Antártida: Estación Polar (58 page)

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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

BOOK: Antártida: Estación Polar
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Kirsty fue a la cabina y trepó hasta el asiento trasero.

—¿Qué quieres que haga?

—¿Ves esa palanca? —dijo Schofield—. La que tiene un botón para pulsar.

Kirsty vio una palanca de cambio justo delante de ella.

—Sí.

—Tira de ella por mí.

Kirsty tiró de la palanca.

Tan pronto como lo hizo, dos deslumbrantes impulsos de luz salieron disparados de las dos alas del caza.

Las dos balas trazadoras impactaron en la pared de hielo situada delante del
Silhouette
y estallaron, formando una nívea bruma. Cuando la bruma se disipó, Schofield vio un agujero enorme en la pared.

—Buen disparo —dijo.

Schofield tiró hacia atrás de su palanca y el avión se elevó en medio de la caverna de hielo a punto de desmoronarse.

—De acuerdo, escúchenme todos. Agárrense bien. Esta cosa va a ponerse en marcha de un momento a otro —dijo Schofield—. Kirsty, cuando yo te diga, quiero que aprietes el botón de la palanca y lo mantengas pulsado, ¿de acuerdo?

—Vale.

Schofield miró a través de la cabina al techo de la caverna y a la charca por la que habían accedido a esta. El agua de la charca se golpeaba frenéticamente contra las paredes de hielo.

Y entonces, en ese momento, ocurrió. Toda la caverna cayó y a continuación se inclinó pronunciadamente. En ese instante, Schofield supo que la plataforma de hielo que contenía la estación polar Wilkes se había separado por completo de la masa continental.

Se había convertido en un iceberg.

Espera
, se dijo Schofield.
Espera

Y entonces, la caverna volvió a inclinarse.

Solo que esta vez la inclinación fue mucho más pronunciada. Esta vez la caverna rotó ciento ochenta grados, alrededor del
Silhouette
, que permanecía inmóvil en el aire.

¡El iceberg había volcado!

La caverna estaba ahora boca abajo.

De repente, un torrente de agua surgió de un agujero enorme del techo, el agujero que instantes antes había sido la entrada del túnel submarino que conducía a la caverna.

El túnel submarino ya no conducía a las profundidades del océano. Ahora conducía a la superficie.

Schofield maniobró para evitar la cascada de agua que manaba del túnel de hielo. Tras unos veinte segundos, el torrente de agua amainó y Schofield tiró hacia atrás de la palanca. El
Silhouette
respondió balanceándose hacia atrás en el aire y apuntando con el morro al enorme agujero del ahora techo.

—Muy bien, Kirsty. ¡Ahora!

Kirsty apretó el disparador de la palanca.

Al instante, las alas del avión comenzaron a escupir una ráfaga devastadora de fuego trazador. La implacable ráfaga de balas desapareció en el interior del agujero del techo y atacó todos los peñascos helados o salientes que sobresalían de las paredes del túnel.

En ese momento, Schofield aceleró los motores y el avión salió disparado hacia el túnel. En ese preciso instante, el techo de la caverna se desplomó.

Las armas situadas en las alas del
Silhouette
siguieron disparando sin cesar a cualquier saliente del túnel de hielo mientras el avión ascendía por lo que otrora había sido el túnel de hielo submarino.

Schofield pilotó el avión a través del túnel, atravesando neblinas blancas, girándolo de costado cuando el túnel se estrechaba, rogándole a Dios por que las balas trazadoras estuvieran despejando el camino.

El avión siguió ascendiendo mientras la emprendía a tiros con el túnel que se alzaba ante sí. Los estallidos resonaron alrededor del enorme avión negro. El ruido de los disparos de las armas situadas en sus alas era ensordecedor.

Y entonces, de repente, el túnel que iban dejando atrás comenzó a desplomarse a gran velocidad.

Del techo del túnel comenzaron a caer trozos gigantes de hielo. El avión ganó velocidad y siguió ascendiendo por él, disparando a las paredes que tenía ante sí a la vez que intentaba dejar atrás el túnel que se desmoronaba a su paso.

Desde la cubierta transparente de la cabina todo aquello parecía sacado de un videojuego. El túnel se sucedía a gran velocidad y a veces, cuando Schofield giraba el avión para evitar los trozos de hielo que caían, todo se ponía del revés.

Schofield observó cómo la ráfaga de balas trazadoras diezmaba las paredes del túnel, ensanchándolas, uniformándolas y, entonces, de repente, las paredes del túnel desaparecieron y en menos de un segundo Schofield vio cómo el cielo se abría ante él.

El avión salió del iceberg y comenzó a volar en cielo abierto.

El
Silhouette
avanzó a gran velocidad por el aire, casi verticalmente, y Schofield miró hacia atrás y vio que la plataforma de hielo en la que se había encontrado la estación polar Wilkes ya no era una plataforma de hielo. Se había convertido en un iceberg.

Un iceberg enorme.

Se había volcado y Schofield pudo ver cómo la erosionada parte inferior de lo que antes había sido la plataforma de hielo (las estrechas estalactitas de hielo, los relucientes picos) se alzaba como un chapitel encima del nuevo iceberg. También vio un agujero oscuro e irregular, el agujero por el que el avión había salido del iceberg.

En ese momento, Schofield percibió un movimiento: un diminuto objeto blanco que sobrevolaba a gran velocidad el océano en dirección al recién creado iceberg.

El misil.

Y, mientras el
Silhouette
rugía en el cielo, Schofield observó en silencio y sobrecogido cómo la cabeza nuclear impactaba en el iceberg y lo horadaba. Se produjo un retardo de tres segundos…

Y entonces el arma nuclear detonó.

El Apocalipsis.

El destello de la explosión nuclear (justo por debajo del avión mientras este sobrevolaba el océano) fue cegador.

Enormes y sólidos acantilados de hielo quedaron reducidos a polvo cuando cada rincón del iceberg que contenía la estación polar Wilkes y la caverna subterránea estalló por la onda explosiva.

La onda explosiva también alcanzó al agua, vaporizando todo lo que se cruzó en su camino, formando enormes olas que se expandieron desde la costa y golpearon los enormes icebergs que se alineaban junto a los acantilados como si de juguetes infantiles para el baño se tratara. La verdad sea dicha, no fue una explosión nuclear muy fuerte (tres kilotones con un radio explosivo de medio kilómetro). Pero lo cierto era que no había nada que pudiera compararse a una pequeña explosión nuclear.

Pero todavía no había acabado.

De repente comenzó a formarse una enorme y monstruosa nube negra en forma de hongo que ascendió por los aires a gran velocidad, persiguiendo al avión en su ascenso.

Schofield colocó el avión en posición vertical e intentó dejar atrás esa nube creciente. La nube de hongo siguió avanzando en dirección ascendente. Los motores del avión rugieron en el aire y, justo cuando pareció que la nube iba a engullirlos, alcanzó su máximo y el avión continuó ascendiendo, lejos ya del peligro.

Schofield ladeó bruscamente el avión y este salió al mar.

El avión sobrevoló el océano en dirección norte. Estaba oscuro. Aquel eterno crepúsculo. La gigantesca nube de hongo se había ocultado bajo el horizonte, al sur del avión.

Schofield encontró el piloto automático, lo activó y a continuación se dirigió a la plataforma de los misiles para ver cómo se encontraba Gant.

—¿Cómo está? —le preguntó a Renshaw. Gant se hallaba tendida en el suelo. Estaba muy pálida. Tenía la piel empapada en sudor y los ojos cerrados.

—Ha perdido mucha sangre —dijo Renshaw—. Tenemos que llevarla rápidamente a un hospital.

En ese momento, los ojos de Gant se abrieron.

—¿Hemos ganado? —preguntó.

Schofield y Renshaw la miraron. Schofield sonrió.

—Sí, Libby. Hemos ganado. ¿Cómo se siente?

—Fatal. —Volvió a tumbarse y cerró los ojos de nuevo.

Schofield suspiró. ¿Adónde podía llevarla? Un buque sería la mejor opción pero cuál…

El
Wasp
. Romeo había dicho que el
Wasp
estaba en algún lugar no muy lejano. Era el barco de Jack Walsh. Un barco marine. Allí estarían a salvo.

Schofield estaba a punto de regresar a la cabina cuando de repente vio el diario que sobresalía del bolsillo del pecho de Gant.

Lo cogió y se dirigió hacia la cabina.

Una vez estuvo sentado en el asiento del piloto, Schofield pulsó la radio del avión.


USS
Wasp
.
USS
Wasp
. Aquí Espantapájaros. Repito, aquí Espantapájaros. ¿Me reciben?

No hubo respuesta.

Schofield lo intentó de nuevo. Sin respuesta. Miró el diario que sujetaba entre sus manos. Tenía algunas hojas sueltas dobladas en el interior. Gant debía de haber encontrado algunos documentos y los había metido en el diario.

Schofield cogió una de las hojas y la leyó:

Parámetros del Proyecto para el
Silhouette
B-7A El jefe del proyecto desea un avión de ataque que disponga de invisibilidad electrónica y convencional total, despegue corto y aterrizaje vertical mediante un sistema de propulsores retrógrados y lanzamisiles aire-tierra/aire-aire de medio a largo alcance tal como se expresa en la propuesta presentada por General Aeronautics Inc. y Entertech Ltd. en respuesta a la licitación n.° 456-771-7A con fecha 2 de enero de 1977.

Schofield tradujo parte de la jerga. «Invisibilidad electrónica» significaba invisibilidad a los radares o bien tecnología furtiva. Pero ¿qué demonios significaba «invisibilidad convencional»?

Schofield echó un vistazo a la siguiente hoja. Parecía una página sacada de la propuesta presentada por Entertech Ltd. a la licitación. Decía:

Entertech, a la vanguardia de la tecnología El
Silhouette
se beneficia de la experiencia de Entertech Ltd. en el campo de las contramedidas electrónicas. La invisibilidad al radar (o tecnología furtiva) se logra de distintas maneras: con pintura absorbente del radar, secciones transversales de radar mínimas o con un diseño innovador del fuselaje, como se ha hecho con el caza furtivo F-117A. Sin embargo, la invisibilidad convencional es más difícil de lograr y, hasta la fecha, nunca se había conseguido. Hasta ahora.

Entertech Ltd. ha desarrollado un sistema en el que se crea un campo magnético alrededor de un avión, produciéndose así una invisibilidad convencional. El campo electromagnético distorsiona la estructura molecular del aire alrededor del avión, lo que crea una refracción artificial de la luz que hace que el avión sea totalmente invisible al radar e incluso…

Schofield se quedó boquiabierto. Sus ojos recorrieron las líneas siguientes hasta encontrar la palabra que estaba buscando:

Lo llamamos dispositivo de ocultamiento…

Dios santo
, pensó Schofield.

Tenía un dispositivo de ocultamiento.

Un sistema que hacía que el avión fuera invisible no solo a los radares, sino también a la vista. Todo aviador sabía que, aunque se fuera invisible al radar del enemigo, no se podía evitar que el avión fuera visto de forma directa. Un bombardero furtivo de miles de millones de dólares podía ser visto desde la ventanilla de un avión de control y vigilancia aérea a casi sesenta y cinco kilómetros de distancia.

Schofield sintió cómo la cabeza le daba vueltas. Se trataba de algo revolucionario. Un dispositivo de ocultamiento que distorsionaba el aire alrededor de un avión creando una refracción artificial de luz que hacía que fuera invisible a la vista. Lo más raro de todo era que podía funcionar.

Schofield sabía algo acerca de la refracción. Uno de los ejemplos más sencillos era cuando se miraba una pecera. La luz del exterior de la pecera cae en el agua, que tiene una mayor densidad que el aire situado sobre ella. La mayor densidad del agua hace que la luz se refracte en un ángulo, distorsionado el tamaño y la posición del pez que se encuentra en el interior de la pecera.

Pero en ese caso se trata de refracción del aire,
pensó Schofield
. Es decir, alterar artificialmente la densidad del aire con electricidad.

Tenía que haber truco. Y lo había.

El plutonio.

El nuevo y revolucionario sistema (que podía alterar la densidad de refracción del aire) era nuclear.

Schofield buscó el párrafo relevante y dio con él. Como cabía esperar de alguien que intentaba que le adjudicaran una licitación gubernamental, había sido cuidadosamente redactado:

Debemos señalar que el sistema de ocultamiento del
Silhouette
requiere una cantidad enorme de energía autogenerada. De acuerdo con las pruebas realizadas por Entertech Ltd. y General Aeronautics Inc., alterar la estructura molecular y electromagnética del aire ambiente alrededor de un avión en movimiento requiere un total de 2,71 gigavatios de energía electromagnética. La única fuente que se conoce que pueda generar tal cantidad de energía es una reacción nuclear controlada…

Schofield silbó bajo, para sí. General Aeronautics y Entertech habían ofrecido a la Fuerza Aérea estadounidense un avión con un reactor nuclear a bordo. No era de extrañar, pues, que lo hubieran construido en la Antártida.

Schofield puso a un lado la documentación e intentó de nuevo comunicarse por radio.


USS
Wasp
.
USS
Wasp
. Aquí Espantapájaros. Repito, aquí Espantapájaros. Por favor…

—Avión no identificado que emplea el nombre de Espantapájaros, aquí Líder, caza de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Identifíquese —dijo una voz de repente por la radio de la cabina.

Schofield miró la pantalla del radar. Se encontraba en ese momento a casi doscientas millas náuticas de la costa de la Antártida, a salvo. Por la pantalla del radar no pudo ver nada.

Maldición,
pensó Schofield
. Sea lo que sea, está empleando tecnología furtiva.

—Líder, aquí teniente Shane Schofield, Cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Estoy pilotando un prototipo bombardero-caza desprovisto de identificación de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. No tengo intención de atacarlos.

Schofield miró a la izquierda por la cubierta transparente.

Vio seis puntos diminutos en el horizonte.

—Avión no identificado, lo escoltaremos hasta el portaaviones de la Armada,
Enterprise
, donde darán parte de su misión.

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