Ulises (36 page)

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Authors: James Joyce

Tags: #Narrativa, #Clásico

BOOK: Ulises
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V. E.: ve. Juraría que es Alf Bergan o Richie Goulding. Lo escribió por broma en la taberna, apostaría cualquier cosa. Darse una vuelta por el despacho de Menton. Sus ojos de ostra pasmados ante la postal. Un espectáculo para los dioses.

Pasó por delante del
Irish Times
. Podría haber otras respuestas esperando ahí. Me gustaría contestarlas todas. Buen sistema para los criminales. Código. Están ahora almorzando. El empleado ese de las gafas no me conoce. Ah, dejémoslas ahí que se cuezan. Bastante molestia abrirme paso a través de cuarenta y cuatro de ellas. Necesítase hábil mecanógrafa para ayudar caballero en trabajo literario. Te llamé niño malo de ese modo porque no me gusta el otro mundo. Por favor, dime qué quiere decir de verdad del otro modo. Por favor, dime qué clase de perfume usa tu mujer. Dime quién hizo el mundo. De qué manera le echan a uno encima esas preguntas. Y la otra, Lizzie Twigg. Mis esfuerzos literarios han tenido la buena suerte de recibir la aprobación del eminente poeta A. E. (Sr. Geo Russell). Sin tiempo para arreglarse el pelo bebiendo té aguanoso con un libro de poesías.

El mejor periódico con gran ventaja para un anuncio por palabras. Ahora tiene las provincias. Cocinera y para todo, exc. cocina, hay doncella. Búscase hombre activo para barra. Resp. señorita (católica) desea hallar empleo en frutería o salchichería. James Carlisle lo lanzó. Seis y medio por ciento de dividendo. Hizo un gran negocio con las acciones de Coates. Listo. Astutos viejos avaros de escoceses. Todas las noticias halagadoras. Nuestra graciosa y popular virreina. Comprado ahora el
Irish Field
. Lady Mountcashel se ha restablecido completamente después de dar a luz y ayer participó a caballo en la cacería de ciervos con sabuesos de Ward Union al levantarse la veda en Rathoath. Zorro incomestible. También cazadores para la olla. El miedo inyecta unos jugos la hace suficientemente tierna para ellos. Cabalgando a horcajadas. Monta a caballo como un hombre. Cazadora sin hándicap. Nada de silla de señora ni de grupera para ella, ni para su abuela. Primera en la reunión de cazadores y presente en el golpe de gracia. Fuertes como yeguas algunas de esas amazonas. Se exhiben alrededor de las cuadras. Se engullen un vaso de brandy limpiamente en un decir amén. La de esta mañana en el Grosvenor. Arriba con ella al coche: ¡aúpa! Hace saltar su montura sobre un muro de piedra o un obstáculo de cinco barras. Creo que ese cochero chato lo hizo por fastidiar. ¿A quién se parecía ella? ¡Ah sí! A la señora Miriam Dandrade que me vendió sus trapos viejos y su ropa interior negra en el Hotel Shelbourne. Una divorciada hispanoamericana. No pestañeó porque yo lo manoseara. Como si yo fuera su perchero. La vi en la fiesta del virrey cuando Stubbs el guarda del parque me dejó entrar con Whelan el del
Express
. Espigando lo que dejó la gente bien. Té bien acompañado. Me eché mayonesa en las ciruelas creyendo que eran natillas. Le debieron zumbar los oídos durante unas semanas. Le hace falta un toro. Cortesana de nacimiento. Nada de trabajos de niñera, gracias.

¡Pobre señora Purefoy! El marido metodista. Método en su locura. Almuerzo con bollo de azafrán y leche y seltz en la lechería modelo. Comiendo con un cronómetro, treinta y dos masticaciones por minuto. Sin embargo le han crecido las patillas en chuleta. Se dice que tienen parientes influyentes. El primo de Theodore en el Castillo de Dublín. Un pariente decorativo en cada familia. La obsequia con uno de ellos como regalo anual. Le vi delante de los Tres Alegres Bebedores que iba sin sombrero y su chico mayor llevando uno en una red de la compra. Los llorones. ¡Pobrecilla! Y luego teniendo que dar el pecho año tras año a todas horas de la noche. Egoístas que son esos abstemios. El perro del hortelano. Sólo un terrón de azúcar en el té, por favor.

Se detuvo en el cruce de la calle Fleet. ¿Un rato para almorzar por seis peniques en Rowe? Tengo que mirar ese anuncio en la Biblioteca Nacional. Uno a ocho peniques en Burton. Mejor. De camino.

Siguió andando por delante de la casa Westmoreland de Bolton. Té. Té. Té. Se me olvidó darle una metida a Tom Kernan.

Sss. ¡Nt! ¡Nt! ¡Nt! Tres días imagino gimiendo en una cama con un pañuelo mojado en vinagre alrededor de la frente, la barriga hinchada. ¡Uf! ¡Terrible, sencillamente! La cabeza del niño es demasiado grande: fórceps. Doblado dentro de ella tratando de abrirse paso a empujones ciegamente, buscando a tientas la salida. Eso me mataría. Suerte que Molly pasó los suyos fácilmente. Deberían inventar algo para parar eso. La vida con trabajos forzados. Esa idea del sueño crepuscular: a la reina Victoria le dieron eso. Nueve tuvo. Buena ponedora. La vieja que vivía en una bota y tenía tantos hijos. Suponte que él estuviera tuberculoso. Ya es hora de que alguien pensara algo sobre eso en vez de andar fastidiando con cómo era eso el pensativo seno de la argentina efulgencia. Majaderías para alimentar estúpidos. Podrían poner fácilmente grandes establecimientos. Todo el asunto sin dolor de todos esos impuestos dar a cada niño que nazca cinco libras a interés compuesto hasta los veintiún años, cinco por ciento son cien chelines y las cinco libras de marras multiplicar por veinte sistema decimal, animar a la gente a que deje a un lado dinero ahorre ciento diez y pico veintiún años hace falta que lo calcule bien en un papel sale una bonita suma más de lo que uno se imagina.

No a los que nazcan muertos claro. Esos ni siquiera se registran. Molestia para nada.

Divertido verlas las dos juntas con las panzas fuera. Molly y la señora Moisel. Reunión de Madres. La tuberculosis se retira durante ese tiempo, luego vuelve. ¡Qué lisas parecen después de repente! Ojos pacíficos. Se les ha quitado un peso del ánimo. La vieja señora Thornton era una vieja divertida. Todos mis niñitos, decía. La cuchara de papilla en su boca antes de darles de comer. Ah, esto está ñam-ñam. Le aplastó la mano el hijo del viejo Tom Wall. Su primer saludo al público. La cabeza como una calabaza de primer premio. El doctor Murren y su rapé. La gente despertándoles a todas horas. Por Dios doctor. Mi mujer con los dolores. Luego haciéndoles esperar meses para los honorarios. Por servicios profesionales a su esposa. No tiene gratitud la gente. Los médicos son humanitarios, la mayor parte.

Ante el gran pórtico del Parlamento irlandés echó a volar una bandada de palomas. Su pequeña diversión después de las comidas. ¿A quién se lo hacemos encima? Yo elijo al de negro. Ahí va. Ahí la buena suerte. Debe ser emocionante desde el aire. Apjohn, yo mismo y Owen Goldberg subidos a los árboles cerca de Goose Green jugando a los monos. Me llamaban escombro.

Un pelotón de guardias salió de la calle College, marchando en fila india. Paso de la oca. Caras calentadas de comer, cascos sudorosos, dando golpecitos a las porras. Después de zampar con una buena carga de sopa sustanciosa bajo los cinturones. A menudo el destino del policía es feliz. Se dividieron en grupos y se dispersaron, saludando, hacia sus recorridos. Sueltos a pacer. El mejor momento de atacar a uno a la hora del postre. Un puñetazo en su comida. Otro pelotón, marchando irregularmente, dio la vuelta a las verjas de Trinity dirigiéndose a la comisaría. Camino del pesebre. Preparados a recibir a la caballería. Preparados a recibir la sopa.

Cruzó bajo el dedo pícaro de Tommy Moore. Hicieron muy bien en ponerle sobre un urinario: confluencia de aguas. Debería haber sitios para mujeres. Entrando a la carrera en las confiterías. A enderezarme el sombrero.
No hay en este ancho mundo un valle
. Gran canción de Julia Morkan. Sostuvo la voz hasta el mismo final. Alumna de Michael Balfe, ¿no es verdad?

Siguió con la vista el último ancho uniforme. Gente difícil de tratar. Jack Power podría contar muchas cosas: su padre era de la secreta. Si un tío les da problemas cuando le agarran se lo hacen pagar bien en chirona. Después de todo no se les puede tomar a mal con el trabajo que tienen especialmente con los gamberros. Aquel policía a caballo el día en que le dieron el título a Joe Chamberlain en Trinity las pasó negras. ¡Palabra! Los cascos de su caballo retumbando detrás de nosotros por la calle Abbey abajo. Suerte que tuve la presencia de ánimo de zambullirme en Manning, o si no estaba listo. Se dio un buen trastazo, caray. Debió partirse la cabeza en el empedrado. No debía haberme dejado arrastrar por aquellos de medicina. Y los chicos de Trinity con sus gorros cuadrados. Buscándose líos. Sin embargo conocí a aquel joven Dixon que me curó la picadura en el Mater y ahora está en la calle Holles donde la señora Purefoy. El engranaje. El silbato de la policía todavía en los oídos. Todos por piernas. Por qué la tomó conmigo. Meterme en chirona. Aquí mismo empezó la cosa.

—¡Vivan los bóers!

—¡Tres hurras por De Wet!

—¡Joe Chamberlain a la horca!

Niños idiotas: una pandilla de cachorros echando las tripas fuera a fuerza de chillar. Vinegar Hill. La Banda de los Lecheros. Al cabo de pocos años la mitad de ellos son magistrados y funcionarios. Viene la guerra; al ejército a ver quién llega antes; los mismos que decían que ni aunque fuera en lo alto del patíbulo.

Nunca sabe uno con quién habla. Corny Kelleher tiene ojos de hipócrita. Como ese Peter o Denis o James Carey que dio el soplo contra los Invencibles. También miembro del ayuntamiento. Pinchando a los jóvenes inexpertos para enterarse de todo mientras tanto recibiendo paga del servicio secreto del Castillo. Lo dejaron caer como si les quemara. Por qué esos de la secreta siempre cortejando a las marmotas. Es fácil calar a un hombre acostumbrado al uniforme. Empujarla contra una puerta trasera. Maltratarla un poco. Luego el plato siguiente del menú. ¿Y quién es ese señor que viene de visita aquí? ¿Decía algo el señorito? Espiando por el ojo de la cerradura. Señuelo. Estudiantillo de sangre caliente que le anda tonteando alrededor de sus gruesos brazos cuando plancha.

—¿Son tuyas, Mary?

—Yo no llevo esas cosas… Cállese o le acuso a la señora. Fuera hasta media noche.

—Vienen grandes tiempos, Mary. Espera y verás.

—Ah, quite de ahí con sus grandes tiempos que vienen.

También a las camareras. Dependientas de tabaquería.

La idea de James Stephens era la mejor. Los conocía. Círculos de diez de modo que ninguno pudiera cantar sobre más que su propio círculo. Sinn Fein. Si te echas atrás te meten el cuchillo. Mano oculta. Si te quedas, el pelotón de ejecución. La hija del carcelero le sacó de Richmond, se embarcó en Lusk. Se alojó en el hotel Buckingham Palace en sus mismas narices. Garibaldi.

Hay que tener cierta fascinación: Parnell. Arthur Griffith es un tío de cabeza equilibrada pero no lleva dentro eso para las masas. Hace falta cacarear lo de nuestra amable patria. Majaderías. El salón de té de la Compañía Panificadora de Dublín. Sociedad de debates. El republicanismo es la mejor forma de gobierno. Que la cuestión de la lengua deba tener precedencia sobre la cuestión económica. Arreglad a vuestras hijas para que los atraigan a casa. Hinchadles de comer y beber. El pato por San Miguel. Aquí tiene un buen pedazo de relleno al tomillo debajo de la pechuga. Tome otro poco de jugo del pato antes que se enfríe. Entusiastas a medio alimentar. Un panecillo de a penique y a andar detrás de la banda. No hay piedad para el trinchador. La idea de que el otro paga es la mejor salsa del mundo. Se sienten completamente en su casa. Échenos acá esos albaricoques, queriendo decir melocotones. El día no muy lejano. El sol de la autonomía levantándose en el noroeste.

La sonrisa se le desvaneció mientras seguía andando: una pesada nube cubría el sol lentamente, sombreando la ceñuda fachada de Trinity. Pasaban tranvías uno tras otro, al centro, a las afueras, campanilleando. Palabras inútiles. Las cosas siguen lo mismo, día tras día; pelotones de policías saliendo, volviendo; tranvías yendo, viviendo. Aquellos dos chiflados vagando por ahí. Dignam, quitada de en medio a toda marcha. Mina Purefoy con la barriga hinchada en una cama gimiendo para que le saquen a tirones un niño. Nace uno por segundo en algún sitio. Otro muere cada segundo. Desde que eché de comer a los pájaros cinco minutos. Trescientos estiraron la pata. Otros trescientos nacidos, lavándoles la sangre, todos están lavados en la sangre del cordero, balando meee.

Una ciudad entera pasa allá, otra ciudad entera viene, pasando allá también: otra viniendo, pasando. Casas, filas de casas, calles, millas de pavimentación, ladrillos en pilas, piedras. Cambiando de manos. Este propietario, ése. El dueño de la casa no se muere nunca, dicen. Otro se mete en su ropa cuando le llega el aviso de dejarlo. Compran todo el sitio a fuerza de oro y sin embargo siguen teniendo todo el oro. Hay una estafa ahí, no sé dónde. Amontonados en ciudades, erosionados siglo tras siglo. Pirámides en la arena. Construidas sobre pan y cebolla. Esclavos. Muralla de la China. Babilonia. Grandes piedras que han quedado. Torres redondas. El resto escombros, suburbios extendiéndose, chabolas. Las casas de Kerwan saliendo como hongos, construidas de viento. Refugio para la noche.

Nadie es nada.

Esta es realmente la peor hora del día. La vitalidad. Apagada, sombría: odio esta hora. Me siento como si me hubieran comido y vomitado.

La casa del preboste. El reverendo Dr. Salmon: salmón en lata. Bien en lata ahí. Como una capilla de funeraria. No viviría ahí aunque me pagaran. Espero que hoy tengan hígado con tocino. La naturaleza odia el vacío.

El sol se liberó lentamente y alumbró vetas de luz entre la platería del escaparate de Walter Sexton delante de la cual pasaba John Howard Parnell sin ver.

Ahí está: el hermano. Imagen de él. Cara que obsesiona. Bueno, vaya coincidencia. Claro que cientos de veces uno piensa en una persona y no se la encuentra. Como uno que anda dormido. Nadie le conoce. Debe haber hoy una reunión del Ayuntamiento. Dicen que no se ha puesto nunca el uniforme de jefe de la policía municipal desde que le dieron el cargo. Charley Kavanagh solía salir en su gran caballo, con el tricornio, engalanado, empolvado y afeitado. Mira qué andares de entierro. Ha comido un huevo podrido. Ojos escalfados a lo fantasma. Tengo un dolor. El hermano del gran hombre: el hermano de su hermano. Haría muy bonito en el caballo municipal. Se deja caer por el D. B. C., seguramente a tomar café, juega al ajedrez allí. Su hermano usaba a los hombres como peones. Que se vayan todos a pique. Con miedo de comentar nada sobre él. Los deja a todos helados con esa mirada suya. Eso es fascinación: el hombre. Todos un poco tocados. La loca Fanny y su otra hermana la señora Dickinson por ahí a caballo con arneses rojos. Derecho y tieso como el cirujano MacArdle. Sin embargo David Sheehy la ganó la elección por South Meath. Abandonar su puesto en los Comunes y retirarse a la función pública. El banquete del patriota. Comiendo mondas de naranja en el parque. Simon Dedalus dijo cuando le hicieron entrar en el Parlamento que Parnell volvería de la tumba y le sacaría de la Cámara de los Comunes llevándole del brazo.

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