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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Antártida: Estación Polar (54 page)

BOOK: Antártida: Estación Polar
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Schofield estaba atónito. Durante un instante no dijo nada.

De repente, todo comenzó a encajar.

Estaba exactamente en la misma situación que Andrew Trent en el Perú. Había llegado el primero a la estación. Había encontrado algo. Y ahora estaban enviando un equipo de
SEAL
(la unidad de fuerzas especiales más implacable y mortal que poseían los Estados Unidos) a la estación.

De repente, Schofield recordó una línea del correo de Andrew Trent: «El Departamento de personal del Cuerpo de Marines ha notificado oficialmente su muerte».

Schofield tragó saliva horrorizado cuando lo entendió todo.

Estaban enviando a los
SEAL
.

Estaban enviando a los
SEAL
para matarlo.

Séptima incursión

16 de junio, 22.00 horas

—Romeo, escúcheme —dijo Schofield rápidamente—. El
GCI
ha infiltrado a sus hombres en mi unidad. Uno de mis hombres comenzó a matar a mis soldados heridos. El equipo de
SEAL
que están enviando aquí va a matarme. Tiene que hacer algo.

Schofield sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda al percatarse de que estaba diciéndole a Romeo exactamente lo mismo que Andrew Trent le había dicho a él desde aquel templo en el Perú.

—¿Qué quiere que haga? —dijo Romeo.

—Dígales que no hay nada aquí —dijo Schofield—. Dígales que no hay ninguna nave espacial enterrada en el hielo. Dígales que tan solo se trata de un viejo proyecto de la Fuerza Aérea que fue abandonado por alguna razón.

—Esto… Espantapájaros, no dispongo de información acerca de lo que hay en el interior de la estación. No sé nada de naves espaciales enterradas en el hielo ni de proyectos de la Fuerza Aérea.

—Bueno, pues eso es de lo que se trata, Romeo. Escúcheme. He luchado contra paracaidistas franceses por esta estación. He luchado contra Trevor Barnaby y un pelotón de
SAS
por esta estación. No quiero ser asesinado por una panda de psicópatas de mi propio país después de todo lo que he pasado, ¿me oye?

—Espere un segundo, Espantapájaros.

Se produjo el silencio al otro lado de la línea.

Un minuto después, Romeo dijo:

—Espantapájaros, acabo de consultarlo con el capitán de los Rangers del Ejército que hay aquí fuera (un tipo llamado Brookes, Arlin Brookes) y ha dicho que disparará a mis hombres si alguno de ellos intenta entrar en la estación antes de que el equipo de los
SEAL
llegue.

Schofield sacó la hoja impresa del correo de Andrew Trent, la que contenía la lista de los informadores del
GCI
.

Sus ojos se posaron en un nombre:

BROOKES, ARLIN F. RNGERS EJRCT CPTN

Hijo de puta
, pensó Schofield. Era el mismo tipo que no les había dejado traspasar el perímetro del templo del Perú. Arlin F. Brookes. Otro hijo de puta del
GCI
.

Romeo dijo:

—De acuerdo, Espantapájaros. Escuche. Es probable que no pueda entrar, pero le diré algo que escuché hará cerca de treinta minutos. El
Wasp
se encuentra a unas trescientas millas náuticas de la costa, en alta mar. Después de llegar, recibí una llamada de Jack Walsh a bordo del
Wasp
. Hará cerca de media hora, cuatro aviones de reconocimiento de los marines (cuatro Harriers) derribaron un avión de abastecimiento VC10 británico a unas doscientas cincuenta millas náuticas de la costa después de que este intentara eludirlos.

Schofield no dijo nada.

Sabía lo que Romeo había querido decir.

Los aviones de abastecimiento existían por una y solo una razón: repostar aviones de ataque en misiones de larga distancia.

Si un avión de abastecimiento británico había sido abatido a doscientas cincuenta millas náuticas de la costa, no cabía duda de que allí fuera había otro avión británico, un avión de ataque (un caza o un bombardero) que habría obtenido el combustible que necesitaba de ese avión de abastecimiento. Y probablemente tenía órdenes de…

Oh no,
pensó Schofield
. El borrador de Barnaby.

Al igual que el borrador del equipo francés, ese caza británico probablemente tenía órdenes de disparar sobre la estación polar Wilkes si Trevor Barnaby no se ponía en contacto con ellos en un determinado período de tiempo.

Romeo dijo:

—Nos hemos puesto en contacto con la Fuerza Aérea. Han rastreado el espacio aéreo de la zona con aviones con Sistema Integrado de Vigilancia Aérea y F-22. Están buscando un avión de caza británico y tienen órdenes de dispararlo.

Schofield se desplomó sobre su asiento.

Frunció el ceño y se frotó la frente. Sintió que el mundo se empequeñecía a su alrededor.

Estaba atrapado. Completa y totalmente atrapado. Los
SEAL
llegarían pronto y entrarían en la estación (independientemente de si supieran o no si había algo en la estación que mereciera la pena). Incluso aunque Schofield lograra eludirlos una vez irrumpieran en la estación, seguía existiendo la posibilidad de que Wilkes fuera destrozada por un misil aire-tierra lanzado por un caza británico.

Sin embargo, había una posibilidad, pensó Schofield.

Salir fuera y rendirse a Romeo antes de que los
SEAL
llegaran. Al menos, de esa manera, permanecerían con vida. Y si Schofield había aprendido algo aquel día era que, si permanecías con vida, todavía existía una posibilidad.

Schofield activó el micro de su casco.

—Romeo, escuche…

—Oh, mierda, Espantapájaros. Están aquí.

—¿Qué?

—Los
SEAL
. Están aquí. Acaban de dejarles atravesar el perímetro exterior. Cuatro aerodeslizadores. Se están acercando al complejo de la estación en este mismo instante.

A kilómetro y medio de la estación polar Wilkes, un grupo de aerodeslizadores conformaba un perímetro uniforme. Estaban dispuestos en un semicírculo en la parte de la estación que daba a la masa continental. Los extremos delanteros de aquellos aerodeslizadores apuntaban a la estación.

En ese momento, sin embargo, cuatro deslizadores azules atravesaron el perímetro y se dirigieron hacia la estación. Avanzaron hacia los edificios exteriores del complejo sin prisa aparente.

Eran los aerodeslizadores de los
SEAL
.

En el interior del aerodeslizador que encabezaba la marcha, el oficial al mando habló por su radio.

—Control Aéreo, aquí equipo de
SEAL
, informen —dijo—. Confirmo las órdenes anteriores. No accederemos a la estación hasta que no obtengamos la confirmación de que tienen contacto visual con el objetivo.

—Equipo de
SEAL
, aquí Control Aéreo. Permanezcan a la espera —dijo una voz por la radio—. Estamos esperando el informe de nuestros aviones.

En ese momento, a exactamente doscientas cuarenta y dos millas náuticas de la estación polar Wilkes, seis F-22 de la Fuerza Aérea estadounidense planeaban a gran velocidad sobre el océano Antártico.

El F-22 era el caza más avanzado del mundo, el heredero al trono del antiguo F-15. Pero, si bien el F-22 era bastante parecido al F-15, el primero disponía de algo que el F-15 jamás llegó a tener: tecnología furtiva.

En el F-22 al frente del escuadrón, el piloto estaba escuchando por la radio de su casco. Cuando la voz al otro lado de la transmisión terminó de hablar, el líder del escuadrón dijo:

—Gracias Gran Pájaro, lo veo.

Por la pantalla de su visualizador, el oficial al frente del escuadrón vio un pequeño punto que se dirigía al oeste. En el dispositivo de lectura de la pantalla apareció la siguiente información:

Objetivo obtenido: 103 mn ono

Avión objetivo: E-2000.

Un E-2000, pensó el líder del escuadrón. Un Eurofighter 2000. El caza E-2000 era un avión de gran maniobrabilidad propulsado por dos motores gemelos. Se trataba de un proyecto conjunto entre las Fuerzas Aéreas británicas, alemanas, españolas e italianas.

En la pantalla del oficial al frente del escuadrón, el punto parecía volar completamente ajeno a los cazas furtivos estadounidenses que lo seguían a cientos de kilómetros de distancia.

—De acuerdo, tenemos al objetivo —dijo el piloto—. Repito, tenemos al objetivo. Pongámonos manos a la obra.

En el interior de la estación polar Wilkes, Shane Schofield no sabía qué demonios hacer.

Sabía que no podía rendirse a los
SEAL
. Sin duda ese equipo pertenecía al
GCI
. Si lo cogían, lo matarían.

Consideró la posibilidad de bajar a la cueva y esconderse allí (y, si fuera necesario, exigir un rescate por la nave espacial) pero entonces cayó en la cuenta de que ya no era posible descender hasta la caverna, pues la campana de inmersión ya no existía.

Schofield condujo a Kirsty y Renshaw fuera de la sala de radio del nivel A hasta las escaleras que conducían a los niveles inferiores.

—¿Qué ocurre? —dijo Renshaw.

—Estamos jodidos —dijo Schofield. Su mente funcionaba a pleno rendimiento. Su única opción en ese momento era esconderse en algún lugar de la estación y aguantar hasta que los
SEAL
y todos los demás se hubiesen marchado…

¿Y entonces? ¿Qué es lo que vas a hacer?,
se preguntó Schofield a sí mismo. ¿Regresar a casa andando
?

Si permaneces con vida, todavía existe una posibilidad
.

Schofield bajó la escalera y miró al tanque del nivel E.

Y entonces vio algo.

Vio a
Wendy
, dormitando felizmente en la cubierta.

Wendy
, pensó.

Wendy

El líder del escuadrón de F-22 habló por el micro de su casco.

—Gran Pájaro, aquí Líder. Modo furtivo activado. El objetivo se encontrará dentro del alcance de los misiles en… veinte minutos.

Schofield cayó en la cuenta.

Se volvió para mirar a Kirsty.

—Kirsty, ¿cuánto tiempo puede aguantar la respiración
Wendy
?

Kirsty se encogió de hombros.

—La mayoría de los lobos marinos pueden aguantar la respiración durante una hora aproximadamente. Pero
Wendy es
una hembra, y mucho más pequeña, por lo que solo puede aguantar la respiración durante unos cuarenta minutos.

—Cuarenta minutos… —dijo Schofield mientras hacía cálculos mentales.

—¿En qué está pensando? —preguntó Renshaw.

Schofield dijo:

—Se tarda unas dos horas en llegar desde la estación a la cueva, ¿cierto? Una hora para descender los novecientos metros en la campana de inmersión y aproximadamente otra hora para ascender por el túnel de hielo.

—Sí, entonces… —dijo Renshaw.

Schofield se volvió para mirar a Renshaw.

—Cuando Gant y los demás se estaban acercando a la caverna de hielo, Gant me dijo algo muy extraño. Me dijo que tenían una visita.
Wendy
. Gant dijo que
Wendy
estaba nadando junto a ellos mientras ascendían por el túnel de hielo.


Mmm
.

Schofield dijo:

—Entonces, aunque
Wendy
pudiera nadar el doble de rápido que nosotros, si descendiera los novecientos metros y a continuación ascendiera por el túnel, se quedaría sin aire antes de llegar a la caverna.

Renshaw permaneció en silencio.

Schofield dijo:

—Es decir, para ella sería un suicidio no dar la vuelta tras nadar durante veinte minutos porque tiene que saber que tendría que tomar aire…

Schofield miró a Renshaw y a continuación a Kirsty.

—Hay otra forma de entrar en el túnel de hielo —dijo—. Un atajo.

—Equipo de
SEAL
, aquí Líder. Estamos acercándonos al objetivo. Este se encontrará dentro del alcance de los misiles en quince minutos —dijo la voz del líder del escuadrón por la radio del aerodeslizador en el que se encontraba el equipo de los
SEAL
.

Los
SEAL
permanecieron sentados con la espalda bien erguida en los asientos de la cabina del aerodeslizador. Ni rastro de emoción en sus rostros.

En el nivel E, Schofield lanzó las botellas de baja audibilidad a la cubierta. Kirsty ya se estaba poniendo un traje de buceo termoeléctrico. Le quedaba tan grande que tuvo que remangarse las mangas y las perneras. Renshaw (que ya llevaba su traje de neopreno de cuerpo entero) se dispuso a colocarse el equipo de baja audibilidad.

—Tráguense esto —dijo Schofield mientras les pasaba una cápsula azul a cada uno de ellos. Eran cápsulas N-67D para la disolución del nitrógeno en la presión sanguínea. Las mismas cápsulas que Schofield le había dado a Gant y a los demás cuando habían bajado antes hasta la caverna. Los tres se tragaron rápidamente la píldora.

Schofield se quitó su ropa de combate y se colocó el chaleco antibalas y el cinturón del arma sobre el traje de buceo. Rebuscando en los bolsillos de su ropa encontró, entre otras cosas, una carga de nitrógeno y el relicario de plata de Sarah Hensleigh. Schofield transfirió los dos objetos a los bolsillos de su traje de buceo. A continuación procedió a colocarse con rapidez una de las botellas.

Había tres botellas, todas ellas llenas de una mezcla de oxígeno y helio saturado (noventa y ocho por ciento de helio y un dos por ciento de oxígeno) para unas cuatro horas. Eran las botellas auxiliares que Schofield había ordenado preparar a Gant antes de que bajara a la cueva.

Mientras se ponía su equipo de baja audibilidad, Renshaw ayudó a Kirsty a ponerse el suyo.

Schofield se colocó el equipo primero. Cuando estuvo listo, lo primero que hizo fue mirar a su alrededor en busca de algo pesado, muy pesado, pues necesitarían bastante peso para bajar con rapidez.

Encontró lo que estaba buscando.

Una parte de la pasarela del nivel B que había caído al nivel E cuando toda ella había cedido. La sección tendría cerca de tres metros de largo y estaba fabricada en sólido acero. Todavía tenía una parte de la barandilla.

Cuando Renshaw estuvo también listo, Schofield le pidió que le ayudara a arrastrar la pasarela hasta el borde del tanque. La pasarela chirrió fuertemente mientras la trasladaban por la plataforma.

Mientras lo hacían,
Wendy
brincaba tras ellos como un perro rogando que lo llevaran de paseo.

—¿Viene
Wendy
con nosotros? —preguntó Kirsty.

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