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Authors: Charles Logan

Tags: #Ciencia Ficción

Naufragio (15 page)

BOOK: Naufragio
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Estudió de nuevo sus problemas básicos. Tenía aire y agua en abundancia para el resto de sus días. Disponía de comida suficiente con tal de conseguir las sustancias químicas para procesarla. Lo que más necesitaba era energía: debería incrementar el combustible de la nave con otras fuentes de energía. Los generadores portátiles y las células solares no bastaban. ¿No podría obtener energía del viento? Un molino de viento que impulsara un generador podría fabricar energía durante muchos años. Y además sería fácil de construir, mucho más fácil, por lo menos, que una máquina de vapor. Tansis había abandonado la idea de hacer una máquina de vapor como algo totalmente impracticable. Estaba en una nave de exploración planetaria que no estaba mejor equipada para construir una máquina de vapor que para representar una ópera.

Comenzó a poner por escrito sus problemas y sus proyectos utilizando una pizarrilla de escribir borrable. El problema estribaba en que entremezclaba su situación anterior —cuando parecía inminente el cierre de la nave— con la actual. ¿Podría reunir bastantes fuentes de energía adicional para mantener en marcha todos los sistemas de apoyo vital de la nave? Si así fuera ya no tendría que preocuparse del suministro de aire, agua o comida: el sistema de apoyo vital de la nave podría hacerlo todo, con tal de disponer de energía suficiente para mantenerlo en marcha.

¡ Pero el equipo generador era tan limitado! La nave sólo había sido diseñada para caer en un planeta y explorarlo. No constituía una base permanente. Si encontraba un planeta habitable, se había previsto que el navío de entrada hiciera varios viajes a la nave principal para traer al planeta suministros de sus grandes almacenes. Con ellos había suficiente para construir y equipar un poblado que formara el núcleo de la colonización del planeta. Toda la expedición bajaría entonces de la nave principal y comenzaría a vivir definitivamente en el planeta. La nave principal transmitiría por radio a la Tierra las grandes noticias del descubrimiento de otra nueva Tierra, y entonces podría comenzar la emigración por el espacio.

En realidad el navío de entrada amarrado sobre la nave principal acababa de ser equipado para el aterrizaje inicial cuando sobrevino el desastre. Disponía de material suficiente para una visita de 20 personas durante cuatro semanas. Tansis, condenado ahora a pasar su vida en este planeta, tendría que aprovechar al máximo lo que tenía.

La forma más sencilla de obtener mayor energía era con molinos de viento. Tenía ocho generadores portátiles que podrían adaptarse bien, y suponía que podría construir pequeñas torres con aspas arriba. ¿Podría con ocho molinos de viento accionar ocho generadores de campaña portátiles y mantener en marcha los sistemas de apoyo vital de la nave durante toda su vida? Si la respuesta fuera afirmativa, habría resuelto su problema de nutrición.

A bordo de la nave tan sólo disponía de suministros de comida —de la sabrosa comida de la Tierra— para un año. La mayor parte compuesta de proteínas e hidratos de carbono procesados derivados de los depósitos de algas de la nave principal que cumplían el doble papel de purificar el aire y el agua y de servir de alimento junto con el plancton y la soja restantes. Esto, después de ser procesado, formaba la sustancia básica a la cual se añadían concentrados de sabor traídos de la Tierra. Era un alimento nutritivo, adecuado, digerible, y Tansis, como todos los miembros jóvenes de la expedición, no había comido otra cosa.

El navío de entrada tenía un sistema de apoyo vital más sencillo, con depósitos de algas cuya función era la de purificar el aire y el agua. Era más fácil almacenar comida ya preparada que instalar otra estación de cultivo y procesado de alimentos además de la que existía en la nave principal. Sin embargo, el depósito de algas fue pensado para veinte personas, y por lo tanto habría un gran excedente con un solo hombre a bordo; y después de solucionar el problema de procesar plantas y animales de Capella, la conversión de algas de la Tierra sería para él un juego de niños. Mientras pudiera mantener en marcha el sistema de apoyo vital podría comer, aunque no disfrutara mucho de ello. Todo dependía de conseguir energía extra.

Después de meditarlo pausadamente durante toda la larga mañana de Capella, decidió hacer una lista del trabajo que tenía que hacer a continuación: construir un aspa de molino y una torre con madera del planeta. Con ello mataría dos pájaros de un tiro, porque a la vez que conseguía una nueva fuente de energía aprendería el oficio de carpintería con madera nativa. También debería comenzar a estudiar bacteriología, para preparar el día en que al agotarse la película de aislamiento quedara sin protección. Se concedió dos años para encontrar una respuesta adecuada. Tendría que empezar a estudiar geología y a elaborar una lista de los productos químicos necesarios para la conversión de comida, y después de eso recorrer la isla en su totalidad para ver lo que en ella encontraba.

Con eso había suficiente por ahora. Decidió también que por cada cinco días de Capella tomaría uno de descanso, que dedicaría a escuchar música, leer y ocuparse en algo recreativo como pintar. No tenía ningún sentido vivir como un campesino; si disponía de todos los tesoros de la literatura y del arte de la Tierra, bien podía utilizarlos.

Aquella tarde aprendió todo lo que el computador sabía sobre molinos de viento e intentó hacer unos planos. Lo más difícil resultó ser la transmisión mecánica desde el aspa del molino situada sobre la torre, a seis metros de altura hasta el generador, instalado al pie de la misma. Resultaba más sencillo y menos costoso, en cuanto a gasto de metal, instalar una plataforma bajo la cima de la torre, colocar el generador en ella y lograr una relación casi directa entre el aspa de viento y el generador. Sin embargo, así necesitaría de mucho más cable de transmisión, y en los almacenes sólo había unos treinta metros. Eso significaba que tendría que construir las torres muy cerca de la nave. Pero, ¿y si colocara las aspas de viento encima de la propia nave, que tenía veinticuatro metros de altura? ¿Qué ocurriría?

La nave tenía una forma aerodinámica, y el morro acababa en forma de cono afilado por encima de la cabina de mando. Alrededor del morro podía muy bien construir una gran plataforma de madera, como un collar, y poner en ella sus aspas y sus generadores. Los cables podrían alimentar el transmisor principal situado en el casco, cinco metros más abajo. De todos modos ésa era la única forma de introducir la corriente en la nave. Como no podía taladrar un orificio en el fuselaje ni dejar la esclusa de aire entreabierta, tendría que usar algún dispositivo de energía ya existente y que pudiera conectarse con alguna estructura externa del fuselaje de la nave.

Borró los dibujos y cálculos anteriores y se dispuso a planear una gran plataforma circular que saliera de la parte superior de la nave. Pidió al computador los planos de la nave, y los obtuvo sin ningún problema: ya no había secretos para él. También necesitaría construir una escalera que llegara hasta la plataforma, pues no podría trepar por la pendiente abrupta de la nave bajo una gravedad de uno y un quinto. En el espacio exterior sí que había andado a menudo, aunque con dificultad, por el casco de la nave con botas de suela magnética, pero esos días pertenecían definitivamente al pasado.

Una escalera tan larga sería bastante inestable, y en la isla debía de haber fuertes vientos. Tendría que construir una torre con escaleras interiores, y eso debería ser lo primero que construiría, de todos modos, para servir de andamiaje cuando tuviera que colocar la plataforma en torno al cono del morro. Tendría que ser lo bastante grande para que pudiera subir allá arriba maderas y generadores, y podría construir otra plataforma al nivel de la esclusa de aire, a diez metros sobre el suelo. Sus planos comenzaban a semejarse a los de una torre de lanzamiento de los puertos espaciales. Se puso a trabajar dibujando un plano detallado, a escala, y en eso estuvo casi toda la tarde. Introdujo el plano en la entrada fotográfica del computador, y le pidió que verificara posibles errores de escala y comprobara si el plano se amoldaba a la práctica normal de la ingeniería y de la construcción. Según el computador, había muchos errores; esa torre probablemente se caería y se haría pedazos.

Tansis decidió seguir un curso acelerado de construcción y de carpintería, y por ello tardó dos semanas en poder diseñar nuevos planos que el computador consideró consistentes con la escala, adecuados en cuanto a carga y lo bastante estables para soportar vientos de más de cien kilómetros por hora, la contingencia máxima pesimista que él mismo había establecido. Durante todo ese tiempo no salió de la nave.

Ahora decidió salir con la mayor cantidad de equipo de campaña que permitiera la esclusa de aire, establecer un campamento apropiado, permanecer tres días en el exterior y aprender a cortar madera para ver si podía iniciar la torre construyendo su base y su parte inferior. Aunque la nave disponía de algunas herramientas para cortar madera, prácticamente no había en su interior madera. La carpintería no era ni un trabajo ni tampoco un pasatiempo a bordo de una nave espacial. Tenía que ser un estudio totalmente abstracto hasta que se encontrara un planeta con madera utilizable, suponiendo que fuera también un planeta apropiado para la vida humana.

Tansis, por lo tanto, inició su trabajo al nivel más elemental. Y, además, tenía otra desventaja. La única madera utilizable era la de los árboles en forma de reloj de arena que crecían a intervalos de unos cien metros, en el desierto. Estaban muy separados, y tan lejos de la nave que no podía usar el láser, que requería mucha energía y cables muy largos que se acoplaran a los enchufes principales de la nave. Si no hubiera sido el primer aterrizaje del navío de entrada, tal vez éste hubiera estado repleto de dispositivos para suministrar energía, vehículos y máquinas, pero, desgraciadamente, estaba equipado tan sólo para una exploración superficial: sólo había treinta metros de cable de conducción de energía.

Bajo la capa de cintas, Tansis instaló una gran tienda de expedición. Tenía una pequeña esclusa de aire, y un espacio vital de treinta y seis metros cuadrados. Llevó también suministros de comida y de agua. Tenía que aislarse él mismo utilizando un recipiente pulverizador para cubrirse con una película antes de pasar a la esclusa de aire, y al entrar de nuevo en ella cuando regresara del exterior. El aire contaminado del interior de la esclusa debía ser evacuado, y luego introducido de nuevo antes de poder entrar en el espacio vital de la tienda. Había sólo una cantidad limitada de latas de pulverizador, por lo que tendría que escatimar al máximo las entradas y salidas.

Instaló otra tienda sin compuerta de aire para almacenar allí sus herramientas. No le gustaba la idea de dejarlas esparcidas por el suelo, sin más, porque su educación en una nave le instaba a mantener los trastos en un almacén. Instaló una unidad de células solares encima de la capa de cintas y las conectó con la entrada de energía de la tienda, y también colocó luces suplementarias en el techo de la cueva bajo la capa de cintas, sobre la tienda y alrededor del orificio de entrada.

Luego se dispuso a cortar uno de los árboles con forma de reloj de arena. En el plano de la torre había previsto la utilización de los troncos cónicos como base para cada uno de los cuatro postes angulares de la torre. Esos troncos tenían tres metros de diámetro en su base, disminuyendo hasta poco más de medio metro de diámetro en la parte superior. Si se les despojara de la gran masa de vegetación de cintas que colgaba de sus cimas, se cortaran a través, a nivel del suelo, se pusieran boca abajo y se enterraran en él, dejando la parte más ancha arriba y al mismo nivel del suelo, constituirían una sustentación sólida para cada una de las esquinas de la torre.

Sólo había un «reloj de arena» que creciera dentro de la zona de alcance del láser y del cable, y decidió utilizarlo en primer lugar para ahorrar tiempo. La operación de cortar tres metros de madera gomosa y bastante húmeda produciría mucho calor y mucho vapor, y el mayor porcentaje de oxígeno del aire haría que la combustión fuera mucho más rápida y más potente. Tenía que interrumpir el trabajo repetidas veces y esperar que se enfriara la madera roja y brillante que iba cortando. A la vez que cortaba, procuraba mantener abierto el corte. Tardó dos horas en desgajar el cono de sus raíces y limpiarlo de vegetación.

Luego vino el problema de transportar esa pieza maciza de madera al pie de la nave, a veinticinco metros de distancia. Para hacerlo, elevó el cono desde la raíz, utilizando cuatro gatos accionados por la energía de los generadores portátiles, y luego lo colocó sobre cilindros de cuarenta y cinco centímetros de abertura que servirían de rodillos. Puso en el suelo una docena más, delante del tronco, formando un camino de rodillos; luego clavó escarpias en el tronco y ató a ellas cables accionados por una manivela mecánica situada a pocos metros delante del tronco. El engranaje y los gatos eran piezas obtenidas del equipo de taladro.

Tansis logró hacer avanzar el cono por los rodillos unos cuatro metros. Luego llevó la manivela mecánica atrás, hacia la nave, recogió los rodillos, los volvió a extender por delante, y repitió la maniobra. Lo que estaba haciendo debía de ser una versión espacial del modo como se transportaron los bloques de piedra de las pirámides; pero funcionaba. Al acabarse el largo día de Capella había conseguido arrastrar el cono al pie de la nave.

Agotado, pero lleno de satisfacción por el éxito, regresó a la tienda para pasar la primera noche fuera de la nave, la primera noche de su vida que no pasaría dentro de las paredes de una nave. La tienda era transparente, medida de seguridad para que sus ocupantes pudieran alertar los posibles peligros. Cuando llegó la noche la oscuridad era completa bajo la capa de cintas y las luces del exterior de la tienda creaban un ambiente misterioso y desapacible de luces y sombras, desde las paredes de la tienda. Le pareció muy molesto tener que vivir en una habitación con un exterior tan visible, y por ello apagó las luces exteriores y nunca más las volvió a utilizar. Escuchó música durante un rato, pero se sentía demasiado cansado para leer nada, y se fue pronto a la cama. Había algo agradable en Capella Seis: las noches eran tan largas que hasta quien más cansado estuviera podía tener la certeza de gozar de un buen descanso.

Al día siguiente atacó otro «reloj de arena», esta vez utilizando una sierra de cadena y un generador portátil. Este procedimiento era menos complicado que el láser, pero exigía más tiempo. Quitar el follaje del árbol resultó también más pesado, puesto que montado sobre la escalera tenía que empuñar un machete, y realmente agotaba un trabajo tan largo a esa altura, debiendo soportar la gravedad excesiva. Y, sin embargo, logró cortar y arrastrar el cono por el camino de rodillos con menos errores y mayor economía de esfuerzos, y llevarlo a la nave recorriendo ochenta metros, antes de que cayera la noche.

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