Vampiro Zero (10 page)

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Authors: David Wellington

BOOK: Vampiro Zero
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Tenía un millón de cosas por hacer. El primer punto del orden del día era echar una siesta. Su casa estaba muy lejos, de modo que decidió dirigirse a los cuarteles de Cocoa Avenue, en Hershey. Era el lugar más próximo que se le ocurrió. La academia estaba allí (el lugar donde había hecho un sinfín de clases preparatorias) y se conocía el edificio lo suficiente como para sentirse a salvo. El agente de guardia a aquellas horas de la mañana la acompañó a una sala donde había un estrecho catre y una ruidosa máquina de coca colas. No era extraño que los agentes se presentaran para utilizar una cama libre. Normalmente, los miembros de la Unidad T, la patrulla del peaje, hacían horarios intempestivos y trabajaban durante turnos larguísimos, y para no perder la concentración era recomendable que echaran una siesta de vez en cuando. El agente de guardia no hizo ninguna pregunta cuando le entregó una almohada y una manta, aunque se quedó mirando fijamente su nueva estrella. Al ver que Caxton no iba a contarle nada, se limitó a darle las buenas noches y se marchó.

Caxton apagó la luz, pero el brillo rojizo de la máquina de coca cola parecía inundar la sala. Lo ignoró, se tendió en el catre con la almohada aún en las manos y se durmió sin ni siquiera cubrirse con la manta.

Cuatro horas más tarde, sus ojos se abrieron. Estaba despierta. Al incorporarse, notó que su cuerpo crujía, se quejaba, exigiendo más horas de sueño, pero su cerebro sabía mucho mejor lo que le convenía. Echó un vistazo al reloj y vio que eran las doce pasadas. Mediodía y aún no había conseguido nada. Bueno, la habían ascendido a agente federal honorario, pero eso aún no le parecía ni siquiera real.

Devolvió la almohada y la manta bien doblada y regresó al coche.

Debía notificar su nuevo estatus profesional a mucha gente, entre ellos el comisionado de la policía estatal y, sobre todo, a Clara. Mientras conducía hacia Harrisburg, esforzándose por dejar de bostezar, cogió el móvil y se dio cuenta de que se le había agotado la batería durante la noche. Se preguntó si habría recibido alguna llamada importante y enchufó el aparato en el cargador del coche. El teléfono soltó un pitido al instante. Tenía mensajes nuevos, un mensaje de texto y por lo menos un mensaje de voz. Justo lo que había estado temiendo.

Decidió leer el mensaje de texto primero... pero se le cayó el móvil de las manos. Lo recogió, leyó lo que ponía en la pantalla y notó que se le helaba la sangre.

Fue una hermosa ceremonia. Laura..

A fe que se le saltaron las lágrimas

Caxton se mordió un padrastro que le había salido en el pulgar. El mensaje no iba firmado y el móvil indicaba que provenía de un número desconocido, pero Caxton sabía perfectamente quién lo mandaba, aunque sólo fuera por la forma arcaica de escribir. Justinia Malvern. La vieja vampira que no podía hablar o, por lo menos, no podía la última vez que Caxton la había visto. Estaba demasiado decrépita siquiera para incorporarse y se comunicaba tan sólo escribiendo unos crípticos mensajes a través de un teclado de ordenador. Por lo que se veía, ahora había aprendido también a enviar mensajes de texto.

Al parecer también había estado observando la ceremonia con la tumba vacía de Jameson. No, pensó Caxton, eso era imposible. La ceremonia se había celebrado a la luz del día, mientras Malvern debía de estar dentro de su ataúd, muerta para el mundo. Así pues, debía de haber mandado a un siervo a echar un vistazo. Mientras discutía con los hijos de Jameson, debía de haber un engendro no muerto al acecho, siguiendo todos sus movimientos.

Se preguntó cuánto tiempo debían haber estado observándola Jameson y Malvern. La idea hizo que se le pusiera la piel de gallina. Decidió escuchar los mensajes de voz, aunque sólo fuera para aclararse la cabeza. Presionó una tecla que automáticamente marcó el número del contestador, y entonces conectó el altavoz.

—Tiene seis mensajes nuevos —le dijo el teléfono—. Primer mensaje nuevo.

—Agente, soy Glauer. Sólo llamaba para avisarla de que he llevado a Raleigh a su casa, como me dijo. Aunque en realidad no es lo que yo llamaría una vivienda corriente, sino más bien un hospital extraño o una residencia o algo así. Es una vieja mansión de ladrillos rojos con todo el frontal cubierto de hiedra. Hay un prado enorme frente al edificio y todo el terreno está rodeado por una verja de tres metros. La muchacha me dijo que no podía entrar, que es sólo para mujeres. La dejé delante de la puerta, supongo que no pasa nada, y confirmé su cita para reunirse con ella. Ahora estoy regresando a jefatura. Probablemente me marche a casa dentro de una o dos horas, pero dejaré el móvil encendido por si me necesita.

—Siguiente mensaje nuevo —dijo el teléfono.

—¡Hola guapa! Soy yo, la abandonada pero aun así maravillosa Clara. Estoy trabajando, o sea, que no puedo hablar demasiado. El sheriff y los chicos han descubierto otro laboratorio de droga ilegal. Gracias a Dios no ha habido disparos y todos se han entregado pacíficamente. Estoy tomando fotos de unas bolsas de heroína y unos montones de dinero. Miraré si puedo arramblar con algo. ¡Es broma! En realidad te llamaba porque te echo de menos, muchísimo, y se me ha ocurrido que, como alrededor de la una o las dos habré terminado con esto, tal vez podamos comer juntas. Así por lo menos sabré que comes algo. Te echo de menos. ¿Lo había dicho ya? Es que te echo mucho de menos. ¡Llámame!

—Siguiente mensaje nuevo.

—Agente, soy Glauer. Acabo de llegar al trabajo y he oído... en fin, he oído lo que pasó anoche. Aquí en jefatura nadie habla de otra cosa. Me alegro de que esté bien y lamento lo de Angus Arkeley. Esto... supongo que es lo que habíamos estado temiendo los últimos dos meses. Tiene gracia, pero no sé cómo se supone que debo sentirme. Entre usted y yo, me siento aliviado. Oiga, estoy aquí sentado sin órdenes directas, o sea, que a menos que me necesite para algo, voy a ponerme a trabajar. Kenneth Rexroth ha estado hablando con la policía de Mechanicsburg. Me dejaron un mensaje por la noche para comunicarme que había confesado abiertamente los dos homicidios. Se ve que estuvo jactándose de haberse cargado a esos dos hombres. Quiero ir allí y hablar con él personalmente. Ya sé que usted dijo que no es más que un impostor y que no vale la pena que perdamos el tiempo con él. Pero, agente, es que es un mal tipo de veras. Hizo un buen trabajo sacándolo de la circulación. Bueno, ya hablaremos más tarde. Si me necesita, me encontrará en el móvil.

—Siguiente mensaje nuevo.

—Hola, soy Clara. Otra vez. Llámame. Por favor, llámame en cuanto puedas. Te quiero.

—Siguiente mensaje nuevo.

—Agente, soy Glauer de nuevo. Las cosas van de mal en peor. He llegado a Mechanicsburg hace aproximadamente una hora. Me he reunido con la policía y les he pedido que me dejaran hablar con Rexroth. Me han dicho que estaba durmiendo. Al parecer se pasa el día durmiendo porque supone que es un vampiro. Me han preguntado si quería que lo despertaran, pero me ha parecido que le podría sonsacar más información si esperaba. Creía que había hecho el viaje en balde, pero la policía local había logrado reunir más información. Resulta que Kenneth Rexroth es un alias, que en realidad el chico se llama Dylan Carboy. Tiene diecinueve años y vive con sus padres en Mount Carmel, en el condado de Northumberland... Bueno, más bien vivía. Los policías de Mount Carmel mandaron una unidad para contactar con la familia Carboy, pero nadie respondió cuando llamaron a la puerta. Reventaron la cerradura y una vez dentro se encontraron con tres cadáveres en avanzado estado de descomposición. Las víctimas son... veamos, Mark Carboy, el padre, de cuarenta y tres años; la madre, Ellen Carboy, de treinta y nueve, y Jenny Carboy, la hermana, de diecisiete. Los padres habían muerto por sendos balazos del mismo calibre que la pistola que le arrebató a Dylan en el centro de autoalmacenaje. La hermana falleció estrangulada en la cama y... Dios. Tenía marcas de mordeduras en el cuello. De dientes humanos, no de vampiro. No creo que la despertara primero... vamos, yo creo que no la despertó. No quiero creer que la despertara. Rescataron muchas cosas del cuarto de Dylan, libretas con un diario escrito a mano y recortes de periódico. Las han mandado todas a Mechanicsburg, donde les he podido echar un vistazo. Les he preguntado si podía llevarme las libretas para que usted las viera y los policías han respondido que no había problema, pero me han hecho firmar un recibo por si las necesitan durante el juicio. El chaval tenía muchas cosas por las que vivir, agente. Tenía un antecedente por posesión de marihuana, pero el juez lo había absuelto a cambio de que el chico prometiera regresar al instituto. Estaba estudiando cocina en el centro comentario. Tiene que ver esas libretas, agente. Creo que debe verlas, sale su nombre por todas partes. Estoy regresando a Harrisburg. Estaré atento al móvil por si me necesita.

—Siguiente mensaje nuevo.

—Laura, soy Clara. He oído lo de... Lo he oído. Los chicos están hablando de lo sucedido, todos hablan de ti. Llámame. Tengo miedo. Tengo miedo por ti. Tú llámame, ¿vale? ¡Llámame, maldita sea!

—No hay más mensajes nuevos. Tiene cuarenta y cinco mensajes guardados.

Caxton cerró el móvil y se preguntó a quién debía llamar primero. Glauer no debería estar trabajando desde el ángulo Rexroth. ¡Ese ángulo ni siquiera existía! Lo único que importaba era encontrar a Jameson Arkeley y matarlo. Lo llamó al móvil, pero le salió el contestador. Típico. Durante dos meses, cuando no tenían nada que hacer, lo tenía siempre encima, esperando órdenes. En cambio ahora, cuando tenía una orden Jftnlil que darle, estaba fuera de cobertura.

—Agente Glauer, soy Caxton. Quiero que deje de perder el tiempo. Ya ha oído lo que pasó anoche. Y sí, está en lo cierto: eso es lo que estábamos esperando, y está pasando ahora. No tengo ninguna duda de que Arkeley querrá matar de nuevo, pero debemos atraparlo antes de que eso suceda. Cuando oiga este mensaje, empiece a elaborar una lista de tareas para poder mandársela a todos los miembros de la USE. —Echó un vistazo a la estrella de la solapa—. Habrá algunos cambios en nuestra forma de trabajar, pero ya se los comentaré cuando nos veamos. Concéntrese, Glauer. ¡No se me pierda!

Caxton cerró el móvil y respiró profundamente. Para la siguiente llamada tenía que estar tranquila y centrada. Buscó el

«Ni siquiera ha querido hacerme daño», estuvo a punto de decir, pero se contuvo a tiempo. Clara no era estúpida y sabía que si un vampiro no te mataba una noche, era tan sólo porque te estaba reservando para cuando tuviera hambre.

—Comamos juntas, ¿vale? Ve a la jefatura de policía de Harrisburg en cuanto puedas. Comeremos juntas y te lo contaré todo. Yo también te echo de menos.

Colgó el teléfono... y al momento le entraron ganas de volver a llamar, de decirle a Clara que la amaba, que lo único que quería era volver a casa y estar con ella a solas, en silencio, sin hablar y sin pensar en nada, pasar un rato abrazadas, sin tener que hacer nada más ni ir a ninguna parte.

Tenía que volver a llamarla, pensó. Tenía que hacerlo. Incluso se inclinó para volver a coger el teléfono.

Pero justo en aquel momento, empezó a sonar. Pensando que serían o Glauer o Clara, respondió al instante.

—Agente Caxton —dijo.

—Buenas tardes, señorita Caxton —dijo una voz de mujer. Caxton no reconoció el número.

—No soy una señorita, soy una agente estatal —respondió, y en aquel momento se acordó de su nueva estrella—. De hecho, y a partir de hoy, soy también agente especial de los marshals.

—¿En serio? ¡Cuánto me alegro por usted! Es el mismo título que tenía Jameson.

A Caxton se le heló la sangre al oír el nombre del vampiro.

—¿Quién es usted? —preguntó, pero entonces, haciendo un esfuerzo por dominarse, reformuló la pregunta—. Disculpe, ¿podría saber con quién estoy hablando?

—Desde luego. Soy Astarte Arkeley. La viuda. Creo que ha estado intentando ponerse en contacto conmigo.

Capítulo 15

—¡Sí! ¡Sí, ya lo creo! —exclamó Caxton—. Muchas gracias por llamarme. ¿Puedo preguntarle quién le ha dado mi número?

Al parecer lo tenía todo el mundo. Incluso Malvern.

—Desde luego —respondió Astarte—. Fue mi hijo, Simón. Estaba muy interesado en que hablara con usted. Al parecer, creía que yo podría apelar a su clemencia y convencerla para que desistiera de su desesperada persecución. Le respondí que no tenía intención de hacerlo.

Caxton aparcó en la calzada. Aquella llamada era importante y necesitaba estar concentrada.

—Me alegra oírle decir eso. Tengo que contarle algo, señora Arkeley, algo bastante turbador.

—En ese caso me alegro de estar sentada. Adelante, por favor.

Caxton se masajeó la frente.

—Anoche Jameson mató a su propio hermano. Mató a Angus. Yo estaba allí.

—Qué pena. Supongo que el vampiro intentó matarla a usted también. Es lo que suelen hacer, por supuesto.

—En realidad... —dijo Caxton, pero se detuvo a media frase. No sabía casi nada sobre Astarte y no tenía ni idea de hasta dónde podía confiar en ella. Sin embargo, decidió que era mejor equivocarse por exceso—. En realidad, no. Fui yo quien intentó matarlo a él.

—Es lo que se supone que debe hacer.

—Sí, desde luego que sí. Intenté matarlo, pero no pude. Es más fuerte de lo que yo esperaba. De hecho, es más fuerte que cualquier otro vampiro que haya visto. Podría haberme matado fácilmente, con sus propias manos, pero no lo hizo. Dijo que me debía algo. Usted no sabrá por casualidad a qué podía referirse, ¿verdad?

—No tengo ni la más remota idea.

—Vale. De acuerdo. Oiga, me gustaría mucho conocerla. Hoy, a ser posible. Me gustaría que nos sentáramos y habláramos sobre Jameson y la última vez que lo vio. ¿Cree que será posible?

—No, no lo creo —respondió Astarte.

—Es muy importante, señora. Ha muerto ya una persona y morirán muchas más. Sabiendo que está usted pasando el duelo, no se lo pediría si no creyera que puede servir para salvar vidas.

—Eso no lo dudo. Es tan sólo que no siento ningún interés particular en seguir hablando con usted. Sólo la he llamado por cortesía.

—Su marido está matando a gente —dijo Caxton, intentando no gritar.

—Permítame que corrija un malentendido. Dudo mucho que se haya iniciado en la doctrina secreta de la teosofía, de modo que trataré de explicarme. La criatura asesina a la que usted intenta cazar no es mi marido. Este dejó de existir en este plano desde el momento en el que se quitó la vida. Su alma se perdió. Como consecuencia, sufrirá una regresión en su camino que lo llevará a reencarnarse en un insecto o, con suerte, en alguna planta. Es una lástima, yo esperaba que él y yo podríamos evolucionar juntos, pero ahora eso ya no es posible. Es probable que su cuerpo siga moviéndose y operando como antaño, pero no es Jameson, no forma parte del ser verdadero que un día se llamó Jameson. ¿Lo entiende?

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