Trueno Rojo (30 page)

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Authors: John Varley

BOOK: Trueno Rojo
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—El agua no se vuelve radiactiva. No te preocupes. La nave tendrá paredes de acero, que absorberán el noventa por ciento de la radiación. No tendremos ningún problema en mantenernos dentro de los límites de seguridad. —Pero tanto Dak como yo sabíamos que Alicia querría revisar las cifras y que los límites de "seguridad" eran muy discutibles. Y, además, sería absurdo pretender que no íbamos a recibir más radiación que si nos quedábamos en casa.

Al final, ella misma tendría que tomar la decisión. Yo apostaba a que vendría.

—Bueno, eso por lo que se refiere al agua —dijo Dak, tratando de cambiar de tema lo antes posible—. Luego está el oxígeno. Necesitamos un kilo por persona y día. Supongo que llevaremos aire comprimido normal. Una atmósfera de oxígeno puro es peligrosa, un incendio puede descontrolarse en medio segundo. Y si no me creéis, preguntadle al fantasma de Gus Grissom. Así que por cada kilo de oxígeno que llevemos, tendremos que llevar también cuatro de nitrógeno. Es inevitable, pero tampoco es un problema. Llevaremos filtradores de aire que extraerán el dióxido de carbono. Creo que deberíamos tener un "oficial del aire" o algo parecido, que se preocupe en todo momento de la calidad del aire.

—¿Qué tal un "oficial de control ambiental"? —sugerí. Alicia sería la candidata idónea para el puesto.

—Muy bien. Aire y agua resueltos —dijo Kelly—. ¿Y la comida?

—He pensado que podíamos comprar una nevera en Sears o donde sea —le dije—. La llenamos de pizzas congeladas y comida precocinada y llevamos un microondas.

Kelly se echó a reír, creyendo que estaba bromeando... y entonces, al ver que no era así, se echó a reír de nuevo.

—A excepción de "Leesha" —dijo Dak a Alicia—. Para ti, hemos pensado en comprar un gran trozo de tofu y un saco de pienso. De este modo, podrás pastar siempre que quieras.

—Estoy empezando a cansarme de los chistes sobre mis hábitos alimenticios, chicos —respondió ella, y empujó a Dak con tanta fuerza que este se cayó de la silla de la cocina y fingió que se hacía daño.

La conversación estaba celebrándose en la oficina de Kelly, la oficina del director del proyecto. A la hora de decidir quién de nosotros era el más indicado para ocuparse de todos los detalles, de que se pagaran las facturas, de que las materias primas llegaran a tiempo y de que se cumplieran todas las tareas, grandes o pequeñas... Kelly había ganado la votación por unanimidad.

El lugar se encontraba en una de las esquinas de nuestro almacén, al final de un tramo de escaleras. En su día se había utilizado para guardar trastos, pero ahora estaba vacío. Había una fila de ventanas con vistas al suelo del almacén y yo no pude evitar que me recordara a la oficina de su padre. Me pregunté si ella lo habría pensado también.

—Esa fue una de las primeras cosas que se decidieron —les dije—. Todo lo que podamos comprar ya hecho es algo que no tendremos que hacer. Sé que suena absurdo, pero una nevera de Sears es uno de esos atajos que debemos coger siempre que podamos. Puede que lo mejor sea llevar arroz, pasta y comida enlatada y que lo único que necesitemos sea un calentador eléctrico, sí... pero si queremos llevar comida congelada, podemos hacerlo.

—Resulta asombrosa la cantidad de cosas que podremos comprar cuando llegue el momento —dijo Dak—. Por ejemplo, el mejor modo de obtener energía eléctrica en una nave es con células energéticas. Se pueden comprar en cualquier tienda de electricidad, y son las mismas que lleva a bordo la VStar. Y ni siquiera son muy caras. Es un producto del programa espacial.

—También llevaremos baterías, por si acaso —dije—. Baterías de coche, de níquel y cadmio, de las de toda la vida, del tamaño de una tartera.

—Bueno, yo pienso llevar un menú mejor que unas pizzas congeladas —dijo Alicia con un mohín. Y antes de darse cuenta, había sido elegida cocinera de a bordo. Oh, tío, casi no podía contener la impaciencia.

—Bien. Agua, oxígeno, comida... ¿cuáles son las demás necesidades de la vida?

—Música —dijo Alicia.

—Muy cierto. Puedes traerte tu colección completa, estaremos equipados para reproducir cualquier cosa que no sean ocho pistas y cilindros de Edison.

—La comida, el agua y el aire son tres de las cinco grandes —dije—. Luego está el vestido y el alojamiento. En Florida, alojamiento significa un lugar para guarecerte de la lluvia. En Minnesota, significa protección frente al frío. Al sitio al que vamos, la presión es lo más importante, seguida de cerca por el calor o el frío. La nave será nuestro alojamiento.

—¿Así que necesitamos un gran calentador espacial, o algo así? —preguntó Alicia—. Tengo entendido que en el espacio hace un frío de muerte.

—En general sí —dijo Dak—. Aunque no es estrictamente cierto. En el espacio no hay más que vacío. No hace frío ni calor. Si te da el sol la cosa se calienta mucho, y muy deprisa. Tenemos que estar preparados para enfriar el aire, o calentarlo, puesto que si estás a la sombra empiezas a perder calor y te enfrías de verdad, y más que deprisa.

—Por no hablar del clima del Marte —dije.

—Eso sí que es frío de verdad —asintió Dak—. De noche, contad con que llega a sesenta grados bajo cero o menos, la mayoría de los días.

—Estás de coña... —dijo Alicia con expresión de alarma.

—En absoluto, chica. La temperatura más alta que se ha alcanzado jamás... o al menos en el último millón de años más o menos, es de quince grados por encima de cero, a mediodía, en el ecuador y durante el perihelio.

—Y eso del perihelio... ¿qué es?

—El punto de máxima proximidad al Sol. La órbita de Marte es más excéntrica... lo que quiere decir que no es circular, sino elíptica, y la distancia al Sol varía entre doscientos millones y doscientos cuarenta millones de kilómetros, aproximadamente. En la Tierra las estaciones son provocadas por la inclinación del eje y por la orientación de los hemisferios hacia el Sol, razón por la cual en Australia la Navidad se celebra en pleno verano. En Marte es la forma de la órbita lo que determina las estaciones.

—Quince grados no me parece tan poco —dijo Kelly.

—Yo no me molestaría en llevar bronceador —le dije—. Porque en este momento en Marte no es verano.

—Otra cosa —dijo Dak. Parecía estar disfrutando con todo aquello—. La presión del aire es cien veces más baja que en la Tierra, y no hay oxígeno. Eso significa mucha menos presión que en la cima del Monte Everest. El aire es dióxido de carbono en un noventa y nueve por ciento, o sea, eso que se llama "hielo seco" cuando lo congelas. Cosa que pasa en Marte casi todas las noches. De modo que, aparte de una ropa interior aislante de primera, vamos a necesitar trajes espaciales si tenemos la intención de salir de la nave.

—¿Si tenemos la intención? ¿Si tenemos la intención? —Alicia parecía escandalizada—. No podemos ir hasta allí y no bajar de la nave, ¿verdad?

Dak se encogió de hombros, pero lo cierto era que el asunto nos preocupaba. No se puede ir a la tienda de la esquina y comprar unos viejos trajes espaciales usados. No sabía con seguridad si se podían comprar en alguna parte... o si podríamos permitírnoslos en caso de encontrarlos. Un traje espacial de la NASA hecho a medida viene a costar en torno al millón de dólares, y eso gracias a que se han abaratado mucho los costes en los últimos diez años. Teniendo en cuenta que nuestro presupuesto total era de un millón de dólares, creo que puede decirse que teníamos un problema.

Porque, ahora que lo pensaba... ¿un aterrizaje en Marte contaba si uno no llegaba a salir de la nave?

Parece una tontería pero, ¿cuáles fueron las primeras palabras de Neil Armstrong al llegar a la Luna?: «un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad», ¿no? Cualquiera que sepa algo de historia espacial las conoce.

En realidad, a mi modo de ver, sus primeras palabras fueron: "Houston, aquí Base Tranquilidad. El Eagle ha alunizado".

Pensadlo un momento. Si estoy de pie sobre la baca del Trueno Azul, me encuentro en el planeta Tierra, ¿no? En caso contrario, lo cierto es que paso muy poco tiempo en él. La mayor parte del tiempo estoy sobre hormigón, asfalto, madera, una alfombra, o estoy en el segundo piso de un edificio o sentado en un vehículo.

Y sin embargo, es un hecho universalmente aceptado que Armstrong no estuvo "sobre" la Luna hasta que plantó el pie sobre la roca lunar. Un pie que, no lo olvidemos, estaba cubierto por una gruesa bota, porque de lo contrario habría sufrido graves quemaduras. Por no mencionar los desagradables efectos del vacío.

Tenía la desagradable sospecha de que, a menos que nos fotografiasen de pie sobre la superficie marciana, la hazaña de llegar allí primero no contaría, sencillamente. O estaría seguida por un asterisco, como los sesenta y un home-runs de Roger Maris. "Sí, llegaron hasta allí, pero no estuvieron allí".

Era un problema de verdad. Porque las dificultades de fabricar una nave espacial palidecen al lado de las dificultades de fabricar un traje espacial. Un traje espacial que sea seguro. ¿Qué podíamos utilizar como base? ¿Un traje de buceo?

—¿Y qué hay del resto de la ropa? —dijo Kelly, devolviéndome a la Tierra.

Dak la miró con el ceño fruncido.

—Camisetas y vaqueros, ¿vale?

—Bueno, no es que quiera llevar un vestido de noche —dijo ella—, pero si vamos a salir en televisión, si vamos a ser famosos, creo que no debemos parecer unos indocumentados.

—Puede que algún tipo de uniforme —sugerí. Kelly puso cara de perplejidad—. No me refiero a una horterada como la del capitán Picard y su tripulación. Algo chulo.

—Tengo una amiga a la que se le da muy bien la ropa —dijo Alicia—. Le preguntaré si se le ocurre alguna idea.

—Pero no le digas, "quiero unos uniformes para ir a Marte".

Nadie dijo nada. Era imposible pasar completamente inadvertidos y teníamos que decir algo cuando la gente preguntara lo que estábamos haciendo. Necesitábamos una tapadera.

Alicia fue quien dio con la mejor idea, al día siguiente.

—Podemos decir que estamos haciendo una película. Algo así como Tom Swift va a Marte.

Dak puso cara de asombro y entonces dio una palmada sobre la mesa.

—Eso está muy bien, cariño. De ese modo, podemos fabricar una nave espacial, al mismo tiempo que no estamos fabricándola. Mirad ese trasto, joder: ¿Creéis que alguien va a verlo y pensar: «¡Vaya, estos chicos están pensando en ir a Marte!». Aunque llegue algún espía y se cuele para echar un vistazo, saldrá en menos de dos segundos. ¡Si no tiene ni motor!

Tenía razón. Todos estábamos mirando la primera y tosca maqueta, construida con piezas de ferrocarriles de juguete. Parecía una auténtica tontería. Mi confianza en el diseño, que crecía y menguaba según el momento, había alcanzado su punto más bajo cuando la montamos. Si la mirabas, no te quedaba más remedio que pensar que su creador tenía que estar loco.

Adoptamos la tapadera de que estábamos trabajando como creadores de atrezzo en una película. Llegamos incluso a registrar el título Travis en la Oficina de Patentes, a anunciar que estábamos en fase de preproducción, y a poner una fecha de inicio imaginaria para el rodaje, un año más tarde. Lo único malo que tenía la idea era que casi todos los días recibíamos llamadas telefónicas de agentes y aspirantes a actores preguntando cuándo se realizaban los castings. Siempre respondíamos que el guión estaba siendo reescrito y que ya les llamaríamos.

—Pero que la película no sea de Tom Swift —señaló Kelly—. Mejor, Los Little Rascals van a Marte, ¿vale?

—Perfecto —dije. A la gente de mi generación le encantaba las mismas comedias en blanco y negro que a la de mi madre, y a la de la generación anterior a esta. La única diferencia era que nosotros las veíamos en DVD.

—Me pido Stymie —anunció Dak—. ¿Qué os parece Manny como Spanky?

—No —dijo Kelly—. Manny es Alfalfa.

—¿Alfalfa? ¿Ese idiota bizco y pecoso? De ningún modo.

—A mí siempre me gustó Alfalfa —dijo Alicia—. Es cierto que no era tan guapo como Manny... pero también Dak es mucho más guapo que Stumie.

Dak le dio un beso.

—Alfalfa era el romántico —dijo Kelly—. Era el que más corazón tenía.

Me di cuenta de que era cierto. Así que lo dejé estar. Yo sería Alfalfa.

—¿Quien quiere ser Darla? —Ninguna de las chicas levantó la mano. Ahora que lo pensaba, los Little Rascals eran casi todos chicos.

—Kelly debería ser Darla —dijo Dak—. Darla no era demasiado mala. Podía llegar a ser bastante dulce. Y Alfalfa estaba enamorado de ella.

—No hay forma de escapar, Kelly —dije—. Te toca Darla.

—Lo cual significa que Alicia es Buckwheat —dijo Dak con una sonrisa.

—¿Buckwheat? ¿Buckwheat? ¿Pero Buckwheat era una chica?

—¿Qué demonios era Buckwheat? —Nadie lo sabía con seguridad.

—¿Y quién es Spanky? —preguntó ella.

—¿Tú quién crees? —dije—. Pequeño y obeso, el más listo de la pandilla... —Nos miramos y todos dijimos al mismo tiempo:

—¡Jubal!

Nos quedamos estancados un rato, tratando de decidir cómo debíamos llamar a Travis. Al final resultó tan evidente que nos preguntamos cómo podíamos no habernos dado cuenta.

Aquello sirvió para desterrar de nuestras mentes el problema un rato, pero al final no quedó más remedio que volver a la planificación.

Nunca en mi vida había tenido que comprar tantas cosas. Kelly nos proporcionó a todos tarjetas MasterCard Platinum y nos envió de compras todas las mañanas de una semana entera. Tuvimos que alquilar una camioneta solo para llevarlo todo al almacén.

Ahorrábamos dinero siempre que era posible. El equipo pesado lo alquilamos en su mayor parte. Adquirimos los mejores soldadores existentes porque nuestras vidas podían depender de la calidad de las soldaduras de la nave. Necesitábamos bombas, a fin de crear vacío y poder poner a prueba la durabilidad de los componentes, y crear presión para poder poner a prueba los tanques. Yo pensaba que sería mejor esperar a que regresara Travis para usar las bombas, por si no aprobaba la idea de utilizar vehículos ferroviarios de segunda mano para construir la nave. Kelly dijo que no, que necesitaríamos las bombas en cualquier caso y que el tiempo estaba pasando.

Compramos un contenedor de carga estándar, como los que se ven en los vagones de mercancías, de esos que pueden cargarse y descargarse de un vehículo y luego viajar por tren o por camión. Lo sellamos, le adjuntamos una pequeña escotilla y empezamos a sacar todo el aire de su interior utilizando las bombas. Iba a ser nuestra cámara de pruebas de vacío.

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