Como detectar mentiras en los niños (12 page)

Read Como detectar mentiras en los niños Online

Authors: Paul Ekman

Tags: #Ensayo, Psicología

BOOK: Como detectar mentiras en los niños
9.23Mb size Format: txt, pdf, ePub

La mayoría de los niños y niñas de cuatro y seis años dijeron que Maxi mentía no solamente cuando tenía intención de mentir y daba información falsa (historia 4), sino también cuando Maxi quería ser sincero y compartir el chocolate con su hermana, pero le daba información falsa porque no sabía que su madre había cambiado el chocolate de lugar (historia 1). La intención no importaba. Pero sí lo hacía cuando se preguntó a estos niños si le darían a Maxi una estrella dorada por ser bueno con su hermana o un punto negro por haber sido malo con ella. La mayoría de los niños (75 %) basó su juicio moral en la intención de Maxi
[5a]

Aunque estos niños pequeños utilizaron mal el término «mentira», sí comprendieron la intención. Sabían que era tener mala intención querer engañar a alguien. Aunque esto puede parecer obvio a algunos lectores, hasta hace sólo unos años, cuando se dio a conocer este estudio, la literatura científica mantenía que unos niños tan pequeños no hacían juicios morales basados en la intención.

Si es cierto que hacen juicios morales basados en la intención, uno se podría preguntar por qué los niños pequeños no utilizan la intención en su definición de la mentira. Algunos de los primeros investigadores
[6]
sobre las mentiras infantiles (1909) sugieren que la razón podría ser porque los padres no explican adecuadamente el lema de la mentira. Los padres recalcan que los niños tienen que decir la verdad, sin explicar que decir algo falso no constituye una mentira si uno no sabe que es falso. Otras investigaciones sugieren que podría tener que ver con el desarrollo de las habilidades lingüísticas.

Lo que es importante es que los niños de una edad tan temprana como los cuatro años, y quizás antes, saben que la intención de engañar a alguien es mala. Esos niños tan pequeños condenan más las mentiras que otros de mayor edad o los adultos. En palabras de un investigador, los niños pequeños son «fanáticos de la verdad»
[7]
. Es cierto que los niños más pequeños creen que es peor mentir que los niños de más edad. Por ejemplo, el 92 % de niños de cinco años dijo que siempre está mal mentir. Al llegar a los once años, esa cifra se había reducido a sólo un 28 %. Concordando con ese cambio, el 75 % de los niños de cinco años dijeron que ellos nunca mentían, mientras que ninguno de los de once años afirmó ser tan virtuoso
[8]
.

Los doctores Candida Peterson, James Peterson y Diane Seeto, que fueron quienes obtuvieron esta información, también les preguntaron a los niños sobre si están mal diferentes tipos de mentiras. Todos los grupos de diferentes edades, de los cinco hasta los once años, dijeron que las mentiras para evitar el castigo (por ejemplo, no reconocer que hemos derramado tinta en la colcha) son peores que las mentirijillas (por ejemplo decirle a otro niño que te gusta su corte de pelo, aunque no te guste). Las mentiras altruistas (por ejemplo no decirle a un matón que quiere pegarle a un niño más pequeño dónde está éste, aunque lo sepas) no fueron condenadas por la mayoría de grupos. Los niños de cinco años le dieron a esta mentira una puntuación más baja que los niños de mayor edad, aunque incluso ellos pensaban que no era una mentira tan mala como la de querer evitar un castigo.

Estos investigadores también preguntaron a los niños qué ocurre cuando se cuentan mentiras. Los niños de cinco a nueve años mencionaron con mayor frecuencia el castigo. En esta edad más temprana, el castigo es el factor disuasivo. Menos de un tercio de los de once años mencionaron el castigo, mientras que la mitad de ellos dijeron que la mentira destruye la confianza, una consecuencia que muy pocos niños pequeños mencionaron.

Marie Vasek obtuvo resultados similares en entrevistas con niños y niñas de seis hasta doce años
[9]
. Les leía a los chicos historias como la siguiente:

Bob y algunos de sus amigos estaban celebrando una batalla de bolas de nieve en su jardín. Al cabo de un rato, se cansaron de tirarse bolas de nieve unos a otros y decidieron arrojarlas a los coches que pasaban. Todos ellos estaban tirando bolas de nieve, pero una de las de Bob alcanzó el parabrisas de un coche. El conductor detuvo el coche y bajó. Todos los niños salieron corriendo para sus casas. El conductor había visto como Bob tiraba la bola de nieve y corría hacia la casa, así que fue y llamó a la puerta. La madre de Bob subió desde el sótano para abrir la puerta. Ella no había visto lo que habían estado haciendo los chicos. Fue a buscar a Bob y éste le dijo que solamente habían estado tirándose bolas de nieve entre ellos. Él había arrojado una bola a un amigo, éste se había agachado y la bola había tocado al coche accidentalmente. Todos se habían ido porque no querían meterse en líos
[10]
.

Según Vasek, los niños más pequeños dijeron que la principal razón para contar una mentira es evitar el castigo, como en esta historia. Aunque pensaban que mentir estaba mal, comprendían por qué lo hacía la gente. Llegó a la conclusión de que los niños de cinco y seis años mienten para «… evitar el castigo siempre que sospechan que han hecho algo por lo cual deberían ser castigados. […]El niño puede escoger entre decir la verdad y correr el riesgo (de ser castigado) o contar otra mentira para evitar el castigo por la primera»
[11]
.

Al llegar a los diez o doce años, y quizás antes, los niños ya no consideran que mentir esté siempre mal; se vuelven más «flexibles». El que una mentira sea mala depende del resultado de la situación. Por ejemplo, en mis entrevistas con niños, Bessie, de doce años, dijo: «¿Y qué pasa si alguien te pregunta si su pelo es bonito, cuando no lo es? Entonces querrías mentir». Un chico de once años, Robert, me contó la siguiente historia cuando le pedí que me pusiera un ejemplo de cuándo es correcto mentir: «Digamos que un niño es realmente malo, un matón o algo así, que hace daño a otros niños. Entonces si mintieras y dijeras que fue él quien lo hizo, aunque no hubiera sido así, tendría problemas, y como él se dedica a hacer daño a los demás, estaría bien que le castigaran».

Aunque los preadolescentes o los adolescentes más jóvenes entienden la idea de que mentir está mal porque los demás ya no confiarán en nosotros, eso no es prioritario en sus mentes. Incluso los adultos no recuerdan siempre la consecuencia de una pérdida de confianza cuando están sopesando si mentir o no. Puede que las relaciones ya no sean las mismas después de haber violado la confianza con una mentira. La pérdida de confianza es difícil de reparar; a veces resulta irreparable.

En un artículo aparecido en 1987 en el
Washington Post Magazine
, el escritor Walt Harrington describió cómo incluso una pequeña mentira, una vez descubierta, cambió lo que unos amigos sentían el uno hacia el otro. El escritor, un hombre, está comiendo con una amiga que recientemente ha tenido un lío amoroso con un amigo de él. «Ella no le contó a su marido lo del romance; mentira n° 1. El hombre con el que tuvo el lío le juró que no me lo había contado a mí; mentira n° 2. Y mientras estamos sentados comiendo, ella está a punto de manipularme para que aparezca la mentira n° 3 contándome repentinamente la verdad: "He tenido un lío. ¿Lo sabes?"». El escritor decide no romper la promesa hecha al amante de ella y lo niega. Unos días más tarde, él le dijo que le había mentido al decirle que no conocía el romance. «"Eres un buen mentiroso", dijo ella. "Te creí."» Él le pregunta si está enfadada con él. «"No", contestó ella lentamente, "enfadada no. Pero mi opinión sobre ti ha cambiado un poco. No mucho, pero algo ha cambiado."»
[12]

La pérdida de confianza es el punto que yo recalco cuando tengo conversaciones sobre el tema de las mentiras con mis propios hijos. Les explico lo difícil que sería la convivencia si no pudiéramos confiar en que no nos contaríamos mentiras entre nosotros. También les explico lo difícil que resulta volver a confiar en alguien después de que esta confianza haya sido traicionada. Una vez sabes que tu hijo ha tomado la decisión de mentir, puede que las dudas y las sospechas no resulten fáciles de descartar. Para ellos no es una lección fácil de aprender. No es una lección fácil para nadie. Solamente aquellos que han sido atrapados en una mentira y han perdido por ello la confianza de alguien cercano comprenden las implicaciones.

Algunos psicólogos infantiles creen que usted puede enseñar estas ideas a sus hijos contándoles cuentos. El cuento de «Pedro y el lobo» es un buen ejemplo. Como recordará, el cuento narra cómo un joven mentía siempre diciendo que le había atacado un lobo; lo hizo tantas veces que cuando realmente fue atacado, nadie le creyó. Yo recuerdo que me impresionó mucho la moraleja de ese cuento cuando tenía cinco o seis años. No recuerdo haber pensado en él cuando le mentía a mis padres o a mis amigos en mis años de adolescencia. Quizá si mis padres hubieran seguido inculcándome valores morales al ir creciendo, lo hubiera tenido más presente. Aprendí a través de la experiencia en mis últimos años de adolescencia, a través de dos infelices relaciones románticas, lo difícil que es restablecer la confianza después de haberla traicionado.

¿VARÍA LA FRECUENCIA DE LAS MENTIRAS CON LA EDAD?

Algunos estudios se han planteado esta cuestión, y las conclusiones están divididas. Algunos de ellos apuntan a que la frecuencia no cambia, mientras que otros han descubierto que las mentiras decrecen entre los niños de más edad. En cualquier caso, independientemente de la edad, sólo una minoría de niños parece que mienten. Quizá lo más interesante sea el descubrimiento de que desde temprana edad hasta finales de la adolescencia el porcentaje de niños que miente frecuentemente sigue siendo aproximadamente el mismo. Es una cifra baja, menos del 5 %
[13]
. Por lo que comentamos en el último capítulo, éstos son los niños que corren un mayor riesgo de desarrollar otras dificultades en sus vidas.

Existen dos problemas en este estudio que merecen ser mencionados. Primero, como los datos proceden de los informes de padres y profesores, debemos recordar que las fuentes podrían no ser del todo fiables debido al efecto halo/cuernos que antes mencioné. Como veremos, los niños se convierten en mejores mentirosos a medida que van creciendo. Es lícito pensar entonces que los niños podrían mentir más de mayores, pero como sus mentiras son más difíciles de detectar, sus padres y profesores podrían decir que mienten igual que cuando eran más pequeños o incluso menos.

El otro problema es cómo interpretar el resultado de que el porcentaje de mentirosos frecuentes sigue siendo más o menos el mismo. Existen dos posibilidades acerca de quiénes son esos mentirosos crónicos
[14]
. Una es que esos mentirosos que se revelan a una edad temprana, quizás a los cinco o seis años, siguen siendo mentirosos crónicos durante toda su infancia y adolescencia. La otra posibilidad es que ser un mentiroso crónico es una fase transitoria por la que pasan algunos niños. Siguiendo este razonamiento, los niños que son mentirosos crónicos a los siete años puede que no sean los mismos que los que lo son a los once años. La única manera de descubrir cuál de las dos posibilidades es cierta es hacer un seguimiento de los mismos niños durante años. Este tipo de estudio longitudinal nunca se ha llevado a cabo. Todo lo que tenemos son estudios cruzados de diferentes niños de cada grupo de edad.

Lo que parece más probable es que se den ambas posibilidades. Para algunos niños, las mentiras crónicas son una fase, y debido a la intervención de los padres o a una menor presión, las mentiras cesan. Otros puede que sigan mintiendo hasta que ello se convierla en un patrón fijo que tengan para enfrentarse al mundo.

Si su hijo da muestras de ser un mentiroso crónico, usted no sabrá si se trata de una fase o el inicio de algo que podría durar toda la vida. Las mentiras crónicas deberían tomarse en serio; no espere a descubrir si se trata de una fase. Intente averiguar por qué miente su hijo. Examine su propia conducta. ¿Está haciendo usted algo que de alguna manera anime u obligue a su hijo a mentir? ¿Acaso miente su hijo respondiendo a algún otro problema existente en el hogar? ¿Se debe a la influencia de amigos, como mencioné antes? De cualquier modo, explíquele a su hijo por qué es perjudicial mentir. Si cree que no adelanta, busque consejo profesional.

¿MIENTEN MEJOR LOS NIÑOS AL HACERSE MAYORES?

Los niños pequeños creen que los adultos lo pueden todo. Una niña de cinco años, con su imaginación, lo describó así: «Nunca deberías contar una mentira, ¡porque los cerebros dentro de las cabezas de los mayores son tan listos que lo descubren!»
[15]
.

No obstante, los niños descubren antes de lo que la mayoría de padres creen que se pueden salir con la suya mintiendo, al menos en algunas ocasiones. Al llegar a los primeros años de la adolescencia, o quizás antes, sobre los diez u once años, la mayoría de niños se convierten en mentirosos bastante buenos. Ya no siempre les delata el sonido de su voz, la expresión de sus caras, las incoherencias evidentes en lo que dicen, o las extravagantes coartadas. Al ir ganando los niños en capacidad de engaño, los padres pierden la seguridad que antes tenían. Aunque todavía puedan detectar una mentira —los niños de mayor edad, igual que los adultos, a veces cometen errores al mentir, y muchas veces se ven traicionados por un descubrimiento accidental—, los padres descubren que ya no saben lo que sus hijos piensan, sienten, hacen o tienen previsto hacer, a menos que ellos quieran hacérselo saber.

Los dos tercios de los niños de primer curso a quienes entrevistamos dijeron que sus padres sabían cuándo estaban mintiendo, mientras que menos de la mitad de los de séptimo dijeron que sus padres eran capaces de detectar sus mentiras. Siguiendo en la misma línea, casi todos los chicos de undécimo curso dijeron que fue en quinto o sexto cuando pudieron mentir por primera vez sin ser descubiertos.

No existe ninguna señal, como la nariz de Pinocho, que indique que los niños o los adultos mienten, ningún espasmo muscular, ninguna inflexión de voz, ningún movimiento corporal que sea una señal clara de mentira -ninguna indicación de que una persona está mintiendo o diciendo la verdad. Pero sí existen pistas de conducta mediante las cuales poder deducir el engaño. A veces la pista está contenida en lo que dice la persona. El relato es demasiado improbable, incoherente o contradice claramente los hechos. A menudo la pista que indica que alguien miente no está en lo que dice, sino en cómo lo dice. Puede que algo, el sonido de la voz, la expresión del rostro, el movimiento de una mano, no encaje con las palabras. El mentiroso puede poner cara de culpable o tener una voz temerosa, o parecer demasiado excitado como para resultar creíble.

Other books

The Punjabi Pappadum by Robert Newton
Ungrateful Dead by Naomi Clark
Cerulean Sins by Laurell K. Hamilton
Mad River Road by Joy Fielding
By the Creek by Geoff Laughton
The Jewel and the Key by Louise Spiegler
True Vision by Joyce Lamb