En 1985 comencé «las reuniones de los miércoles» con seis hombres enfermos de sida, en la sala de estar de mi casa de Los Ángeles. No sabíamos qué íbamos a hacer con respecto a esta intensa crisis. Yo les dije que no nos íbamos a sentar allí a jugar al «Qué terrible!, ¿verdad?», porque eso ya lo sabíamos. Íbamos a hacer lo que pudiéramos para apoyarnos mutuamente, abordando el problema de forma positiva. Actualmente nos seguimos reuniendo, y ya tenemos cerca de 200 personas que acuden cada miércoles por la noche al West Hollywood Park.
Es un grupo extraordinario para personas que tienen el sida, y se da la bienvenida a todo el mundo. Vienen personas de todas partes del mundo a ver cómo funciona este grupo, y porque se sienten apoyadas. No soy sólo yo, es el grupo. Todos contribuyen a que sea efectivo. Meditamos y hacemos visualizaciones. Difundimos y compartimos información sobre las terapias alternativas y los últimos adelantos de la medicina. Hay mesas de energía en un extremo de la sala, donde algunas personas se echan y otras les transmiten su energía imponiéndoles las manos u orando por ellas. Tenemos terapeutas de la Ciencia de la Mente con quienes se puede hablar. Al final cantamos y nos abrazamos los unos a los otros. Deseamos que la gente salga de allí sintiéndose mejor que como entraron. A veces estas personas reciben un estímulo positivo que les dura varios días.
Los grupos de apoyo se han convertido en una nueva entidad social y son instrumentos muy efectivos para esta compleja época. Muchas iglesias del «nuevo pensamiento», como la de la Unidad y la de la Ciencia Religiosa, tienen grupos de apoyo que se reúnen semanalmente. En revistas y periódicos de la Nueva Era aparecen listas de grupos. Establecer una red de apoyo es muy importante. Te estimula y te pone en marcha. Sugiero que las personas que tienen ideas similares se reúnan y compartan sus experiencias de forma regular.
Cuando las personas trabajan juntas en un objetivo común, acuden con su dolor, su confusión, su rabia o lo que sea, y se unen, no para quejarse y gemir, sino para encontrar la forma de superar sus problemas, para elevarse por encima de ellos y crecer,
Si eres una persona muy entregada, autodisciplinada y espiritual, puedes realizar muchísimo trabajo en ti misma sola. Pero si participas en un grupo en que todos hacen lo mismo, darás un salto cuántico porque cada uno aprende de los demás. Cada persona del grupo es un maestro. De modo que si tienes problemas que requieran algún trabajo, te sugiero que, si es posible, entres en un grupo donde puedas llevarlo a cabo.
7. Amemos nuestros rasgos negativos
Todos ellos forman parte de nuestra creación, del mismo modo que todos nosotros formamos parte de la creación de Dios. La Inteligencia que nos ha creado no nos odia porque cometamos errores o porque nos enfademos con nuestros hijos. Esta Inteligencia sabe que hacemos lo mejor que sabemos y nos ama porque todos somos sus creaciones; de igual modo podemos amarnos nosotros. Vosotros y yo, todos hemos hecho elecciones negativas, y si continuamos castigándonos por ellas, se convertirán en pautas habituales y nos resultará muy agotador dejarlas marchar y hacer elecciones más positivas.
Si te pasas la vida diciendo: «Odio mi trabajo. Odio mi casa. Odio mi enfermedad. Odio esta relación. Odio esto, odio aquello...», muy pocas cosas buenas podrán entrar en tu vida.
Sea cual fuere la situación negativa en que te encuentres, está ahí por algún motivo; de otra forma, no le hubieras permitido entrar en tu vida. El doctor John Harrison, autor del libro
Love your disease
[Ame su enfermedad] dice que jamás hay que condenar a nadie por haber sido operado muchas veces o por tener diversas enfermedades. En realidad, los enfermos pueden felicitarse por haber encontrado un medio seguro de satisfacer sus necesidades. Es necesario que entendamos que sea cual sea el problema que tengamos, nosotros contribuimos a crearlo con el fin de manejar ciertas situaciones. Una vez comprendido esto, podemos encontrar formas positivas de satisfacer nuestras necesidades.
Hay personas enfermas de cáncer o de otras enfermedades graves a quienes les ha resultado tan difícil decir «no» a alguna figura de autoridad en su vida, que inconscientemente han ido creando la enfermedad para que diga «no» en su lugar. Conocí a una mujer que, al comprender que el único fin de la enfermedad que se estaba creando era ser capaz de negarse a las exigencias de su padre, decidió ponerse en su lugar por una vez. Comenzó a decir «no» a su padre. Si bien al comienzo le resultó difícil, como continuó firme en su decisión, vio encantada que se estaba curando.
Sean cuales fueren nuestras pautas negativas, podemos aprender a satisfacer esas necesidades de forma más positiva. Por eso es tan importante hacerse la pregunta: «¿Qué beneficio saco de esta experiencia? ¿Qué hay de positivo en ella?». No suele gustar responder a esa pregunta. Pero si realmente miramos en nuestro interior y somos honestos con nosotros mismos, encontraremos la respuesta.
Tal vez tu respuesta sería: «Es la única manera que tengo de conseguir una amorosa atención de mi pareja». Una vez que lo has comprendido, puedes comenzar a buscar formas más positivas de conseguirla.
El humor es otro potente instrumento; nos ayuda a liberarnos y a aligerarnos durante las experiencias tensas y agotadoras. En las reuniones de los miércoles dedicamos un tiempo a los chistes. A veces recibimos la visita de una oradora llamada «la dama de la risa». Tiene una risa muy contagiosa y hace reír a todo el mundo. No podemos tomarnos siempre tan en serio, y la risa es muy curativa. Te recomiendo que veas comedias divertidas cuando te sientas deprimido o bajo de ánimo.
Cuanto tenía mi consultorio particular solía hacer todo lo posible por conseguir que mis clientes se rieran de sus problemas. Cuando logramos ver nuestra vida como una obra de teatro que tiene un poco de telenovela, de comedia y de drama, conseguimos una mejor perspectiva y estamos en camino de curar. El humor nos hace capaces de elevarnos por encima de la experiencia y mirarla desde una perspectiva más amplia.
8. Cuidemos nuestro cuerpo
Considera tu cuerpo como una maravillosa casa en la que vives durante un tiempo. Amas y cuidas tu casa, ¿verdad? Así pues, vigila lo que metes dentro de tu cuerpo. El abuso del alcohol y otras drogas está muy extendido; son métodos de escape populares. Si te drogas, eso no quiere decir que seas una mala persona, sino que no has encontrado una forma más positiva de satisfacer tus necesidades.
Las drogas nos tientan: «Ven, juega conmigo y lo pasaremos muy bien». Es verdad. Pueden hacernos sentir maravillosamente. Sin embargo, nos alteran demasiado la realidad, y aunque al principio no se note, el precio es terrible al final. Después de ingerir drogas durante un tiempo, la salud se resiente tremendamente y la persona se siente mal. Las drogas perjudican el sistema inmunitario, lo cual puede conducir a numerosos trastornos físicos. Además, después de un repetido uso, se desarrolla la adicción, y entonces uno se pregunta por qué comenzó a tomar drogas. La presión de los compañeros o amigos puede que te haya obligado al comienzo, pero el uso repetido y continuado es otra historia.
No he conocido nunca a una persona adicta a alguna droga que se ame a sí misma. Usamos el alcohol y otras drogas para escapar de la sensación de no valer nada, residuo de nuestra infancia, pero cuando el efecto se acaba nos sentimos peor que antes. Entonces, por lo general, nos invade la culpa. Es necesario que nos demos cuenta de que no hay peligro en tener los sentimientos que tenemos ni en reconocerlos. Los sentimientos pasan, no se quedan.
Otra forma de ocultar nuestro amor por nosotros mismos es atiborrarnos de comida. No podemos vivir sin comer porque el alimento da energía a nuestro cuerpo y le ayuda a crear nuevas células. Es posible que conozcamos bien los elementos de una buena nutrición, pero aun así utilizamos los alimentos para castigarnos y crearnos obesidad.
Estados Unidos se ha convertido en una nación de adictos a los platos preparados y envasados. Llevamos décadas alimentándonos a base de lo que yo llamo «La Gran Dieta Americana», atiborrándonos de alimentos procesados de todo tipo. Hemos permitido que los fabricantes influyan con sus anuncios en nuestros hábitos alimentarios. A los futuros médicos ni siquiera se les enseña nutrición en la facultad de medicina, a no ser que la escojan como asignatura optativa. La mayor parte de lo que actualmente consideramos medicina tradicional se centra en los fármacos y las operaciones quirúrgicas, de modo que si realmente queremos aprender algo de nutrición, deberemos hacerlo por nuestra cuenta. Tomar conciencia de lo que metemos en nuestra boca y de cómo nos hace sentir es un acto de amor hacia nosotros mismos.
Si una hora después de comer te sientes soñoliento, podrías preguntarte: «¿Qué comí?». Es posible que hayas comido algo que no le sentó bien a tu cuerpo en ese momento determinado. Comienza a prestar atención a lo que comes, qué alimentos te dan energía y cuáles te agotan y te bajan el ánimo. Esto se puede hacer probando y experimentando, o bien con la ayuda de un buen dietista que sepa responder a tus preguntas.
Recuerda que lo que le va bien a una persona no necesariamente le va bien a otra; nuestros cuerpos son diferentes. A muchas personas les va maravillosamente bien la dieta macrobiótica. Lo mismo sucede con el método de
La antidieta
de Harvey y Marilyn Diamond. Estas dos dietas se basan en conceptos totalmente diferentes y sin embargo ambas dan buenos resultados. Todo cuerpo es distinto de cualquier otro, de modo que no podemos decir que sólo un método funciona. Es necesario encontrar cuál es el que mejor le va a uno.
Busca alguna forma de hacer ejercicio que te guste, que te resulte agradable. Adopta una actitud mental positiva hacia el tipo de ejercicio que realizas. Muchas veces nos creamos obstáculos en el cuerpo principalmente como consecuencia de lo que asimilamos de otras personas. Aquí también, si quieres hacer cambios, es necesario que te perdones y dejes de introducir rabia y rencor en el cuerpo. La combinación de las afirmaciones con el ejercicio físico es una buena manera de reprogramar los conceptos negativos respecto al propio cuerpo.