EL UJIER:
(en voz alta)
Resultando que Leopold Bloom sin domicilio fijo es un conocido dinamitero, falsificador, bígamo, alcahuete y cornudo y una molestia pública para los ciudadanos de Dublín y resultando que en esta sesión del juzgado el Muy Honorable…
(El Muy Honorable Sir Frederick Falkiner, Presidente de la Magistratura de Dublín, en atuendo judicial de piedra gris, se levanta de su asiento, con barba de piedra. Sostiene en sus brazos un cetro en forma de paraguas. De su frente se elevan rígidamente los cuernos de carnero de Moisés.)
EL PRESIDENTE: Voy a poner fin a este tráfico de esclavas blancas y a librar a Dublín de esta odiosa pestilencia. ¡Qué escándalo!
(Se pone la toca negra.)
Que se le lleven, señor sub-sheriff, del banquillo donde está ahora y le retengan en prisión en la cárcel de Mountjoy hasta cuando decida Su Majestad y entonces sea colgado del cuello hasta que muera y sea cumplida esta orden bajo vuestra responsabilidad o si no el Señor tenga misericordia de vuestra alma. Lleváoslo.
(Un casquete negro desciende sobre su cabeza. Aparece el sub-sheriff Long John Fanning, fumando un oloroso Henry Clay.)
LONG JOHN FANNING:
(frunce el ceño y grita con ricas «erres» rulantes)
¿Quién va a ahorcar a Judas Iscariote?
(H. Rumbold, maestro barbero, con jubón color sangre y delantal de curtidor, una cuerda enrollada al hombro, sube al tajo. Lleva colgando del cinturón un rompecabezas y una maza claveteada. Se frota sombríamente las manos, dispuestas a aferrar, reforzadas con defensas metálicas en los nudillos.)
RUMBOLD:
(al Presidente, con siniestra familiaridad)
Majestad, soy Harry el Ahorcador, el terror del Mersey. Cinco guineas por una yugular. El cuello o nada.
(Las campanas de la iglesia de San Jorge redoblan lentamente, sonoro hierro oscuro.)
LAS CAMPANAS: ¡Ay-oh! ¡Ay-oh!
BLOOM:
(desesperadamente)
Espere. Alto. Las gaviotas. Buen corazón. Yo vi. Inocencia. Chica ante la jaula de monos. Zoo. Sucios chimpancés.
(Sin aliento.)
La cavidad pélvica. Su rubor ingenuo me desarmó.
(Abrumado de emoción.)
Abandoné el recinto.
(Se vuelve hacia una figura en la multitud, en apelación.)
Hynes, ¿me permite dirigirme a usted? Usted me conoce. Esos tres chelines se los puede quedar. Si quiere un poco más…
HYNES:
(fríamente)
No le conozco a usted en absoluto.
GUARDIA SEGUNDO:
(señala al rincón)
Ahí está la bomba.
GUARDIA PRIMERO: Una máquina infernal con espoleta de relojería.
BLOOM: No, no. Una pata de cerdo. Estuve en un entierro.
GUARDIA PRIMERO:
(saca la porra)
¡Embustero!
(El sabueso levanta el hocico, mostrando la cara gris y escorbútica de Paddy Dignam. Lo ha roído todo. Exhala un pútrido aliento harto de carroña. Crece hasta tomar tamaño y forma humana. Su pelo de sabueso alemán se convierte en una mortaja parda. Sus ojos verdes centellean inyectados de sangre. La mitad de una oreja, toda la nariz y los dos pulgares se los han comido los vampiros.)
PADDY DIGNAM:
(con voz hueca)
Es verdad. Era mi entierro. El Doctor Finucane certificó mi fallecimiento cuando sucumbí a la enfermedad por causas naturales.
(Eleva hacia la luna su mutilada cara cenicienta y ladra lúgubremente.)
BLOOM:
(en triunfo)
¿Oyen?
PADDY DIGNAM: Bloom, soy el espíritu de Paddy Dignam. ¡Escucha, escucha, oh escucha!
BLOOM: La voz es la voz de Esaú.
GUARDIA SEGUNDO:
(santiguándose)
¿Cómo es posible?
GUARDIA PRIMERO: Esto no está en el catecismo de a penique.
PADDY DIGNAM: Por metempsicosis. Espectros.
UNA VOZ: ¡Ah diablos!
PADDY DIGNAM:
(seriamente)
En otro tiempo estuve empleado por el señor J. H. Menton, procurador, comisionado para declaraciones juradas y atestados, en Bachelor’s Walk 27. Ahora estoy difunto, con la pared del corazón hipertrofiada. Mala pata. La pobre mujer se ha quedado hecha polvo. ¿Cómo lo lleva? No le dejen a mano esa botella de jerez.
(Mira a su alrededor.)
Un farol. Tengo que satisfacer una necesidad animal. Esa leche agria no me sentó bien.
(Se adelanta la robusta figura de John O’Connell, el administrador del cementerio, con un manojo de llaves atadas con crespón. A su lado está el Padre Malamud, capellán de panza de sapo, cuello torcido, con un roquete y un pañuelo de seda a modo de gorro de dormir, sosteniendo adormilado una vara de amapolas trenzadas.)
PADRE MALAMUD:
(bostezando, luego salmodia con ronco croar)
Namine. Mínobus. Bíscoch. Amén.
JOHN O’CONNELL:
(aúlla tempestuosamente por su megáfono como una sirena de barco)
Dignam, Patrick T., fallecido.
PADDY DIGNAM:
(con las orejas aguzadas, se echa atrás)
Armónicos.
(Avanza retorciéndose, pone una oreja en el suelo.)
¡La voz de mi amo!
JOHN O’CONNELL: Registro de inhumación letra y número V. E. ochenta y cinco mil. Sección diecisiete. Casa de Llavees. Concesión ciento uno.
(Paddy Dignam escucha con visible esfuerzo, pensando, la cola rígida, las orejas tensas.)
PADDY DIGNAM: Rogad por el descanso de su alma.
(Baja retorciéndose como un gusano por el agujero de una carbonera, con su hábito pardo arrastrando el cordón por guijarros resonantes. Detrás de él va trotando una obesa rata abuela con patas fungoides de tortuga bajo caparazón gris. Se oye la voz de Dignam, amortiguada, ladrando bajo tierra:
Dignam murió y ha descendido abajo
. Tom Rochford, pecho de petirrojo, con gorra y calzones cortos, salta de su máquina de dos columnas.)
TOM ROCHFORD:
(con una mano en el esternón, hace una reverencia)
Reuben J. Un florín a que le encuentro.
(Observa fijamente el agujero de bajada con aire decidido.)
Ahora me toca a mí. Seguidme hasta Carlow.
(Ejecuta en el aire un salto mortal de salmón y es engullido por el agujero de la carbonera. Dos discos en las columnas oscilan ojos de ceros. Todo se desvanece. Bloom vuelve a avanzar con paso pesado. Se detiene delante de una casa iluminada, escuchando. Los besos, aleteando desde sus escondrijos, vuelan alrededor de él, piando, gorjeando, arrullando.)
LOS BESOS:
(gorjeando)
¡Leo!
(Piando.)
¡Muic lamic mic peguic para Leo!
(Arrullando.)
¡Ruu ruurruu! ¡Ñamñam Ua-muam!
(Gorjeando.)
¡Grande vengrande! ¡Piruetea! ¡Leopopold!
(Piando.)
¡Liulí!
(Gorjeando.)
¡Oh Leo!
(Le rozan, aletean sobre su ropa, se posan, brillantes motas enloquecidas, lentejuelas plateadas.)
BLOOM: Toque de hombre. Música triste. Música de iglesia. Quizá aquí.
(Zoe Higgins, joven puta en combinación zafiro, cerrada con tres hebillas de bronce, una fina cinta negra de terciopelo alrededor del cuello, asiente con la cabeza, baja los escalones tropezando y se le acerca.)
ZOE: ¿Busca usted a alguien? Está dentro con su amigo.
BLOOM: ¿Es aquí la señora Mack?
ZOE: No, en el ochenta y uno. Aquí es la señora Cohen. Si va más adelante le podría ir peor. La Mamá Chanclichanclo.
(Con familiaridad.)
Esta noche está de servicio ella misma con el veterinario, que la aconseja en las apuestas, y le da todos los ganadores y le paga por su hijo en Oxford. Horas extraordinarias, pero hoy anda de suerte.
(Suspicaz.)
¿No será usted su padre, verdad?
BLOOM: ¡Yo, no!
ZOE: Los dos van de negro. ¿Tiene cosquillas esta noche el ratoncito?
(La piel de Bloom, alerta, nota que ella acerca las puntas de los dedos. Una mano se le desliza sobre el muslo izquierdo.)
ZOE: ¿Cómo andan las pelotitas?
BLOOM: Al otro lado. Curioso que estén a la derecha. Más pesadas, supongo. Uno en un millón, dice mi sastre, Mesias.
ZOE:
(con alarma repentina)
Tiene un chancro duro.
BLOOM: ¡Qué va!
ZOE: Lo noto.
(Ella le desliza la mano por el bolsillo izquierdo del pantalón y saca una patata negra, dura y encogida. Con mudos labios húmedos, ella la observa y observa a Bloom.)
BLOOM: Un talismán. Herencia de familia.
ZOE: ¿Para mí? ¿Me la quedo? ¿Por ser tan simpática, eh?
(Se mete la patata codiciosamente en el bolsillo, luego le agarra del brazo, apretándosele con calor flexible. El sonríe incómodo. Lentamente, nota a nota, se oye música oriental. Él mira fijamente el oscuro cristal de los ojos de ella, con kohol alrededor. Su sonrisa se ablanda.)
ZOE: Me reconocerás la próxima vez.
BLOOM:
(abandonado)
Nunca he amado a una dulce gacela sin que supiera que…
(Brincan gacelas, pastando en las montañas. Hay lagos cerca. En torno a sus orillas se alinean sombras negras de bosques de cedros. Se eleva un aroma, una fuerte cabellera de resina. El Oriente quema un cielo de zafiro, hendido por el vuelo broncíneo de las águilas. Bajo él se extiende la femineidad, desnuda, blanca, quieta, fresca, lujosa. Murmura una fuente entre rosas de Damasco. Mastodónticas rosas murmuran de uvas escarlata. Exuda un vino de vergüenza, lujuria, sangre, murmurando extrañamente.)
ZOE:
(murmurando una cantilena con la música, sus labios de odalisca voluptuosamente ungidos de pomadas de grasa de cerdo y agua de rosas) Schorach ani wenowach, benoith Hierushaloim.
BLOOM:
(fascinado)
Ya pensaba yo que eras de buena clase por tu acento.
ZOE: ¿Y sabes lo que pasa por pensar?
(Le muerde la oreja suavemente con dientecitos con coronas de oro enviando sobre él un nauseabundo aliento de ajo pasado. Las rosas se abren, revelando un sepulcro del oro de los reyes con sus huesos deshaciéndose.)
BLOOM:
(se echa atrás, acariciándole maquinalmente el pezón izquierdo con torpe mano plana)
¿Eres de Dublín?
ZOE:
(agarra hábilmente un pelo suelto y lo enrolla en un rizo)
No hay miedo. Soy inglesa. ¿Tienes un pitillo?
BLOOM:
(como antes)
Rara vez fumo, guapa. Algún cigarro de vez en cuando. Un recurso infantil.
(Indecente.)
La boca se puede ocupar en cosas mejores que en un cilindro de hierba apestosa.
ZOE: Sigue adelante. Haz con eso un discurso electoral.
BLOOM:
(en mono de obrero, de pana, jersey negro con corbata roja al viento y gorra de apache)
La humanidad es incorregible. Sir Walter Raleigh trajo del Nuevo Mundo la patata y esa hierba, la una, destructora de la pestilencia por absorción, la otra envenenadora del oído, del ojo, del corazón, de la memoria, de la voluntad, del entendimiento, de todo. Es decir, trajo el veneno cien años antes de que otra persona cuyo nombre no recuerdo trajera el alimento. Suicidio. Mentiras. Todas nuestras costumbres. Pues qué, ¡miren nuestra vida pública!
(Campanadas de la medianoche desde lejanos campanarios.)
LAS CAMPANAS: ¡Vuelve, Leopold! ¡Lord alcalde de Dublín!
BLOOM:
(con toga y cadena de concejal)
Electores de Arran Quay, Inns Quay, Rotunda, Mountjoy y North Dock, sería mejor, digo yo, trazar una línea de tranvías desde el mercado de ganado hasta el río. Esa es la música del futuro. Ese es mi programa.
Cui bono?
Pero nuestros piratas de Vanderdeckens en su nave fantasma de finanzas…
Un elector: ¡Tres veces tres hurras por nuestro futuro primer magistrado municipal!
(Salta al cielo la aurora boreal de la procesión de antorchas.)
LOS PORTADORES DE ANTORCHAS: ¡Hurra!
(Varios prestigiosos burgueses, magnates de la ciudad y vecinos francos, estrechan la mano de Bloom y le felicitan, Timothy Harrington, que fue tres veces Lord Alcalde de Dublín, imponente en su púrpura de burgomaestre, cadena de oro y corbata blanca de seda, conversa con el concejal Lorcan Sherlock, alcalde accidental. Asienten vigorosamente en acuerdo.)
ALCALDE SALIENTE HARRINGTON:
(en manto escarlata, con vara, cadena de oro de alcalde y amplio plastrón blanco de seda)
Que se imprima el discurso del concejal Sir Leo Bloom a expensas de los contribuyentes. Que la casa en que nació se ornamente con una lápida conmemorativa y que la vía pública conocida hasta ahora como calle de la Casa de la Vaca bocacalle de calle Cork sea denominada desde ahora Boulevard Bloom.
CONCEJAL LORCAN SHERLOCK: Se aprueba por unanimidad.
BLOOM:
(apasionadamente)
¿Qué les importa a esos holandeses volantes u holandeses mangantes reclinados en sus almohadilladas popas, jugando a los dados? Máquinas, es su grito, su quimera, su panacea. Aparatos para ahorrar trabajo, usurpadores, espantajos, monstruos manufacturados para el asesinato mutuo, repugnantes fantasmas engendrados por una horda de lujurias capitalistas en nuestra prostituida mano de obra. El pobre muere de hambre mientras ellos ceban sus ciervos reales o cazan paisanos y perdices en su perniciosa pompa de pasta y poder. Pero su reino se ha racabado para riempre ramas ram…
(Aplausos prolongados. Surgen hacia lo alto mástiles venecianos, árboles de mayo y arcos de triunfo. Una pancarta ostentando las inscripciones
Cead Mile Failte
y
Mah Ttob Melek Israel
atraviesa la calle. Todas las ventanas están atestadas de observadores, principalmente damas. A lo largo de la ruta, los regimientos de Fusileros Reales de Dublín, Fronterizos Escoceses del Rey, Cameron Highlanders y Fusileros Galeses, en posición de firmes, contienen a la multitud. Hay muchachos de escuela encaramados en los faroles, postes del telégrafo, alféizares de ventanas, cornisas, canalones, chimeneas, barandillas, gárgolas, silbando y aclamando. Aparece la Columna de Nube. Se oyen en lontananza el pífano y el tambor tocando el
Kol Nidre
. Se acercan los gastadores con las águilas imperiales izadas, ondeando banderas y agitando palmas orientales. El estandarte crisoelefantino del Papa se eleva a lo alto, rodeado por pendones con los colores municipales. Aparece la cabecera de la procesión al frente de la cual van John Howard Parnell, maestro de ceremonias, en tabardo ajedrezado, el Heraldo de Athlone y el Rey de Armas del Ulster. Les siguen el Muy Honorable Joseph Hutchinson, alcalde de Dublín, el alcalde de Cork, sus señorías los alcaldes de Limerick, Galway, Sligo y Waterford, veintiocho Pares representativos de Irlanda, los sirdar, grandes y maharajás, con mantos de ceremonia, el Cuerpo de Bomberos de la Metrópoli de Dublín, el Cabildo de Santos de la Finanza, en orden plutocrático de precedencia, el obispo de Down y Connor, Su Eminencia Michael Cardenal Logue, arzobispo de Armagh, primado de toda Irlanda, Su Gracia el reverendísimo Dr. William Alexander, arzobispo de Armagh, primado de toda Irlanda, el rabino jefe, el moderador presbiteriano, los jefes de las iglesias baptista, anabaptista, metodista y moravia y el secretario honorario de la Sociedad de los Amigos. Tras ellos marchan los gremios y los sindicatos y las milicias con banderas al viento: toneleros, pajareros, constructores de molinos, agentes de publicidad para los periódicos, escribientes de abogado, masajistas, viñadores, fabricantes de bragueros, deshollinadores, productores de grasas alimenticias, tejedores de bengalina y popelín, herradores, almacenistas italianos, decoradores de iglesias, fabricantes de calzadores, enterradores, merceros en sedas, marmolistas, jefes de ventas, cortadores de tapones, asesores de pérdidas por incendios, teñidores y limpiadores, embotelladores para exportación, peleteros, impresores de etiquetas, grabadores de sellos heráldicos, mozos de picaderos, negociantes en metales preciosos, proveedores para cricket y tiro al arco, fabricantes de cedazos, representantes de huevos y patatas, medieros y guanteros, contratistas de fontanería. Tras ellos marchan los Gentilhombres de la Alcoba, de la Vara Negra, de la Jarretera, del Bastón de Oro, el Maestre de la Caballería, el Lord Gran Chambelán, el Gran Mariscal, el Gran Condestable, llevando la espada de justicia, la corona de hierro de San Esteban, el cáliz y la Biblia. Cuatro trompeteros de a pie tocan atención. Responden los Territoriales del Rey haciendo sonar clarines de bienvenida. Bajo un arco de triunfo, aparece Bloom, la cabeza descubierta, con un manto de terciopelo carmesí guarnecido de armiño, llevando la vara de San Eduardo, la esfera y el cetro con la paloma y la espada Curiana. Va cabalgando un caballo blanco como la leche, de larga y fluyente cola carmesí, ricamente enjaezado, con frontal de oro. Loca emoción. Las damas lanzan pétalos de rosa desde sus balcones. El aire está perfumado de esencias. Los hombres aclaman. Los pajes de Bloom corren entre los espectadores con ramas de blancoespino y matas de retama.)