El joven samurai: El camino de la espada (17 page)

BOOK: El joven samurai: El camino de la espada
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Le contestó un silencio avergonzado. La desgracia de los participantes aumentaba con cada segundo vacío.

Jack agachó la cabeza junto con los demás. A pesar de que, gracias a Yori, era capaz de hacer una grulla de papel, una rana o un pez de colores con práctica y facilidad, la solución al enigma seguía escapándosele. Cuando le llegó el turno, la sugerencia de Jack fue que el
origami
enseñaba paciencia, pero por respuesta el
sensei
Yamada negó reacio con la
cabeza.

—Muy bien. Abro ahora esta prueba a todos los samuráis que se forman en
la Niten Ichi Ry
u —anunció Masamoto—, no sólo a los que pretenden entrar en el Círculo de Tres. Bien, ¿qué nos enseña el
origami?

Los miembros de la escuela se envararon, atentos, mientras los ojos de Masamoto recorrían a los estudiantes en busca de una solución. Nadie se atrevió a moverse, no fuera a ser que el airado Masamoto creyera que tenían la respuesta. La tensión se volvió insoportable, y el deshonor manchaba ahora a todos los que no habían sido capaces de responder.

Justo cuando Masamoto parecía a punto de explotar, una manita se alzó entre el mar de avergonzados samuráis.

—¿Sí, Yori-kun? ¿Tienes una respuesta?

Yori asintió tímidamente.

—Entonces acércate y toma parte en la prueba.

Yori se acercó con rápidos pasos vacilantes, como un lirón buscando una madriguera.

—Por favor, Yori-kun —invitó el
sensei
Yamada, su rostro arrugado cálido y acogedor en contraste con la temible expresión de Masamoto—, revélame tu respuesta.

La sala quedó en silencio mientras toda la escuela se esforzaba por oír las palabras de Yori.

Yori terminó su explicación, cada palabra un secreto al oído del
sensei, y
luego dio un paso atrás e hizo una reverencia. El
sensei
Yamada lo estudió un momento, retorciendo entre sus dedos su barba gris. Muy despacio, volvió la cabeza hacia Masamoto y asintió una vez, permitiendo que una amplia sonrisa mellada se extendiera por su rostro.

—Excelente —dijo Masamoto, su mal humor disipado de inmediato—. Al menos un guerrero que se entrena aquí tiene aptitud para pensar como un auténtico samurái. Yori-kun, ilumina a tus compañeros con una respuesta digna de la
Niten Ichi Ryu.

Yori parecía nervioso. Callado la mayoría de las veces, temblaba bajo la presión de dirigirse a toda la escuela.

—Ten valor, joven samurái. ¡Habla!

La voz de Yori fue un gemido petrificado.

—Nada es… lo que parece.

Deglutió con dificultad para recuperar el control de su voz.

—Igual que un trozo de papel puede ser más que un trozo de papel en el
origami
, convirtiéndose en una grulla, un pez o una flor, igual… igual…

—Un samurái nunca debería subestimar su propio potencial para doblarse y plegarse a la vida —continuó el
sensei
Yamada, haciéndose cargo antes de que Yori se callara, bloqueado—. Esforzarse para ser más de lo que parece, ir más allá de sus límites obvios.

Yori asintió agradecido, y terminó con voz débil:

—Esto es lo que nos enseña el
origami.

—El Pasillo es vuestra última prueba —anunció el
sensei
Hosokawa, caminando por delante de los participantes que permanecían arrodillados respetuosamente en el suelo del
dojo
—. Es una prueba de valor, vuestra última oportunidad para demostrar que sois dignos del Círculo de Tres. A juzgar por la prueba anterior, todos tenéis mucho que demostrar.

La zona de entrenamiento del
Butokuden
estaba vacía, y no ofrecía ninguna indicación de lo que iba a suceder en el Pasillo.

—Vuestro objetivo es caminar de un extremo del
Butokuden
al otro —continuó el
sensei
, indicando una ruta que corría recta por el centro del
dojo.

Eso no aparentaba ser demasiado difícil, pensó Jack, mirando a Yamato, que parecía estar pensando exactamente lo mismo. Pero Akiko les dirigió a ambos un gesto dubitativo con la cabeza, indicando que había definitivamente más en este desafío que un mero paseo.

—El Pasillo es vuestro Juicio por la Espada, así que debéis llevar vuestro
bokken.
Si podéis recorrer el Pasillo y llegar al otro extremo, pasaréis la prueba. Ahora pido a todos los participantes que salgan del
dojo.

Jack y los demás vacilaron. ¿Qué había tan diferente en esta prueba que les requerían que se marcharan?

—¡AHORA! —ordenó el
sensei
Hosokawa.

Un momento después, estaban todos en pie y salieron del
Butokuden.

—Esperad en el patio hasta que se os llame —ordenó el
sensei
Hosokawa antes de volver a entrar en el
dojo
y cerrar las grandes puertas de madera.

—¿Qué crees que habrá planeado? —preguntó Yamato mientras esperaban tiritando, hundidos en la nieve hasta los tobillos.

Pudieron oír el sonido de movimiento y el roce de multitud de pies.

—Tal vez está colocando una ruta de obstáculos —sugirió Jack.

—¡O soltando a un tigre devorador de
gaijins!
—rugió Hiroto, riendo con Kazuki.

Jack se volvió para enfrentarse a ellos, con los nervios a punto de estallar debido a la inminente prueba. El Juicio por la Espada era la última oportunidad de Jack para demostrar su valía. Su única oportunidad.

—Ahorra tu energía para el Pasillo —aconsejó Akiko, comprobando que tenía el
bokken
asegurado en la cadera—. El
sensei
Hosokawa no nos ha estado entrenando tan duramente sin buenos motivos.

Jack dio un paso atrás y comprobó su propio
bokken.

—¡HIROTO-kun! —llamó el
sensei
Hosokawa desde el interior del
Butokuden.

La risa de Hiroto se apagó al oír mencionar su nombre, y sus estrechos labios súbitamente se tensaron. Cruzó con valentía el patio, pero no pudo disfrazar un estremecimiento cuando se acercó a la entrada. En cuanto Hiroto entró, las puertas del
Butokuden
se cerraron con un golpe ominoso. Fuera, el resto de los participantes esperaron y escucharon.

Durante un rato, no oyeron nada más que el leve sonido de la nieve cayendo a su alrededor desde un cielo frío y gris. Entonces, un retumbante
«¡KIAKI!»
sonó dentro del
dojo
, seguido por el sonido de lucha y un fuerte grito.

Un momento después se produjo un silencio letal.

Los participantes se miraron unos a otros, aturdidos.

Esperaron, pero no supieron nada más de Hiroto.

—¡YAMATO-kun! —llamó el
sensei
Hosokawa, abriendo las puertas y rompiendo el silencio.

Yamato inspiró profundamente tres veces, luego se dirigió a la sala cruzando el patio. Jack le dirigió una mirada para darle ánimos, pero él apenas lo advirtió. Yamato estaba ya concentrado en el momento, completamente centrado en la prueba desconocida que le esperaba.

Una vez más, las puertas se cerraron.

El silencio en el interior del
dojo
era inquietante, y Jack recordó la calma que precedía a la más violenta de las tormentas.

De repente el aire se llenó de gritos de
kiai
, alaridos de combate y el suave golpeteo sordo de los
bokken
contra la carne.

Esta vez, la batalla pareció extenderse antes de que un gran grito gutural explotara en la sala.

Entonces sonó la voz del
sensei
Hosokawa.

—¡emi-chan!

—Buena suerte —dijo Jack.

Emi le sonrió cálidamente, pero sus ojos traicionaban el miedo que realmente sentía.

—Recuerda lo que decía el cuadro en la Sala del Tigre —añadió Jack, esperando tranquilizarla-: «Si no entras en la cueva del tigre, no cogerás a su cachorro.»

Emi desapareció dentro del
Butokuden.

—¿Cuándo estuviste en la Sala del Tigre en el castillo Nijo? —preguntó Akiko, con voz levemente forzada—. No la visitamos durante la ceremonia del té.

—No. Volví.

—¿Qué? ¿Solos vosotros dos?

—Bueno… sí —murmuró Jack—. Quería ver mejor el castillo.

Frunciendo los labios, Akiko asintió cortante y miró al cielo, concentrándose en los copos de nieve que caían y se posaban sobre el suelo.

Un solo
kiai
por parte de Emi se oyó dentro de la sala y no pasó mucho tiempo antes de que se convocara al siguiente participante. Varios más entraron antes de que el
sensei
Hosokawa exclamara:

—¡akiko-chan!

Jack le dirigió una sonrisa de ánimos, pero ella miró al frente mientras se dirigía a la entrada. Jack esperó que no estuviera molesta por su segunda visita con Emi. ¿Pero por qué debería estarlo? Sabía que había cosas que Akiko no le contaba a él.

En el patio, la nieve continuó cayendo, posándose sobre la cabeza y los hombros de todos. Jack oyó el
kiai
de Akiko varias veces por encima de los gritos de batalla, pero justo cuando se estaba preguntando hasta dónde había llegado, un ominoso silencio descendió sobre el
Butokuden.

El grupo de participantes, cada vez más reducido, se tensó para oír qué nombre llamaban a continuación.

Al final, sólo quedaron Jack y Kazuki. Se ignoraron mutuamente, pues la tensión del Pasillo les podía a ambos.

—¡kazuki-kun!

Kazuki alisó su
gi
y se encaminó hacia la entrada.

—Buena suerte —dijo Jack, con la tensión del momento.

Kazuki miró por encima de su hombro, con una sonrisa torva en el rostro.

—A ti también —respondió, con extraña camaradería—. La necesitaremos.

Entonces entró y las puertas se cerraron tras él.

Por los gritos que siguieron, Kazuki pareció hacerlo bien, pero el cuerpo de Jack estaba demasiado entumecido por el frío para preocuparse por si Kazuki tenía éxito o no.

—¡JACK-KUN!

Convocado por fin, trató de recuperar algo de calor para sus huesos. No sabía si temblaba más por el frío o por los nervios. Agarró la empuñadura de su
bokken
en un intento de tranquilizarse.

Tras atravesar las puertas del
dojo
, entró en el Pasillo.

26
El Pasillo

Jack no se atrevió a moverse.

A cada lado del
dojo
estaban alineados los estudiantes de la
Niten Ichi Ryu
, y a primera vista parecían formar parte de una bienvenida ceremonial. Formaban un estrecho pasillo de samuráis que se extendía desde la entrada hasta donde estaba Hosokawa, en el otro extremo de la sala.

En diversos puntos, tras estas dos filas Jack divisó a los otros participantes del Círculo de Tres. Todos parecían haber recibido una severa paliza, algunos se acariciaban los miembros lastimados o los rostros cubiertos de sangre. Jack vio a Akiko hacia la mitad de la sala. No parecía demasiado maltrecha, aunque se agarraba el costado. Dejó escapar un gemido de dolor cuando se movió para poder ver mejor a Jack.

—Bienvenido al Pasillo —saludó el
sensei
Hosokawa desde el otro extremo de la sala—. Por favor, únete a mí para que podamos comenzar.

Jack dio un cauteloso paso adelante.

No sucedió nada.

Miró a un lado, y vio a un fornido estudiante del curso superior. El muchacho lo ignoró.

Jack hizo otro movimiento, pero las dos filas permanecieron inmóviles. Tal vez eran sólo un grupo de bienvenida, y la prueba empezaría solamente cuando llegara junto al
sensei
Hosokawa. Jack empezó a caminar hacia el
sensei
, pero en el momento en que lo hizo, un grito de
«¡KIAI!»
estalló tras él.

Jack oyó el sonido de un
bokken
al cortar el aire.

Lo esquivó por instinto, y la espada de madera estuvo a punto de alcanzarlo en el hombro. Jack giró sobre sus talones, desenvainando su propio
bokken
para protegerse contra cualquier nuevo ataque. El estudiante del curso superior había sido el culpable y se disponía ahora a descargar su espada contra la cabeza de Jack.

Jack reaccionó, bloqueó el golpe y lanzó su propia espada contra la barriga de su atacante. El golpe dejó al muchacho sin respiración, haciéndolo doblarse por la mitad. Jack le dio una fuerte patada en el costado y el muchacho cayó al suelo.

Pero en cuanto se deshizo del primer atacante, una chica salió de entre las filas y lanzó un
tanto
de madera contra su estómago. Jack saltó a un lado, detuvo con la mano el ataque de la muchacha y le arrancó el cuchillo de la mano. Se deslizó hacia su costado desprotegido, bajando su propia arma en un arco bajo. La muchacha saltó para evitarla, pero Jack alzó la hoja en el último segundo y la alcanzó en el tobillo. La chica perdió el equilibrio y aterrizó en el suelo convertida en un guiñapo.

Un leve rumor advirtió a Jack de un ataque por detrás. Dos estudiantes se cernían sobre él. Golpearon simultáneamente, una espada a la cabeza, la otra al estómago.

Sin tiempo para pensar, Jack las esquivó, se agachó entre los dos
bokken
y rodó entre sus atacantes. Al pasar, golpeó la rodilla del chico que tenía a su izquierda, haciéndolo tambalearse. Tras ponerse en pie de un salto, Jack continuó con una patada trasera que alcanzó al otro en los riñones, y el chico cayó como una piedra.

A medida que más atacantes iban saliendo de las filas, Jack continuó luchando para abrirse paso hasta el centro del Pasillo, repeliendo un ataque tras otro. Todo su entrenamiento extra daba ahora sus frutos. Cada movimiento de la espada fluía hacia el siguiente, y el
bokken
cortaba el aire en una serie de arcos controlados y ejecutaba los golpes con precisión devastadora.

Pero con cada nueva oleada de ataques, Jack se volvía un poco más lento, un poco más débil. Una sensación de amenaza se apoderó de él cuando se dio cuenta de que no iba a completar el Pasillo ileso. El Pasillo no pretendía probar su habilidad con una espada, sino su valor y su espíritu para sobrevivir contra todo pronóstico.

Jack estaba ahora a tres cuartas partes del camino y había alcanzado a Kazuki, que tenía una fea herida en la mejilla. Su rival observó los progresos de Jack con ojos sombríos, uno de los cuales estaba medio cerrado. El único otro participante que había llegado hasta tan lejos era Yamato, pero parecía que nadie había alcanzado al
sensei
Hosokawa.

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