—¡Hola! —le respondí al extraño en un tono igualmente amistoso—. ¿Qué pasa?
—Yorrick Kaine da una conferencia de prensa.
—¿En serio? ¿Qué tiene él que ver con el
Cardenio?
—¿No te has enterado? ¡Lord Volescamper ha
donado
la obra a Yorrick Kaine y al partido
whig
!
—¿Por qué Volescamper iba a relacionarse con un político de derechas de poca monta que está a favor de Crimea y odia a los galeses como Kaine?
—¿Porque es un lord y quiere recuperar parte del poder perdido?
En ese momento otros dos agentes de OpEspec pasaron a nuestro lado y uno de ellos saludó al joven agente de la puerta y le dijo:
—¿Todo bien, Miles?
El guapo y joven agente de OE-14 dijo que todo estaba bien, pero se equivocaba…
no
todo estaba bien, al menos no para mí. Había pensado que acabaría tropezando con Miles en algún momento, pero no sin antes estar preparada. Le miré fijamente, con la esperanza de no manifestar la conmoción y la sorpresa. Él había estado en mi piso y me conocía mejor de lo que yo le conocía a él. El corazón me martilleó en el pecho e intenté decir algo inteligente e ingenioso, pero lo que me salió fue más o menos:
—
¿Asterfobulongus?
—Disculpa, ¿qué has dicho?
—Nada.
Miles miró a izquierda y derecha y se acercó un poco más.
—Parecías un poco molesta cuando te llamé, Thursday. ¿Hay algún problema con nuestro
acuerdo?
Le miré unos segundos en consternado silencio antes de murmurar:
—No… no, en absoluto.
—¡Bien! —dijo—. Debemos fijar una o dos citas.
—Sí —dije, funcionando en automiedo—, sí, debemos hacerlo. Tengo que irme…
ciao.
Salí corriendo antes de que pudiese decirme nada. Frente a la puerta de la biblioteca me detuve para recuperar el aliento. Tarde o temprano iba a tener que hacerle preguntas directas. Decidí que, dadas las circunstancias, sería mejor tarde que pronto, así que atravesé las pesadas puertas metálicas y entré en la biblioteca. Yorrick Kaine y lord Volescamper estaban sentados a una mesa y el señor Swaike y dos guardias de seguridad colocados a ambos lados de la obra en sí, orgullosamente expuesta tras una placa de cristal antibalas. La conferencia de prensa iba por la mitad. Toqué en el brazo a Lydia Startright, que resulta que se encontraba muy cerca.
—¡Eh, Lyds! —dije susurrando.
—Eh, Thursday —respondió la reportera—. He oído que realizaste la autentificación inicial. ¿Es buena?
—Muy buena —respondí—. Está a la altura de
La tempestad.
¿Qué pasa aquí?
—Volescamper acaba de anunciar oficialmente que
entrega
la obra a Yorrick Kaine y a los
whigs.
—¿Por qué?
—¿Quién sabe? Espera, quiero hacer una pregunta.
Lydia levantó la mano. Kaine la señaló.
—¿Qué piensa hacer con la obra, señor Kaine? Hemos oído que hay ofertas que rondan los cien millones de libras.
—Buena pregunta —respondió Yorrick Kaine, poniéndose en pie—. En el partido
whig
damos las gracias a lord Volescamper por su amable generosidad. Soy de la opinión de que el
Cardenio
no es para que lo explote una persona o un grupo, por lo que el partido se propone ofrecer licencias gratuitas para que cualquiera que lo desee pueda representar la obra.
Se oyó un murmullo de emoción entre los periodistas. Era un acto de generosidad sin precedentes, especialmente viniendo de Kaine, pero más aún, era lo
correcto,
y de pronto la prensa sintió cariño por Yorrick. Fue como si Kaine, dos años antes, no hubiese propuesto la invasión de Gales o la reducción del derecho al voto el año anterior; sospeché de inmediato.
Hubo varias preguntas más sobre la obra y muchas respuestas bien ensayadas por parte de Kaine, quien parecía haberse redefinido como un patriarca bondadoso y compasivo en lugar del antiguo extremista. Cuando terminó la rueda de prensa, fui hacia la mesa y me acerqué a Volescamper, quien me miró extrañado durante un momento.
—El informe de Spoon —le dije, entregándole el expediente color ante—, sobre la autentificación… Hemos pensado que le gustaría verlo.
—¿Qué? ¡Por supuesto!
Volescamper aceptó el informe y lo ojeó con rapidez, antes de pasárselo a Kaine, quien pareció más interesado. Ni siquiera me miró pero, dado que evidentemente no me iba a marchar como si fuese una mensajera, Volescamper me presentó.
—¡Oh, sí! Señor Kaine, ésta es Thursday Next, de OpEspec 27.
Kaine apartó la vista del informe. De repente fue todo encanto y amistad duradera.
—¡Señorita Next! —dijo entusiasmado—. Leo sus aventuras con gran interés, y créame, ¡su intervención mejoró mucho la narración de
Jane Eyre!
No me impresionaron ni él ni su falso encanto.
—¿Cree que puede cambiar la suerte del partido
whig,
señor Kaine?
—En este momento el partido está sufriendo algo parecido a una reestructuración —respondió Kaine, mirándome seriamente—. Hemos abandonado la vieja ideología y estamos dispuestos a mirar con nuevos ojos el futuro político de Inglaterra. El gobierno de patriarcas informados y el voto restringido a propietarios responsables es el futuro, señorita Next. Hace demasiado tiempo que el gobierno de los comités ha provocado la muerte del sentido común.
—¿Y Gales? —pregunté—. ¿Cuál es hoy en día su posición sobre Gales?
—Gales es históricamente parte de Gran Bretaña —anunció Kaine más cauteloso—. Los galeses han estado inundando el mercado inglés con productos baratos y eso debe acabar. Pero no tengo ningún plan
en absoluto
para forzar la unificación.
Le miré fijamente.
—Para eso antes tendrá que llegar al poder, señor Kaine. Dejó de sonreír.
—Gracias por entregarnos el informe, señorita Next —dijo Volescamper a toda prisa—. ¿Puedo ofrecerle algo de beber antes de irse?
Acepté la indirecta y me dirigí hacia la puerta principal. Me detuve y miré pensativa las unidades móviles de televisión aparcadas fuera. Yorrick Kaine estaba jugando muy bien sus cartas.
«Les arts modernes de Swindon, 1985»
El Muy Irreverente Joffy Next era el pastor de la primera iglesia inglesa de la Deidad Estándar Global. La DEG tenía un poco de todas las religiones porque, si
existía
Dios, entonces tenía que tener en realidad muy poco que ver con todas las pifias y confusiones de aquí abajo en el plano material, y puede que le conviniese un simplificación de la fe. Los devotos iban y venían como les daba la gana, rezaban a quien más les apetecía y se relacionaban libremente con otros miembros de la DEG. Tuvo un éxito moderado, pero nadie sabe lo que Dios opinaba realmente.
Profesor M. B
LESSINGTON
, PR (retirado)
La Deidad Estándar Global
Pagué la libertad de mi coche con un cheque que, estaba segura, rechazarían. Luego me fui a casa y tomé un tentempié y una ducha antes de ir a Wanborough y asistir a la primera exposición
«Les arts modernes de Swindon»
de Joffy. Joffy me había pedido una lista de mis colegas para aumentar la cifra de asistentes, así que esperaba encontrarme con gente del trabajo. Incluso yo misma se lo había pedido a Cordelia, quien debo admitir que era muy divertida cuando no se ocupaba de las relaciones públicas. La exposición de arte se celebraba en la iglesia de la Deidad Estándar Global de Wanborough y la había inaugurado Frankie Saveloy media hora antes de mi llegada. Al entrar me pareció muy concurrida; habían apartado los bancos y artistas, críticos, prensa y compradores potenciales daban vueltas entre la ecléctica colección de arte. Tomé una copa de vino de la bandeja de un camarero que pasaba, recordé de pronto que no debería beber, lo olisqueé con nostalgia y lo dejé. Joffy, muy elegante con esmoquin y alzacuello, saltó hacia mí al verme sonriendo de oreja a oreja.
—¡Hola, Bodoque! —dijo, abrazándome con afecto—. Me alegro de que hayas podido venir. ¿Conoces al señor Saveloy?
Sin esperar mi respuesta me empujó hacia donde el hombre hinchado permanecía muy solo a un lado de la sala. Me presentó todo lo rápido que pudo y huyó. Frankie Saveloy era el
compére
de
¡Nombra esa fruta!,
y en la vida real tenía todavía más aspecto de sapo que en la tele. Casi esperaba que una larga lengua pegajosa saliese de su boca y capturase una mosca perdida, pero aun así sonreí con amabilidad.
—Señor Saveloy —dije, ofreciéndole la mano. Él la atrapó entre sus manazas húmedas y la sostuvo con fuerza.
—¡Encantado! —gruñó Saveloy, sus ojos saltando a mi escote—. Lamento que no pudiésemos tenerte en mi programa… pero supongo que aun así te sientes honrada de conocerme.
—Más bien a la inversa —le aseguré, recuperando la mano por la fuerza.
—¡Ah! —dijo Saveloy, sonriendo tanto que pensé que se le iba a caer la parte superior de la cabeza—. Tengo mi Rolls—Royce aparcado fuera. ¿Te gustaría dar una vuelta conmigo?
—Creo —respondí— que preferiría comer clavos oxidados.
No pareció inmutarse en lo más mínimo. Sonrió más y dijo:
—Es una vergüenza malgastar esas domingas, señorita Next.
Alcé la mano para abofetearle, pero Cordelia Flakk, que había decidido intervenir, me agarró la muñeca.
—¿Otra vez con tus truquitos, Frankie?
Saveloy le sonrió a Cordelia.
—Maldita seas, Dilly… ¡Fastidiándome la diversión!
—Vamos, Thursday, hay un montón de imbéciles todavía mayores con los que malgastar el tiempo.
Flakk se había cambiado el vestido rosa chillón por uno de un tono más serio, pero que todavía era capaz de atravesar cuarenta metros de espesor de niebla. Me llevó de la mano hacia alguna de las obras en exposición.
—Has estado burlándote un poco de mí, Thursday —dijo tensa—. ¡Sólo necesito que pases diez minutos con mis invitados!
—Lo lamento, Dilly. Las cosas se han descontrolado un poco. ¿Dónde está?
—Está representando
Ricardo III
en el Ritz. Tal y como se comporta se diría que nunca ha estado en Swindon.
Por favor,
¿podrías hacerle un hueco mañana?
—Lo intentaré.
—Bien.
Nos acercamos a un grupito en el que uno de los artistas que exponían mostraba sus últimas obras a un público atento compuesto en su mayoría por críticos de arte que llevaban traje negro sin cuello y garabateaban notas en sus catálogos.
—Bien —dijo uno de los críticos, mirando la pieza con sus gafas de media luna—, háblenos de ella, señor Duchamp
2924
.
—La llamo
El id interior
—dijo el joven artista con voz tranquila, evitando la mirada de todos y juntando las yemas de los dedos. Iba vestido con una larga túnica negra y llevaba las patillas recortadas tan en punta que si se hubiese girado de pronto le habría sacado un ojo a alguien. Siguió diciendo—: Como la vida, la pieza refleja las múltiples capas que aíslan y restringen la sociedad de hoy. La capa superficial, que refleja pero se contrapone al duro exoesqueleto que todos mostramos, es dura y delgada, pero un poco frágil… Debajo, sin embargo, nos esperan capas más blandas, de la misma forma y casi del mismo tamaño. Y al profundizar, uno encuentra muchas conchas diferentes, cada una más pequeña pero no más blanda que la anterior. El viaje es lloroso, y cuando se llega al centro no se encuentra casi nada, y la similitud con la capa superficial es, en cierto sentido, ilusoria.
—Es una cebolla —dije en voz alta.
Se produjo un silencio conmocionado. Varios de los críticos de arte me miraron, luego miraron a Duchamp
2924
y después la cebolla.
Esperaba que los críticos dijesen algo como «gracias por comentarlo, casi nos hace quedar como unos tontos», pero no. Se limitaron a decir:
—¿Es cierto?
A lo que Duchamp
2924
respondió que
era
cierto como
hecho,
pero falso
representacionalmente,
y como si quisiese reforzar esa circunstancia extrajo un manojo de ajos chalote de la chaqueta y añadió.
—
Aquí
tengo otra pieza que me gustaría que viesen. Se llama
El id interior
II
(agrupado),
y es una colección de formas tridimensionales concéntricas encajadas alrededor de un núcleo central…
Cordelia me apartó mientras los críticos alargaban el cuello con renovado interés.
—Esta noche te comportas de un modo muy problemático, Thursday —sonrió—. Ven, quiero que conozcas a alguien.
Me presentó a un joven con un traje de buen corte y bien peinado.
—Éste es Harold Flex —anunció Cordelia—. Harry es el agente de Lola Vavoon y un personaje importante en la industria del cine.
Flex me dio la mano con gratitud y me dijo lo
fantásticamente
humilde que se sentía en mi presencia.
—Es
necesario
contar su historia, señorita Next —se animó Flex—, y Lola está
muy
entusiasmada.
—Oh, no —dije apresuradamente, comprendiendo lo que se avecinaba —. No, no. Ni en un millón de años.
—Deberías escuchar lo que Harry tiene que decir, Thursday —me rogó Cordelia—. Es el tipo de agente que
de veras
podría conseguirte un buen acuerdo financiero, realizar un excelente trabajo de relaciones públicas para OpEspec
y
asegurarse de que se preste atención a tus deseos y opiniones sobre toda la historia.
—¿Una película? —pregunté incrédula—. ¿Estáis locos? ¿No visteis
El programa de Adrian Lush?
¡OpEspec y la Goliath destrozarían la historia!
—La presentaremos como
ficción,
señorita Next —explicó Flex—. Incluso tenemos título:
El caso Jane Eyre.
¿Qué le parece?
—Creo que los dos os habéis vuelto completamente locos. Disculpe.
Dejé a Dilly y al señor Flex maquinando en voz baja su siguiente movimiento y me fui a buscar a Bowden, quien miraba un cubo de basura lleno de vasos de papel.
—¿Cómo pueden presentarlo como arte? —preguntó—. ¡No parece más que un cubo de basura!
—
Es
un cubo de basura —respondí—. Es por eso que está junto a la mesa de los canapés.
—¡Oh! —dijo, para luego preguntarme qué tal había ido la rueda de prensa.
—Kaine busca pescar votos —me dijo cuando terminé de contársela—. Tiene que ser eso. Cien millones puede que te compren mucho tiempo de antena para poner anuncios, pero haciendo que el
Cardenio
sea del dominio público te ganas el voto Shakespeare… ése es un grupo de votantes que no se compra.