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Authors: Guillermo del Toro,Chuck Hogan

Oscura (13 page)

BOOK: Oscura
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—El poder revelado que equivale al poder sacrificado —respondió sibilinamente Setrakian—. Los verdaderamente poderosos ejercen su influencia de forma sutil e imperceptible. Algunos dirán que lo visible es también vulnerable.

Zack examinó la cruz grabada a un costado del pectoral.

—¿Son demonios?

Setrakian no supo qué responderle.

—¿Tú qué crees?

—Supongo que depende...

—¿De qué?

—De si crees en Dios.

Setrakian asintió con la cabeza.

—Creo que es una buena manera de verlo.

—Bueno —dijo Zack—, ¿y tú? ¿Crees en Dios?

Setrakian hizo una mueca de dolor, que trató de ocultarle al muchacho.

—Las creencias de un anciano tienen poca importancia. Yo soy el pasado. Tú, el futuro. ¿Cuáles son las tuyas?

Zack se acercó a un espejo de mano revestido de plata.

—Mi madre
me dijo que Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Y que lo ha creado todo.

Setrakian asintió, captando la pregunta implícita en la respuesta del chico.

—Eso se llama una paradoja: cuando dos premisas válidas parecen ser contradictorias. Por lo general, esto significa que una de ellas es incorrecta.

—Pero ¿por qué habría de crearnos para que... podamos convertirnos en ellos?

—Deberías preguntárselo a Él.

—Tendré que hacerlo —dijo Zack en voz baja.

Setrakian hizo un gesto de aprobación con la cabeza mientras le daba una palmadita en el hombro.

—A mí nunca me respondió. A veces tenemos que descubrir las respuestas por nuestros propios medios. Pero no siempre lo conseguimos.

La situación era incómoda, y sin embargo, Zack llamó la atención de Setrakian.

El niño tenía una curiosidad brillante y una seriedad que reflejaba bien a su generación.

—Me han dicho que a los chicos de tu edad les gustan los cuchillos —dijo Setrakian, localizando uno y entregándoselo. Era una navaja plegable de diez centímetros de largo, con hoja de plata y mango de hueso marrón.

—¡Guau! —Zack accionó el mecanismo para cerrarla, y luego la volvió a abrir—. Seguramente tendré que preguntarle a papá si me permite quedármela.

—Creo que te cabe perfectamente en el bolsillo. ¿Ves?

Vio a Zack plegar
la hoja y guardarla en el bolsillo de sus pantalones.

—Bien. Todo niño debe tener un cuchillo. Dale un nombre y será tuyo para siempre.

—¿Un nombre? —preguntó Zack.

—Uno siempre debe darle un nombre a las armas. No puedes confiar en algo que no puedas llamar por su nombre.

Zack se tocó el bolsillo, con la mirada perdida en la distancia.

—Tendré que pensarlo un poco.

Eph vio a Zack acompañado por Setrakian. Intuyó que había sucedido algo personal entre ellos y decidió acercarse.

El muchacho hundió la mano en el bolsillo donde había guardado el cuchillo, pero no dijo nada.

—En el asiento delantero de la camioneta hay una bolsa con un sándwich —dijo Setrakian—. Cómelo. Tienes que estar fuerte.

—No quiero más mortadela —dijo Zack.

—Mis disculpas —dijo Setrakian—, pero estaba de oferta la última vez que fui al supermercado. Es el último que queda. Le he puesto una mostaza deliciosa. También hay dos bollos
en la bolsa. Tal vez quieras comerte uno
y traerme el otro.

Zack asintió con la cabeza, y su padre le acarició el pelo mientras se dirigía a la puerta de atrás.

—Cierra las puertas de la furgoneta con llave, ¿de acuerdo?

—Lo sé...

Eph lo vio alejarse y subir al asiento del pasajero de la furgoneta aparcada
fuera.

—¿Estás bien? —le preguntó Eph a Setrakian.

—Creo que sí. Mira, tengo algo para ti.

Eph cogió
un estuche de madera barnizada. Abrió la tapa, y vio una Glock en perfectas condiciones, sólo que el número de serie estaba borrado. El estuche de espuma gris contenía cinco cartuchos con municiones.

—Esto parece altamente ilegal —señaló Eph.

—Y de gran utilidad. Son balas de plata, fíjate; especiales.

Eph sacó el arma de la caja, dándose la
vuelta para que Zack no pudiera verlo.

—Me siento como el Llanero Solitario.

—Su idea era muy acertada, ¿no? Pero no sabía cómo transmitir su mensaje. Estas balas estallan en el interior del cuerpo, destrozándolo. Un disparo en el torso del
strigoi
debería surtir efecto, sin importar el lugar del impacto.

La presentación tuvo visos de ceremonia.

—¿Fet tiene una de éstas? —preguntó Eph.

—A Vasiliy le gusta la pistola de clavos. Se inclina más por lo manual.

—Y a ti te gusta la espada.

—En tiempos difíciles como éstos, es preferible quedarse con aquello a lo que uno está acostumbrado.

Nora se acercó, atraída por el espectáculo inusual que ofrecía la pistola.

—Tengo otra daga de plata mediana. Creo que le vendrá a la perfección, doctora Martínez.

Ella asintió con la cabeza; tenía las dos manos en los bolsillos.

—Es el único tipo de joyas que me interesa en este momento.

Eph guardó la pistola en la caja y cerró la tapa. La pregunta era más fácil en presencia de Nora.

—¿Qué crees que pasó en la azotea? —le preguntó a Setrakian—. El Amo sobrevivió a la exposición solar. ¿Significa eso que es diferente del resto?

—Sin duda alguna. Es su progenitor.

—Entiendo. Y por eso sabemos, dolorosamente bien, cómo se reproducen las generaciones de vampiros: por medio de la infección transmitida por el aguijón, y todo lo demás. Pero ¿quién creó al primero? ¿Y cómo? —preguntó Nora.

—Precisamente —anotó Eph—. ¿Cómo puede la gallina
existir antes que el huevo?

—En efecto
—apuntó Setrakian, sacando su bastón con cabeza de lobo y apoyándose en él—. Creo que el secreto de todo esto reposa en la creación del Amo.

—¿Qué
secreto? —preguntó Nora.

—La clave de su perdición.

Permanecieron un momento en silencio, pensando en eso.

—Entonces, sabes algo —dijo Eph.

—Tengo una teoría que ha sido demostrada al menos parcialmente, a partir de lo que vimos en la azotea. Pero no quisiera equivocarme
porque perderíamos la pista, y como todos sabemos, el tiempo se ha convertido en arena; pero el reloj ya no es manipulado por manos humanas —destacó Setrakian.

—Si la luz del sol no lo destruyó, entonces probablemente la plata tampoco lo hará —agregó Nora.

—Su cuerpo anfitrión puede ser mutilado e incluso asesinado —resaltó Setrakian.

—Ephraim logró hacerle una herida. Pero no, estás en lo cierto. No podemos suponer que bastará únicamente con la plata.

—Ya nos hablaste de los demás. De los siete Ancianos Originales, del Amo y de los otros seis, tres del Viejo Mundo y tres del Nuevo Mundo. ¿Cuál es su papel en todo esto? —inquirió Eph.

—Eso es algo que yo también me he preguntado.

—¿Sabemos si están con él? Supongo que sí.

—Al contrario —dijo Setrakian—. Están en su contra, y con toda su alma. De eso no me cabe la menor duda.

—¿Y qué hay de su creación? ¿Estos seres aparecieron al mismo tiempo, o del mismo modo?

—Sí; no se me ocurre otra respuesta.

—¿Qué dice la tradición sobre los primeros vampiros? —intervino Nora.

—Realmente muy poco. Algunos han tratado de involucrar a Judas, o a Lilith, pero ésa es una ficción revisionista de carácter popular. Sin embargo... hay un libro. Una fuente —respondió Setrakian, mirando a su alrededor.

—Dime cuál es y lo conseguiré —le dijo Eph.

—Se trata de un libro que no tengo todavía. He pasado una buena parte de mi vida tratando de conseguirlo.

—Déjame adivinar —dijo Eph—:
La guía de cazadores de vampiros para salvar el mundo
.

—Casi. Se llama el
Occido lumen
. Estrictamente traducido, significa
Muerte de la luz
, o, por extensión,
La luz derrotada.
—Setrakian sacó el catálogo de subasta de Sotheby’s, y lo abrió por una página doblada.

El libro estaba catalogado, pero en lugar de la imagen había un dibujo
que decía: «Imagen no disponible».

—¿De qué trata? —preguntó Eph.

—Es difícil de explicar. Y aún más difícil de aceptar. Durante mi estancia
en Viena, me familiaricé, por necesidad, con muchos métodos ocultistas: el tarot, la cábala, la magia enoquiana... y con todo aquello que me ayudara a responder las preguntas fundamentales a las que me enfrentaba. Estas materias no encajan muy bien en un plan de estudios, pero, por razones que no revelaré, la universidad recaudó una suma considerable para mi investigación. Fue durante esos años cuando
me enteré por primera vez de la existencia del
Lumen
. Un librero de Leipzig me trajo una recopilación de fotografías en blanco y negro, no muy nítidas, de algunas páginas del libro. Sus peticiones eran escandalosas. Yo le había comprado varios
grimoires
a ese vendedor —y me había pedido una suma considerable por algunos de ellos—, pero aquello... simplemente era ridículo. Investigué y descubrí que, incluso entre los expertos, el libro era considerado como un mito, una estafa, un engaño. Era el equivalente literario de una leyenda urbana. Se decía que el volumen compendiaba la naturaleza y el origen de todos los
strigoi
. Y lo que era más importante aún: los nombres de los siete Ancianos Originales... Tres semanas después fui a la librería de aquel hombre, una tienda modesta en la calle Nalewski. Estaba cerrada. Nunca volví a saber de él.

—¿Los siete nombres... incluyen a Sardu? —preguntó Nora.

—Exactamente —contestó Setrakian—. Y saber su nombre, su verdadero nombre, nos daría cierto poder sobre él.

—¿Me estás diciendo básicamente que estamos buscando las Páginas Amarillas más caras del mundo? —preguntó Eph.

Setrakian sonrió con amabilidad y le pasó el catálogo.

—Entiendo tu escepticismo. De veras. Para un hombre moderno, un hombre de ciencia, alguien que ha visto tantas cosas como tú, el conocimiento antiguo puede parecer arcaico. Obsoleto. Una simple curiosidad. Pero debes saber algo: los nombres contienen la esencia de la cosa, incluso los nombres que figuran en una guía de teléfonos. Los nombres, las letras y los números, si se estudian en profundidad, tienen un poder enorme. Todo en nuestro universo está cifrado, y conocer esa cifra equivale a conocer la cosa; lo cual implica dominarla. Una vez conocí a un hombre muy sabio que podía producir la muerte instantánea
tras pronunciar
una palabra de seis sílabas. Una palabra, Eph, pero muy pocos hombres la conocen. Ahora, imagina lo que contiene el libro...

Nora leyó el catálogo por encima del hombro de Eph.

—¿Y será subastado en dos días?

—Es una coincidencia increíble, ¿no te parece? —expresó Setrakian.

—Lo dudo —dijo Eph, mirándolo de soslayo.

—Exacto. Creo que todo esto forma parte de un rompecabezas. Este libro tiene una procedencia muy compleja y oscura. Cuando os digo que se considera que el libro está maldito, no me refiero a que alguien haya enfermado después de leerlo. Me refiero a sucesos terribles que rodean su aparición siempre que sale a la luz. Dos casas de subastas que lo habían catalogado quedaron reducidas a cenizas antes de iniciarse la puja. Una tercera lo retiró y cerró sus puertas definitivamente. El ejemplar se cotiza ahora entre los quince y los veinticinco millones de dólares.

—Entre quince y veinticinco millones... —dijo Nora, con un resoplido—. ¿Estamos hablando de un libro?

—No de un libro cualquiera —aclaró Setrakian, tomando nuevamente el catálogo—. Tenemos que comprarlo. No hay otra alternativa.

—¿Aceptan cheques personales? —preguntó Nora con sorna.

—Ése es el problema. Con semejante precio, hay muy pocas posibilidades de que podamos adquirirlo por medios legales.

La expresión de Eph se hizo lúgubre.

—Es dinero de Eldritch Palmer —acotó.

—Probablemente
—coincidió Setrakian, con un ligero gesto de su cabeza—. Y a través de él, Sardu, el Amo.

 

 

El blog de Fet

 

O
TRA VEZ AQUÍ
. Tratando de descifrar esto.

Considero que el problema es que la gente está paralizada por la incredulidad.

Un vampiro es un tipo vestido con una capa de satén. Corte de pelo clásico peinado hacia atrás, maquillaje blanco y acento raro. Dos agujeros en el cuello, luego se convierte en un murciélago y ¡zas!, sale volando.

He visto esa película, ¿de acuerdo? La que sea.

Está bien. Ahora os invito a que miréis a Sacculina.

¡Qué diablos!, de todos modos ya figura en Internet.

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