Read El camino del guerrero Online
Authors: Chris Bradford
Su débil armazón se hizo pedazos con el impacto y la vela del interior cayó sobre el pelo grasiento de Toru, que prendió al instante. Toru soltó de inmediato a Akiko y a Jack y empezó a dar saltitos como un oso bailarín. Se puso a agitar frenéticamente las manos y se golpeó la coronilla, tratando de apagar el fuego.
Saburo, Kiku y Yori soltaron una carcajada ante el baile de Toru, pero su alegría fue breve.
En medio del caos, Raiden había vuelto a ponerse en pie y, tras agarrar a Saburo por los pelos, empezó a golpearlo. Toru, con la cabeza humeando como una chimenea, se lanzó contra Akiko y Jack.
Se habían acabado las tonterías: los dos monos de Hokkaido estaban decididos a poner fin a la pelea con el siguiente golpe.
—¡YAME! —oyeron exclamar a alguien, y todos se detuvieron inmediatamente. La voz tenía una autoridad tan incuestionable que incluso un grupo de samuráis ebrios que pasaba se detuvo en su camino.
—En nombre de Buda, ¿qué está pasando? —exigió la voz.
De la oscuridad surgió Masamoto con el rostro encendido. Yamato, todavía en retirada, palideció al instante e inclinó la cabeza avergonzado, mientras Kazuki y Nobu se arrodillaban suplicantes.
—¡Dejad a mis estudiantes en paz! —ordenó Masamoto mientras, con velocidad cegadora, su mano lanzaba un
nukite-uchi
contra el cuello de Raiden.
El canto de la mano de Masamoto golpeó un punto de presión situado en la nuca de Raiden, cuyas rodillas cedieron al instante. El grandullón se desplomó como una marioneta a la que hubieran cortado las cuerdas.
Saburo, frotándose la zona de la cabeza donde le faltaba un gran mechón de pelo, corrió junto a Kiku y Yori. Entonces todos hicieron una contrita reverencia ante Masamoto y mantuvieron la cabeza gacha.
—¡Masamoto! ¡Deja a mis estudiantes en paz! —ordenó una segunda voz tras Masamoto.
Un samurái vestido con un quimono azul, amarillo y dorado se acercaba por el sendero. Cuando estuvo más cerca, las linternas iluminaron su rostro. Jack lo reconoció al momento. Era Kamakura Katsuro, el
daimyo
que había visto en el interior del palanquín lacado, en el camino de Tokaido.
El hombre era un poco más bajo que Masamoto, pero lo observaba con desprecio. Kamakura tenía un rostro afilado y cruel, y un bigote puntiagudo disimulaba la tensión de su boca. Escrutó la escena con aire de arrogancia, examinando con gesto implacable a cada uno de los estudiantes de Masamoto, como si fueran alimañas que debían ser exterminadas. Kamakura desprendía una atmósfera de pomposidad y autocomplacencia. Jack pensó en el viejo mercader de té que había sido decapitado por no haberse inclinado a tiempo. Kamakura era claramente un hombre cruel que disfrutaba abusando de su situación de
daimyo.
—Será mejor que controles a tus estudiantes o lo haré yo —replicó Masamoto con firmeza—. Me parece que tienes un problema de disciplina en tu escuela.
—Nosotros no tenemos ningún problema con la disciplina —respondió Kamakura, arrogante—, pero parece que tu escuela tiene un problema con su entrenamiento. Nunca he visto una técnica tan pobre.
—¡No había nada malo en su técnica! ¡Akiko ejecutó una sorprendente
ushiro-geri
y ya me gustaría ver a cualquiera de tus estudiantes ejecutar una
mae-geri
mientras lo están estrangulando!
—Masamoto, por favor. Somos viejos camaradas —dijo Kamakura en tono conciliador—. Este no es un asunto que haya que zanjarse en un parque público. Hagámoslo según la tradición adecuada. Propongo una
Taryu-Jiai
entre nuestras dos escuelas.
—¿Una
Taryu-Jiai?
—repitió Masamoto, algo desprevenido.
—Esos tres —dijo Kamakura, señalando a Jack, Akiko y Saburo con un gesto despectivo— contra Raiden y Toru, junto con una samurái femenina adecuada que pueda competir con tu chica que da coces hacia atrás.
—¿Qué disciplinas propones? —preguntó Masamoto, pasando por alto el insulto dirigido a Akiko y empezando a acariciar la idea.
—
Kenjutsu, kyujutsu, y taijutsu.
—De acuerdo —dijo Masamoto, sin la más mínima preocupación.
Jack, sin embargo, se sintió más que perturbado por la sugerencia de una
Taryu-Jiai.
No tenía ni idea de lo que era, pero Akiko había palidecido de pronto y a Saburo se le había pasado la borrachera al instante, así que eso de la
Taryu-Jiai
no parecía una perspectiva prometedora.
—¿Alguna preferencia para la celebración de esta pequeña competición? —preguntó Kamakura.
—¿Qué te parece el día antes del Festival Gion? —replicó Masamoto como quien no quiere la cosa.
—¡Pero para eso faltan aún tres lunas! —exclamó Kamakura desconcertado.
—A juzgar por la actuación de esta noche, tus estudiantes necesitarán entrenamiento extra. Queremos que esto sea una auténtica competición, ¿no? No un paseo —replicó Masamoto, mostrando una amplia sonrisa mientras inclinaba la cabeza—. Además, siempre me gusta celebrar mis victorias con un buen festival.
—¿Por qué no defendiste su honor? —tronó Masamoto.
La respuesta fue un susurro y prácticamente no pudo oírse.
—¡Te vi retirarte! Tenno nunca habría hecho algo así —continuó Masamoto, escupiendo ira como si fuera fuego—. ¿Por qué no ayudaste a Jack-kun? Corrígeme si me equivoco, pero le debes la vida. Te salvó. Demuestra que es más samurái de lo que tú lo has sido jamás.
Se oyeron gimoteos y una disculpa entre murmullos.
—¿Dónde está tu coraje, tu valor, tu honor? Eres tú quien debería combatir en la
Taryu-Jiai
para defender el nombre de mi escuela. ¡No Jack-kun!
La voz de Masamoto se quebró, y de pronto se oyó un golpe y el sonido de una taza de té al caer de una mesa.
—¡Has traído el deshonor a esta familia y a ti mismo! ¡Márchate! ¡Piensa en lo que significa ser un Masamoto, y vuelve cuando tengas una respuesta!
La
shoji
se abrió y Yamato salió con el rostro colorado y bañado por lágrimas de vergüenza. Evitó intercambiar una mirada con Jack, Akiko y Saburo, que estaban arrodillados fuera de la
Hô—Oh-No-Ma
, la Sala del Fénix. Era la sala de entrenamiento personal de Masamoto, donde sólo eran convocados los estudiantes lo suficientemente buenos para aprender la técnica de los «Dos Cielos».
—Yamato, lo siento... —empezó a decir Jack, deseoso de ayudarlo de algún modo.
Pero Yamato lo interrumpió con una furiosa mirada y se marchó sin mirar atrás.
—No es culpa tuya, Jack —dijo Akiko en voz baja.
—Sí que lo es. Si no hubiera venido aquí, él no estaría en esta...
—¡ENTRAD! —tronó la voz de Masamoto.
Todos se miraron entre sí, aterrorizados. Después de la pelea del
hanami
, Masamoto los había acompañado hasta la escuela y les había ordenado que se fueran directamente a la cama. Apenas habían dormido en toda la noche, pues Masamoto había exigido verlos a los tres al alba, excusando a Kiku y Yori como meros testigos. Akiko le había explicado nerviosamente a Jack que una convocatoria a la Sala del Fénix antes de desayunar sólo significaba una cosa: iban a ser castigados. No sabían hasta qué punto.
—
¡Seiza!
—dijo Masamoto mientras entraban todos y se inclinaban tanto como podían.
Masamoto estaba sentado en un estrado, junto a una mesita lacada en negro. Una criada se afanaba en recoger el té que se había derramado, mientras otra le servía una nueva tetera de
sencha.
Tras él, un fénix ardiente pintado en vividos colores sobre una pantalla de seda alzaba el pico hacia el cielo. Masamoto se rebullía en su asiento como un volcán a punto de estallar, con la cicatriz escarlata y brillante como lava fundida. Esperó en silencio hasta que las criadas se hubieron marchado. Jack, Akiko y Saburo temblaban con las cabezas pegadas al suelo.
—¡Erguíos!
Masamoto los examinó con atención, como si estuviera cotejando el castigo que pensaba aplicarles con su capacidad para soportarlo. Masamoto inspiró profundamente y Jack sintió que la boca se le secaba de miedo.
—Excelente —dijo, con una leve sonrisa que asomó en la parte de su rostro donde no había cicatrices—. Estoy muy impresionado por el modo en que os comportasteis anoche.
Todos se miraron entre sí, confundidos. ¿No pensaba castigarlos después de todo?
—Saburo, se te perdona tu estado no demasiado sobrio. Pero sólo porque te mostraste leal a tus compañeros samuráis y porque tu astuto enfrentamiento con ese tal Raiden me demostró que eres capaz de actuar como un guerrero incluso estando ebrio.
Saburo inclinó la cabeza profusamente, incapaz de contener su alivio por el perdón.
—Akiko, eres una auténtica dama de la
Niten Ichi Ryû.
Sólo los guerreros más valientes se enfrentan con osadía al peligro —dijo, henchido de orgullo—. El que atacó a Jack debía de tener dos veces tu tamaño, pero tú no vacilaste. Fue una lástima que no cayera ante tu
mawashi-geri
, pero no te preocupes, se despertará muy dolorido esta mañana, te lo aseguro.
Akiko inclinó la cabeza, dejando escapar un silencioso suspiro: también la había perdonado.
—Y en cuanto a ti, Jack —dijo Masamoto, y sorbió su taza de
sencha.
Jack sabía que al ser la causa de la pelea, no escaparía tan a la ligera. Sin duda sufriría las consecuencias de la ira de Masamoto.
El momento del juicio se hacía esperar. Masamoto se tomaba su tiempo para saborear el té y el estómago de Jack acabó tensándose en un nudo de hierro.
—Sobrepasas mis expectativas continuamente —dijo por fin Masamoto—. Has desarrollado de modo considerable tus habilidades marciales. Eres leal con tus amigos. Y tienes el espíritu de un león. ¿Estás seguro de que no naciste samurái?
—No, Masamoto-sama —dijo Jack, sintiendo una oleada de alivio ante el indulto.
—¿Discúlpame, Masamoto-sama? —preguntó Akiko, inclinándose.
—¿Sí, Akiko?
—¿Nos estás diciendo que lo viste todo?
—Sí.
—Entonces, ¿por qué no impediste la pelea? —interrumpió Jack, sorprendido ante esta revelación.
—Parecía que os estaba yendo bastante bien —dijo Masamoto, tomando un sorbo de
sencha
—. Además, estaba interesado en ver cómo reaccionabais bajo presión. La medida definitiva de un samurái no es cómo se comporta en la comodidad de su
dojo
, sino cómo se comporta en los momentos de desafío y amenaza. He de decir que, aunque un poco desordenado, tu
mae-geri
mostró inventiva y demostró ser efectivo.
Jack, Akiko y Saburo se miraron sorprendidos. Masamoto había visto todo el episodio como una prueba de artes marciales, mientras que para ellos había sido cuestión de vida o muerte.
—Así pues, iremos a la
Taryu-Jiai.
Estoy seguro de que Akiko te ha contado lo que es una
Taryu-Jiai.
Camino de la escuela, Akiko, alarmada por la idea, le había explicado a Jack con voz trémula: «Una
Taryu-Jiai
es una competición entre diferentes escuelas de artes marciales. Los participantes combaten en disciplinas seleccionadas para establecer qué escuela es la mejor, pero hay mucho más en juego que una simple competencia. Una
Taryu-Jiai
es un asunto de honor. La escuela ganadora será coronada como la mejor escuela de Kioto y a su fundador se le concederá el raro privilegio de tener una audiencia con el emperador. Para Masamoto, es impensable que perdamos.» Jack asintió a Masamoto, indicando que comprendía.
—Bien —dijo Masamoto, depositando en la mesa su taza de té—. Por tanto, comprendes la importancia de tal acontecimiento y por qué debemos ganar.
—Pero ¿cómo podemos ganar? —estalló Saburo—. Como dices, nos doblan en tamaño y nos habrían matado si no...
—¡Basta! —dijo Masamoto, interrumpiendo el estallido de Saburo—. La derrota no es una opción, a menos que sea aceptada como una realidad en tu propia mente. No deseo oír murmurar de nuevo esa palabra. Además, cuanto mayor es el obstáculo, mayor es la gloria al superarlo.
[ 7 ]
—
Hai
, Masamoto-sama —reconocieron los muchachos, vacilantes.
—Tenemos suerte de que hubiera conseguido tiempo suficiente para que perfeccionéis vuestras habilidades. Cierto, son más grandes que vosotros. Pero cuanto más grandes sean, más duro caerán y, con las técnicas adecuadas, eso es lo que ocurrirá.
Akiko había tenido razón, pensó Jack. La derrota era un concepto extraño para la mente de Masamoto. No esperaba menos de ellos.
—He dispuesto con vuestros
senseis
clases extraordinarias cada noche hasta la competición en julio. Se os requerirá que os entrenéis el doble de duro y el doble de tiempo que todos los demás.
—Pero... —protestó Saburo.
—¡Basta! Actuaréis como samuráis y venceréis.
Masamoto los despidió e, inclinando la cabeza, ellos abandonaron la sala.
En el exterior, Kazuki y Nobu esperaban de rodillas. Nobu parecía pálido de angustia y, por una vez, Kazuki no tuvo valor para burlarse de Jack. Estaba demasiado preocupado por su propia situación para reparar en él.
Jack, Akiko y Saburo se dirigieron en silencio a la
Chô—no-ma
para desayunar, demasiado aturdidos por la tarea que les esperaba para murmurar una sola palabra.
Durante todo el día, Jack, Akiko y Saburo fueron acosados por los otros estudiantes, que querían saber si era cierto que lucharían en una
Taryu-Jiai
por el honor de la escuela. El rumor se había extendido rápidamente y ahora que estaba confirmado, todos querían ser sus amigos, convencidos de que quizá podrían elevar su estatus por asociación.
Jack fue de pronto aceptado como compañero samurái. Ya no volvieron a llamarlo Gaijin Jack, ni susurraban a sus espaldas cuando lo veían pasar. Todos se enteraron de que había luchado con valentía contra los gemelos Seto de Hokkaido y querían ser parte de tan valerosa acción.
Esa noche, en la cena, la lucha del
hanami
se había convertido en una leyenda. Los gemelos del clan Seto eran gigantes de dos metros de altura y llevaban garrotes. Akiko había volado por los aires, ejecutando patadas en tijera, patadas de media luna y patadas de hacha en todas las direcciones. Jack era ahora el samurái que podía luchar sin necesidad de recuperar el aliento. Y Saburo se había convertido en el guerrero borracho que había derrotado a Raiden, el Dios del Trueno, con los ojos cerrados.