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Authors: Karin Slaughter

Tags: #Intriga, Policíaco

El número de la traición (63 page)

BOOK: El número de la traición
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Por todo ello, Lena era tan culpable de su muerte como el hombre que puso la bomba. En lo que a Sara respectaba, incluso más culpable que él, porque sabía que se había quedado con la conciencia tranquila. Sabía que no podían presentar ningún cargo contra ella, que nadie la iba a castigar. No le iban a tomar las huellas ni a humillarla obligándola a desnudarse para ser cacheada y que le tomaran las fotos. No tendrían que ponerla en aislamiento para protegerla de las reclusas que querrían matar a la policía que acababan de mandar a la cárcel. No tendría que sentir el pinchazo en su brazo. No vería a Sara a través del cristal de la sala de ejecución de la cárcel del estado, esperando a que pagara sus crímenes con la muerte.

Había conseguido salir impune de un asesinato a sangre fría, nunca la castigarían por ello.

Sara rasgó la esquina del sobre y deslizó el dedo por debajo de la solapa. La carta estaba escrita en papel pautado de color amarillo; eran tres folios escritos por una sola cara y numerados. La tinta era azul, probablemente de un rotulador de punta fina.

A Jeffrey le gustaban los cuadernos de papel amarillo pautado, como a la mayoría de los policías. Siempre tienen un montón de ellos almacenados, y uno a mano nuevecito cuando algún sospechoso se decide a confesar. Deslizan el cuaderno por la mesa, destapan un bolígrafo nuevo y ven fluir las palabras del bolígrafo al papel, y al confesor en pleno paso de sospechoso a delincuente.

A los jurados les gustan las confesiones escritas en papel amarillo pautado. Es algo que les resulta familiar, menos formal que un documento impreso, aunque siempre hay una copia impresa que lo respalda. Sara se preguntó si habría en alguna parte una transcripción de aquella carta escrita en mayúsculas que tenía en sus manos. Porque —y estaba tan segura de ello como de que estaba en la sala de médicos del hospital Grady—, aquello era una confesión.

Sin embargo, ¿qué más daba? ¿Cambiarían algo las palabras de Lena? ¿Le iban a devolver a Jeffrey? ¿Le devolvería su antigua vida, la vida que ella quería?

Después de tres años y medio, Sara sabía perfectamente que no. Nadie podía devolverle todo aquello, ni ruegos ni píldoras ni castigos. Ninguna lista podría nunca capturar un momento. Ningún recuerdo podía recrear ese estado de felicidad absoluta. Ya no habría más que un vacío, un hueco en la vida de Sara en el lugar que un día ocupó el único hombre sobre la faz de la tierra al que podría amar.

En resumen, no importaba lo que Lena tuviera que decirle, leerla no le traería ninguna paz. Quizás el hecho de saberlo lo hiciera más fácil.

Pero se sentó en el banco que tenía detrás y leyó la carta de todas formas.

Agradecimientos

Antes de nada, quisiera darles las gracias de todo corazón a mis lectores por su continuo apoyo. Escribí la historia de Sara con gran determinación, y espero que todos penséis que ha merecido la pena.

Por el lado editorial, quisiera darles las gracias a los mismos de siempre: las dos Kates (M y E, respectivamente), Victoria Sanders y, en general, a la gente de Random House en el Reino Unido, Estados Unidos y Alemania. Mención especial merecen mis amigos de Busy Bee. Me gustaría daros las gracias en holandés, pero no sé decir más que tacos.
Schijten
!

El GBI (Georgian Bureau of Investigation) tuvo la amabilidad de permitirme acompañar a algunos de sus agentes especiales y de sus técnicos para conocer de primera mano su trabajo. Olé por el trabajo que hacéis. Al director, Vernon Keenan, a John Bankhead, Jerry Gass, agente especial adjunto Jesse Maddox, agente especial Wes Horner, agente especial David Norman y a todos los que no puedo mencionar aquí: gracias por haberme dedicado parte de vuestro tiempo y por vuestra paciencia, especialmente por la que habéis demostrado ante mis preguntas más absurdas.

El personaje de Sara continúa en deuda con el doctor David Harper por haber compartido con ella sus muchos años de experiencia en el ejercicio de la medicina. Trish Hawkins y Debbie Teague fueron, una vez más, decisivas a la hora de ponerle obstáculos a Will, y también de ayudarme a idear el modo de sortearlos. Don Taylor, eres un amor y un amigo de los buenos.

Mi padre me preparó calditos de verduras cuando la medicina para la gripe me nublaba el juicio y no podía hilar dos frases seguidas. D.A. se ocupaba de pedir pizza cuando mis dedos estaban demasiado cansados de tanto escribir.

Ah… Y, una vez más, me he permitido algunas licencias con las calles y los lugares emblemáticos. Por ejemplo, la autopista 316 que lleva hasta Conyers no tiene nada que ver con la autovía 316 que atraviesa Dacula. Es ficción, no lo olvidéis.

 

KARIN SLAUGHTER, nació en Covington (Estados Unidos), el 6 de Enero de 1971.

Graduada en la Morrow High School, estudió en la Georgia State University, y tras sus estudios trabajó como diseñadora y vendedora. Publicó por primera vez en el año 2001, y sus libros han estado en varias ocasiones en las listas de éxitos del New York Times.

Es autora de novelas policíacas.

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