El joven samurai: El camino de la espada (16 page)

BOOK: El joven samurai: El camino de la espada
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El aliento de Jack se condensaba ante él como humo mientras golpeaba con su catana el aire helado.

Todas las mañanas, desde que Kazuki y su Banda del Escorpión lo atacaron en la Sala del Halcón, Jack se había despertado temprano para practicar su
kenjutsu
en el jardín zen del sur, realizando un ritual de cien tajos con cada
kata
antes del desayuno, tal como había jurado que haría. El
sensei
Hosokawa podía haberle prohibido usar su espada en clase, pero eso no iba a impedir que Jack lo practicara en su tiempo libre. Estaba decidido a tener éxito en el Pasillo, no importaba lo que fuera el Juicio de la Espada.

Jack se dirigía luego al
Butokuden
y golpeaba la
makiwara
cincuenta veces con cada puño, condicionando sus huesos para el Juicio de la Madera. Golpeaba el poste acolchado tan duramente que sus manos seguían temblando durante el desayuno y tenía que esforzarse por sostener sus
hashi.

Por las tardes, después de las clases, se reunía con Akiko en el jardín mientras ella perfeccionaba sus habilidades
kyujutsu
en preparación del Juicio del Fuego. Entre flecha y flecha, ella corregía su pose, guiaba su puntería y le obligaba a «olvidar» el blanco. De vez en cuando Jack incluso acertaba en la diana. Después, cuando tenían tiempo, ella le ponía a prueba con sus
kanji
y le enseñaba un carácter nuevo.

Una vez, durante estas lecciones no oficiales, Jack sacó a colación el tema de su extraordinaria habilidad para trepar, pero ella lo descartó considerándolo algo natural, y se rió de su sugerencia de un entrenamiento ninja y terminó la discusión exclamando:

—No soy más ninja que tú japonés.

Jack incluso se unió a Yori en su ritual nocturno de hacer grullas de papel, esperando aumentar sus posibilidades en el Juicio de los Koan con el
sensei
Yamada. Ahora ya dominaba los diversos pliegues y el proceso del
origami
le resultaba tranquilizador, aunque por qué necesitaba Yori tantos modelos de papel era algo que Jack no comprendía. La diminuta habitación de su amigo rebosaba con cientos de pajaritos blancos.

A través de su rutina diaria, la vida de Jack en Japón adquirió un ritmo firme y, día a día, ladrillo a ladrillo, la pared invisible que se alzaba en el camino de su entrenamiento samurái empezaba a derrumbarse. Sabía que había mejorado, ¿pero sería suficiente para asegurarle un lugar en el Círculo?

Si no hubiera sido por Kazuki y su Banda del Escorpión, se habría sentido casi feliz con su vida en la escuela. Tras el decreto de Masamoto, Jack ya no fue físicamente amenazado por ninguno de los miembros de la banda, pero eso no impidió que se burlaran de él, insultándolo o susurrando «¡Vete a casa,
gaijin!»
cada vez que se presentaba la oportunidad. Estos eran los ataques de los que Masamoto no podía protegerlo. Y contra ellos tenía que aplicar el
fudoshin.

Al principio Jack pudo conseguir que las amenazas vacías no le afectaran, pero se volvió más difícil a medida que más estudiantes empezaron a simpatizar con el punto de vista de Kazuki. Era como si en la escuela se estuviera formando una división entre aquellos que aceptaban a los extranjeros y los que no.

Estaba empezando a preguntarse si Masamoto había sido completamente sincero con él al hablarle de la influencia de Kamakura en Japón. A pesar de su promesa, el samurái había sido convocado dos veces en las tres últimas semanas por el
daimyo
Takatomi, y Jack se topaba de vez en cuando con estudiantes que discutían la noticia de que otro cristiano había sido perseguido o desterrado por el
daimyo
Kamakura y sus samuráis. Cada vez que esto sucedía, los estudiantes parecían cohibidos por la presencia de Jack, la conversación se interrumpía, ponían excusas y se marchaban. Jack tenía la sensación de que, aunque alguno de ellos todavía lo apreciaba, ya no podían permitirse relacionarse con él. Estaba aprendiendo rápidamente quiénes eran sus verdaderos amigos.

Jack, con la espada en alto para descargar el último golpe de su sesión de entrenamiento, oyó el crujido de la nieve tras él. Se dio media vuelta, medio esperando ver a Kazuki o a alguno de sus seguidores.

—Pensé que te encontraría aquí —dijo Akiko. Estaba envuelta contra el frío en varias capas de kimono, pero su cálida sonrisa fundía el gélido invierno del aire.

Jack bajó la guardia y envainó la espada.

Akiko contempló la densa capa de nieve que había caído durante la noche.

—Sabes lo que esto significa, ¿verdad?

Jack asintió.

—Las pruebas para el Círculo de Tres.

Esa misma mañana, más tarde, al acercarse a los tres bloques de madera cuidadosamente colocados en el centro del
Butokuden
, Jack rezó para que todos sus esfuerzos le permitieran superar las pruebas. Necesitaba estar entre los cinco primeros, pero era sólo suerte que la selección comenzara con la selección de la más dura de las pruebas: el
tamasbiwari.

Nadie hasta ahora había atravesado los tres bloques y Jack sabía que sólo tenía una oportunidad para hacer bien esta prueba.

La escuela entera ocupaba todo el
Butokuden
para verlo. Guardaron silencio cuando Jack se posicionó para golpear.

Se frotó las manos para darse calor, aunque el sol de la mañana se filtraba a través de los ventanales. Tras hacer sus preparativos finales, trató de convocar la energía explosiva a la que había recurrido cuando demolió los dos bloques delante de Masamoto.

El
sensei
Kyuzo, que era el árbitro oficial de la prueba, se hizo a un lado, cruzado de brazos.

—Cuando estés preparado —dijo, mirando irritado a Jack—. No es que vayas a estarlo nunca —añadió entre dientes mientras Jack alzaba el puño.

Jack trató de ignorar el comentario, pero su concentración había quedado desequilibrada por la distracción deliberada del
sensei.
En el fondo de su mente estaba ahora implantada la idea de que no estaba preparado, que la combinación de los tres bloques era demasiado gruesa.

¡thunk!

El puño de Jack chocó contra la madera. Las dos primeras tablas se rompieron, pero la tercera capa de cedro aguantó y la mano de Jack se detuvo bruscamente, enviando una mareante ola de dolor por todo su brazo.

Un murmuro de decepción recorrió el
dojo.

Jack se frotó la mano dolorida, furioso consigo mismo por permitir que el comentario del
sensei
Kyuzo rompiera su concentración. Fue aquella sombra de duda lo que impidió la ruptura.

Mostró rápidamente sus respetos a Masamoto, que observaba los procedimientos desde la alcoba ceremonial con los otros
senseis.
Su tutor había regresado esa mañana para las pruebas de selección y el viaje parecía haberlo dejado cansado e irritable. Tenía la cicatriz inflamada y sacudió despacio la cabeza, claramente decepcionado por la actuación de Jack, igual que el muchacho estaba decepcionado consigo mismo.

Mientras se arrodillaba junto a los treinta estudiantes que participaban en las pruebas, Jack vio al
sensei
Kyuzo sonreír con maldad.

—No te preocupes, Jack —dijo Akiko, que también había sido derrotada por el
tamashiwari
—. Todavía nos quedan tres pruebas más para demostrar nuestra valía.

Sus palabras tranquilizaron a Jack hasta que Kazuki avanzó hacia el reto acompañado por gritos de ánimo.

El
sensei
Kyuzo sustituyó los bloques rotos por otros nuevos, mientras le susurraba a su protegido algo al oído.

Kazuki asintió una vez, y luego concentró su atención en los bloques de madera. Con una firme expresión de determinación, atravesó con el puño los tres bloques, lanzando astillas de madera por los aires.

La escuela prorrumpió en un enorme vítor mientras Masamoto y su
sensei
aplaudían respetuosamente. Incluso Jack tuvo que admitir que la hazaña era impresionante. Kazuki hizo una rápida reverencia a Masamoto, confirmada su reputación como el primer estudiante en pasar una prueba.

El
dojo
quedó despejado y se preparó para el Juicio del Fuego de la
sensei
Yosa. Colocaron un blanco de tiro con arco en el otro extremo, y colocaron un alto candelabro de madera delante con una fina vela blanca encima, de modo que el pabilo quedaba en línea con la diana.

Los participantes en la prueba se prepararon en el otro extremo del
Butokuden
, eligieron arcos del bastidor y comprobaron que sus flechas estuvieran en buen estado.

Jack fue a seleccionar el suyo, pero Kazuki, Hiroto y Goro se abrieron paso a empujones para seleccionar los mejores. El único arco que quedaba estaba muy usado, y no en las mejores condiciones. Jack probó su fuerza y supo al tensarlo que había perdido gran parte de su poder.

—La primera prueba del
sensei
Kyuzo valoraba la fuerza —proclamó Masamoto a los estudiantes reunidos—. La fuerza del cuerpo y la fuerza de la mente. La próxima prueba será dirigida por la
sensei
Yosa y evaluará vuestra destreza y habilidad técnica.

La
sensei
Yosa se puso en pie y se dirigió al blanco; su largo cabello negro ondeaba a la espalda del kimono rojo sangre. Sostenía en la mano un papel encendido que usó para encender el pabilo. La vela fluctuó y cobró vida, la llama un diminuto pétalo de luz delante de la diana.

—Vuestro desafío es apagar la vela —explicó la
sensei
Yosa—. Se os permitirán dos intentos.

—Buena suerte —le susurró Yamato a Jack.

—Creo que necesitaré más que suerte —respondió Jack, contemplando su arco.

La distancia de tiro era igual a la longitud del jardín zen del sur, lo que hacía que el disparo fuera difícil incluso sin el factor adicional de la llama.

El primero en intentarlo fue Goro. El malestar anterior de Jack por la selección de los arcos quedó templado por la escandalosa actuación del muchacho. Una carcajada estalló cuando una de sus flechas falló el blanco por completo y rebotó en una de las columnas, casi dándole a la
sensei
Yosa.

Entonces le tocó el turno a Akiko.

Ella terminó de preparar el arco de bambú y las flechas de pluma de halcón que la
sensei
Yosa le había regalado en verano. Como era la única estudiante que tenía su propia arma, no había necesitado pelear por una de la escuela. Se alineó con el blanco, colocó una flecha en la cuerda y luego alzó el arma por encima de su cabeza. Hizo todo esto con una gracia y elegancia que recordaban a la propia
sensei
Yosa.

La primera flecha de Akiko atravesó la diana con un golpe resonante, como un latido.

Hubo un momento de asombrado silencio.

Akiko no necesitó disparar una segunda flecha. Su disparo había sido tan certero que había cortado la llama por la mitad mientras las plumas apagaban la vela.

El
Butokuden
estalló en aplausos extasiados.

La actuación de Akiko dejó a todos en evidencia. Cada participante lo intentó, disparando con la mejor de las intenciones, pero nadie pudo igualar la habilidad de Akiko. Yamato alcanzó el blanco ambas veces, pero no apagó la vela. La actuación de Kazuki fue más impresionante, su segunda flecha cortó el borde de la vela y casi la partió por la mitad. Sin embargo, para alivio de Jack, la llama permaneció encendida. Incluso Emi, que habitualmente estaba a la par con Akiko, no apagó la vela, aunque alcanzó las dos dianas. Hiroto fue la única excepción. Su segunda flecha cortó el pabilo de la vela, apagando la llama.

Entonces le tocó el turno a Jack.

Con el éxito de Kazuki, Akiko e Hiroto en una de las pruebas y por tanto con buenas posibilidades para entrar en el Círculo de Tres, estaba empezando a sentir la presión.

Tenía que ser elegido. Tenía que demostrar su valía.

Tenía que aprender los Dos Cielos.

Recurriendo a todas sus reservas de concentración, Jack se colocó ante el objetivo. Se concentró en la diminuta llama al fondo de la sala, no más grande que un capullo de rosa. Tensó su arco, moviéndose fluidamente entre cada gesto como le había enseñado Akiko, y soltó su primera flecha.

Jack hizo una mueca de decepción. La flecha había quedado a un palmo por debajo de la diana. La limitada capacidad de tensión del arco había desviado su puntería. Ajustó su pose para compensar. Concentrándose con atención en la luz aleteante, estaba a punto de disparar su segunda flecha cuando recordó las palabras de la
sensei
Yosa: «Cuando el arquero no piensa en el blanco, entonces puede desarrollar el Camino del Arco.» Jack finalmente comprendió lo que quería decir. Estaba tan concentrado en la vela aleteante que no había advertido que su cuerpo se tensaba.

Dejó de pensar en el blanco, dejó ir su mente y se relajó con el arco. Tras empezar de nuevo, dedicó a cada momento del tiro toda su atención. Al espirar, soltó la flecha, que recorrió todo el
dojo
, recta hacia el centro de la llama.

Alcanzó la diana.

Todo el
dojo
miró la vela, a la flecha que temblaba levemente sobre ella. La llama chisporroteó brevemente y algunos de los estudiantes empezaron a aplaudir, pero su aplauso prematuro murió en cuanto la vela volvió a cobrar vida.

Al instante siguiente, las plumas de la flecha estallaron en llamas, como un terrible presagio.

Jack había fallado la segunda prueba.

25
Más que un trozo de papel

Sentado en un
zabuton
delante de la alcoba ceremonial del
Butokuden
, el
sensei
Yamada se inclinó hacia delante para escuchar a una chica pequeña de cabello marrón oscuro y corto. La muchacha que le susurraba al oído era Harumi, quien, a pesar de su tamaño y para asombro de todo el mundo, había roto los tres bloques durante el Juicio de la Madera. Tras dar su respuesta al Juicio del
Koan
, hizo una reverencia y esperó el veredicto del
sensei
Yamada; su rostro redondo y pálido era tan delicado como el de una muñeca de porcelana.

Tras unos momentos de reflexión, el
sensei
Yamada negó resignadamente con la cabeza y despidió a Harumi, que volvió a la fila.

—¿No puede nadie proporcionar al
sensei
Yamada una respuesta satisfactoria? —preguntó Masamoto, mirando a los participantes en las pruebas que estaban arrodillados ante él. Su indignación ante el fracaso de todos a la hora de resolver esta tercera prueba era notoria, un hecho que se notaba en el enrojecimiento de sus cicatrices—. ¿Me estáis diciendo que no hay ningún estudiante en mi
dojo
que pueda demostrar intelecto y reflexión dignos de un samurái?

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