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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Antártida: Estación Polar (56 page)

BOOK: Antártida: Estación Polar
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Schofield nadó frenéticamente hacia el borde de la charca.

Mientras nadaba, vislumbró la cueva que tenía a su alrededor (Kirsty en un lado de la charca, Renshaw en el otro). Entonces vio la nave, la enorme nave negra, que se alzaba como una enorme ave rapaz en medio de una inmensa caverna subterránea.

Y justo en ese momento, de repente, las fauces abiertas de la foca macho se alzaron frente a él en el agua, haciendo desaparecer de su campo de visión la imagen de la enorme nave negra.

La foca golpeó a Schofield a gran velocidad y este dejó escapar un grito ahogado cuando el impacto lo sumergió bajo el agua.

La foca macho lo había embestido en el pecho con sus enormes colmillos inferiores. En circunstancias normales, Schofield supuso que eso habría bastado para matar a cualquiera, puesto que los colmillos de la foca habrían perforado el pecho de la víctima.

Pero no el de Schofield. Todavía llevaba puesto su traje blindado y los colmillos se habían alojado en la placa de kevlar que llevaba en el pecho.

El elefante marino lo empujó hacia abajo. Schofield forcejeó, pero era inútil.

Gracias a la placa de kevlar, estaba prácticamente empalado en los colmillos del enorme animal.

Schofield siguió descendiendo, apresado por los colmillos de la foca gigante. Enormes burbujas salieron de la boca de la foca, pues esta expulsaba ingentes cantidades de aire debido al esfuerzo que estaba realizando.

Schofield tenía que hacer algo. Metió la mano en el bolsillo en busca de cualquier cosa que le pudiera ser de ayuda.

Sacó una carga de nitrógeno de los británicos. La observó durante unos instantes.

Oh, qué demonios,
pensó
.

Schofield tiró con rapidez de la anilla y la lanzó a las fauces abiertas del inmenso elefante marino.

A continuación se liberó de los colmillos del animal y la foca siguió descendiendo sola. Se percató enseguida de que lo había perdido y, cuando lo hizo, el animal se volvió.

Fue en ese momento cuando la carga de nitrógeno explosionó.

La cabeza de la foca macho estalló. A continuación implosionó. Y lo más impactante de todo ocurrió entonces.

Una ola de hielo salió disparada de la cabeza del animal muerto.

Al principio, Schofield no supo de qué se trataba, y entonces cayó en la cuenta. Era el nitrógeno líquido de la carga, que se estaba expandiendo por el agua, congelándola a su paso.

La pared de hielo avanzó a gran velocidad por el agua en dirección a Schofield. No dejaba de expandirse, como una formación de hielo viviente, que respiraba, que crecía conforme avanzaba por el agua.

Schofield la observó con los ojos como platos. Si lo alcanzaba, estaría muerto en cuestión de segundos.

¡Sal de ahí!

Y, de repente, Schofield sintió un codazo en el hombro y se volvió.

¡Era
Wendy!

Schofield se agarró a su arnés y
Wendy
ganó velocidad al instante.

La pared de hielo intentaba darlos caza, expandiéndose en el agua a gran velocidad con un crecimiento exponencial.

Wendy
avanzaba rápidamente, tirando de Schofield con ella. Pero Schofield pesaba más que Kirsty y el animal avanzaba más lentamente que antes.

La pared de hielo los estaba cercando.

Otro elefante marino se colocó tras ellos ante la perspectiva de una comida fácil, pero la pared de hielo lo atrapó, lo envolvió con su masa expansiva y lo engulló, congelándolo en su vientre de hielo.

Wendy
nadó hacia la superficie, esquivando con destreza a los elefantes marinos que intentaban cortarle el paso.

Vio la superficie y aupó a Schofield hacia ella.

Tras ellos, la pared de hielo había perdido su impulso. El nitrógeno de la carga había dejado de expandirse. La pared de hielo cayó tras ellos.

Wendy
salió del agua con Schofield agarrado de su arnés. Ambos se golpearon torpemente contra el suelo de la caverna y Schofield quedó tumbado boca abajo. Se dio la vuelta y…

… ¡vio que otro elefante marino salía del agua y se apresuraba hacia él!

Schofield rodó. El elefante marino cayó al suelo junto a él. Schofield se incorporó y se volvió para ver dónde estaban los demás.

—¡Teniente! ¡Aquí! ¡Aquí! —gritó la voz de Sarah Hensleigh.

Schofield se giró y vio a Sarah Hensleigh agitando las manos desde el interior de un pequeño agujero horizontal de una pared situada a cerca de cuarenta y cinco metros de distancia.

Renshaw, Kirsty (y
Wendy
, también) ya estaban corriendo hacia la fisura horizontal. Schofield corrió tras ellos. Mientras corría por la caverna, vio a Kirsty rodar a través del agujero horizontal y a continuación vio a
Wendy
tras ella y luego a Renshaw.

De repente, escuchó unas interferencias y una voz le gritó al oído.

—… ¿Está ahí? Espantapájaros, ¿está ahí? Por favor, responda.

Era Romeo.

—¿Qué ocurre, Romeo?

—¡Dios! ¿Dónde se había metido? Llevo diez minutos intentando contactar con usted.

—He estado ocupado. ¿Por qué?

—Salga de la estación. Salga de la estación ahora.

—No puedo hacer eso, Romeo —dijo Schofield mientras corría.

—Espantapájaros, no me comprende. La Fuerza Aérea acaba de llamarnos. Un grupo de F-22 acaba de abatir a un caza británico a unas doscientas cincuenta millas de aquí, pero el objetivo logró lanzar un misil antes de ser alcanzado. —Romeo paró de hablar—. Espantapájaros, el misil se dirige a la estación polar Wilkes. El escaneo del satélite de las emisiones de radiación del misil indica que se trata de un misil nuclear.

Schofield sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda mientras corría. Llegó a la fisura de la pared, se tiró al suelo como si de un jugador de béisbol se tratara y se deslizó por entre la fisura horizontal.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó cuando aterrizó en el interior del diminuto túnel. Ignoró a los que se encontraban a su alrededor.

—Doscientas cuarenta y tres millas a seiscientos cuarenta y cinco kilómetros por hora. Eso le da treinta y siete minutos hasta la detonación. Pero eso fue hace nueve minutos, Espantapájaros. He intentado contactar con usted, pero no me respondía. Dispone de veintiocho minutos hasta que esa arma nuclear impacte en la estación. Veintiocho minutos.

—Genial —dijo Schofield mientras miraba su reloj.

—Espantapájaros, lo siento pero no puedo permanecer aquí. Tengo que poner a mis hombres a una distancia segura. Lo lamento pero ahora está solo, compañero.

Schofield miró su reloj.

Eran las 10.32 p. m.

Veintiocho minutos. El misil nuclear impactaría en la estación polar Wilkes a las 11.00 p. m.

Schofield alzó la vista y miró al grupo congregado a su alrededor. Sarah Hensleigh, Renshaw, Kirsty y
Wendy
. Y Gant. Fue entonces cuando Schofield se percató de que Gant también estaba en el túnel, sentada en el suelo de hielo. Vio la mancha de sangre de su costado y corrió hacia ella.

—¿Montana? —dijo.

Gant asintió.

—¿Dónde está? —preguntó Schofield.

—Está muerto. Las focas lo cogieron. Pero mató a
Santa
Cruz y me hirió.

—¿Está bien?

—No. —Gant se estremeció.

Schofield vio entonces la herida. Era un disparo a un lado del estómago. La bala debía de haber atravesado el cierre lateral del chaleco antibalas. No era una herida muy agradable; un disparo en el estómago era una forma lenta y dolorosa de morir.

—Aguante —dijo Schofield—. La sacaremos de aquí…

Comenzó a mover a Gant, pero, al hacerlo, Gant se rozó contra la pierna de Schofield y algo se le cayó del bolsillo del tobillo.

Era un relicario de plata.

El relicario de plata de Sarah Hensleigh. El relicario que ella le había dado antes de bajar a la caverna.

El relicario cayó en el suelo boca abajo y, en una milésima de segundo, Schofield vio lo que había escrito en la cara posterior:

Schofield se quedó helado cuando vio aquellas palabras. Sacó rápidamente la copia impresa del correo electrónico de Andrew Trent.

Echó un vistazo rápido a la lista de los informadores del
GCI
.

Y lo encontró.

PARKES, SARAH T. USC PLNTLG

Schofield se volvió para mirar a Sarah Hensleigh.

—¿Cuál es su nombre de soltera, Sarah? —le preguntó.

Schofield escuchó el sonido del seguro de un arma antes de verla aparecer desde la espalda de Sarah Hensleigh.

Sarah Hensleigh extendió el brazo y apuntó con la pistola a la cabeza de Schofield. Con la otra mano sacó de detrás de su espalda los auriculares del casco de
Santa
Cruz y ajustó el dial del canal en el dispositivo del cinturón. Habló por los auriculares.

—Equipo de
SEAL
, aquí Hensleigh. Respondan.

No hubo respuesta. Hensleigh frunció el ceño.

—Equipo de
SEAL
, aquí Hensleigh. Respondan.

—No hay nadie en la estación, Sarah —dijo Schofield mientras sostenía a Gant contra su pecho—. Han evacuado. Se han ido. Hay un misil de crucero de camino hacia aquí y es nuclear, Sarah. Esos
SEAL
hace tiempo que se han marchado de aquí. Nosotros también tenemos que hacerlo.

De repente, Schofield escuchó una voz por los auriculares de Sarah.

—Hensleigh, aquí el comandante Riggs de los
SEAL
. Informe.

Schofield miró su reloj.

Las 10.35 p.m. Veinticinco minutos.

Schofield no sabía que los
SEAL
que se hallaban en la estación habían cambiado a un canal de circuito cerrado para lanzar su ataque sobre Wilkes. Desconocía que ellos no tenían noticias sobre el misil nuclear que se dirigía hacia la estación.

Hensleigh dijo:

—Comandante de los
SEAL
. Tengo al líder de los marines aquí conmigo en la caverna. Se encuentra bajo arresto forzoso.

—Pronto bajaremos hasta allí, Hensleigh. Le confiero autoridad para matarlo si tiene que hacerlo. Equipo de
SEAL
, corto.

—Sarah, ¿qué estás haciendo? —dijo Renshaw.

—Cállate —dijo Hensleigh girando la pistola de forma que el frío cañón tocara la nariz de Renshaw—. Poneos allí —dijo señalándoles a Kirsty y Renshaw el lado del túnel en el que se encontraba Schofield. Este observó que Sarah Hensleigh sostenía la pistola con confianza y autoridad. Ya había manejado armas antes.

Schofield dijo:

—¿De dónde es, Sarah? ¿Del Ejército o de la Armada?

Sarah se lo quedó mirando durante un instante. A continuación dijo:

—Armada.

—¿Qué sección?

—Estuve un tiempo en el Centro de Control de Enfermedades en Atlanta. Después estuve trabajando en la División de Armamento Químico. Y luego, bueno, sentí la necesidad de enseñar.

—¿Era del
GCI
antes o después de irse a enseñar a la universidad?

—Antes —dijo Hensleigh—. Mucho antes. Demonios, teniente, el
GCI
me envió a dar clases a la Universidad del Sur de California. Me pidieron que me retirara del servicio activo en la Armada, me dieron una pensión vitalicia y me mandaron a la universidad.

—¿Por qué?

—Querían saber qué ocurría allí. En concreto, querían conocer más de cerca la investigación con núcleos de hielo; querían saber más acerca de los gases químicos que gente como Brian Hensleigh estaba encontrando en el hielo. Gases de entornos altamente tóxicos que desaparecieron cientos de millones de años atrás. Variantes del monóxido de carbono, moléculas de gas cloro puro. El
GCI
quería saber más de esa investigación para ver si podían encontrarle algún uso. Así que yo entré en ese campo y conocí a Brian Hensleigh.

Renshaw dijo:

—¿Te casaste con Brian para obtener información de él?

En la curva del túnel, Kirsty seguía la conversación con sumo interés.

—Obtuve lo que quería —dijo Sarah Hensleigh—. Y Brian también.

—¿Lo mataste? —preguntó Renshaw—. ¿El accidente de coche?

—No —dijo Hensleigh—. Yo no lo hice. El
GCI
no estuvo implicado. Fue solo eso, un accidente. Llámalo como quieras, destino, sino. Tan solo ocurrió.

—¿Mató a Bernie Olson? —preguntó rápidamente Schofield.

Sarah esperó un instante antes de responder.

—Sí —dijo—. Lo hice.

—Oh, serás hija de puta —dijo Renshaw.

—Bernie Olson era un mentiroso y un ladrón —dijo Hensleigh—. Iba a publicar los descubrimientos de Renshaw antes que él. Eso no me importaba demasiado. Pero entonces, cuando Renshaw halló aquel metal a cuatrocientos cincuenta metros de profundidad, Olson me dijo que también iba a publicarlo. Y yo no podía permitir que eso sucediera. No sin que el
GCI
lo supiera primero.

—No sin que el
GCI
lo supiera primero —repitió Schofield con amargura.

—Es nuestro trabajo ser los primeros en conocer todo.

—Así que lo mató —dijo Schofield—. Con el veneno de una serpiente marina. E hizo que pareciera que había sido Renshaw.

Sarah Hensleigh miró a Renshaw.

—Lo siento, James, pero eras un objetivo demasiado fácil. Bernie y tú estabais todo el tiempo discutiendo. Y, cuando os peleasteis aquella noche… era una oportunidad demasiado buena como para dejarla escapar.

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