Ami, el niño de las estrellas (11 page)

Read Ami, el niño de las estrellas Online

Authors: Enrique Barrios

Tags: #Cuento, ciencia ficción

BOOK: Ami, el niño de las estrellas
2.9Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¿Robar… qué es robar? —fingía no saberlo.

—Tomar lo que pertenece a otro.

—Ah, pertenencia, de nuevo. Entonces no podemos evitar las «malas costumbres» de nuestros mundos —reía nuevamente y nos «robamos» unos cinco o diez damascos…

Me hizo gracia, aunque algo no me gustaba. Robar es robar, ya sea una fruta o un millón de dólares. Se lo dije.

—¿Por qué no dejan en la Tierra que quien necesite algo lo tome, sin pagar? —preguntó Ami.

—¿Estás loco? Nadie se tomaría la molestia de trabajar, si no va a ganar nada…

—No tienen amor entonces, sino egoísmo… no pueden dar si no van a recibir algo a cambio.

Ami tenía un estilo muy especial para decir cosas duras, con una sonrisa, con ternura y comprensión. Imaginé que yo era el dueño de una plantación dedicada al cultivo de damascos. Llegaba la gente y tomaba mis frutas sin pagar nada, luego aparecía un «pillo» que se aprovechaba de mí; venía con un camión a llevarse todas mis frutas. Yo intentaba protestar, pero él se alejaba con su vehículo lleno y burlándose me decía:

—¿Qué, no hay amor en ti?… eres egoísta, ja, ja, ja.

—¡Puf cuánta desconfianza! —Ami vio toda mi «película» mental y dijo:

—En una sociedad civilizada nadie «se aprovecha» de nadie. ¿Qué va a hacer ese hombre con el camión lleno de frutas?

—Venderlas, claro…

—Nada se vende; no hay dinero…

Aquello me hizo gracia, no había recordado que no existe el dinero en un mundo civilizado.

—Está bien, pero ¿por qué voy a trabajar por nada?

—Si hay amor en ti, vas a estar dichoso de poder servir a los demás, y así tienes derecho a ser servido, puedes ir donde el vecino y tomar de su siembra lo que necesites; del lechero tomas leche, del panadero el pan, y así sucesivamente; y si en lugar de hacerlo todo en forma aislada y desordenada, la sociedad se organiza y se llevan los productos a los centros de distribución, y si en lugar de trabajar tú, lo hacen las máquinas…

—¡Nadie haría nada!…

—Siempre habría algo que hacer: supervisar las máquinas, crear otras más perfectas, ayudar a quienes nos necesitan, perfeccionar nuestro mundo y a nosotros mismos, y también disfrutar del tiempo libre.

—Pero no faltaría el que sólo quiere aprovechar y no hacer nada, el «pillo» —afirmé, recordando al hombre del camión.

—Ese, a quien calificas de «pillo», tiene un bajo nivel de evolución, menos de cuatrocientas medidas, mucho egoísmo y muy poco amor; en realidad, se cree pillo, astuto, inteligente, pero es muy tonto; con ese nivel no se puede ingresar a mundos civilizados, en ellos se considera un gran privilegio trabajar más, poder servir más. Aquí, mucha gente se divierte, pero la mayoría está trabajando en otros lugares, en laboratorios, universidades, en todas esas pirámides y también en misiones de servicio en planetas incivilizados. La vida es para ser feliz, para disfrutarla, pero la máxima felicidad se obtiene sirviendo a los demás…

—Entonces esta gente… ¿es perezosa?

Por la risa de Ami supe que otra vez me equivocaba.

—No, no lo es. Sucede que las oportunidades de servir son escasas en estos mundos.

—¿Cuántas horas diarias trabajan?

—Depende del tipo de labor, si es agradable, podemos trabajar jornadas completas, como yo en este momento… pero esto es un gran privilegio.

—¿Tú trabajando; en qué estás trabajando?… yo veo que estamos paseando —Ami reía escuchándome.

—Yo soy algo así como profesor o mensajero, es lo mismo casi.

No me pareció que fuese lo mismo. En ese momento vi a dos jóvenes que forcejeaban la ventana de una pirámide submarina; intentaban entrar a robar. Ami captó mis pensamientos y rió.

—¡Están limpiando los vidrios!… Tienes la imaginación llena de delito…

—¿Cómo es aquí la policía?

—Policía; ¿para qué?

—Para cuidar, para evitar que los malos…

—¿Cuáles malos?

—¿No hay ningún malo aquí?

—Bien, nadie es perfecto, pero con setecientas medidas, la información y los estímulos precisos, y dentro de un sistema de organización social apropiado, todos dejan de ser nocivos para sus semejantes; ya no se necesita ser «malo», y tampoco a la policía…

—¡Es increíble!

—Increíble es que en un mundo se maten unos a otros…

—Tienes razón. Ahora que lo pienso, me parece imposible que algún día, en la Tierra lleguemos a vivir como ustedes; somos malos, nos falta amor; a mí mismo, hay gente que no me gusta —pensé en un compañero de colegio que está siempre serio. Cuando uno está entusiasmado o jugueteando, basta una mirada suya para que se venga el ánimo a los pies. También recordé a otro que se cree santo; afirma que la Virgen se le aparece y le dice que él se irá al Cielo; siempre está condenándonos porque hacemos algunas travesuras y bromas y porque no vamos mucho a Misa… no, definitivamente no me gusta.

—A mí tampoco me resultan agradables todas las personas de mi mundo o de cualquier otro, pero no porque no me parezcan simpáticas voy a hacerles algún daño.

—¿En serio; tienes defectos? —me entusiasmé— ¡yo creía que tú eras perfecto!

—Yo tampoco les haría daño a ese par de sacos de plomo… pero no me obligues a vivir con ninguno de ellos… En los mundos evolucionados hay almas que no se atraen, pero tampoco se rechazan. Para misiones o trabajos de larga convivencia se buscan personas afines, aunque al llegar a las mil quinientas medidas se ama a toda la gente; debemos intentar avanzar por ese camino, pero ni a ustedes ni a nosotros se nos exige tanto por el momento.

—¿Entonces, no es necesario que los terrícolas seamos perfectos?

Ahora sí que rió con ganas mi amiguito espacial.

—¡Los terrícolas perfectos!… ¿Sabes tú qué es ser perfecto?

—¿Ser como Dios?

—Eso mismo. ¿Quién puede? Yo no…

—Yo tampoco —dije.

—Es típico de la mitomanía terrestre, del extremismo mental. Se matan sin compasión, torturan, engañan, se esclavizan a lo material, tienen un bajo nivel evolutivo ¡y exigen perfección!… Bastaría con que bajaran las armas y vivieran en paz, como una familia, sólo eso; para lograrlo no necesitan ser perfectos, sólo deben dejar de ser dañinos. Eso es mucho más fácil que lograr la perfección. Sólo un «clap» de los dedos y el mundo comienza a vivir en paz, pero les parece una locura, una utopía, un imposible; en cambio, LA PERFECCION, eso sí les parece posible… No hacen nada por la humanidad y sólo se dedican a buscar pequeñas faltas ajenas o propias: «cuelan mosquitos y tragan camellos»…

—¿Y si uno se retira a una montaña a buscar a Dios? —mi colegio es religioso, por eso se tocan siempre esos temas.

—Si alguien se ahoga en un río mientras tú rezas en la orilla sin hacer nada por esa persona, ¿estará Dios complacido contigo? —preguntó Ami.

—No sé… tal vez mis oraciones le complazcan…

—¿Cuál es la Ley fundamental del universo?

—Amor.

—¿En qué actitud tuya hay más amor, rezando indiferente mientras tu hermano se ahoga, o intentando salvarle la vida?

—No sé… si en mi oración estoy amando a Dios…

—Veámoslo de otro modo. Si tú tienes dos hijos, uno se está ahogando en un río, el otro se dedica a adorar un retrato tuyo y no hace nada por salvar a su hermano, ¿te parece correcta esa actitud?

—No, por supuesto que no, preferiría mil veces que salvara a mi otro hijo… pero tal vez Dios no sea como yo.

—¿No? ¿te lo imaginas vanidoso, interesado simplemente en que lo adoren, indiferente por la suerte de sus otros hijos?… Si tú, que eres imperfecto, no actuarías así, ¿cómo podría El, que es Perfecto, ser peor que tú?

—No lo había visto de ese modo…

—Dios prefiere un no creyente servicial con sus hermanos, que un beato inútil para su mundo que «se ahoga», interesado solo por su ilusoria «salvación», «evolución» o «perfección» individual.

—No me había dado cuenta, Ami, ¿por qué sabes tanto acerca de Dios?

—Porque Dios es amor, por lo tanto, quien experimenta amor experimenta a Dios, y quien ama, sólo quiere ser útil.

—¿Qué religión es la tuya?

—Ninguna, o tal vez sí, no sé… En todo el universo evolucionado la única religión, la religión universal, consiste en vivir en amor, porque el amor es Dios… aparte de eso, no tenemos ningún sistema de creencias.

—Excepto una —dije.

—¿Cuál, Pedrito?

—Bueno, eso de que el amor es el universo fundamental. De la ley…

—Ley fundamental del universo, Pedrito, pero no es una creencia, sino una ley, comprobada científica o espiritualmente, porque ciencia o espiritualidad es lo mismo para nosotros, también lo será para ustedes cuando vuestra ciencia descubra el amor.

—Yo pensé que era una…

—¿Una superstición? —preguntó Ami riendo.

—Algo así… una buena intención tal vez.

—Te equivocaste de nuevo. Vamos a ver unas personas muy especiales…

Salimos del agua y nos dirigimos a gran velocidad hacia la superficie del planeta Ofir; al poco tiempo llegamos a unas edificaciones. Nos detuvimos en el aire y casi me desmayo con lo que vi: varias personas… ¡vo-la-ban!

Estaban suspendidas en el aire con los brazos abiertos, algunos, verticalmente, otros, en posición horizontal. Todos tenían los ojos cerrados y sus rostros denotaban gran dulzura y concentración. Se deslizaban como águilas describiendo inmensos círculos. Ami accionó el «sensómetro» y enfocó a uno de ellos.

—Vamos a ver su nivel de evolución.

Apareció el hombre muy transparente. La luz de su pecho era un espectáculo maravilloso, traspasaba los límites de su cuerpo irradiando una esfera de luz que lo rodeaba y se extendía mucho más allá de él.

—Experimentan con la fuerza más poderosa del universo: la fuerza del amor —me explicó.

—¿Cómo pueden volar? —pregunté fascinado.

—El amor los eleva, algo así hicimos nosotros en la playa.

—Deben tener una cantidad bárbara de medidas…

—Estas personas tienen alrededor de mil medidas, pero se concentran en el amor y logran superar las dos mil. Estos son ejercicios espirituales; cuando terminan la práctica vuelven a su nivel habitual. Hay mundos en los que sus habitantes viven normalmente como ellos ahora, pero hay otros a los que ni tú ni yo podemos llegar por el momento; allí habitan seres que superan las diez mil medidas: los seres solares, son amor casi puro…

—¡¿Seres solares?!

—Claro, los habitantes de los soles…

—Jamás lo hubiera imaginado…

—Es natural, nadie puede mirar más arriba del escalón sobre el que se encuentra… Vamos a ver ese grupo que está más allá.

A lo lejos había unas cincuenta personas sentadas en el prado formando un círculo; al igual que los hombres que volaban, parecían brillar a simple vista. Tenían las piernas cruzadas y la espalda recta, meditaban u oraban.

—¿Qué hacen?

—Envían hacia mundos menos evolucionados de la galaxia, algo así como mensajes telepáticos, pero no se perciben sólo con la mente, es imprescindible también el corazón.

—Me hablaste de eso. ¿Qué dicen esos mensajes?

—Procura poner atención a tu pecho, calma tus pensamientos y tal vez los recibas. Estamos muy cerca de la fuente de emisión… no, así no; relaja tu cuerpo, cierra tus ojos y permanece atento.

Así lo hice. Al principio no sentí nada, excepto una emoción especial desde que nos acercamos al lugar, pero luego me invadieron unos «sentimientos-ideas»:

«Todo aquello que en Amor no se sustente

ha de ser destruido,

olvidado en el tiempo,

repudiado…»

Una especie de claridad interior me llegaba, luego mi mente ponía palabras a esas sensaciones. Era algo muy extraño y hermoso.

«Y todo aquello que en Amor se sustente,

amistad o pareja,

familia o agrupación,

gobierno o nación,

alma individual o humanidad,

será firme y seguro

ha de prosperar y fructificar

y no conocerá destrucción…»

Yo podía casi «ver» al Ser que decía aquello; para mí no se trataba de esas personas, para mí era Dios quien hablaba.

«Ese es mi Pacto,

esa es mi Promesa y mi Ley»

—¿Captaste, Pedrito? —me preguntó Ami. Abrí los ojos.

—Oh, sí… ¿de qué se trata todo esto?

—Esos mensajes provienen desde lo Profundo, desde Dios. Estos amigos que ves aquí, los reciben y retransmiten a los mundos menos evolucionados, como el tuyo, allí los captan otras personas, pero no siempre los retransmiten con pureza, porque ella depende del nivel de conciencia del receptor.

—¿Nivel de conciencia? ¿Qué es eso, Ami?

—El grado de equilibrio entre los dos cerebros, Pedrito, él hace que los mensajes puedan ser utilizados para lo que realmente son: crear una Nueva Era, o deformados para aumentar la confusión, el miedo y la violencia.

—¿Nueva Era?

—Sí, la Era de Acuario.

—¿Qué es eso de la Era de Acuario?

—Una nueva etapa evolutiva del planeta Tierra, el fin de milenios de barbarie, una Nueva Era de amor. Tu planeta comienza a ser regido por energías cósmicas y geológicas más sutiles, que favorecen el crecimiento del amor en todos los seres. Ustedes ya podrían vivir como aquí, en Ofir.

Other books

The Travelling Man by Drabble, Matt
Mr. August by Romes, Jan
Pleasure Seekers by Rochelle Alers
Fusion by Rose, Imogen
Devouring love by Serafina Daniel
About That Night by Norah McClintock
Safe at Home by Mike Lupica