El joven samurai: El camino de la espada (29 page)

BOOK: El joven samurai: El camino de la espada
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—¿Qué… me has… hecho? —tartamudeó Jack, hiperventilando, mientras una ardiente sensación se extendía por todo su cuerpo, sus brazos y sus piernas.

Ojo de Dragón unió los dedos en forma de cabeza de serpiente y presionó las yemas contra la piel sobre el corazón de Jack.

—Un golpe final a tu corazón te matará.

Susurró las palabras al oído de Jack con sádico placer mientras permitía que sus dedos revolotearan sobre su objetivo.

—Los samuráis conocen y temen este acto como la Caricia de la Muerte.

Jack cerró los ojos, medio murmurando el Padre Nuestro mientras Ojo de Dragón echaba hacia atrás la mano para golpear.

—Pero puede ser una técnica mucho más sutil que la simple muerte —continuó Ojo de Dragón, quien en vez de matarlo buscó con el pulgar un punto de presión bajo la clavícula de Jack—. También puede utilizarse para infringir un dolor insoportable.

Jack abrió los ojos y chilló en la noche mientras el ninja aplicaba presión con la yema del pulgar. La agonía era tan intensa que Jack sintió como si un enjambre de avispas hubiera sido liberado dentro de su pecho. Estuvo a punto de perder el sentido, pero entonces Ojo de Dragón se detuvo y el dolor remitió hasta que ya no fue más que una sensación tintineante, como agujas bajo la piel.

Ojo de Dragón lo estudió un momento, viendo cómo el dolor desaparecía de los ojos de su víctima. Jack habría podido jurar que tras la negra capucha su némesis sonreía ante su sufrimiento.

—¿Dónde está el cuaderno de bitácora? —susurró Ojo de Dragón.

—Me lo han robado —gimió Jack, mareado por los efectos secundarios de la tortura.

—¡Eso era un señuelo! No juegues con tu propia muerte.

El ninja agarró esta vez el brazo derecho de Jack y presionó en mitad de su bíceps. Una presión increíble se acumuló inmediatamente en la mano derecha de Jack, sus uñas se volvieron afiladas astillas bajo la piel y pensó que sus dedos estaban a punto de estallar. Una oleada de náusea lo asaltó. Pero una vez más Ojo de Dragón se detuvo en el umbral de su consciencia.

—He torturado a gente antes. Puedo hacerte sufrir más allá de lo imaginable… y sin embargo no matarte.

Cogió la cabeza gacha de Jack con una mano y lo miró con su ojo único. Jack no pudo ver ni una simple gota de piedad en el alma del ninja.

—Está en el castillo Nijo, ¿no es así? —dijo Ojo de Dragón, sin pasión ninguna.

Los ojos de Jack destellaron de alarma. ¿Cómo podía saber eso? ¿Lo había traicionado uno de sus amigos?

—No hace falta que respondas,
gaijin.
Tus ojos me dicen todo lo que necesito saber. ¿Pero dónde exactamente?

Agarrando con más fuerza la cabeza de Jack, Ojo de Dragón colocó un dedo justo bajo uno de los ojos del muchacho y otro en su barbilla. El ninja se acercó, su malévolo ojo verde brilló sobre el rostro de Jack.

—Vas a decírmelo —dijo con ominosa finalidad.

Un instante después, Jack pensó que le habían clavado en el ojo una barra de acero fundido que le había salido por la nuca. El dolor era más grande que un centenar de fuegos ardiendo, demasiado grande para que pudiera emitir siquiera un grito. La tortura lo privó de todas sus fuerzas y sólo un débil gemido escapó de sus labios.

Entonces el dolor desapareció.

—Esto no es nada comparado con los días de impensable agonía que sufrirás si te dejo vivir. ¿Puedes notar esa ardiente sensación en tu cuerpo?

Jack asintió débilmente, lágrimas torturadas caían por sus mejillas.

—Ése es el dolor que te he infligido hasta ahora. Continuará creciendo como un horno hasta que te vuelvas loco de sufrimiento. Sólo yo puedo ponerle fin. Te lo pregunto por última vez. ¿Dónde está el cuaderno de bitácora?

El ninja volvió a colocar los dedos sobre el rostro de Jack.

—No, por favor… —suplicó Jack.

Jack sintió que su resistencia se quebraba como un árbol en una tormenta. La única esperanza que le quedaba era que el castillo del
daimyo
Takatomi era a prueba de ninjas. Aunque si moría hoy, existía la posibilidad de que su torturador fuera capturado en el acto y castigado por sus crímenes.

—Detrás… del tapiz de la grulla blanca… en el salón de recepción de Takatomi —dijo Jack, haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban.

—Bien. Ahora dime qué es el cuaderno de bitácora.

Jack parpadeó, inseguro de haber oído correctamente.

—El diario de navegación de mi padre —respondió, demasiado aturdido para preguntar por qué Ojo de Dragón no sabía qué era lo que pretendía robar.

—Eso ya lo sé. Mi cliente insiste en que este cuaderno es más efectivo que un asesinato para obtener el poder. Dime por qué.

Jack no respondió.

Ojo de Dragón le dio un brusco golpe con los dedos para recordarle a Jack el dolor que podía infligir. Jack gimió y sintió que su resistencia se desmoronaba una vez más.

—Es la llave a los océanos del mundo conocido. La nación que posea este cuaderno podrá dominar las rutas de comercio y gobernar los mares. La fortuna del mundo está en sus manos.

A medida que lo explicaba, Jack empezó a comprender el interés cada vez mayor de Ojo de Dragón en el poder del cuaderno de bitácora. El ninja podía ser un asesino contratado, pero no era ningún necio. Consciente ahora de la importancia de un objeto semejante, Ojo de Dragón estaba quizá considerando el valor del cuaderno para sus propios propósitos.

—Has sido una gran ayuda —dijo Ojo de Dragón—. Pero ahora ya no me sirves de nada. Pero yo mantengo mis promesas, así que te liberaré de tu tormento. La Caricia de la Muerte es atroz pero rápida. Puede que ni siquiera sientas explotar tu corazón.

El pulso de Jack latió por todo su cuerpo, el corazón pidiendo escapar, mientras Ojo de Dragón formaba una cabeza de serpiente con la mano y le apuntaba al pecho.

Esto es, advirtió Jack. Ésta era la cara de la muerte, una máscara negra sin rasgos con un único ojo verde. La estaba mirando y todo lo que sentía era miedo. Entonces, en el último instante moribundo, una fina sonrisa cruzó sus labios exangües.

—¿Qué es lo que te hace sonreír,
gaijin?
—preguntó el ninja, sorprendido por la bravata de su víctima.

Pero la sonrisa de Jack tan sólo aumentó cuando se dio cuenta de que los esfuerzos de Ojo de Dragón serían en el fondo inútiles. La información básica del cuaderno estaba protegida por la clave que su padre había diseñado. Sólo Jack podía descodificarla. Sin la clave para desentrañarlo, el cuaderno era virtualmente inútil. Un rompecabezas al que faltaba una pieza vital.

Como un cabo a un marinero que se ahoga, Jack comprendió que el cuaderno de bitácora podía salvarlo.

—Mátame y el conocimiento del cuaderno morirá conmigo —declaró, envalentonado.

—Codificado, ¿eh? —replicó Ojo de Dragón, impertérrito—. No importa. Conozco a un criptólogo chino que puede descodificar cualquier cosa.

Con esas palabras, Ojo de Dragón golpeó y la última esperanza de Jack murió en su pecho.

42
Dim Mak

El corazón de Jack golpeó contra su caja torácica como si intentara abrirse paso a través del hueso y la carne. Sus pulmones se tensaron y comprimieron, como si una serpiente se hubiera enroscado en su pecho y lo dejara sin aire. Se desplomó contra la pared del callejón y se fue deslizando hasta el grueso lodo, donde yació estremeciéndose y jadeando.

Ojo de Dragón se agachó para admirar su obra.

—Tienes el mismo tiempo que un pez fuera del agua antes de que tu corazón ceda —declaró, apartándole a Jack un mechón de pelo rubio de los ojos en un gesto que era casi afectuoso—. Habrías sido un gran samurái,
gaijin
, pero no puedo arriesgarme a que cumplas un destino semejante. Tal vez en otra vida, ¿eh?

Jack ya no escuchaba. Su respiración silbaba en sus oídos como el viento en una cueva y pudo sentir su sangre latiendo a través de su cuerpo, congregándose alrededor de su moribundo corazón.

Bom… bom… BOM.

Ojo de Dragón giró sobre sus talones. Una enorme figura, grande como un oso de las montañas, se enfrentó a él en la entrada del callejón sin salida.

—Apártate, ciego —advirtió Ojo de Dragón, mirando el alto bastón blanco que el hombre llevaba en la mano—. Aquí no tienes nada que ver.

Se rio fríamente de su propio humor negro.

—Huelo a sangre —dijo la figura con disgusto.

A pesar de su desorientación, Jack reconoció la grave voz resonante del
sensei
Kano.

—No sólo tu sangre, sino la sangre de tus muchas víctimas, ninja. Cómo desprecio a los de tu ralea.

—Llegas demasiado tarde para salvar al muchacho —siseó Ojo de Dragón, sacando silenciosamente un
shuriken
de su cinturón mientras el samurái se acercaba. El ninja lanzó la mortífera estrella de plata contra el
sensei
Kano—. ¡O a ti mismo!

El
shuriken
giró en el aire con un suave silbido.

El
sensei
no tuvo tiempo de esquivarlo. En cambio, colocó el bastón delante de él y la estrella plateada se clavó en la madera, alcanzando un punto directamente en línea con su garganta.

—Predecible —desdeñó el
sensei
Kano.

Lanzó entonces el extremo de su bastón contra Ojo de Dragón, apuntándole al estómago. Atascado en el estrecho pasadizo, la única opción del ninja fue aplastarse contra la pared. Apenas esquivó el ataque. Con la velocidad del rayo, el
sensei
Kano golpeó de nuevo. Ojo de Dragón trató de desviar el
bo
, pero la punta lo alcanzó en las costillas. Gimió de dolor y retrocedió tambaleándose.

Los ojos de Jack siguieron débilmente al
sensei
Kano mientras pasaba por encima de él y hacía que Ojo de Dragón retrocediera más y más hacia el callejón sin salida.

El ninja estaba atrapado.

El bastón era demasiado largo y el
sensei
Kano demasiado rápido para que Ojo de Dragón contraatacara. Jack advirtió que el ninja pronto no tendría espacio para retroceder y entonces el
sensei
Kano podría lanzar los golpes de muerte que acabarían con la vida de su enemigo.

Para Jack, sin embargo, la vida se acercaba también rápidamente a su fin. El aplastante dolor en su pecho se intensificaba y su respiración era entrecortada. Sentía la cabeza a punto de romperse como un huevo. La negrura acechaba en los bordes de su consciencia y nublaba su visión. Esperó tan sólo vivir lo suficiente para ver al
sensei
Kano derrotar al asesino de su padre, el aparentemente invencible Dokugan Ryu.

El
sensei
Kano lanzó su bastón contra la ingle del ninja. Este vez Ojo de Dragón saltó al aire, abriendo tanto las piernas que quedó a caballo en la abertura entre los dos edificios. El
bo
pasó inofensivo bajo él. Con una acción imposible, Ojo de Dragón corrió entonces por encima del
sensei
Kano usando las paredes superiores como asidero.

El
sensei
Kano lanzó su bastón hacia arriba, pero falló.

Ojo de Dragón correteó como una cucaracha y Jack, en su delirio, sintió que las gotas de lluvia caían sobre él como alfileres metálicos. Los vio caer desde el cielo y los oyó tintinear en el suelo antes de advertir que eran de verdad. A su alrededor todo el suelo había quedado cubierto por los afilados clavos triangulares de los ninjas, diseñados para que una punta siempre quedara hacia arriba.

Ojo de Dragón llegó al final del callejón y saltó de vuelta al suelo.

—Vamos, ciego. Veamos cómo luchas al descubierto —retó.

El
sensei
Kano cargó contra Ojo de Dragón. Jack trató de advertirle del peligro, pero todo lo que pudo conseguir fue un débil gemido. En el último segundo, el
sensei
Kano plantó el extremo de su bastón en el barro y saltó por encima de Jack. Aterrizó diestramente en la entrada del callejón, dejando atrás sin problemas todos los letales clavos.


Tetsu-bishi
, qué poco inspirado —comentó el
sensei
Kano. Jack quiso desesperadamente reírse del fracaso de Ojo de Dragón, pero el dolor resultó demasiado grande.

Enfurecido, el ninja lanzó un golpe con la mano abierta contra la garganta del
sensei
Kano. El samurái lo desvió con su
bo
, y luego giró el bastón para alcanzar el torso de Ojo de Dragón.

Sorprendentemente, el ninja no trató de esquivarlo. En cambio, absorbió el golpe, atrapando el bastón entre su brazo y su cuerpo. Tras pillar por sorpresa al
sensei
Kano, tiró para que el gran samurái perdiera el equilibrio antes de empujarlo hacia el callejón. El
sensei
Kano permaneció en pie, pero dio un paso de más para recuperar el equilibrio y su pie retrasado pisó un clavo de metal. El
tetsu-bishi
atravesó su fina sandalia, clavándose en la carne.

El
sensei
Kano cayó al suelo, dejando escapar un grito de sorpresa.

Ojo de Dragón se lanzó sobre él en un instante. Pisó el bastón, rompiéndolo en dos. Entonces le dio al
sensei
Kano una patada delantera con todas sus fuerzas en la cara. Jack oyó romperse la nariz del
sensei
y brotar la sangre.

—¿De verdad creías que podrías derrotarme? —dijo Dokugan Ryu, agarrando la cabeza del
sensei
Kano para exponer su garganta al golpe de gracia—. ¿No sabes que en el país de los ciegos el tuerto es el rey?

Con la velocidad de una cobra, el ninja descargó el borde de su mano contra la laringe del
sensei
con intención de rompérsela.

A pesar de la desorientación y el dolor, el
sensei
Kano reaccionó por instinto al ataque. Agarró la muñeca de Ojo de Dragón, inmovilizó el brazo del ninja y le lanzó un golpe a la cara. El ninja esquivó a duras penas el contraataque, pero consiguió devolver un puñetazo vertical contra el grueso pecho del samurái. La fuerza superior del
sensei
Kano le permitió absorber el golpe y consiguió levantarse.

A través de una neblina de dolor agónico, Jack vio cómo los dos guerreros batallaban cuerpo a cuerpo en un letal
chi sao.
Sabía que el primero en cometer un error sería el que muriese.

La velocidad de los ataques y contraataques era tal que Jack sólo veía sus brazos como un borrón. Sus habilidades estaban parejas y cada golpe era recibido por un bloqueo, cada trampa con un contraataque. Ninguno cedió terreno.

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