El nacimiento de los Estados Unidos (1763-1816) (35 page)

BOOK: El nacimiento de los Estados Unidos (1763-1816)
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Brown exploró más al norte. Pero los británicos reunieron refuerzos y, a unos cinco kilómetros al norte del campo donde se había librado la batalla de Chippewa, ocuparon posiciones defensivas en Lundy's Lane, una pequeña aldea situada sobre el lado canadiense de las cataras del Niágara.

El 25 de julio se dio la batalla. Una vez más, las armas retumbaron incesantemente. Los británicos, con 3.000 hombres frente a 2.600 americanos, llevaron ventaja, pero después de cinco horas de dura pelea, en la que participaron todos los hombres, la batalla terminó en un empate, con 900 bajas por ambas partes. Brown y Scott fueron heridos, y lo mismo los dos principales comandantes británicos.

La batalla de Lundy's Lane fue la más dura de la guerra, y una vez más los soldados americanos demostraron que podían hacer frente a las mejores tropas británicas.

Pero Brown no logró que barcos americanos del lago Ontario acudiesen en su ayuda. No deseando arriesgarse a la posibilidad de tener que enfrentarse con nuevos refuerzos británicos, se retiró a Fort Erie y dejó a los británicos en posesión del campo.

Los británicos ahora avanzaron, a su vez, y pusieron sitio a Fort Erie durante todo el mes de agosto. Los americanos se defendieron con habilidad y, en sus salidas, hicieron considerable daño a las fuerzas de asedio, que finalmente se vieron obligadas a retirarse, el 21 de septiembre. Brown planeó entonces otro avance, pero, nuevamente, no logró asegurarse la cooperación naval y, el 21 de noviembre de 1814, abandonó Fort Erie y volvió al lado americano del río Niágara.

La campaña de Brown, aunque mucho más hábilmente conducida que cualquiera de las incursiones de la guerra, sin embargo terminó en la frustración. Durante dos años y medio, los americanos habían estado explorando Canadá y aún no habían obtenido un solo acre de su territorio. Ni lo lograrían nunca. Después de que Brown cruzase de vuelta el río, nunca pisarían suelo canadiense enemigos extranjeros.

Mientras los esfuerzos americanos se concentraban en el frente del Niágara, los británicos planeaban llevar su ataque principal más al este, en el lago Champlain. Allí, el gobernador general de Canadá, sir George Prevost, estaba al mando de 11.000 veteranos británicos de las guerras napoleónicas. Además, había 800 hombres a bordo de dieciséis barcos británicos en las aguas del lago Champlain. Fue el mejor y el mayor ejército que Gran Bretaña envió a América del Norte en esta guerra. Las fuerzas americanas de la región, por otra parte, habían disminuido, porque la mitad de ellas habían sido enviadas al frente del Niágara. Sólo quedaban 3.300 hombres para hacer frente a los británicos.

No parecía haber nada que pudiese impedir al ejército de Prevost hacer lo que Burgoyne no había logrado hacer treinta y siete años antes: descender por el lago Champlain y el río Hudson hasta Nueva York, separar a la desafecta Nueva Inglaterra y quizá unirla al ejército británico que estaba atacando el corazón de América más al sur. Si se podía llevar a cabo esto, Estados Unidos tendría que rendirse a aceptar los términos que una Gran Bretaña victoriosa quisiera establecer.

Y si al frente del ataque británico hubiera estado un comandante más capaz, podía haber ocurrido esto. Pero era Prevost quien estaba al mando. No quería avanzar demasiado al sur a menos de tener la certeza de que sus líneas de suministros a través de toda la extensión del lago eran seguras. Y no podían ser seguras, en su opinión, si no se eliminaba del lago Champlain una pequeña flotilla americana de catorce barcos.

Por consiguiente, cuando entró en el Estado de Nueva York, el 31 de agosto de 1814, sólo avanzó unas veinticinco millas, hasta Plattsburg, en la mitad de la costa occidental del lago. Allí, el 6 de septiembre, se detuvo y esperó la noticia de que los barcos americanos habían sido eliminados.

Los barcos americanos estaban comandados por Thomas McDonough (nacido en Delaware el 31 de diciembü de 1783), quien había estado con Decatur en el incendio del Philadelphia. Tenía dos barcos menos que el enemigo y seis cañones menos. Pero sus cañones de corto alcance eran más poderosos que los de los barcos británicos, de modo que su tarea era maniobrar de tal manera que el enemigo se acercase.

Por ello, colocó deliberadamente sus barcos a lo largo de un estrecho canal. Los barcos británicos, para avanzar hacia el sur en apoyo de Prevost, tenían que pasar cien metros de los barcos americanos. La alternativa era no moverse en absoluto, y Prevost, atrapado en la trampa del miedo, insistió en que se desplazasen.

Los barcos británicos descendieron el 11 de septiembre de 1814, y durante dos horas las dos escuadras se bombardearon una a otra furiosamente. McDonough maniobró con sus barcos magistralmente, llevando su buque insignia de un lado a otro para poder lanzar mejor sus andanadas sobre el buque insignia enemigo. Finalmente, ambos bandos sufrieron más de cien bajas, pero los barcos de McDonough estaban a flote, mientras que los barcos británicos quedaron reducidos a la impotencia. Como resultado de la batalla del lago Champlain, los americanos obtuvieron el control completo del lago, y Prevost, desesperado, renunció a la ofensiva y, abandonando sus suministros, retornó a Canadá. El gobierno británico lo hizo volver cubierto de deshonra, mientras que McDonough obtuvo una medalla de oro del Congreso, y las legislaturas de Nueva York y Vermont votaron una asignación de tierras para él.

Así, aunque los americanos fracasaron honorablemente en el frente del Niágara, los británicos fracasaron bastante más vergonzosamente en el frente del lago Champlain, y la guerra en el norte llegó a su fin manteniendo cada parte sus posesiones.

Batalla en el centro

La línea central de la triple ofensiva británica tuvo mejor comienzo.

En agosto de 1814, mientras que los americanos del frente del Niágara se habían retirado después de la batalla de Lundy's Lane y Prevost se aprestaba a marchar hacia el sur en masa, barcos de la escuadra de bloqueo británica, con 4.000 veteranos británicos a bordo, entraron en la bahía de Chesapeake. Remontaron el río Patuxent y, el 19 de agosto, desembarcaron en Benedict, Maryland, a cuarenta kilómetros al sudeste de Washington, D. C.

Uno de sus objetivos era apoderarse de ciertos cañoneros que estaban al mando del comodoro Joshua Barney (nacido en Maryland en 1759), que había sido uno de los corsarios de más éxito de la Guerra Revolucionaria. El único medio que tenía Barney de impedir que los cañoneros cayesen en manos de los británicos era destruirlos, y esto fue lo que hizo.

Desaparecidos los cañoneros, los británicos pasaron a su siguiente objetivo: marchar sobre Washington. Bajo el general Robert Ross, las fuerzas británicas avanzaron hacia el norte a lo largo, del Patuxent. Presumiblemente, esperaban hallar resistencia, pero no hubo ninguna. Los americanos no estaban preparados en absoluto.

El secretario de Guerra, John Armstrong (nacido en Carlisle, Pensilvania, en 1758), era un hombre incompetente, lo que no es sorprendente cuando se recuerda que era un íntimo amigo de Wilkinson. Nunca se le ocurrió que la larga línea costera de América podía ser atacada por un enemigo que dominase el mar. Peor aún, los Estados Americanos, aunque deseosos de defenderse a sí mismos, no sentían ninguna obligación de defender el Distrito de Columbia.

Unos 7.000 soldados fueron reunidos a duras penas, de los cuales sólo unos pocos centenares eran soldados profesionales, los mejores de los cuales eran los 400 marineros a quienes Barney había hecho marchar por tierra hacia Washington después de haber destruido sus cañoneros. Estaban bajo el mando de William H. Winder, otro de los incompetentes del ejército, mantenido en el mando porque era primo del gobernador de Maryland.

Cuando, el 24 de agosto, los británicos llegaron a Bladensburg, a ocho kilómetros al norte de Washington, Winder se dirigió allí apresuradamente con sus tropas. El presidente Madison y la mayoría de su gabinete acudió a observar.

Y lo que vieron fue una vergüenza americana. Los americanos superaban a los británicos en dos a uno y ocupaban una posición mejor. Pero los inexpertos soldados americanos no pudieron resistir el fuego enemigo. Después de sufrir unas pocas bajas, rompieron filas a los quince minutos y huyeron, dejando abierto al enemigo el camino hacia Washington.

Los 400 marineros de Barney pusieron un toque de gloria a la derrota enfrentando a la retaguardia británica durante media hora, pero eran superados de diez a uno. Barney, herido en la lucha, finalmente ordenó que se retirasen. El ejército británico de Ross entró en Washington, D. C., y por primera y única vez en la historia de los Estados Unidos después de la Guerra Revolucionaria su capital estuvo en manos del enemigo.

El presidente Madison y el resto del gobierno se vieron obligados a huir precipitadamente a Virginia.

El comandante británico había recibido órdenes específicas de destruir la sede del gobierno en venganza por el incendio de York y otros lugares de Canadá por los americanos, cosa que los británicos hicieron con deleite.

Prendieron fuego al Capitolio y a la Casa del Ejecutivo, así como a la mayoría de los otros edificios públicos. Pero no hubo saqueo ni destrucción de viviendas privadas. Al día siguiente, el 25, una fuerte tormenta apagó los rescoldos y los británicos abandonaron la ciudad, habiendo realizado su propósito. Madison y otros miembros del gobierno volvieron sigilosamente el 27, y el secretario Armstrong fue obligado a renunciar por la exigencia popular.

(Sólo por un estrecho margen el Congreso votó la reconstrucción de Washington en vez de establecer una nueva capital en otra parte. La Casa del Ejecutivo fue pintada de blanco para ocultar algunos de los efectos del fuego y desde entonces ha sido llamada la «Casa Blanca».)

Los británicos, mientras tanto, se entregaron a una tarea más importante: llevaron un ataque contra Baltimore.

Baltimore era un puerto importante; había sido atacada en forma directa y tomada inmediatamente. Pero los británicos se habían desviado para tomarse una pequeña venganza contra Washington, y el retraso dio tiempo a los americanos, que era lo que más necesitaban.

El general Samuel Smith (nacido en Carlisle, Pensilvania, en 1752), que era un senador de Maryland, puso a trabajar a los ciudadanos de Baltimore y supervisó la construcción de un formidable conjunto de obras de defensa alrededor de la ciudad. Mientras los británico perdían el tiempo provocando incendios en Washington, Smith reunió 13.000 hombres y apostó mil de ellos el Fort McHenry, que dominaba el puerto de Baltimore.

La flota británica remontó el Chesapeake y, el 12 di septiembre, dieciocho días después del incendio de la Casa del Ejecutivo y un día después de terminar la batalla del lago Champlain, los británicos se lanzaron hacía el norte y llegaron a North Point, a dieciséis kilómetros al sudeste de Baltimore.

Las tropas británicas desembarcaron y avanzaron hacia Baltimore. En Godly Woods, a cinco millas al este de Baltimore, encontraron un contingente de americanos en viados por Smith. Pero no fue como Bladensburg. Los británicos fueron vapuleados y Ross, el conquistador de Washington, fue muerto.

Los americanos, después de infligir 300 bajas y sufrir 200 propias, finalmente se retiraron, pero los británicos comprendieron que no podrían tomar Baltimore por tierra. La ciudad tenía que ser ablandada primero con un bombardeo desde el mar.

En la noche del 13 de septiembre, por ello, los barcos británicos se acercaron todo lo posible a los cañones de Fort McHenry y empezaron un bombardeo que duró toda la noche. A bordo de uno de los barcos había un abogado americano, Francis Scott Key (nacido en el condado de Frederick, Maryland, el 1 de agosto de 1779), quien estaba tratando de negociar la liberación de un anciano médico, un amigo suyo que había sido capturado en Washington.

Tuvo que permanecer a bordo durante el bombardeo, y pasó una noche desasosegada tratando de saber si Fort McHenry se vería obligado a rendirse. Cuando rompió el alba, el viejo médico, igualmente ansioso, preguntó insistentemente: «¿Está todavía allí la bandera?»

Inspirado, Key escribió un poema de cuatro estrofas como expresión de sus sentimientos. Las primeras dos estrofas son las siguientes:

¡Oh!, dime, ¿puedes ver a la temprana luz del alba,
lo que tan orgullosanente saludamos en el último res plandor del crepúsculo,
cuyas anchas bandas y brillantes estrellas, en medio de la peligrosa lucha,
sobre las murallas observábamos ondeando garbosa mente?
Y el rojo resplandor de los proyectiles, las bombas que estallaban en el aire,
daban prueba en la noche de que nuestra bandera aún estaba allí.
¡Oh!, dime, ¿ondea todavía la bandera estrellada
sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes?
 
En la costa, oscuramente vista entre las brumas de las profundidades,
donde la arrogante hueste enemiga reposa en mortal silencio,
¿qué es aquello que la brisa, sobre la elevada pendiente,
al soplar a rachas, ya oculta, ya descubre?
Ahora recibe la luz del primer destello de la mañana,
reflejada en toda su gloria, ahora brilla en la corriente:
¡Es la bandera estrellada! ¡Que ondee por largo tiempo
sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes!

Key llamó al poema «La defensa de Fort McHenry». Fue publicado el 20 de septiembre, una semana después del bombardeo, e inmediatamente se hizo popular. Se observó que las palabras se adecuaban a una vieja canción báquica llamada «A Anacreonte en el Cielo», y el poema, cantado de esta manera, y más tarde llamado «La bandera estrellada», se convertiría en el himno nacional de los Estados Unidos.

Como indica el poema, el bombardeo de Fort McHenry fue un fracaso para los británicos. Se renunció a todo el proyecto. Los soldados británicos volvieron a sus barcos y dejaron Baltimore el 17 de septiembre. Un mes más tarde, la flota abandonó la bahía de Chesapeake en dirección a las Antillas. El ataque por el centro, aunque provocó más de un sobresalto al comienzo, fue un fracaso tan grande como el ataque en el norte.

Mientras tanto, continuaron las negociaciones de paz. Cuanto más declinaba la estrella de Napoleón después de su derrota en Rusia, tanto más ansiosos estaban el presidente Madison y el secretario de Estado James Monroe por llegar a una paz de algún género antes de que toda la furia británica pudiera volverse contra los Estados Unidos. La misión americana de paz, que llevaba las negociaciones en Europa, incluía a Gallarin (que seguía siendo secretario de Hacienda bajo Madison) y a John Quincy Adams (nacido en Quincy, Massachusetts, el 11 de julio de 1767, y que era el hijo mayor del ex presidente John Adams).

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