Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea (11 page)

BOOK: Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea
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Rompieron el silencio unos pasos en la escalera. Me sentí aliviado y decepcionado, las dos cosas a la vez. Mi puerta se abrió y Jas entró y tiró el bolso en mi suelo. Se sentó en mi cama y se echó a llorar. Las lágrimas llenas de rímel le bajaban por las mejillas dibujándole líneas negras. La abracé y se le notaban todos los huesos de la espalda.
«No puedo seguir con esto»
dijo, y eso a mí me puso enfermo. Era justo lo mismo que había dicho mamá antes de largarse. Agarré a Jas con fuerza de la mano, acordándome de la cometa de la playa de Saint Bees y de cómo tiraba del hilo y se retorcía, tratando de liberarse. Metí mis dedos entre los suyos y la sujeté fuerte. Le dije
«Las cosas van a cambiar»
y ella dijo
«Pero cómo»
y yo le dije
«No te preocupes. Tengo un plan»
.

Antes de que pudiera contarle lo del Mayor Concurso de Talentos de Gran Bretaña, agarró su bolso y lo abrió.
«Toma»
me dijo, pasándome un bote metálico.
«Para tu camiseta. Para que no te la tengas que quitar»
. Desodorante en spray. Me acordé del chico del partido que olía como un hombre y me lo eché por todo el cuerpo.
«Mejor»
le pregunté.
«Mucho mejor»
me respondió, con la mínima expresión de una sonrisa.
«Estabas empezando de verdad a oler mal»
.

Lo primero que hizo la señora Farmer al entrar en la clase fue llevar a los ángeles de los futbolistas volando una nube más arriba. Como el ángel de Daniel lo habían reciclado, su nombre lo escribió, en post-it y lo pegó en la nube número uno. Sunya estaba intentando atraer mi atención pero yo no la miré. Después de lo que me había hecho Daniel, tenía miedo de que se le volvieran a cruzar los cables.

Mi ángel subió dos nubes porque yo había metido el gol de la victoria así que ahora estoy en la número tres. La señora Farmer dijo
«Poneos de pie»
y eso hicimos y dijo
«Ahora estáis todos un paso más cerca del Cielo»
mientras todos aplaudíamos. Me miró de un modo raro, pero luego sacudió la cabeza y decidió no decir nada. Tengo el ojo todo verde y negro y cuajadito de heridas.

En el desayuno cuando Jas me dijo
«Qué te ha pasado en la cara»
lo único que le dije fue
«Me dieron un codazo en el partido»
. Me habría gustado contarle lo de Daniel, pero todavía parecía triste y pensé que ya tenía bastantes preocupaciones. Pensé que a lo mejor papá me preguntaba por el resultado del partido pero estaba escuchando la radio con el ceño fruncido. Jas levantó la vista de su ordenador portátil.
«No me encuentro bien»
murmuró y se volvió a la cama. Mientras salía por la puerta alcancé a ver su horóscopo en la pantalla. Decía
«Prepárate para una gran sorpresa»
, y seguro que Jas al verlo se había puesto histérica.

Sunya se pasó toda la clase de Geografía intentando hablar conmigo del partido. Que si mi gol era el mejor que había visto en su vida, incluyendo todo el fútbol que ponen en la tele, y que si ella sabía que lo iba a hacer fenomenal porque yo era Spiderman. Pero nunca me había sentido menos Spiderman que en aquel momento, con el cuerpo doliéndome por debajo de la camiseta y aquellas mangas que me quedaban tan flojas por los brazos. Y cuando me dijo que pensaba que el Director me iba a hacer capitán en el próximo partido, le dije que se callara. Me dijo
«Cómo dices»
y le dije
«Tú no sabes nada de fútbol»
. Sus ojos redondos se convirtieron en dos rayas y los labios se le apretaron en una línea finita, como si se los hubieran dibujado con un lápiz muy afilado.

No me dirigió la palabra en toda la clase de Literatura y tampoco aplaudió en la Asamblea cuando el Director anunció que yo era el Héroe del Partido. Tenía que haber sido el mejor momento de mi vida pero me sentí como Dominic el de mi colegio de Londres. Dominic era discapacitado y cada vez que hacía algo, incluso si escribía su nombre con letras grandes de palo, todo el mundo se ponía
«Hala»
y
«Qué bárbaro»
como si acabara de escribir un libro o algo. Cuando el Director habló de mi gol, fue exactamente así como me sentí, como que aquello tampoco habría sido nada del otro mundo si lo llega a hacer cualquier otro pero era la repera que lo hubiese hecho aquel niño pelirrojo tan raro al que todos ellos creían demasiado retrasado para jugar al fútbol.

A la hora del recreo me dirigí a nuestro banco. No esperaba encontrar en él a Sunya. Pensaba que estaría demasiado enfadada. Pero allí estaba, con la nariz levantada y dando golpecitos con el pie en el suelo. Tenía los ojos tan negros como el hiyab que llevaba en la cabeza y tres de sus pelos brillantes flotaban al viento. Me dijo
«Estoy haciendo como si no existieras»
, y yo le dije
«Entonces por qué me estás hablando»
, y ella dijo
«Sólo quiero que sepas que no te pienso hablar en todo el día»
. Así que le dije
«Pero yo lo siento muchísimo»
, y ella dijo
«Como debe ser»
, y yo dije
«Creía que no me hablabas»
, y entonces me pegó en la pierna. No debería haberme dolido tanto como me dolió pero se me escapó un taco y me agarré el muslo con las dos manos. Entonces Sunya me miró desde la pierna al ojo, pasando por las heridas de las manos, y abrió la boca un palmo. Se levantó de un salto y dijo
«Ven»
. Su velo se balanceaba de un lado para otro y sus pulseras tintineaban al bajar por una cuesta que yo no había visto antes. Llevaba a un cobertizo verde que había más abajo de la escuela.

«Dónde estamos»
le pregunté a Sunya mientras ella miraba alrededor y luego hacía girar el picaporte de una puerta secreta. La seguí adentro, parpadeando unas cuantas veces hasta que se me acostumbraron los ojos a la oscuridad. El cuarto olía como a telarañas y a humedad.
«Este es el almacén de la clase de deportes»
dijo cerrando la puerta y se sentó sobre una pelota grande.
«Yo solía esconderme aquí cuando todo el mundo me llamaba Virus del Curry»
. Yo no sabía qué decir así que cogí una pelota de tenis y la boté contra el suelo. Ella se inclinó hacia delante y la sujetó.
«Qué te ha pasado, Jamie»
. Yo intenté reírme pero sonaba a falso. Ella esperó a que parara y luego susurró
«Qué te han hecho»
.

Se me agolpó toda la sangre en la cara y me latían las heridas. Me habría gustado contárselo pero me daba demasiada vergüenza. La señora gorda del comedor tocó el silbato y me volví hacia la puerta. Sunya me cogió la mano. Yo bajé la vista. Quedaban muy bien mis dedos blancos entre los suyos morenos. Se levantó. Estábamos tan cerca que le vi justo encima del labio una peca minúscula que nunca le había visto antes. Me soltó la mano y me metió los dedos por la manga derecha de la camiseta. Le grité
«ESTATE QUIETA»
pero ella me la remangó, levantándola despacio y con cuidado como si supiera que me dolía el brazo. Y cuando vio la herida que tenía encima del codo, en sus ojos brillantes centellearon lágrimas.
«Daniel»
me preguntó, y yo asentí con la cabeza.

El silbato volvió a sonar así que no pudimos hablar. Salimos por la puerta sin hacer ruido y trepamos con las manos y los pies la cuesta y llegamos al mismo tiempo que los otros niños sin que nos vieran. Durante Historia y Ciencias, Sunya miraba fijamente a Daniel y yo tuve miedo de que le dijera algo y fuera aún peor. Pero ella debía saber cómo me sentía porque mantuvo la boca cerrada y a la hora de comer volvimos al almacén.

Me gusta estar allí. Es tranquilo y fresco y secreto. Nos sentamos sobre una colchoneta y nos comimos juntos unos sándwiches y le conté lo de la pelea. Se mordió el labio y sacudió la cabeza y maldijo todo lo maldecible. Dijo
«Vamos a vengarnos»
pero yo dije
«Es mejor que te olvides»
y ella dijo
«Pero te ha llamado gilipollas. Te ha pegado. Tenemos que hacer algo»
. Temí que se refiriera a decírselo a algún profesor pero entonces dijo
«Mis hermanos le van a partir la cara»
. Ella sabe tan bien como yo que los profesores complican las cosas. Me imaginé a Daniel pisoteado por un chico mayor y eso me hizo sentirme bien y mal al mismo tiempo. Quería que se llevara su merecido pero me habría gustado ser lo bastante valiente como para dárselo yo mismo.

Me quedé un momento callado y me comí las migas de mi pan mientras Sunya miraba mi camiseta de Spiderman. La tocó con la mano y tenía la cara toda pensativa y me di cuenta de que estaba a punto de hacer una pregunta. Y esta vez las palabras como Mamá y Affaire y Papá y Alcohol no me parecieron tan grandes como para no poder sacarlas.

Se lo conté casi todo. Ella no me interrumpió. Sólo escuchaba y asentía. Hablé de las botellas de papá en la basura y de que mamá se había marchado a vivir con Nigel. Le conté cómo había llegado a creer que mamá se había olvidado de mi cumpleaños y lo aliviado que me sentí cuando me llegó el paquete dos días más tarde. En el polvo del suelo del almacén escribí las palabras que mamá había puesto en la posdata de mi tarjeta, y Sunya estuvo de acuerdo en que iba a venir muy pronto. Y cuando le expliqué por qué no podía quitarme la camiseta hasta que mamá hubiera venido, lo comprendió.

Mientras se lo contaba estuve mirando todo el tiempo al cuadrado de luz dorada que rodeaba la puerta secreta. Pero cuando Sunya me dijo aquello la miré a la cara. Me sonrió y yo le sonreí y nos apretamos las manos y un reguero de pólvora me subió zumbando por el brazo. Empezó a llover pero el tamborileo del techo no era tan fuerte como el BUM BUM de mi corazón. Quería verle a Sunya la peca así que me incliné hacia delante y contemplé el punto marrón de encima de su labio.
«Es una superstición»
dijo y tenía la voz un punto más alta de lo normal. Me acerqué más aún. Su aliento me hacía cosquillas en la cara.
«Una superstición»
susurró.
«Eso es lo que tú tienes»
. Yo estaba casi tocándole con la nariz sus tres pelos brillantes cuando le dije
«Una super qué»
y ella dijo
«Como esos jugadores que meten un gol y luego tienen que llevar los mismos calzoncillos sudorosos en todos los partidos para que les traiga suerte»
. Y entonces empezamos los dos a reírnos y la peca desapareció porque la risa le estiraba los labios.

De pronto nos dimos cuenta de que nuestras caras estaban demasiado cerca así que me puse de pie y miré a mi alrededor buscando una pelota. Encontré una en un rincón del almacén y le di unas cuantas patadas. Sunya dijo
«Cuéntame lo de tu hermana»
y le metí a la pelota un golpe demasiado fuerte y se estampó contra la puerta secreta. Dije
«Tiene el pelo rosa»
y Sunya dijo
«Me refería a la otra»
.

Sunya es musulmana y los musulmanes mataron a mi hermana. Yo no sabía qué decir. Pensé en mentirle pero me pareció que tampoco estaría bien y deseé que Rose se hubiera ahogado sin más o se hubiera muerto en un incendio porque eso habría sido mucho más fácil de explicar. Y entonces me eché a reír porque era un deseo muy extraño y Sunya se echó a reír conmigo y ya no podíamos parar.

Y en medio de tanta risa conseguí decir aquellas siete palabras.
«A mi hermana la mataron los musulmanes»
. Y Sunya no puso cara de horror, ni dijo
«Cómo lo siento»
, ni intentó aparentar que estaba triste como todos los demás cuando se enteraban. Dijo
«No tiene gracia, ay no tiene ninguna gracia»
pero se reía todavía más, agarrándose la tripa, con las lágrimas saltándosele por las mejillas morenas. Y yo me reía también y los ojos se me humedecieron por primera vez en cinco años. Y me pregunté si no sería a eso a lo que se refería la orientadora cuando dijo
«Un día te vendrá de golpe y entonces llorarás»
. Aunque, no sé por qué, no creo que se refiriera a llorar de risa.

Capítulo 11

Me gusta cómo saben los sobres y he chupado la parte brillante cinco veces antes de pegar la solapa. Me imaginaba a mamá abriendo la carta en casa de Nigel, sus dedos tocando mi saliva seca, y eso me ha hecho sentirme bien. La señora Farmer nos ha explicado que es Muy Importante que nuestro padre y nuestra madre vengan a la Velada de los Padres en diciembre. Ha dicho
«Es la última ocasión que van a tener de hablar conmigo antes de que empecéis el instituto el año que viene. Deberíais venir con vuestras madres y traer a rastras a vuestros padres también»
.

Yo he cogido dos cartas del montón que había en la clase y le he dado una a papá y le he mandado la otra a mamá. En la parte de arriba de la de ella he escrito una nota con mi mejor letra seguida.

Nos vemos en la puerta de mi nuevo colegio, la Escuela Primaria de la Iglesia de Inglaterra en Ambleside, el 13 de diciembre a las 3:15 de la tarde. P. D.: No traigas a Nigel.

Iba a escribir
Llevaré puesta mi camiseta de Spiderman
pero he decidido no decírselo. Quiero que sea una sorpresa. He doblado con mucho cuidado unas hojas que había arrancado de mi cuaderno de dibujo y las he metido también en el sobre. Un dibujo de mí y otro del pez naranja. A mamá le van a encantar.

Cuando he metido la carta dentro del buzón me ha entrado la emoción. Para la Velada de los Padres faltan todavía tres semanas así que mamá tiene tiempo de sobra para pedirle al señor Walker un día libre. No se lo querrá perder. Ella siempre está diciendo que el colegio es muy importante y que si saco buenas notas podré conseguir cualquier cosa que quiera. Dice
«Haz el trabajo duro ahora y recogerás los frutos a lo largo de toda tu vida»
. Me voy a esforzar de verdad en el colegio hasta el 13 de diciembre para que la señora Farmer tenga un montón de cosas buenas que decirle de mí.

Después de mandar la carta me he sentado en el muro junto al buzón y me he quedado esperando a Sunya. Me he sentido un poco culpable al dejar a papá porque me ha preguntado si quería hacer algo esta mañana. Me ha dicho
«Tienes algún plan»
y yo por poco me atraganto con los Chocopops. He tosido y he dicho
«He quedado»
y él ha dicho
«Ah»
con un tono de decepción que me ha hecho sentirme como si yo estuviera haciendo algo malo. Y la verdad es que lo estaba haciendo, porque pensaba ir a comer con una musulmana, pero eso papá no lo sabía. Ha dicho
«Se me había ocurrido que fuéramos a pescar»
y Jas se ha atragantado con el té y se ha quemado la lengua. Yo he dicho
«Lo siento»
y él ha dicho
«Bueno, pues estate de vuelta a las cinco que voy a hacer la cena»
. Jas se estaba abanicando la lengua con la mano pero seguía con los ojos como platos de la impresión.

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