Read Cuentos de Canterbury Online
Authors: Geoffrey Chaucer
»Lo mismo opina Inocencio cuando en uno de sus libros afirma: "La situación del pobre mendigo es triste y desafortunada. Porque, si no mendiga, perece de hambre; y si pide, constreñido por la necesidad, perece de vergüenza; y la necesidad siempre le impele a pedir"
[414]
. Y, por consiguiente, afirma Salomón que "es preferible morir a poseer semejante pobreza"
[415]
. También el mismo Salomón añade: "Es preferible perecer de muerte amarga que vivir de este modo"
[416]
>. Por todos estos motivos y por muchos otros— estoy conforme en que las riquezas bien obtenidas y aplicadas son provechosas. Así, quiero enseñarte a actuar correctamente en la adquisición y disposición de bienes.
»En primer lugar, no demuestres avidez por las riquezas, sino que búscalas poco a poco, con calma y de modo reflexivo. Pues quien codicia riquezas se entrega al robo y a toda suerte de maldades. Al respecto afirma Salomón: "Quien se apresura a enriquecerse no puede mantenerse inocente"
[417]
. Y también: "Las riquezas ganadas con rapidez se alejan de él pronto y velozmente; pero las que vienen poco a poco, siempre se acrecen y multiplican"
[418]
.
»Señor, incrementa tu patrimonio con tu esfuerzo e inteligencia, para tu propio provecho, sin causar perjuicio o injusticia a terceros. En la ley se lee que "el ocasionar daño a otra persona no enriquece a nadie". Es decir, existe un impedimento y prohibición legal para enriquecerse a costa del perjuicio apeno. Y Tulio comenta que "ningún agravio, ni temor mortal, ni nada que pudiera acontecerle, va tanto contra la naturaleza como el fomentar el propio provecho a expensas del mal de otra persona"
[419]
.
»Y aunque los poderosos y magnates se enriquecen con más facilidad que tú, no debes ser negligente o lento en afanarte en tu beneficio: huye siempre de la ociosidad. Salomón observa que "la ociosidad es la madre de numerosas maldades"
[420]
. Y el mismo Salomón añade que "quien se afana y ocupa en roturar la tierra comerá pan: pero el perezoso desocupado y sin trabajo se verá sumido en la misena y morirá de hambre"
[421]
. El perezoso e indolente nunca encuentra tiempo para trabajar. Ya lo dijo el poeta: "En invierno, el perezoso se excusa de trabajar a causa del frío, y en verano, del calor excesivo." Y Catón exhorta: "No te acostumbres a dormir demasiado, porque el descanso prolongado engendra y alimenta numerosos vicios"
[422]
. Y en consecuencia, San Jerónimo declara: "Haz buenas obras para que el diablo, nuestro enemigo, no te encuentre ocioso"
[423]
, porque el diablo no hace sucumbir fácilmente a quien está empeñado en el bien obrar.
»Así, huye de la ociosidad en la adquisición de bienes, y después, utiliza tus ganancias, finto de tu habilidad y esfuerzo, de forma que no te consideren ni mezquino ni cicatero, ni excesivamente pródigo y liberal. Catón afirma: "Utiliza los bienes ganados de modo que no te puedan llamar tacaño o avaro; el ser pobre de corazón y rico en bienes es sumamente vergonzoso para un hombre"
[424]
. Y asimismo dice: "Gasta con mesura tus ganancias"
[425]
, pues los que dilapidan y despilfarran tontamente sus bienes, intentan, al perderlos, arrebatar los del prójimo.
»Declaro, pues, que debes huir de la avaricia y utilizar tus bienes de forma que nadie te acuse de enterrarlos, sino de que los guardas bajo tu control y poder.
Un sabio critica al avaricioso en un par de versos: "¿Por qué y para qué entierra uno sus bienes movido por extrema avaricia si sabe sobradamente que necesariamente ha de morir? En esta vida presente, la muerte es el fin de todos." ¿Y por qué causa o razón se aferra y apega tan afanosamente a sus posesiones de modo que todos sus sentidos no se pueden alejar o apartar de ellas, si harto sabe, o tendría que saber, que, cuando muera, no se llevará nada de este mundo? Por consiguiente, San Agustín afirma que "el avaro se parece al infierno, que cuanto más devora, más insaciable se muestra".
»Pero así como debes evitar se te considere tacaño o avaro, igualmente has de evitar se te tache de excesivamente pródigo. Tulio afirma sobre este tema: "No tengas escondidos y soterrados tus bienes patrimoniales de modo que permanezcan ajenos a tu piedad y generosidad —es decir, dar parte a los que padecen gran penuria—; pero tampoco los tengas tan evidentes que sean comunes a todos"
[426]
.
»Después —en lo tocante a la disposición y uso de tus bienes—, debes tener siempre en tu pensamiento tres cosas, a saber: Dios Nuestro Señor, tu conciencia y tu reputación. Bajo ningún concepto, pues, hagas algo que en algún modo desagrade a tu Hacedor. Pues según afirma Salomón, "mejor es poseer pocos bienes y el amor de Dios, que tener muchas riquezas y perder la estima de Nuestro Señor"
[427]
. Y el profeta declara: "Es preferible ser un buen hombre y tener pocas riquezas y posesiones, que tener muchas y ser reputado como malo"
[428]
.
»Yo voy todavía más lejos. Todos tus esfuerzos en enriquecerte han de cumplir los requisitos de una buena conciencia. El apóstol declara que "lo que más nos debe alegrar aquí en este mundo es el testimonio de una buena conciencia"
[429]
. Y el hombre sabio sentencia: "Cuando su conciencia no se halla en pecado, la riqueza de un hombre es buena"
[430]
.
»En la obtención y disfrute de tus bienes debes poner un gran afán y diligencia en conservar y guardar tu reputación. Salomón afirma que "le es más útil y preferible a uno preservar la reputación que poseer muchos bienes"
[431]
. Y así afirma en otro lugar: "Pon gran diligencia en conservar tus amigos y tu buen nombre, porque eso es más duradero, aunque no sea de tanto precio"
[432]
.
»Indudablemente no merece el sobrenombre de caballero, si, además de Dios y su conciencia, se despreocupa de todo, incluso de su reputación. Y Casiodoro afirma que "el amor y deseo de una buena fama es señal de noble corazón"
[433]
>. Y San Agustín sentencia: "Dos son las cosas necesarias: la buena conciencia y reputación; a saber, buena conciencia en tu interior, y buena reputación ante tu prójimo. Y quien se confie en su buena conciencia hasta el extremo que se despreocupa y desprecia su buena reputación, es un cretino integral"
[434]
.
»Señor, ahora que te he mostrado cómo debes adquirir y utilizar las riquezas, analicemos de qué forma la confianza que tienes en tu hacienda te mueve a buscar peleas y rencillas. Te aconsejo que no inicies las hostilidades confiando en tus posesiones, pues éstas son insuficientes para financiar la guerra. Un
filósofo
afirma al respecto: "Quien busca la guerra a cualquier precio, jamás tendrá lo suficiente para financiarla, porque cuanto más posea, mayores gastos tendrá en pos de la victoria y de la honra."Y Salomón declara que "cuanto mayor sea la riqueza de un hombre, más dilapidadores de sus bienes tendrá"
[435]
.
»En consecuencia, mi querido señor, aunque mucha gente te respalde por tus riquezas, no resulta bueno ni conveniente romper las hostilidades si puedes vivir en paz preservando tu honor y tu propio provecho. Las victorias de este mundo no dependen ni del valor humano ni del número o multitud de tropas, sino de la voluntad de Dios Omnipotente, en cuyas manos estamos. Y, por consiguiente, judas Macabeo, el caballero de Dios, al disponerse a luchar contra sus adversarios, viendo que éstos eran numerosisimos y más fuertes que su ejército, dirigió a su reducida hueste la siguiente arenga: "Nuestro Señor y Todopoderoso Dios igual puede otorgar la victoria a los pocos como a los más numerosos; la victoria en la lucha no se basa en el número de combatientes, sino en el Dios del Cielo, Nuestro Señor"
[436]
.
»Mi querido amo, ya que no existe nadie que tenga la seguridad divina en la victoria, ni de que Dios le ama, debe siempre temer mucho romper las hostilidades porque en los peligros bélicos sucumben tanto los débiles como los poderosos. Leemos en
Reyes II
: "Los hechos bélicos son fortuitos e inciertos
[437]
, pues igual alcanza una lanzada a uno como a otro. Y ya que existe tal peligro en la guerra, el hombre debe hacer lo posible para evitarla porque, como declara Salomón: "Quien ama el peligro perecerá en él"
[438]
Cuando la señora Prudencia hubo concluido su exposición Melibeo respondió:
—Me doy cuenta, señora Prudencia, por tus hermosas palabras y argumentos que has esgrimido, que la guerra te desagrada; pero no me has aconsejado sobre mi actuación para la situación presente.
Ella respondió:
Te aconsejo que llegues a un acuerdo y firmes la paz con tus enemigos. En sus Epístolas, Santiago afirma que «con la paz y la concordia las pequeñas riquezas se acrecientan, mientras que las grandes fortunas se pierden por la guerra y la discordia»
[439]
. Y bien sabes que la unidad y la paz son una de las mayores y más elevadas cosas de este mundo. Por este motivo Jesucristo Nuestro Señor dijo a los apostoles «Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios»
[440]
.
Melibeo apostilló:
—¡Ay! Veo claramente ahora que no tienes en estima ni mi honor ni mi dignidad. Te consta que mis enemigos han iniciado este combate y querella con un ultraje, y te consta, asimismo, que ni buscan ni piden la paz. ¿.Acaso pretendes que sea yo quien vaya y me humille y me someta a ellos y suplique su favor? En verdad, esto no me reportaría honra alguna, ya que es opinión común que si el orgullo desmedido engendra desprecio, tal acontece con la exagerada humildad. Al oír estas palabras puso un rostro de enojo y replicó:
—Sin duda, señor, si no te ha de disgustar, te diré que estimo —siempre ha sido así— tu bien y reputación como los míos propios; ni vos ni nadie me ha visto jamás hacer lo contrario. De cualquier forma, no me he equivocado al aconsejarte la paz y la concordia. El hombre sabio aconseja que sea otro quien comience la contienda y tú quien inicie la reconciliación
[441]
. Y el profeta declara: «Huye del mal y obra el bien; y, en cuanto de ti dependa, busca la paz y síguela»
[442]
. Sin embargo, no te digo que atosigues a tus enemigos con tus peticiones de paz, en vez de esperar a que ellos vengan a ti, porque conozco que tu dureza de corazón te impedirá hacer algo por complacerme. Salomón sentencia: «El de corazón empedernido encontrará finalmente la calamidad y la desgracia»
[443]
.
Al ver Melibeo el rostro de disgusto de su esposa, Prudencia, le replicó con estas palabras:
—Señora, te suplico que no te enojes por mis opiniones, pues te consta que estoy enfadado y airado, lo que no es de extrañar: los iracundos no son muy conscientes de lo que dicen o hacen. Por esta causa declara el profeta que los ojos llorosos no ven con claridad. Aconséjame y díctame lo que te plazca, pues estoy presto a complacerte; porque, aunque me reprendas por mi necedad, no por eso dejaré de amarte y admirarte. Pues Salomón afirma que «el que reprende al necio" encontrará más amor que el que le embauca con tiernas palabras»
[444]
Entonces, la señora Prudencia le contestó:
—Sólo pongo un talante enojado y airado para tu propio provecho. Salomón lo corrobora: «Más digno de alabanza es reprender al necio por sus locuras que alabarle y reírse de sus desvaríos»
[445]
. Y el mismo Salomón añade que «el rostro adusto de un hombre (es decir, su seriedad y rigidez) corrige y enmienda al necio
[446]
.
Melibeo respondió:
—No puedo refutar tus numerosas opiniones, pues me las presentas y argumentas con solidez. Dime brevemente tu consejo y voluntad, que estoy dispuesto a ejecutarlo y llevarlo a cabo.
Entonces, la señora Prudencia le desveló su propósito con estas palabras:
—Te aconsejo, sobre todo, que hagas las paces con Dios y te reconcilies con Él y su gracia. Pues, como te he relatado con anterioridad, por tus culpas, Dios ha permitido que te sobrevinieran estas penas y aflicciones. Y si obras como te digo, Dios te enviará a tus enemigos a postrarse a tus pies, dispuestos a ejecutar tu voluntad y deseos. Pues Salomón dice: «Cuando la condición de un hombre es agradable y placentera a los ojos de Dios, Él cambia el corazón de sus adversarios y les compele a pedir a ese hombre su paz y favor
[447]
. Te suplico que me autorices a hablar con tus enemigos en privado, sin que ellos sepan tus intenciones y propósitos. Y después, al enterarme de sus designios, te podré aconsejar con mayor seguridad.
—Señora —repuso Melibeo—, haz como deseas y quieres, que yo me pongo a tu entera disposición y obediencia. Cuando la señora Prudencia vio la buena disposición de su esposo, deliberó y ponderó reflexivamente la posible forma de rematar este asunto con una feliz conclusión y término. Y envió recado a esos adversarios para encontrarse a solas con ellos en momento oportuno: les mostró con prudencia los grandes beneficios derivados de la paz y los graves peligros inherentes a la guerra; y les manifestó con suavidad su obligación de arrepentirse por la injuria y afrenta inferidas a Melibeo, su señor, a ella misma y a su hija.
Cuando ellos escucharon las bondadosas palabras de la señora Prudencia, mostraron tal sorpresa y arrobamiento, que se vieron inundados de gozo indescriptible; y le respondieron:
—¡Ay!, señora, nos has mostrado los beneficios de la mansedumbre, tal como afirmó el profeta David
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. Con tu inusitada bondad, nos ofreces un perdón inmerecido que deberíamos suplicar humilde y contritamente. De donde se colige cuán acertada es la sentencia de Salomón cuando afirma: «Las palabras conciliadoras incrementan y multiplican las amistades, y ablandan y tornan bondadosos a los malos»
[449]
.
»En consecuencia, sometemos este asunto, litigio y causa a tu parecer, y declaramos estar prestos a acatar las decisiones y órdenes de nuestro señor Melibeo. Así, pues, te encarecemos, nuestra buena y amada señora, con toda la humildad de que somos capaces, que te dignes poner en práctica tus liberales y generosas opiniones emanadas de tu gran bondad. Declaramos haber inferido a Melibeo tal afrenta que rebasa los límites de lo perdonable. Nos reconocemos en deuda con él y nos comprometemos a cumplir sus órdenes y decisiones.