Read El joven samurai: El camino de la espada Online
Authors: Chris Bradford
—Dile adiós a tu obra maestra,
gaijin
—Kazuki lanzó el dibujo al aire.
Jack vio angustiado cómo el dibujo salía volando con la brisa.
—¡Mirad! El
gaijin
está a punto de llorar como un bebé —chilló Moriko, y la Banda del Escorpión se echó a reír.
Jack apenas oía las burlas. Toda su concentración estaba enfocada en el frágil papel que revoloteaba. Se debatió salvajemente en la presa de Nobu e Hiroto mientras su único eslabón con Jess desaparecía en el cielo. Se alzó por encima del estanque antes de quedar enganchado en las ramas superiores de un arce.
—¡Dejadlo en paz! —ordenó Yamato, que llegaba corriendo al puente con Akiko y sus amigos.
Jack sintió una pequeña oleada de alivio. Al menos no estaba solo en esta lucha.
—Soltad a Jack —exigió Akiko, tirando de los brazos de Hiroto.
—¡Mirad quién es, la novia del
gaijin!
—anunció Kazuki, mirándola de arriba abajo con desdén—. Haced lo que dice. Es justo darles una oportunidad de pelear. ¡Escorpiones!
A la orden de Kazuki, la Banda del Escorpión asumió la pose de lucha, cara a cara contra los amigos de Jack. Yamato y Saburo aguantaron su terreno, pero Yori tembló cuando un muchacho que le doblaba en tamaño se alzó sobre él. Ignorando a Kiku con una mueca, Moriko se plantó ante Akiko y le siseó a la cara como una gata salvaje.
—¡Vamos! ¡Haz el primer movimiento! —retó Moriko, mostrando sus dientes ennegrecidos y las uñas afiladas como garras—. ¡Dame la excusa que necesito para marcarte!
Akiko adoptó la pose, preparándose para defenderse. Sabía por experiencia que Akiko luchaba con saña. Pero justo cuando la pelea estaba a punto de comenzar, un
bo
golpeó el puente de madera con fuerza tremenda y todos se detuvieron.
—¿Tenemos algún problema? —preguntó el
sensei
Kano—. En un enclave como éste, no tendría que haber ninguna necesidad de alzar la voz.
Nobu e Hiroto soltaron inmediatamente a Jack.
—No,
sensei
—respondió Kazuki con voz amistosa—. Jack ha perdido su dibujo y está un poco molesto. Hubo un malentendido, pero ahora todo está resuelto. ¿Verdad, Jack?
Jack miró a Kazuki, pero había poco más que pudiera hacer. No tenía ninguna prueba de lo que había sucedido. El
sensei
Kano nunca podría ver la verdad.
—Sí —respondió con voz átona, sin apartar los ojos de su enemigo.
—Comprendo la situación perfectamente —declaró el
sensei
Kano—. Creo que es hora de que todos regreséis a la escuela.
Kazuki indicó a su Banda del Escorpión que lo siguieran y se marcharon sin decir otra palabra.
Jack miró con desesperación el dibujo de su hermana atrapado en las ramas superiores del arce. Incluso con sus habilidades como mono gaviero, era imposible que pudiera alcanzarlo. Las ramas superiores se romperían bajo su peso.
—No te preocupes, Jack —dijo Akiko, viendo cómo la pena se acumulaba en los ojos de su amigo—. Yo te lo traeré.
Con sorprendente agilidad, Akiko se lanzó desde el puente, impulsándose en la barandilla y agarrando la rama más cercana del arce. Se impelió hasta el siguiente nivel, luego voló árbol arriba rápida como un gorrión. Llegó sin temor a una rama superior, y cogió el papel aleteante.
Con la misma agilidad inaudita, Akiko saltó del árbol y volvió al puente. Le tendió a Jack el dibujo de su hermana e inclinó la cabeza.
Jack se quedó sin habla y sólo consiguió asentir con la cabeza para mostrar su agradecimiento. Los demás parecían igualmente impresionados.
—Siempre me ha gustado encaramarme a los árboles —dijo ella, a modo de excusa, y se encaminó hacia la escuela sin mirar atrás.
¿De dónde había salido aquella notable habilidad de Akiko? A ninguno de ellos les habían enseñado esas capacidades en la
Niten Ichi Ryu.
Su agilidad le recordó a Jack a los ninja que habían volado como murciélagos entre los cordajes del
Alejandría
, y a la persona a quien había visto escalar el muro del castillo como si fuera una araña: Ojo de Dragón.
¿Era esto lo que estaba haciendo Akiko en sus salidas nocturnas? ¿Aprendiendo habilidades ninjas?
Pero eso era absurdo. Los samuráis odiaban a los ninjas y todo lo que representaban, y sin duda los ninjas sentían lo mismo hacia los samuráis. ¿Qué clase de ninjas querrían enseñar a un samurái sus trucos? La idea en sí era ridícula. Además, sólo los hombres se convertían en ninjas. Jack descartó la idea.
¡CRAC!
El puño de Kazuki se abrió paso entre la tabla de cedro, rompiéndola en dos pedazos.
La clase aplaudió ruidosamente, ya que era el primer estudiante que rompía la madera en los preparativos para las pruebas.
Pero no fue el único que tuvo éxito en el
tamashiwari
esa mañana. El entrenamiento constante de
makiwara
impartido por el
sensei
Kyuzo a lo largo del mes pasado pagaba sus frutos ya que Hiroto, Goro, Yamato y luego Emi y Akiko rompieron sus tablas. Con más tiempo, los estudiantes advirtieron que una tabla se convertiría en dos, y después las tres requeridas para el Juicio de la Madera.
Jack se estaba preparando para su intento cuando el
sensei
Kyuzo gritó de repente:
—
¡REI!
Toda la clase inclinó la cabeza cuando Masamoto entró en el
Butokuden.
Jack se sorprendió por la inesperada aparición de su tutor.
—Por favor,
sensei
Kyuzo —dijo Masamoto, agitando una mano—, continuad como si yo no estuviera aquí. Sólo deseo comprobar los progresos para las pruebas.
El
sensei
Kyuzo inclinó la cabeza y se volvió hacia su clase.
—¡Jack-kun, prepárate! —ordenó.
Jack corrió al centro del
Butokuden
y esperó mientras el
sensei
Kyuzo colocaba una tabla de cedro entre los dos bloques fijos. Entonces colocó una segunda tabla encima de la primera.
—Pero… —protestó Jack.
El
sensei
Kyuzo lo hizo callar con una mirada terrible.
Jack gimió por dentro. El
sensei
Kyuzo había prometido hacer todo lo que estuviera en su mano para estropear las posibilidades de que Jack entrara en el Círculo de Tres. Ahora el
sensei
estaba dispuesto a hacerlo fracasar delante de Masamoto.
Jack pudo ver que Yamato y Akiko estaban igualmente escandalizados por esta injusticia, pero no estaban en disposición de decir nada.
La única posibilidad de Jack era demostrar que el
sensei
Kyuzo se equivocaba.
Durante su entrenamiento, Jack había llegado a comprender que la técnica del
tamashiwari
requería algo más que fuerza bruta. Exigía un compromiso total, concentración y enfoque.
Tenía que golpear a través de la madera, no a la madera.
El poder procedía de su cuerpo, no del brazo solo.
Necesitaba condensar su
ki
, su energía espiritual, y transferirla a través de su puño al objeto que golpeaba. Y lo más crucial de todo, tenía que creer verdaderamente que era capaz de romper el bloque.
Jack cogió toda la furia, la frustración y el odio que había sufrido a manos del
sensei
Kyuzo, Kazuki y su Banda del Escorpión, y lo canalizó a los bloques de madera. Con una fuerza explosiva que incluso lo sorprendió a él mismo, golpeó la madera con el puño, gritando:
—¡
KIAIIII!
Con el sonido de un disparo, los dos bloques se rompieron, y las astillas volaron por el aire.
Hubo un momento de asombrado silencio y luego la clase estalló en aplausos.
Jack estaba eufórico. Un arrebato de adrenalina lo atravesó mientras experimentaba la súbita liberación de todas sus frustraciones. Durante ese breve momento, se sintió todopoderoso.
Cuando los aplausos cesaron, un par de manos continuaron aplaudiendo.
—Muy impresionante —alabó Masamoto, dando un paso hacia delante—. Has estado entrenando bien a tus estudiantes, maestro Kyuzo. ¿Puedo llevarme a Jack-kun un momento?
—No he tenido la oportunidad de hablar contigo desde hace algún tiempo —empezó a decir mientras caminaban ante la obra de construcción de la Sala del Halcón, donde varios carpinteros clavaban tablones y levantaban vigas para el techo. Masamoto y Jack entraron en el santuario del Jardín Zen del Sur para escapar del ruido.
—¿Cómo te va como nuevo samurái? —preguntó Masamoto.
Jack, todavía mareado por el
tamashiwari
, respondió:
—Muy bien, pero el entrenamiento es más duro de lo que esperaba.
Masamoto se echó a reír.
—El entrenamiento es fácil. Son tus expectativas lo que lo hacen difícil —observó—. Debo pedir disculpas por no estar presente mucho este año para guiarte, pero los asuntos de estado tienen prioridad. Estoy seguro de que comprendes.
Jack asintió. Asumió que Masamoto se refería a la campaña anticristiana de Kamakura. Había más informes de persecuciones en Edo, y Kazuki se aseguraba de que Jack fuera consciente de cada uno de ellos. Jack se preguntó ahora cuánto se había extendido el problema para requerir gran parte del tiempo de su guardián al servicio del
daimyo
Takatomi.
—La buena noticia es que nos hemos enfrentado a la situación y me verás mucho más el resto del año —dijo Masamoto, y una sonrisa se extendió por la parte limpia de cicatrices de su rostro.
—¿Ha sido detenido el
daimyo
Kamakura? —farfulló Jack, incapaz de ocultar el alivio en su voz.
—¿Kamakura? —preguntó Masamoto, y la sonrisa desapareció—. ¿Entonces eres consciente del tema?
Miró con intensidad a Jack, la mirada tan penetrante como una hoja de acero. Durante un momento Jack se preguntó si había dicho algo indebido.
—No hay ningún motivo para que te preocupes por esos asuntos —continuó su tutor, indicándole que se sentara junto a él en el porche que daba al Jardín Zen y un pequeño adorno acuático—. De todas formas, para aplacar tus miedos puedo decirte en estricta confianza que el
daimyo
Takatomi ha requerido mis servicios para tratar con… cómo decirlo, los «desacuerdos» respecto al gobierno de nuestra nación y quién debe ser bienvenido a nuestras costas. He estado cumpliendo misiones para establecer las posiciones de otros señores provinciales sobre este asunto. La enorme mayoría está de nuestra parte. No tienes nada que temer.
—¿Pero y todos los sacerdotes que han muerto, y la orden del
daimyo
Kamakura de matar a todos los cristianos y extranjeros que no se marchen?
—Puedo asegurarte que eso es sólo el prejuicio de un
daimyo.
—¿Pero no podría extenderse entre los otros señores? —insistió Jack—. Quiero decir, si lo hiciera, sin duda yo correría peligro y podrían matarme antes de regresar a casa.
—¿Regresar a casa? —preguntó Masamoto, alzando las cejas con sorpresa—. Pero éste es tu hogar.
Jack no supo qué responder. Aunque no podía negar que ahora tenía a Japón en la sangre, Inglaterra era donde realmente tenía el corazón y lo tendría siempre.
—Eres mi hijo —afirmó Masamoto orgulloso—. Nadie se atrevería a hacerte daño. Además, ahora eres un samurái, y con unos cuantos años más de práctica no me necesitarás para protegerte.
Masamoto le dio una firme palmada en la espalda y se echó a reír.
Jack forzó una sonrisa. Masamoto nunca había pedido nada a cambio de su amabilidad y Jack sabía que contradecir ahora a su tutor sería lo más irrespetuoso que podía hacer. Le estaría arrojando al samurái a la cara toda aquella generosidad. Por mucho que quisiera volver a casa y encontrar a Jess, Jack le debía a Masamoto la vida y, como samurái, también su servicio.
Jack decidió que aprovecharía el tiempo y se dedicaría a dominar los Dos Cielos. Entonces, cuando demostrara que podía cuidar de sí mismo, le pediría a Masamoto permiso para marcharse.
—Comprendo, Masamoto-sama —dijo Jack, inclinando la cabeza en gesto de deferencia—. Tan sólo me preocupaba que la situación escapara al control. Pero estoy decidido a entrar en el Círculo de Tres y aprender los Dos Cielos.
—Ése es el espíritu samurái que estoy buscando. Puedo comprender cuánto añoras tu patria —concedió Masamoto—. Pero hice la promesa a la memoria de tu padre, y el honor de mi querido hijo perdido, Tenno, de que cuidaría de ti. Eres mi responsabilidad. Y estás completamente a salvo.
A pesar de los temores de Jack de que la campaña de Kamakura creciera y ni siquiera el gran Masamoto pudiera manejarla, en el fondo sabía que su tutor lucharía hasta el último aliento para protegerlo.
Masamoto se volvió hacia Jack, llevaba la preocupación marcada ahora en su entrecejo.
—Me han hecho saber que estás experimentando algunas dificultades con otros estudiantes de la escuela. ¿Es así?
Jack asintió una vez.
—Pero no es nada que no pueda manejar —añadió rápidamente.
—Estoy seguro de que no lo es —respondió Masamoto, advirtiendo con orgullo la bravata de Jack—. Sin embargo, ahora que he vuelto, dejaré muy claro que no toleraré acosos ni prejuicios en mi escuela. Al mismo tiempo, deseo darte un consejo que me sirvió bien en mi juventud.
Jack nunca había visto así a Masamoto. Severo, austero y dominante, sí. Pero paternal… esto era muy distinto. Jack sintió un retortijón de dolor por su verdadero padre.
—Soy consciente de que es duro ser distinto. La verdad es que están envidiosos de tus habilidades como espadachín y samurái, pero, si ignoras sus pullas, ellos te ignorarán.
—¿Cómo puedo hacerlo? —dijo Jack—. No es que pueda pasar desapercibido.
—¿Y yo? —preguntó Masamoto, volviéndose para que la masa enrojecida de cicatrices que corría por la parte izquierda de su rostro quedara plenamente visible.
Jack no dijo nada.
—Aplica el
fudoshin
—instruyó Masamoto, extendiendo la mano y mojando el dedo en el gran cuenco de piedra del adorno acuático. Trazó una pauta singular sobre su superficie y contempló las ondas menguar.
—En vez de permitir que tus sentimientos te lleven y te atrapen, deja que desaparezcan mientras se forman como letras dibujadas con un dedo sobre el agua. No pueden hacerte daño, a menos que lo permitas.
Una mancha invernal de sol se alzó en el cielo para revelar un mundo blanqueado por la nieve. Los alares curvados del
Butsuden
estaban cargados de nieve en polvo y la escuela se mostraba extrañamente pacífica, todos los sonidos apagados por el brusco cambio del otoño al invierno.