¿Estamos animando al niño a que desarrolle esta característica siendo nosotros mismos unos incautos o unos manipuladores? Y recuerde que puede que ninguna de las dos cosas sea verdad: algunos niños pueden desarrollar tendencias manipuladoras independientemente de la manera de actuar de sus padres.
Y aún más importante, involúcrese de manera más activa en la educación moral de su hijo. Ayude a su hijo a comprender que hay muchas cosas más por las que interesarse que tener poder sobre los demás.
¿MIENTEN LOS NIÑOS POR UNA MALA INFLUENCIA DE LOS PADRES?
«¡Que suerte que tengo! Realmente no pensaba que el policía se iba a creer lo del velocímetro estropeado. Debo ser mejor actriz de lo que creía.»
Esta mujer estaba tan contenta con haberse librado de una multa por exceso de velocidad que no se estaba dando cuenta de la impresión que podía estar causando en su hijo de nueve años mientras éste escuchaba en silencio cómo le contaba el incidente a su marido en la cena de esa noche.
No es sorprendente que los niños que mienten con mayor frecuencia suelan tener padres que también lo hacen. Hartshorne y May llegaron a esa conclusión en su estudio, y otros dos estudios posteriores también han descubierto que los niños que más mienten provienen de hogares en los que los padres también suelen mentir o animan a romper las normas
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Esta no es la única influencia negativa que los padres pueden tener, pero es una de la que los padres puede que no se den mucha cuenta. El mentir al policía de tráfico, hacer trampa en la declaración de renta, dar una excusa falsa por llegar tarde son engaños tan corrientes que puede que no se den cuenta de ellos —los padres, claro—. Algunos padres se podrían sentir ofendidos porque yo llame a eso mentiras, pero lo son. Su propósito es engañar y por lo tanto evitar el castigo, o la vergüenza, o ganar algo que sería difícil conseguir de otra manera. Los niños mienten por las mismas razones, y hasta cierto punto aprenden a mentir en casa. Jay Mulkey, presidente del Instituto Americano para la Educación del Carácter, una fundación que trabaja con profesores, dijo: «Un niño hace trampa en un examen y sus padres se llevan las manos a la cabeza. Pero el niño oye hablar a sus padres sobre las trampas que ellos hacen en sus cuentas de gastos o en la declaración de renta»
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Hartshorne y May también descubrieron que los niños que mentían provenían de hogares en los que existía una menor supervisión paterna. También se llegó a esta conclusión en un estudio reciente sobre las mentiras llevado a cabo con chicos de cuarto, séptimo y décimo curso. Los niños que vivían en hogares con sólo el padre o la madre, o en hogares donde el matrimonio no marchaba bien, mentían más. Por cierto, el tener tanto al padre como a la madre en casa no ayudaba en nada si el matrimonio no funcionaba. Esos matrimonios infelices no resultaban diferentes de los hogares con sólo uno de los padres, pero ambas categorías resultaban peor, en términos de si el niño mentía, que los hogares con matrimonios felices
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En los hogares con sólo uno de los padres, que en la mayoría de casos es la madre y los niños (sin padre), existe un menor control sobre los hijos. Las madres tienen más problemas con sus hijos varones, especialmente cuando éstos llegan a la adolescencia. En esos hogares, los compañeros adquieren más influencia que la madre. Los chicos salen con sus amigos y son más proclives a acciones antisociales. Es importante destacar que este hallazgo sigue siendo cierto independientemente del nivel de ingresos familiar y de la educación de los padres: existían más problemas entre los hijos de hogares con sólo la madre que en aquellos con padre y madre, aun cuando ambos grupos tuvieran ingresos igualmente bajos
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El rechazo de los padres también está relacionado con las mentiras, en mayor proporción si es la madre y no el padre quien rechaza al chico. Los doctores Stouthamer-Loeber y Loeber plantearon la cuestión del huevo y de la gallina: ¿cuál de los dos viene antes? Quizá el rechazo de los padres no sea la causa de que los hijos mientan; quizás los padres rechazan a sus hijos porque éstos mienten. En otras palabras, puede que no siempre sea el entorno el que forme al niño, sino que éste determina cómo reacciona el entorno.
Ello a su vez nos lleva a esta pregunta: ¿podría existir un factor genético responsable de la mentira? De nuevo los doctores Hartshorne y May nos ofrecen información relevante al explorar el papel de la herencia sobre las mentiras. Descubrieron una conexión —una conexión débil, pero genuina— que mostraba que los hermanos mentían por igual. Puesto que los hermanos comparten cierta herencia genética, podemos extraer algunas deducciones sobre la posibilidad de que la mentira podría estar relacionada con los genes. La conexión entre los hermanos y la mentira es más fuerte, de hecho, que la de la inteligencia. Aun cuando se tuviera en cuenta el factor inteligencia, seguía existiendo una relación entre los hermanos en cuanto al tema de las mentiras.
No obstante, puesto que los hermanos viven en la misma casa, el responsable de la similitud en el mentir podría ser el ambiente familiar y no la genética. Al intentar aislar la influencia de la herencia genética, Hartshorne y May estudiaron a huérfanos que ya no vivían en el hogar familiar. La correlación entre la cantidad de mentiras entre hermanos seguía siendo evidente. Para mí ello no resulta convincente, porque en estos casos el ambiente familiar que los hermanos comparten es el orfanato. Me resultaría más convincente si hubieran estudiado a huérfanos educados desde prácticamente su nacimiento en hogares separados y diferentes. En un orfanato los hermanos pueden tener muchos amigos en común y, como veremos, las amistades influyen sobre la mentira y la sinceridad.
No existe ninguna duda sobre el hecho de que usted como padre o madre tiene una influencia importante sobre sus hijos por lo que respecta a actitudes, creencias y acciones sociales como el mentir o el engañar. La suya no es la única influencia, pero sí es importante. Me resulta fácil sugerirle que considere atentamente si le está ofreciendo un modelo negativo a su hijo al mentir más de lo que piensa. No es tan fácil librarse del hábito de caer en pequeñas mentiras casi sin advertirlo, mentiras que hacen la vida más conveniente.
Me resulta difícil no caer en la trampa de mentir, y he estado realizando un esfuerzo consciente para no hacerlo durante algunos años. Una falsa excusa es sin duda la manera más fácil de salir de un atolladero, la manera perfecta de rechazar una invitación o petición que no deseo cumplir.
He aprendido a tomar el paso extra de no seguir por ese camino. Cuando me llama un vendedor por teléfono, le digo que tengo la norma de no comprar por teléfono, antes que decirle que no puedo hablar ahora porque tengo algo en el fuego. Hablo con mis hijos sobre cómo manejar tales situaciones, para que vean que yo también me enfrento a esos problemas. Incluso mi hija Eve, con sólo ocho años, no tiene ningún problema en comprender el conflicto y la tentación de mentir en tales casos. Por ejemplo, ¿que debería decirle Eve a esa niña de su clase que no invitó a su fiesta de cumpleaños? Le expliqué cómo esa niña se podría sentir aún más herida si descubría que Eve le había mentido que si le contaba la verdad. Le expliqué que no resulta tan terrible decir que tus padres te han puesto un límite sobre cuántos niños puedes invitar, así que tienes que escoger a tus amigos más íntimos.
¿Qué puede hacer un padre o una madre solo, en especial una madre, con los resultados que dicen que los niños de tales hogares mienten más? ¿Y qué puede hacer ella por su hijo adolescente, que según dicen los estudios es más proclive a una conducta antisocial, especialmente en ausencia de un padre? En primer lugar, está el alivio de saber que no se es el único; existen otros con el mismo problema. Intente encontrar a un amigo o miembro varón de la familia que pueda ejercer un papel activo y estabilizador con su hijo. Sugiera que su exmarido pase más tiempo con su hijo. Si es usted ese padre, sea consciente de la importante influencia que podría o debería ejercer sobre su hijo. Recuerde también que los descubrimientos mencionados en este capítulo podrían no ser su caso. No tienen que describir necesariamente a todo el mundo. Tengo amigas que han educado solas a hijos qué ni mienten ni tienen ningún otro tipo de problema.
LA INFLUENCIA DE LOS SEMEJANTES: ¿PUEDEN LOS MALOS AMIGOS LLEVAR A MENTIR A SU HIJO?
Jessica es una niña de doce años, bonita e inteligente, cuyos padres están divorciados. Vive principalmente con su madre y su padrastro, pero también pasa fines de semana y vacaciones con su padre, que vive solo, a una media hora de distancia. Recientemente empezó a salir con otros chicos de doce y trece años, que estaban claramente por debajo de ella en cuanto a rendimiento escolar pero que se encontraban entre los más populares de su clase. También se les conocía por ser un grupo revoltoso que desobedecía a sus padres. Las notas de Jessica bajaron espectacularmente. Se volvió más independiente, negándose muchas veces a decirle a sus padres lo que pensaba hacer y con quién. También empezó a interesarse por primera vez por los muchachos. Su madre le dijo que no podía tener una cita con un chico hasta que tuviera quince años.
Un sábado por la tarde, con el permiso de su madre, Jessica y dos amigas se encontraron con tres chicos en un cine local. Resultó que los chicos las dejaron plantadas y la madre de Jessica tuvo que pasar a recogerlas. Así es como descubrió que solamente eran dos, y no tres, y que Jessica le había mentido porque pensó que su madre daría su consentimiento si se trataba de una cita triple, pero no si eran sólo dos chicas. Sus padres, al descubrir la mentira, se enfadaron mucho. No era tanto el tema sobre el cual había mentido como su preocupación por el mal precedente que se había sentado y por si su hija empezaba a mentir sobre temas de más envergadura. ¿Por qué no pudo confiar en nosotros? ¿Es culpa nuestra? ¿Es por esos chicos con los que se relaciona? ¿Qué otras mentiras habrá contado? ¿Forma parte de un patrón? ¿Qué hacemos para que deje de mentir?
Todos conocemos alguna historia de un niño que «se estropeó» porque él o ella se mezcló con malas compañías. Normalmente pasa con niños que llegan a la pubertad o a sus primeros años de adolescencia. La investigación demuestra que es posible aquello de «Dios los cría y ellos se juntan». O, como dijeron Hartshorne y May: «En asuntos humanos, aquellos que van juntos acaban pareciéndose»
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La mayoría de los niños se ven influidos por sus amigos al ir llegando a la adolescencia. Cada vez salen más con ellos, aun cuando esos amigos defiendan cosas que sus padres consideren incorrectas. La buena noticia es que la situación normalmente va a mejor. Como jóvenes adultos, la mayoría de ellos se volverán más resistentes a la influencia de sus semejantes y no descartarán tanto las opiniones de sus padres.
Hartshorne y May descubrieron que los niños que mienten tienen amigos que mienten. Esta asociación es más fuerte entre amigos que también son compañeros de clase. Unos estudios más recientes han descubierto que los mentirosos normalmente se sientan uno al lado del otro, y que un niño sentado al lado de otro que hace trampa en un examen tiene más posibilidades de hacerlas él también en el próximo examen
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. Los niños que se dice mienten con más frecuencia tienen amigos que otros niños califican de duros o delincuentes.
Aunque todos los niños se vuelven más vulnerables a la presión de sus semejantes al pasar de la infancia a la adolescencia, no todos sucumben ante la mentira o el engaño. Existe un experimento que ayuda a explicar por qué algunos niños son más vulnerables a la presión de los semejantes y a la conducta antisocial que otros. Unos psicólogos pidieron a los niños que evaluaran a su madre, a su padre, a los adultos en general y a otros niños en términos de su fuerza, calidez, importancia y honradez. Plantearon a los niños varias situaciones, como por ejemplo:
Tú y tus amigos por casualidad os encontráis una hoja de papel que debe haber perdido el profesor. En esta hoja están las preguntas y las respuestas del examen de mañana. Algunos de los niños sugieren que no digáis nada al profesor, para que todos podáis conseguir mejores notas. ¿Qué harías tú realmente? Supongamos que tus amigos deciden seguir con ese plan. ¿Lo seguirías también tú o te negarías?
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Había otras situaciones que se plantearon a los chicos, como ir a ver una película que los amigos recomendaban pero que desagradaba a los padres; dejar a un amigo enfermo para ir al cine con la pandilla; unirse a los amigos para recoger fruta de un huerto que tenía el letrero de «prohibido el paso»; salir corriendo después de romper accidentalmente una ventana; vigilar mientras los compañeros ponían una serpiente de goma en la mesa del profesor; y llevar un estilo de ropa que gustaba a los compañeros pero no a los padres.
Comparando los resultados obtenidos por los chicos de tercero, sexto, octavo y undécimo curso, un número cada vez mayor decía que seguiría el comportamiento de sus compañeros en diversos tipos de malas acciones. Al ir aumentando la vulnerabilidad ante la influencia de los semejantes, las evaluaciones favorables de sus padres normalmente descendían. Pero aquellos que mantenían una opinión favorable de sus padres y de los adultos en general no se unían a sus semejantes en el mal comportamiento. (El inconveniente de esta investigación es que, al contrario que en el estudio de Hartshorne y May, nos basamos en lo que los chicos dicen en un cuestionario, no en lo que realmente hicieron. Afortunadamente otro estudio, que comparaba las respuestas de los niños con sus acciones, corrobora el primer estudio).
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Los doctores Edwin Bixenstine, Margaret DeCorte y Barton Bixenstine, los psicólogos que llevaron a cabo la investigación, sugieren que sus hallazgos demuestran que «la creciente disposición de un niño a ratificar el comportamiento antisocial aprobado por sus semejantes … [se debe a] … una intensa desilusión con la sinceridad, fuerza, sabiduría, importancia, buena voluntad y rectitud de los adultos. No es que otros niños alejen al niño de los padres; más bien se trata de que él, al menos durante un tiempo, se aleja de los adultos»
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Dijeron «durante un tiempo» porque las actitudes hacia los adultos, y en particular hacia el padre, se vuelven más favorables hacia el undécimo curso. Utilizando algunos de los mismos métodos, otro par de experimentos produjo resultados similares y ofreció más información sobre el regreso a actitudes más favorables hacia los padres. En el primer experimento, se leía a chicos de tercero, sexto, noveno y undécimo curso diez situaciones diferentes similares a la que mencioné antes sobre encontrar una hoja con las respuestas de un examen. Los chicos, más que las chicas, se mostraban más de acuerdo en seguir a sus compañeros y no tener en cuenta la opinión paterna. Tanto para chicos como chicas, aquellos que decían que seguirían a sus compañeros y participarían en malas acciones aumentaba al pasar de tercero a sexto, alcanzaba su pico en noveno, y descendía entre los de undécimo.