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Authors: Geoffrey Chaucer

Cuentos de Canterbury (46 page)

BOOK: Cuentos de Canterbury
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»Vayamos ahora al tercer punto, que Tulio denomina "consecuencia". Aquí la consecuencia es la venganza que te propones; pero de ella se derivaría otra venganza, peligros y guerras, y otros daños innumerables ajenos a la guerra, que de momento no vislumbramos.

»El cuarto punto de Tulio, "engendramiento", considera que la ofensa por ti padecida se ha originado en el odio de tus enemigos. Tu venganza engendraría otra venganza y, como ya hemos mencionado, muchos problemas y dilapidaciones de riqueza.

»Finalmente, señor, llegamos al último punto que Tulio etiqueta con el nombre "causas". Comprende que el agravio recibido se debe a determinadas causas que los sabios denominan
Onensy Efficiens
,
Causa longinqua
y
Causapropinqua
, es decir, la causa remota y la causa próxima. La causa remota es Dios Todopoderoso, causa remota de todo. La causa proxima fueron tus adversarios. La causa accidental fue el odio. La causa material, las cinco heridas de tu hija. La causa formal, la actuación de tus enemigos, que, mediante escaleras, franquearon los ventanales. La causa final la constituía la muerte de su hija, que, si no se llevó a término, no fue por no habérselo propuesto. Por lo que respecta a la causa remota —cuál fue el motivo que les indujo a venir o qué les sucederá a ellos en tal caso—, sólo puedo hacer conjeturas o suposiciones, sin juzgar. Supongo que acabarán mal, pues el
Libro de los Decretos
afirma: "Lo que comenzó mal, rara vez y con muchísima dificultad concluirá bien"
[387]
.

»A continuación, señor, si me preguntaren por qué Dios permite que los hombres cometan semejante vileza, no sabría hallar la respuesta adecuada. El apóstol afirma que "los juicios y la sabiduría de Dios son insondables y ningún hombre puede comprenderlos ni escudriñarlos adecuadamente"
[388]
. Sin embargo, según ciertas suposiciones y conjeturas, creo y mantengo que Dios, que es justo y equitativo, debe haberlo permitido por una causa recta.

»Tu nombre, Melibeo, significa "hombre que liba miel". Has libado muchísima miel de dulces riquezas temporales y mundanas delicias y honores, que te han embriagado, y has olvidado a Jesucristo tu Creador. No le has prestado el honor y reverencia debidos, y no has observado las palabras de Ovidio, que afirma: "Bajo la miel de los bienes temporales se encubre el veneno que mata al alma"
[389]
. Y Salomón apostilla: "Si encuentras miel, sáciate; pero si la ingieres sin mesura, la vomitarás y te verás menesteroso y pobre"
[390]
.

»Acaso Cristo, en retorno, haya apartado su rostro y sus clementes oídos de ti, permitiendo que recibas un castigo idéntico a tu falta. Has pecado contra Jesucristo Nuestro Señor al permitir que los tres enemigos de la Humanidad, a saber, el mundo, el demonio y la carne, se apoderaran de tu voluntad a través de tus ventanas corporales, y al no presentar enérgica resistencia contra sus acometidas y tentaciones. Así, te han inflingido cinco heridas en cinco lugares; en otras palabras, los pecados mortales han penetrado en tu corazón por tus cinco sentidos. Y del mismo modo Jesucristo Nuestro Señor ha querido y permitido que tus tres enemigos entren en tu casa por las ventanas e hirieran a tu hija del consabido modo.

Melibeo replicó:

—A decir verdad, veo que te esfuerzas sobremanera con tus palabras a convencerme de modo que no tome venganza de mis enemigos, mostrándome los peligros y perjuicios que podrían derivarse de semejante actitud. Pero aquel que sopese los peligros y perjuicios inherentes a toda venganza, jamás optará por ella, pues le sería perniciosa, ya que ésta discrimina los malos de los buenos, y los que se proponen vengarse refrenan su propósito cuando consideran las penas y castigos que recaen sobre los culpables.

Prudencia replicó:

—Admito que de la venganza se deriven muchos bienes y males. Pero la venganza no incumbe a los particulares, sino únicamente a los jueces y a quienes tienen jurisdicción contra los malhechores. Aún más: así como un individuo particular peca al vengarse de otro, así también peca el juez que no castiga a quien se lo merece. Lo corrobora Séneca: "El que reprende a los malos es buen señor." Y Casiodoro añade: "El hombre teme cometer delitos cuando es consciente y sabe que esto desagrada a los jueces y soberanos." Otro apostilla: "El juez que teme administrar justicia engendra hombres malvados." Y San Pablo, en su Epístola a los romanos, afirma que "los jueces no blanden la lanza sin motivo"
[391]
, sino para penalizar a los malhechores y defender a los que obran el bien.

»Si quieres, pues, vengarte de tus enemigos, dirígete o presenta recurso al juez que goza de jurisdicción contra ellos, y éste los castigará según las exigencias y requerimientos de la ley.

Melibeo respondió:

—Esta clase de venganza no me gusta en absoluto. Después de meditarlo mucho, encuentro que la Fortuna me ha sido favorable desde niño, y me ha ayudado a superar numerosos y dificiles lances. Así, pues, la pondré a prueba ahora, con la ayuda de Dios, que me ayudará a vengar mi ofensa.

A lo que Prudencia respondió:

—Si quisieras seguir mi consejo, no te apoyarías en la Fortuna ni probarías suerte, porque, como afirma Séneca
[392]
: "Lo efectuado con precipitación, y confiando en la Fortuna, jamás llega a buen fin." Y el mismo Séneca añade: "Cuanto más clara y brillante es la Fortuna, más frágil y quebradiza." No te fles, pues, de ella, ya que es inconstante e inestable. Cuanto más seguro estés de su ayuda, entonces te fallará y te engañará. Al afirmar que la Fortuna te ha mimado desde tu infancia, tanto menos debes confiar ahora en su favor. Séneca afirma: "El hombre favorecido por la Fortuna se convierte en un imbécil integral." Así, pues, ya que ansías vengarte y no te satisface el castigo judicial, considerando que el basado en la Fortuna es arriesgado e incierto, sólo te queda un camino: apela al juez Supremo, vengador de todas las afrentas y maldades. El, como personalmente atestigua, te vengará: "Deja la venganza en mis manos, y la llevaré a cabo"
[393]
. Melibeo respondió:

—Si no me vengo de las afrentas sufridas a manos de esos hombres, estoy incitando o invitando a que me infieran más. Pues escrito
[394]
está: "Si no vengas una antigua afrenta, incitas a tus enemigos a que te infieran otras nuevas." También si adopto una actitud tolerante me pueden afligir con tantos agravios que sea incapaz de soportarlos o resistirlos, y por ello ser tenido por flojo o débil. Es un dicho común: "Una paciencia excesiva te acarreará numerosos e insoportables sufrimientos."

A lo que Prudencia respondió:

—Convengo en que el exceso de aguante no es provechoso; pero de esto no se deriva que quien sufre una afrenta deba vengarse de ella cuando semejante acción corresponde a los jueces, que son los designados para castigar los insultos y maldades. Así los dos apotegmas que has mencionado se aplican únicamente a los magistrados, pues cuando éstos se muestran tolerantes y poco severos, están como invitando e incitando a que un malhechor cometa nuevos agravios y maldades. También un hombre sabio dijo que "el juez que no castiga a un villano, le manda y ordena que cometa nuevas faltas". Si los magistrados y soberanos toleran blandamente a los malhechores de su jurisdicción, puede suceder que éstos, al acrecentar su fuerza y poder, terminen por arrojar de su escaño a quienes no atajaron sus desmanes.

»Pero supongamos ahora que estás autorizado a vengarte. Afirmo que, actualmente, no estás suficientemente capacitado para ejecutarla. Si te comparas con tus adversarios, verás, como antes te he hecho ver, que te aventajan en muchos terrenos. Así, declaro que, por el momento, te conviene mostrarte tolerante y paciente.

»Aún más. De sobra conoces el común refrán: "El que combate con uno más fuerte o poderoso que él está loco; es peligroso luchar con uno de igual a igual, es decir, con uno que posee pareja fuerza, y hacerlo con uno más débil, es necedad." Por tanto, uno debe rehuir la pelea con todas sus fuerzas. Salomón declara: "Gran cumplido es abstenerse de peleas y refriegas"
[395]
. "Y si aconteciera o sucediera que uno de gran fuerza o poder te afrentase, procura e intenta refrenar el agravio antes que vengarlo." Porque Séneca afirma que "quien se querella con otro más poderoso que él, en gran peligro se pone"
[396]
. Y Catón dice: "Sé tolerante cuando te ofende alguien más fuerte o de más elevada dignidad que tú; porque quien una vez te agravió, puede desagraviarte y serte útil en otra circunstancia"
[397]
.

»Pero aún en el caso de que poseas a la vez fuerzas y poder para ejecutar tu venganza, creo que en muchas ocasiones debes evitar vengarte, y optar por soportar con paciencia y ser tolerante con los agravios que te infirieron, sobre todo si tienes en cuenta tus propios fallos personales. Por ellos el propio Dios ha permitido, como te he relatado antes, que sufras tribulación. Pues el poeta sentencia que "debemos soportar pacientemente las tribulaciones, pensando y considerando que nos las hemos merecido".

»San Gregorio afirma: "Cuando uno considera sus numerosas faltas y pecados, entonces las penas y tribulaciones que sufre le parecen más leves; y cuanto más seria y profundamente medita en sus pecados, más livianas y llevaderas le parecerán." En consecuencia, debes humillarte y estar dispuesto a imitar la paciencia de Jesucristo Nuestro Señor, como aconseja San Pedro en sus Epístolas: "Jesucristo ha sufrido por nosotros y dado ejemplo para que todos le imitemos y sigamos, pues Él jamás pecó o profirió palabra maligna. No maldecía cuando los hombres le maldecían, ni los amenazaba cuando le atormentaban"
[398]
.

»El aguante que los santos del Paraíso mostraron cuando fueron afligidos por la tribulación sin culpa alguna debe también moverte a ser paciente. Piensa, además, que las tribulaciones de este mundo son de poca duración y pasan presto, y, en cambio, la paciencia en la aflicción produce eterna alegría en el hombre. Lo indica el apóstol en su Epístola con estas palabras: "La alegría de Dios es perdurable"
[399]
, es decir, eterna. También creo y sostengo con firmeza que el impaciente, o el que no quiere serlo, es un hombre ignorante y mal criado. Salomón declara al respecto que "la paciencia refleja la instrucción y la sabiduría de un hombre"
[400]
. Y en otro lugar sostiene que "el paciente se conduce con gran prudencia"
[401]
. Y continúa el mismo Salomón: "El colérico e iracundo alborota, el paciente se refrena y tranquiliza"
[402]
. Y sigue: "La paciencia es preferible a la gran fortaleza; y el autodominio del propio corazón es más loable que el conquistar importantes ciudades por la fuerza o poder"
[403]
. Y, por consiguiente, dice Santiago en su Epistolas
[404]
que "la virtud que corona la perfección es la paciencia".

Melibeo respondió:

Admito, señora Prudencia, que la paciencia es la corona de la perfección, pero no todos pueden alcanzar la que propugnas. Ni yo mismo soy un hombre perfecto: mi corazón no hallará la paz hasta que yo me vengue. Mira cómo mis enemigos, a pesar del riesgo que corren al agraviarme, no albergan estos pensamientos, sino que buscan satisfacer sus malvados designios y propósitos. Y, así, considero que la gente no debe reprocharme el que, para vengarme, me arriesgue un poco, ni que cometa un grave exceso vengando un ultraje con otro.

Prudencia respondió:

—¡Ay! Manifiestas tu propósito y tus inclinaciones, pero bajo ningún concepto uno debe cometer exceso o injusticia con fines reivindicativos. Casiodoro afirma que «quien venga un ultraje obra tan mal como el que lo comete»
[405]
. En consecuencia, tu venganza se debe ajustar a derecho, es decir, a la ley, sin excesos ni afrentas. Y también pecas si quieres vengarte de las afrentas de tus enemigos de un modo ajeno a la legalidad. Y, en consecuencia, Séneca declara que «uno no debe vengar una maldad con otra»
[406]
. Y si afirmas que el derecho demanda que un hombre defienda la violencia con la violencia y la agresión con la agresión, tendrás razón si semejante defensa se efectúa sin dilación o interrupción, como autodefensa, no como venganza. Resulta pertinente que uno ponga moderación en su defensa, de modo que nadie pueda aducir crueldad o fogosidad excesivas, cosas ambas contrarias a la razón. De sobra conoces que ahora no ejecutarías una acción defensiva, sino vindicativa; en consecuencia, tu actuación no sería moderada. De ahí deduzco que la paciencia es buena, pues Salomón declara que «el impaciente recibirá gran daño»
[407]
.

Melibeo adujo:

—Te lo concedo: no es de extrañar que resulte perjudicado quien es impaciente e iracundo en temas que no le tocan o no son de su incumbencia. Pues la ley declara que «quien se entromete o inmiscuye en cosas que no le tocan, es culpable»
[408]
. Y Salomón dice que «quien se entromete en alboroto o refriega ajenas es semejante al que coge un perro por orejas»
[409]
. Pues del mismo modo que quien agarra un perro ajeno por las orejas resultará posiblemente mordido, también parece razonable que resulte perjudicado quien, por impaciencia, interviene en negocio ajeno que no le incumbe.

»Pero conoces perfectamente que este hecho, es decir, mi aflicción y ultraje, me han afectado mucho. Por consiguiente, no es de extrañar que esté impaciente y airado. Además, en perjuicio de tu opinión, no logro adivinar los graves daños que se puedan derivar de mi venganza, ya que soy más rico y poderoso que mis enemigos. De sobra sabes que con dinero y abundante caudal se arreglan los asuntos terrenos. Salomón lo corrobora: "Todo obedece al dinero"
[410]
.

Al ver Prudencia cuán engreído estaba su esposo de su dinero y riquezas y cómo menospreciaba el poder de sus enemigos, se le dirigió en estos términos:

Acepto, mi amado señor, tu riqueza y poder, y que el dinero ganado legítimamente, y usado adecuadamente, es bueno. Pues así como el cuerpo humano no puede vivir sin alma, tampoco puede hacerlo sin bienes temporales. También se pueden ganar numerosos amigos a través de las riquezas. Y por ese motivo afirma Pánfilo
[411]
: «La hija de un boyero acaudalado podrá elegir esposo entre mil, pues ninguno de entre ellos la rechazará o la desairará.» También el mismo Pánfilo declara: «Si eres muy feliz —es decir, si eres muy rico—, entonces encontrarás multitud de camaradas y amigos. Si tu suerte se tuerce y te empobreces, despídete de los unos y los otros: te encontrarás —con la excepción de los pobres— solo y aislado.» El mismo Pánfilo añade incluso que «el siervo o esclavo por nacimiento se convierte en digno y respetable con sus riquezas». Y así como de la riqueza se desprenden grandes beneficios, así también se derivan multitud de daños y perjuicios de la pobreza. La pobreza extrema impele al hombre a numerosos perjuicios. Por esto, Casiodoro denomina a la pobreza madre de la ruina, a saber, madre de los derramamientos y destrucciones
[412]
. En consecuencia, Pedro Alfonso confirma: «Quien —bien por haber nacido libre, bien por su linaje— se ve forzado a comer de las limosnas de su enemigo, por ser pobre, sufre una de las mayores adversidades de este mundo»
[413]
.

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