Por un puñado de hechizos (23 page)

Read Por un puñado de hechizos Online

Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Por un puñado de hechizos
13.52Mb size Format: txt, pdf, ePub

Jenks se balanceó adelante y atrás; su necesidad de moverse era más evidente y resultaba más extraña ahora que tenía un tamaño humano e iba ataviado con aquella ropa tan ajustada. Deseaba que se pusiese algo más de ropa encima. Saqué el mapa del área que había comprado en la recepción del hotel de debajo de la caja de la pizza y lo desplegué. El crujido del papel hizo que mi mente pensase en Ivy, y me preocupé de nuevo por ella. ¿
Se quedaría Skimmer a dormir
?

Skimmer era la abogada de Piscary, venía de la Costa Oeste y había sido de las mejores de su clase; se sentía muy cómoda manipulando a quien fuese necesario para conseguir lo que deseaba. Ivy no quería un estilo de vida vampírico, pero eso a Skimmer no le importaba. Ella deseaba a Ivy, y si lo que Kisten me había dicho era cierto, a ella no le importaría juguetear con el estado mental de mi amiga para conseguirla. Eso solo era suficiente para hacerme odiara aquella mujer tan inteligente.

No me había sorprendido saber que Skimmer era responsable de parte de los problemas de Ivy. Las dos se habían comportado de forma salvaje, y se habían labrado una reputación por la mezcla de su ansia de sangre con sexo agresivo. No me sorprendía que Ivy mezclase las emociones como el amor y el éxtasis de la ingesta de sangre, ya que en su mente eran indisolublemente una. Por aquel entonces, ella había estado vulnerable, sola por primera vez en la vida, y Skimmer, sin duda, se habría mostrado más que dispuesta a explorar las técnicas para conseguir sangre que Ivy había aprendido en la época que pasó con Piscary. Puede incluso que este lo hubiera planificado todo; así de cabrón era.

Para un vampiro, no suponía un problema que el ansia de sangre fuese una forma de demostrarle tu amor a tu ser querido, pero por lo que me había contado Kisten, Piscary había retorcido aquel sentimiento para que cuanto más le quisiera Ivy, más salvaje se mostrara. Piscary lo aceptaba (claro, era él quien la había moldeado de aquella forma), pero Kisten la había abandonado, y no me habría sorprendido nada que Ivy hubiese matado a alguien a quien amaba en un momento de pasión. Eso explicaría por qué se había abstenido de beber sangre durante tres años, intentado separar sus deseos de amor de su ansia de sangre. No sabía si lo habría logrado, y me preguntaba en qué infierno se vería mezclada Ivy cada vez que amase a alguien, ya que se vería obligada a hacerles daño.

Skimmer no ponía reparos en mostrar su profundo afecto hacia Ivy, y aunque esta la correspondía, Skimmer representaba todo lo que ella deseaba dejar atrás. Cuantas más veces intercambiase Ivy sangre con su antigua amante, mayor era la posibilidad de que cayese en sus viejas rutinas, en sus hábitos sangrientos que acabarían por volverse en su contra cuando intentase amara alguien que no fuese tan fuerte como ella.

Y yo me he ido, y le he permitido a Skimmer que vuelva. Dios, no tendría que haberme ido de aquella manera.

Son solo unos días
, me tranquilicé. Dejé la caja de la pizza en el suelo y encendí la lámpara de la mesa.

—Jax —lo llamé, mientras colocaba el mapa en la mesa y apartaba la planta de Jenks hasta el borde del mueble—, has dicho que lo tienen en una isla. ¿En cuál?

Tal vez aún me quiera
. ¿
Yo lo quiero
? ¿
Lo he querido alguna vez
? ¿
O lo único que me gustaba es que me aceptase
?

Mi brazalete dio contra el mapa y Jax se acercó volando. Al aterrizar, me llegó el olor dulzón del jarabe de arce.

—En esta, señorita Morgan —respondió con su voz aguda. Cayeron algunas migas de polen, pero las aparté de un soplido cuando Jax volvió a alzar el vuelo a la sombra de la lámpara. Por el rabillo del ojo vi que Jenks se removía nervioso. No podría lograrlo con un pixie novato; lo necesitaba a él.

Con las puntas de los dedos trazando la forma de la isla más grande del estrecho, me sentí de pronto como cuando Ivy planificaba una misión, con todos sus mapas y sus rotuladores. Me quedé quieta, la vista se me emborronó. De pronto me di cuenta de que no necesitaba ser ordenada, sino que era una forma de disimular la sensación de que no actuaba de forma adecuada.

—Maldita sea —susurré. Eso no iba bien. Ivy era mucho más frágil cuando se la dejaba libre. Era una vampira; desde su nacimiento le habían enseñado que buscase a alguien que le indicase qué camino seguir, aunque llamase la atención de toda la gente de una misma habitación con tan solo entrar en ella o me pudiese quebrar el cuello con solo pensarlo.

Me convencí de que Nick me necesitaba más en aquellos momentos que Ivy para mantenerse cuerda, por lo que aparté mis preocupaciones de mi cabeza y miré la isla que me había indicado Jax. Según el folleto de pesca que había cogido de la recepción, la isla Bois Blanc había sido pública antes de la Revelación. Una manada de lobos bastante grande había expulsado a toda la gente de la isla, y había convertido aquel espacio en una especie de coto de caza con
spa
. Colarse en ella no era muy buena idea.

La tensión me aceleró el pulso cuando Jenks colocó a
Rex
en la cama y se acercó, una mezcla de adolescente enrabietado y de padre preocupado. Respiré profundamente.

—Necesito tu ayuda —dije señalando el mapa—, pero lo haré sin que nadie me cubra las espaldas, si es necesario. Aunque ya sabes que cada vez que trabajo sola acabo con el culo en el suelo. Eres el mejor que conozco, aparte de Ivy. Por favor, no puedo abandonarle allí.

Jenks cogió una silla de respaldo recto de la cocina, la arrastró por encima de la alfombra y se sentó a mi lado para poder observar perfectamente el mapa. Echó un vistazo a Jax, que estaba sobre la lámpara, rociándolo todo de polvo al sentir el calor que emitía la bombilla. No sabía si me iba a ayudar o no.

—¿Qué estabais haciendo cuando os pillaron, Jax? —preguntó. Las alas del pixie se movieron rápidamente.

—Te vas a enfadar. —Sus diminutos rasgos faciales estaban aterrorizados. No importaba que, para la media pixie, fuese un adulto. Para mí, seguía pareciendo que tuviese ocho años.

—Ya estoy enfadado —respondió Jenks, sonando como mi padre cuando yo preferí que me castigase una semana que confesarle por qué me habían prohibido la entrada en la pista de patinaje—. Jax, escapar con un ladronzuelo como ese… Si querías una vida más emocionante que la de ser jardinero, ¿por qué no me lo dijiste? Te habría ayudado a conseguir lo que necesitases…

Alzando las cejas, me aparté de la mesa; yo sabía que la SI no le había enseñado a Jenks todas las habilidades con las que contaba al trabajar para ellos, pero no me esperaba eso.

—Yo nunca fui un ladrón —dijo, lanzándome una mirada—, pero sé cosas… Las descubría las malas, y Jax no tiene porque pasar por lo mismo.

Jax se movió nervioso, a la defensiva.

—Intenté decírtelo —respondió con un hilo de voz—, pero tú querías que yo fuese jardinero. Yo no quería decepcionarte, por eso lo más fácil fue simplemente irme.

—Lo siento —susurró Jenks, dando un respingo. Me hizo desear estar en otra parte—. Lo único que quería era que estuvieras a salvo. Esta no es una vida fácil; mírame, yo estoy lleno de cicatrices, estoy envejecido, y si no tuviese un jardín ya no serviría para nada. No quiero que tú pases por lo mismo.

Con un aleteo, Jax descendió y aterrizó ante su padre.

—La mitad de tus cicatrices te las has hecho en el jardín —protestó—, son las que casi te mataron. Las estaciones me hacen pensar en la muerte, no en la vida, son como un ciclo lento que no sirve de nada. Cuando Nick me pidió que lo ayudase, le dije que sí. No quería ocuparme de sus estúpidas plantas… quería ayudarlo a él.

Miré a Jenks, empatizando con él. Parecía como si se estuviese muriendo por dentro al saber lo que deseaba su hijo, al saber lo difícil que era seguir aquella vida.

—Papá —continuó Jax, alzándose hasta que Jenks levantó una mano para que su hijo se posase—. Ya sé que tú y mamá queréis que esté en un lugar seguro, pero un jardín no es seguro, es solo un lugar conveniente en el que morir. Quiero vivir las emociones de las misiones. Quiero que cada día sea distinto, aunque no espero que me comprendas.

—Te comprendo mejor de lo que crees —respondió él. Sus palabras hicieron que las alas de su hijo se moviesen.

Rex
se acercó a hurtadillas a la caja de la pizza, robó una corteza y escapó corriendo a la cocina. Se agazapó allí, sobre el pedazo de pizza, mordiéndolo como si fuese un hueso y observándonos con sus ojos enormes, negros, malvados. Al mirarla, Jenks respiró profundamente. La tensión hizo que yo me enderezase. Había decidido ayudarme.

—Cuéntame qué andabais haciendo. Ayudaré a Nick con dos condiciones.

Se me aceleró el pulso, y me descubrí dando golpecitos con el lápiz en la mesa.

—¿Cuáles? —preguntó Jax, mezclando en su voz la cautela con la esperanza.

—La primera, que no te embarcarás en ninguna otra misión hasta que no te haya enseñado las habilidades necesarias para salir de ella con las alas ilesas. Nick es peligroso, y no quiero que se aproveche de ti. Puedo haber criado un cazarrecompensas, pero no he criado a un ladrón.

El polvo de pixie brotó de Jax mientras él pasaba su mirada de su padrea mí, con los ojos abiertos como platos.

—¿Y la otra condición?

Jenks hizo una mueca; se le pusieron las orejas rojas.

—Que no se lo cuentes a tu madre.

Pude refrenar una risilla a tiempo.

Las alas de Jax se pusieron en movimiento.

—De acuerdo —aceptó, y un subidón de adrenalina me llevó de nuevo al mapa—. Una manada de hombres lobo nos contrataron a Nick ya mí. Eran estos tipos.

Descendió de la mano de Jenks para posarse sobre la isla. Mi emoción se transformó en incomodidad.

—Querían recuperar una estatua —explicó Jax—. Ni siquiera sabían dónde estaba. Nick invocó a un demonio, papá. —El polvo le rodeaba de forma que parecía que estuviese iluminado por un rayo de sol—. Invocó a un demonio y este le reveló dónde se encontraba.

Vale, ahora estoy oficialmente preocupada
.

—¿El demonio se presentó como un perro y se convirtió en un tipo vestido de terciopelo verde y con gafas oscuras? —pregunté, soltando el bolígrafo y cruzándome de brazos. ¿
Por qué, Nick
? ¿
Por qué estás jugando con tu alma
?

Jax meneó la cabeza, con ojos abiertos y asustados.

—No… Se presentó con la forma de… usted, señorita Morgan. Nick se enfadó y le chilló. Creímos que había muerto. No se trataba del Gran Al, Nick me lo dijo.

El alivio momentáneo se transformó en una preocupación más profunda. Un segundo demonio. Las cosas mejoraban por momentos.

—¿Y qué? —susurré.
Rex
saltó al regazo de Jenks, provocándome casi un infarto, ya que creí que intentaba atacara Jax. No podía comprender como Jenks sabía que no era así.

El polvo surgía de Jax, se elevaba y caía sobre él.

—El demonio…
hum
… tomó lo que acordaron y le contó a Nick dónde se encontraba la estatua. La tenía un vampiro de Detroit. Era un objeto muy antiguo.

¿
Para qué querría un vampiro un artefacto de hombres lobo
?, me pregunté. Miré a Jenks, que evitaba que
Rex
se cayese de su regazo mientras ella se limpiaba las orejas con patas todavía inexpertas.

Jenks arqueó las cejas; sus suaves rasgos intentaban crear arrugas, pero no lo conseguían.

—¿Qué hace, Jax? —preguntó, y me asombró de nuevo al darme cuenta de lo poco que encajaba su aspecto juvenil con el tono de su voz. Parecía de dieciocho años; sonaba como si tuviese cuarenta y estuviese pagando la hipoteca.

Jax se ruborizó.

—No lo sé, pero logramos recuperarla. Al vampiro le habían clavado una estaca en el siglo
XX
, y seguía allí, olvidada.

—Así que la encontrasteis —intervine yo—. ¿Y qué problema hay ahora? ¿Por qué lo están torturando?

Con esta pregunta, Jax volvió a alzar el vuelo. Los ojos de
Rex
se ennegrecieron ante la perspectiva de una cacería, pero Jenks la tranquilizó. Las yemas de sus dedos se perdían entre el pelaje anaranjado.


Hum
… —contestó el pixie, alzando la voz—. Nick me comentó que no era lo que ellos habían dicho que era. Otra manada descubrió que Nick la tenía en su posesión e hizo una oferta mejor, lo suficiente para devolver lo que la primera manada le había pagado como avance… y mucho más.

Jenks hizo un gesto de disgusto.

—Cabrón avaricioso —farfulló, con la mandíbula tensa.

Yo respiré entrecortadamente, reclinándome en la silla y cruzando de nuevo los brazos sobre el pecho.

—Así que lo vendió al segundo grupo… y el primero no está muy contento, que digamos, ¿no?

Jax sacudió la cabeza, con solemnidad, y descendió lentamente hasta que sus pies tocaron el mapa.

—No, me dijo que ninguno de los dos debía hacerse con la estatua. Teníamos que marcharnos a la Costa Oeste. Conocía a un tipo que podía darle una identidad nueva. Nos pondríamos a salvo, y después devolvería a la primera manada su dinero y desaparecería del todo.

Genial
, pensé con el rostro ceñudo. Iba a ponerse a salvo y después lo vendería al mejor postor.

—¿Dónde está la estatua, Jax? —pregunté, empezando a sentirme enfadada.

—No me lo contó. Un día estaba… y al siguiente había desaparecido.

Con un movimiento repentino,
Rex
saltó sobre la mesa. Sentí que la adrenalina recorría mi cuerpo, pero Jax hizo rechinar sus alas y la gatita reculó.

—Ya no estaba en nuestra cabaña —continuó el pequeño pixie, colocándose debajo de la mandíbula de la gata y estirando los dedos para acariciarle bajo el mentón—. La destrozaron. —Se apartó de las patas de
Rex
y cruzó su mirada con la mía; parecía asustado—. No sé dónde se encuentra, y Nick no me lo quiso contar. No quiere que se hagan con ella, señorita Morgan.

Puto avaricioso
, pensé, preguntándome por qué me preocupaba si me quería o no.

—¿Y dónde está el dinero? —quise saber—. Tal vez lo único que quieran es eso, y lo dejen libre.

—Se lo han llevado. —Jax no tenía un aspecto muy alegre—. Se lo llevaron al mismo tiempo que a él. Quieren la estatua; el dinero no les importa.

Coloqué las manos en la mesa, para que
Rex
se acercase a mí, pero lo único que hizo fue olfatearme las uñas. Jenks colocó su enorme mano por debajo de su vientre para dejarla en el suelo, desde donde se quedó mirándolo.

Other books

Breath of Desire by Ophelia Bell
His Indecent Proposal by Andra Lake
Infamy by Richard Reeves
A People's Tragedy by Orlando Figes
The Informant by James Grippando
El asesino del canal by Georges Simenon
The Silent Prophet by Joseph Roth
The Seventh Sacrament by David Hewson
Bristling Wood by Kerr, Katharine