Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea (12 page)

BOOK: Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea
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Papá ha mejorado mucho desde aquella discusión que tuvo con Jas. Creo que se ha dado cuenta de que no se ha ocupado gran cosa de nosotros. Sigue bebiendo, pero por las mañanas ya no, y este mes nos ha llevado al colegio cuatro veces. Y ha empezado a preguntarme cómo me van las clases y esas cosas. Aunque no siempre escucha mi respuesta, a mí me gusta contárselo. Cuando le dije que había metido el gol de la victoria en el partido de fútbol me dijo
«Tendrías que haberme avisado de que jugabas. Habría ido a verte»
, lo cual fue mosqueante y agradable al mismo tiempo. Jas se estaba pintando las uñas cuando lo dijo y se limitó a sacudir la cabeza, me guiñó un ojo y se puso a soplarse las uñas para que se le secaran.

Está bien que papá haya cambiado porque a Jas mi plan le pareció una estupidez. Le dije lo de llamar al Mayor Concurso de Talentos de Gran Bretaña y grabar en el contestador nuestra dirección para que los de la tele nos mandaran información sobre las audiciones. Me dijo
«Pero para participar en un Concurso de Talentos hay que tener algún talento»
y yo dije
«Tú cantas muy bien»
y ella dijo
«No tan bien como Rose»
y eso me dio un montón de rabia porque sencillamente no es verdad. Cuando llegó la información, fui a enseñársela a Jas. Le señalé la fecha, el 5 de enero, y el lugar más cercano en el que se hacían las audiciones, el Teatro Palace de Mánchester. Me dijo
«No vuelvas a empezar con eso»
y yo le dije
«Pero es que nos puede cambiar la vida»
y ella dijo
«Deja de decir chorradas»
y
«Sal de mi cuarto»
.

Vi a Sunya antes de que ella me viera a mí. Iba corriendo por la colina abajo hacia correos. El hiyab flotaba detrás de ella y parecía de verdad una superheroína que pasaba volando por los aires. El viernes pasado, en Matemáticas, le pregunté a Sunya si alguna vez se quita el hiyab y ella soltó una carcajada. Sólo me lo pongo cuando salgo de casa o si viene gente a vernos. Dije
«Por qué tienes que taparte»
y ella dijo
«Porque lo dice el Corán»
. Y yo dije
«Qué es el Corán»
y ella dijo
«Es más o menos como la Biblia»
. Y eso es lo que pasa con los cristianos y los musulmanes, que los dos tienen un Dios y los dos tienen un libro. Sólo que no los llaman de la misma forma.

Sunya corrió hacia el buzón y me agarró del brazo y fue tirando de mí colina arriba, hablando sin parar. Yo estaba muerto de nervios. Nunca había estado dentro de una casa musulmana. Me preocupaba que oliera a curry como decía papá en Londres. Temía que su familia se pusiera a hablar y a rezar en una lengua diferente. Y me daba miedo que el padre de Sunya pudiera estar fabricando bombas en su dormitorio. Eso es lo que decía papá que hacen todos los musulmanes. Y aunque me sorprendería que el padre de Sunya fuera un terrorista, papá me había dicho que nunca puede uno estar seguro y que hasta los que más cara de inocentes tienen llevan bombas escondidas en el turbante.

Cuando cruzamos la puerta un perro se acercó a Sunya dando saltos. Era blanco y negro y tenía las orejas largas y la nariz húmeda y una cola diminuta que se movía como loca. El perro Sammy no parecía un perro cristiano ni un perro musulmán. Suspiré aliviado. Era un perro normal. Igual que todo lo demás. La casa de Sunya no era distinta de la mía. En el salón había un sofá de color crema y una agradable alfombra y en la chimenea una repisa sobre la que había todo lo que debía haber: fotos y velas y jarrones llenos de flores, no hermanas. La única cosa musulmana que había en todo el salón era una foto de edificios fantásticos con cúpulas y minaretes. Sunya dijo que era un lugar sagrado que se llama La Meca y yo me reí porque así se llamaba el bingo que había en la acera de enfrente de nuestro piso de Finsbury Park.

La cocina era lo más interesante. Yo esperaba que oliera a especias y que hubiera un montón de ensaladeras llenas de verduras exóticas. Pero era igual que nuestra cocina sólo que más agradable porque en ésta había un paquete de Chocopops en el estante pero no había botellas de alcohol y el cubo no olía más que a basura.

La madre de Sunya nos hizo un batido de chocolate y me puso en el vaso una pajita curvada. Llevaba un velo azul y tenía los mismos ojos brillantes que Sunya pero con la piel más clara y los gestos más lentos. Más seria. Sunya gesticula muy rápido. Cambia de cara diez veces por minuto. Abre los ojos y los cierra con todas sus fuerzas y su peca salta de aquí para allá y mueve las cejas al hablar. La madre de Sunya es tranquila y amable e inteligente. Tiene un acento fuerte, no como Sunya, y mi nombre suena distinto cuando lo dice ella. No parece el tipo de mujer que se casaría con un terrorista, pero nunca se sabe.

Nos tomamos los batidos en el cuarto de Sunya. Teníamos sed porque habíamos estado saltando de la cama al suelo para ver quién lograba mantenerse más tiempo en el aire. Yo como soy Spiderman tenía que llegar al techo y tratar de quedarme ahí agarrado el mayor tiempo posible. Y Sunya como es la Chica M tenía que aletear con el hiyab para sostenerse en el aire por encima de la alfombra. Al final quedamos empatados.

Del velo rosa de Sunya se salió un mechón entero de pelo, que es lo más que le he visto hasta ahora. Era fuerte y brillante y más bonito que todas esas melenas de esos anuncios de champú en los que las mujeres salen moviendo la cabeza de un lado para otro. Y le dije que era triste que el Corán le hiciera taparse el pelo como si fuera una cosa mala. Sunya sorbió el último trago de su batido de chocolate y dijo
«No me lo tapo porque sea una cosa mala. Me lo tapo porque es una cosa buena»
. Eso resultaba desconcertante así que me quedé callado haciendo una pompa de chocolate. Sunya dejó su vaso y dijo
«Mi madre guarda su pelo para mi padre. No se lo deja ver a ningún otro hombre. Así es más especial»
y yo pregunté
«Como un regalo»
y ella dijo
«Eso»
. Pensé en cuánto mejor habría sido que mamá hubiera guardado su pelo para papá en lugar de enseñárselo a Nigel, y dije
«Comprendo»
.

Sunya sonrió y yo sonreí y estaba preguntándome qué hacer con nuestras manos cuando su madre entró en el cuarto con unos sándwiches. Algunos eran de queso y otros de pavo y estaban cortados en triángulos, pero no fui capaz de comérmelos. Siempre he odiado el juego de Pasa el Paquete porque como la música nunca se para cuando lo tengo yo no me toca nunca abrirlo. Y el velo de Sunya era idéntico al papel de envolver rosa y me imaginé que también ella desaparecía, brillante y chispeante y perfecta, antes de que yo pudiera echar un vistazo a lo que había dentro del envoltorio.

Sunya tenía la boca llena de pan así que al principio no entendí lo que estaba diciendo. Pero luego se lo tragó y me preguntó
«Echas de menos a Rose»
y era la primera vez que hablábamos de ella desde lo de hacía nueve días en el almacén. Asentí y abrí la boca y estaba a punto de decir
«Sí»
como un robot. Pero entonces me di cuenta de que nadie me había hecho nunca esa pregunta. Siempre era
«Tienes que echar mucho de menos a Rose»
o
«Me imagino cuánto echarás de menos a Rose»
, pero nunca me preguntaban SI echaba de menos a Rose, como si hubiera elección. Así que paré de asentir y cambié la palabra que tenía preparada en la garganta y dije
«No»
. Luego sonreí porque no había ocurrido nada malo y el cielo no se había desplomado sobre nuestras cabezas y Sunya ni siquiera parecía sorprendida. Lo repetí. Más alto esta vez.
«No»
. Y luego, sintiéndome más valiente, miré a mi alrededor y añadí una cosa más.
«No echo de menos a Rose ni un poquito»
.

Sunya dijo
«Yo tampoco echo de menos a mi conejo Patch»
y yo dije
«Cuándo murió»
y Sunya dijo
«Se lo comió un zorro hace dos años»
. Y yo dije
«Qué edad tiene Sammy»
y ella dijo
«Dos años. Me lo compró mi padre cuando murió Patch porque sabía que yo iba a estar muy triste»
. Y aquello no parecía el tipo de cosa que haría un terrorista, y cuando pasé por delante del dormitorio de sus padres para ir al cuarto de baño, tampoco allí había ni rastro de una bomba.

Después de comer trepamos a los árboles y nos sentamos en las ramas que se agitaban al viento. Las hojas hacían remolinos en el jardín y las nubes corrían por el cielo y todo daba la misma sensación de frescura y libertad que si la tierra fuera un gran perro que saca la cabeza por la ventanilla de un coche a toda marcha. Le pregunté a Sunya si su padre era inglés y me dijo
«Nació en Bangladés»
y yo dije
«Dónde está eso»
y ella dijo
«Cerca de la India»
. No soy capaz de imaginarme un lugar así. Lo más lejos que he estado ha sido la Costa del Sol española, que aunque hace más calor que en Inglaterra tampoco es tan diferente. Hay cafeterías donde sirven Desayuno Inglés Completo y tomé salchichas con ketchup toditas las mañanas durante dos semanas. Así que pregunté
«Cómo es»
y ella dijo
«No tengo ni idea pero mi padre prefiere vivir aquí»
y yo dije
«Por qué se vino»
y ella dijo
«Mi abuelo había venido en 1974 a buscar trabajo en Londres»
. Eso sí que era irse lejos a buscar trabajo.
«No podría haber ido a la Oficina de Empleo de Bangladés»
le pregunté y Sunya no hacía más que reírse. De pronto me entraron ganas de saberlo todo de ella. Las preguntas que tenía en el cerebro se me agolparon en la boca y la primera que salió fue
«Y cómo vino a parar tu familia al Distrito de los Lagos»
. Sunya balanceaba las piernas por debajo de la rama mientras hablaba.
«Mi abuelo quería que mi padre se esforzara y que no se metiera en líos y que estudiara Medicina lo más lejos posible de Londres. Lo mandó a Lancaster y allí conoció a mi madre y se casaron y se vinieron aquí. Fue amor a primera vista»
añadió volviéndose a mirarme, las piernas quietas de pronto. Todas las preguntas que quería hacerle se evaporaron de mi cerebro como el vapor que hemos estudiado en Ciencias.
«Amor a primera vista»
repetí y Sunya asintió, y luego sonrió, antes de saltar del árbol al suelo.

Tuve buen cuidado de llegar a casa antes de las cinco. Cuando entré, Roger salió corriendo como si estuviera detrás de la puerta esperando a que alguien se la abriera. El recibidor estaba lleno de un humo espeso.
«Espero que te guste crujiente»
dijo papá al verme entrar en la cocina. Había puesto la mesa y había encendido una vela y Jas estaba ya allí sentada con un peinado todo elegante y una sonrisa enorme en la cara. Yo no me lo podía creer. Papá había hecho la cena en el horno y no me importó lo más mínimo que el pollo estuviera todo negro por arriba.

Las patatas asadas estaban demasiado grasientas y la salsa estaba demasiado salada y las verduras estaban pasadas pero me comí hasta la última migaja del plato para compensar el hecho de que Jas no había probado el suyo. Me habría terminado también todos los buñuelos del rosbif si hubiera conseguido despegarlos de la bandeja del horno. Lo estábamos pasando muy bien y hasta estábamos conversando por una vez cuando papá se puso a hablar de Sunya.
«Sabías que Jamie tiene una novia»
preguntó. Jas dio un respingo y a mí el estómago me dio un vuelco.
«No será verdad»
chilló ella y yo me puse rojo.
«Habrá sido el desodorante»
se rió luego.
«Eso ha sido»
. Papá le guiñó a Jas un ojo.
«Se llama Sonya y parece una chica muy maja. Amor de juventud»
, bromeó, y yo dije
«Papááááá»
en un tono de dignidad herida que tampoco pretendía hacerle callar.

Jas se aclaró la garganta. Yo sabía lo que iba a decir y hundí la cara en mi pata de pollo como habría hecho Sammy el perro. Dijo
«Pues ya que hablamos de eso, hay una cosa que tengo que decirte»
. A papá se le cayó el tenedor.
«Yo tengo novio»
.

Papá clavó la vista en la mesa. Jas cortó una zanahoria en trocitos minúsculos. Yo metí los dedos en la salsa de mi plato. Justo me los estaba chupando cuando papá dijo
«Pues vale»
sin levantar la vista. Y Jas preguntó
«Vale»
y papá suspiró
«Vale»
y como me estaba sintiendo excluido yo también lo dije. Pero nadie me oyó porque Jas se había levantado de un salto y le estaba dando a papá el primer abrazo que yo haya visto. Y Jas estaba toda colorada y con cara de contenta, pero papá seguía tenso y con una tristeza que yo no podía entender.

Jas se puso a cantar mientras fregaba. Yo paré de secar los platos y la miré a los ojos.
«Cantas bien de verdad»
. Me respondió
«No me pienso apuntar a esa chorrada de concurso»
y yo le dije
«Ya lo sé»
y ella dijo
«Cuéntame lo de esa novia que tienes»
. Pensé en el lunar de Sunya y en su pelo brillante y sus ojos chispeantes y sus labios sonrientes y sus dedos morenos y sin poder contenerme dije
«Es muy guapa»
. Jas hizo como que vomitaba en el fregadero así que yo le limpié la boca con el trapo de secar y nos echamos a reír. Papá vino a la cocina a recoger los cacharros y a regañarnos por hacer el bobo. Éramos como una familia normal y por una vez no eché de menos a mamá. El león de estrellas nos contemplaba por la ventana de nuestra casa de campo. Puede que en realidad fuera Roger, pero el caso es que me pareció oírle ronronear.

Capítulo 12

Por encima de nuestra casa había miles de estrellas y ninguna nube, y la luna estaba bien gorda. Parecía un plato de leche y se la enseñé a Roger. Me había seguido afuera y estaba sentado en mi regazo, contemplando el cielo con sus inteligentes ojos verdes. Ni él ni yo podíamos dormir y me alegré de tenerlo allí haciéndome compañía. Mis dedos estaban calentitos entre su pelo y notaba el latido de su corazón contra mis piernas. La noche olía a frío y a secreto igual que el almacén del colegio y me pregunté si Sunya estaría durmiendo bajo el edredón azul que había visto hacía dos días en su cuarto. Y luego me sentí culpable por pensar en ella así que sacudí la cabeza y pestañeé tres veces y me quedé mirando el estanque, recordando las normas escritas en una piedra que Dios le había tirado a aquel tipo raro llamado Moisés.

Hoy la señora Farmer ha dicho que si queremos ir al Cielo, tenemos que cumplir los Diez Mandamientos. Ha dicho
«Dios se los dio a Moisés grabados en una piedra en lo alto de un monte y son las normas según las que debemos vivir todos»
. Al principio yo no estaba escuchando porque para ser sincero eso del Cielo tampoco me suena tan bien. Por lo que yo sé está lleno de ángeles cantando villancicos y todo es un pelín demasiado brillante así que tendré que asegurarme de que me entierren con gafas de sol. Pero entonces la señora Farmer dijo
«El mandamiento más importante es el número cuatro: Honrarás a tu padre y a tu madre»
, y de golpe me sentí fatal. Andar tomándose sándwiches triangulares con una musulmana es no honrar a papá en absoluto.

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