres, que jamás volvería a ver su sonrisa...

—Tolk esta bien. Acabo de hablar con ella...

El alivio de Jos fue tan grande que estuvo a punto de sollozar. Se sintió como debio sentarse el legendario gigante Salta, portador del mundo, cuando transfirió su pesada carga a un pedestal de platino que le había formado su hermano yorell.

—gracias— fue todo lo que pudo decir.

¡Viva! ¡Tolk estaba viva!

— Tardará un tiempo en volver, me temo. La explosión destruyo cuatro cubiertas de la zona interna del casco, y, como sin duda sabes, allí estaban los hangares de despegue. Está ayudando con los heridos.

—Da igual—dijo Jos—. Mientras esté bien.

—Merit también está bien.

—Sabía que no estaba en la base –dijo Jos—, pero no sabía que había subido —se dio cuenta de que la expresión del coronel era sombría—. ¿Qué paso?

—Hace poco hablé con la Jedi Offee y, tras unas pruebas que realizamos basándonos en sus sugerencias, hemos confirmado que esto no ha sido un accidente. Fue sabotaje. Probablemente la misma persona, o personas, que hicieron estallar el carguero.

Jos se lo quedó mirando, incapaz de procesar por un momento lo que Vaetes le acababa de contar. ¿Sabotaje? ¿Otra vez? Nunca habían llegado a encontrar al responsable de la explosión del transporte de bota, y ahora había ocurrido lo mismo, esta vez a una escala muy superior.

Aquellas noticias eran escalofriantes. Se suponía que tenía que haber unas normas, unos mínimos, incluso en la guerra. Las naves hospital eran consideradas inviolables desde la Gran Guerra del Hiperespacio. Aunque las naves en órbita eran un objetivo muy fácil, el concepto de dañar o destruir una era impensable para los seres civilizados.

O al menos lo había sido hasta aquel momento...

16

Ú
ltimamente Den se pasaba casi todo el tiempo en la cantina. No le parecía bien del todo, pero lo cierto es que tenía sus ventajas. Para empezar, era el sitio más calentito del Uquemer con mucha diferencia. Y era el mejor lugar para conocer gente, y la gente solía ser el punto de partida para el tipo de noticias que a él le gustaban.

y en tercer lugar, por supuesto, estaban las copas.

Hacía falta mucho para emborrachar a un sullustano. Para que estuviera borracho de verdad, borracho de si-me-caigo-al-suelo-no-lo-encuentro. Jos había intentado explicarle las razones fisiológicas de aquello empleando palabras rimbombantes como "glicólisis'', "mitocondria" y "quimoabsorción polimórfica". La cosa se resumía en que las células de su cuerpo eran muy selectivas con respecto a las moléculas que usaban y cómo las usaban. Eso significaba que apenas le afectaba una cantidad de licor que a la mayoría de las especies basadas en el carbono habría sumido en un estado de exaltación de la amistad, canciones tradicionales corellianas incluidas.

En aquel momento estaba achispado y no veía razón para no seguir adelante. Ya había pagado su cuenta con el pago de su ultimo articulo, un texto para el holozine Seres, sobre Uli Divini El Niño Cirujano. Le hizo un gesto a Teedle, que se acerco rodando hasta su mesa.

—Otro whisky johriano, Teedle. On the rocks.

—Enseguida, cariño —se alejó y Den le gritó.

—¡Y eso significa "hielo"! —había tenido que aprender por las malas ya que la programación idiomática en Básico de la androide no era tan amplia como debería.

Teedle le replicó por encima del hombro:

—y supongo que lo querrás en vaso, ¿no?

Den se rió. Aquélla sí que era una respuesta inesperada. Sin duda, el programador neuronal de la androide tenía sentido del humor.

Observó los restos del líquido verde que quedaban en su vaso, pensando en las conversaciones que había tenido hacía poco con Jos y con I-Cinco. El androide había dicho en una ocasión que todos los de su clase tenían sentido del humor. Den se preguntó qué parte de la personalidad de Teedle habría sido programada y qué parte sería intrínseca. Se suponía que había una prueba muy sencilla, desarrollada hacía siglos, que postulaba que si uno podía mantener una conversación con otra entidad oculta y no ser capaz de diferenciar si se trataba de un ser orgánico o cibernético, la mencionada entidad tenía que considerarse consciente de sí misma.

Jamás había oído de ningún androide sometido a esa prueba, al menos no de forma publicitada, lo cual no era sorprendente, ya que, después de todo, los presidentes de grandes corporaciones de fabricantes como Cybot Galáctica o Industrias Automaton nunca querrían que a sus productos les diera de repente por pensar que gozaban de los mismos derechos que un ser orgánico.

Estaba seguro de que I-Cinco podría pasar la prueba sin problemas. Y puede que Teedle también.

Teedle le trajo la copa.

—On the rocks, cari H2O sólida.

Den dio un trago al whisky. Estaba frío pero peleón, y le calentó por dentro. Agitó el vaso y escuchó el tintineo de los globos de hielo. Lo cierto es que en aquel momento no andaban escasos de la gélida materia. La cúpula se había estropeado hacía ya una semana, y seguía sin haber indicios de cuándo estaría reparada. Al menos habían conseguido estabilizar la temperatura, aunque fuera a unos incómodos seis grados bajo cero. Había dejado de nevar, pero para entonces tres de las tiendas ya habían sucumbido bajo el peso de la nieve. No era tan malo como estar destinado en Hoth, cosa que sabía por experiencia, pero tampoco es que fuera agradable.

Por lo que había oído, había al menos dos piezas de recambio de vital importancia que había que traer de fuera del sistema. Hasta su llegada, tendrían que sufrir el largo y frío invierno.

Vio a un par de cómicos sentados en una mesa cercana. Le hubiera encantado hacer un artículo sobre ellos. Estaban poniéndose cada vez más nerviosos por estar allí, y era de entender. Tenían completamente desbaratadas las agendas. Pero hacer un artículo sobre su mal trago requeriría hablar de la cúpula estropeada, y los poderes fácticos habían decidido que por ahora se trataba de información clasificada. Él se había puesto un poco pesado al respecto, pero Vaetes fue tajante. Den no podía entender de qué manera podían aprovecharse los separatistas de aquello, ya que todo el mundo afirmaba que era un fallo de funcionamiento. Aun así, ésa era la pos" tura oficial, y no tenía visos de cambiar en un tiempo.

Por tanto, poco le quedaba por hacer a excepción de tomarse otra.

El sabotaje de la MedStar no aceleraba en absoluto las cosas. Por lo que Den había podido determinar, que no era mucho, ni siquiera con sus fuentes de información, la explosión había sido, sin lugar a dudas, provocada. Eso ya era horrible por sí solo porque hacer estallar una nave hospital era un acto de barbarie impropio hasta en la guerra. Pero el hecho de que además estuviera relacionado con la anterior explosión del transporte parecía indicar que, de alguna manera, había un espía entre ellos.

No hacía falta decir que esa información tampoco se la permitían dar.

No por los canales oficiales.

Negó con la cabeza. Aquello parecía absurdo: ¿qué hacía un espía en un Uquemer olvidado en un planeta maldito como aquél? Y pensar que cuando aceptó aquel destino se había preparado para el aburrimiento y el ocio obligado. El tiempo que había pasado en el Uquemer-7 había sido de todo menos aburrido.

Mientras se terminaba la bebida, vio a I-Cinco entrar en la cantina. Le indicó que se acercara, pero el androide se dirigió hacia la barra, donde se encontraba Teedle.

Los dos androides hablaron un rato. Den estaba lo suficientemente cerca como para oír la conversación. Normalmente no tenía escrúpulo ninguno a la hora de poner la oreja, pero, dado que aquella conversación estaba en binario, y no en Básico, no había mucho que sacar de los veloces silbidos y pitidos que intercambiaron.

Al cabo de un rato, Teedle siguió a lo suyo e I-Cinco se unió a Den en la mesa.

—No sabía que hablaras binario —dijo Den.

—¿Te sorprende? Seguro que sabes que los androides de protocolo, incluso de un linaje discontinuo como el mío, estamos programados con multitud de idiomas.

—Ya. Así que supongo que sólo estabas siendo simpático con la señorita.

—No mucho. Si quieres saberlo, te diré que le estaba pidiendo el numero de serie y los parámetros del sustrato de campo.

Den estaba lo bastante borracho como para encontrar aquello gracioso.

—Menuda frase— dijo entre risas—.Quiza la utilice con esa encantadora bailarina de compañía: ”vamos a mi cubículo, nena, que te voy a leer. Tu y yo tenemos que hablar de esos parámetros de sustrato de campo”.

Se rió de nuevo.

—Los orgánicos son una fuente constante de diversión —dijo I-Cinco—.

Si bien sólo para sí mismos.

Den consiguió dejar de reír, aunque sus agallas aletearon con un regocijo incontenible.

—No te pongas así. Oye, nunca te hemos llegado a emborrachar, ¿verdad? Tuve un par de ideas, pero aquello no salió adelante.

—La verdad es que no sé si dar las gracias por ello o lamentarlo. La sugerencia de Klo Merit podría funcionar, pero sólo cuando haya recuperado todos los datos de memoria que he perdido. Hasta entonces, mis inhibidores de control no locales impedirían cualquier alteración en la línea de base.

—Bueno, seguiré pensando en ello. No temas —Den apuró su copa.

—Es un consuelo. ¿Ahora es cuando te desmayas y te vuelves a derrumbar sobre el cuenco de patasetas? Porque, aunque me encanta la comedia física orgánica, me quedan muchas otras tareas ridículamente fáciles por hacer.

—No estoy tan borracho —dijo Den. Puso el vaso vacío sobre la mesa sin volcarlo, aunque esto último le costó algo de esfuerzo.

—Lo importante es que lo creas de verdad —el androide se dirigió hacia la puerta, haciéndose a un lado para permitir el paso a dos seres. Den entrecerró los ojos ante el momentáneo resplandor de la nieve. Les reconoció al cabo de un instante: eran la falleen y el umbarano. Si no le fallaba la memoria, habían llegado recientemente para suplir puestos administrativos. Trabajarían para el nuevo oficial de suministros. Sintió una punzada de envidia: al menos ellos tenían una función allí. Hasta que se arreglara el apagón, él no tenía otra cosa que hacer que sentarse a beber en la cantina.

Algo que, bien pensado, no estaba tan mal después de todo...

17

Y
a estaba hecho.

El espía estaba frente a un ventanal, mirando al planeta verde y azulado a sus pies. El coste inicial había sido de treinta y tres vidas biológicas, diecisiete androides y varios miles de millones de créditos en daños materiales. Y la cosa no acababa ahí. Dado que Columna había recibido la orden de destruir las cubiertas inferiores, la admisión de pacientes del planeta había sido restringida en gran medida: los enfermos y los heridos empezarían a apilarse en los Uquemor, y aquellos que, ele ser transferidos a la MedStar, habrían sobrevivido, no lo conseguirían. Asimismo, los envios de bota sufrirían una drástica ralentización, aunque no tanto como para levantar las iras de Sol Negro. Los mafiosos sabían de las conexiones separatistas de Columna. No cabia duda de que estaba moviéndose por arenas movedizas. Tenia que asegurarse de que los servicios prestados a Sol Negro compensasen las inconveniencias causadas en los envíos de bota, o no tardaría en tener al nediji Kaird llamando a su puerta, como había llamado a la puerta del almirante Bleyd, No se podía negar que había sido un golpe para la República. ¿Bastaba para ganar la guerra? No, claro que no. Pero era otro bloque sobre el lomo del bantha, como decía el refrán. ¿Quién decía que aquél no sería el que hiciera la carga insoportable para la criatura? ¿O al menos el que se acercara a hacerlo?

Aun así, Columna no sentía la satisfacción del trabajo cumplido. Hacer estallar una nave médica, aunque sólo fuera una parte, era vil, maligno y reprobable. Había gente en Drongar que tenía muy buena opinión de Columna, y si se enteraban de lo que había hecho, le darían la espalda. O, lo que era más probable, se alegrarían de que Columna fuera ejecutado bajo una lluvia de disparos láser. Sin olvidar a los que pedirían a gritos ser los encargados de apretar el gatillo...

Pero más le valía no pensar en eso, pensó el espía. Las experiencias dolorosas dejaban cicatrices, y si uno les prestaba demasiada atención podían latir y arder incluso pasados los años. Lo mejor era encerrarlas en un armario y atrancar la puerta. Siempre estarían allí, pero si uno no se las miraba no hacían tanto daño. Algunas veces, ésa era la única forma de seguir avanzando.

El espía consiguió averiguar que seguían considerándolo un accidente, por lo que no buscaban un saboteador. Las operaciones entre la nave y el planeta acabarían por volver a la normalidad. Y Columna podría por fin marcharse y regresar al Uquemer.

A tramar el siguiente e inevitable golpe contra la República.

~

En opinión de Barriss, llamar milagro a los resultados de la inyección intramuscular del extracto de bota al soldado moribundo era quizá ampliar el significado del término. No se podía negar que, tan sólo unas horas antes, aquel hombre llamaba a las puertas de la muerte, pero ahora estaba despierto y consciente, no tenía fiebre y, si los monitores telemétricos funcionaban correctamente, sus frágiles sistemas orgánicos se estaban reparando. El recuento de glóbulos blancos con tasa bacteriana había disminuido considerablemente, aunque seguía siendo ligeramente elevado. Pero, a todos los efectos, estaba casi bien.

Increíble.

Barriss recibió seis ampollas más de manos de Jos, y conocía a varios pacientes a los que sin duda les vendrían muy bien. Los que se acercaban más a los humanos en su especie parecían sacar un mayor partido ante los virus y bacterias, pero a aquellos a los que la sustancia les afectaba principalmente como analgésico, y que sufrían un dolo tan intenso que los narcóticos normales no podían aliviar, apreciaran también las inyecciones.

Había muchos mas pacientes en el Uquemer de lo normal: la explosión a bordo de la MedStar había ralentizado los traslados, y aunque la mayoría estaban estables, otros seguían necesitando más cuidados de los que el Uquemer podía proporcionarles. La bota les ayudaría. El problema era que no duraría mucho más.

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