Podemos usar diversos métodos para descargar la rabia. Podemos llorar y chillar contra un almohadón, podemos golpear cojines, la cama o un saco de arena de entrenamiento. Podemos escribir una «carta de odio» y después quemarla. Podemos gritar dentro del coche con las ventanillas cerradas. Podemos ir a la pista de tenis o al campo de golf y descargar la rabia golpeando pelotas una tras otra. Podemos hacer ejercicio, nadar y dar varias vueltas a la manzana corriendo. Podemos escribir o dibujar nuestros sentimientos empleando la mano no dominante: el proceso creativo es una forma natural de liberar emociones.
Un hombre que asistía a uno de mis seminarios contó que él se ponía un reloj de arena cuando comenzaba la sesión de golpear almohadones. Se daba diez minutos para dejar salir todas sus frustraciones y la rabia que sentía contra su padre. A los cinco minutos estaba agotado; cada treinta segundos miraba el reloj y se daba cuenta de que aún le quedaban unos cuantos minutos para continuar.
Yo solía golpear la cama y armar mucho ruido. Ahora ya no puedo hacerlo porque mis perros se asustan y creen que estoy enfadada con ellos. Pero he descubierto que me resulta muy efectivo gritar dentro del coche o cavar un hoyo en el jardín.
Como ves, se puede ser bastante creativo para liberar los sentimientos. Te recomiendo que hagas algo de tipo físico para liberar las emociones muy cargadas, algo que no entrañe ningún peligro. No hagas cosas temerarias o peligrosas para ti o para los demás. Acuérdate también de comunicarte con tu Poder Superior. Entra a tu interior y reconoce que ahí hay una respuesta a tu rabia y que la encontrarás. Tiene mucho poder curativo meditar y visualizar cómo sale libremente la rabia del cuerpo. Envía amor a la persona con quien estás enojado y ve cómo tu amor disuelve la discordia. Es preciso que estés dispuesto a que haya armonía. Tal vez la rabia que sientes te haga recordar que no te comunicas bien con los demás. Al reconocerlo, puedes corregirlo.
Es increíble la cantidad de personas que me dicen lo felices que llegan a sentirse una vez que han liberado la rabia que sentían. Es como si se quitaran de encima un enorme peso. A una de mis alumnas le resultaba dificilísimo dejar salir sus sentimientos. Intelectualmente los comprendía, pero no podía expresarlos. Una vez se permitió expresar sus sentimientos, empezó a gritar y a dar puntapiés y les dijo de todo a su madre y a su hija alcohólica. Sintió que se aligeraba de una enorme carga. Cuando la visitó su hija al poco tiempo, ella no paró de abrazarla. Había dejado espacio para el amor allí donde antes tenía acumulada la rabia reprimida.
A lo mejor eres una persona que se ha pasado enfadada la mayor parte de su vida. Quizá sientas lo que yo llamo «rabia habitual». Pasa algo y te enfadas. Pasa otra cosa y te vuelves a enfadar. Y así continuamente. Te pasas la vida enfadándote, pero nunca vas más allá de la rabia. La rabia habitual es infantil: uno siempre quiere salirse con la suya. Te convendría preguntarte:
• ¿Por qué escojo estar todo el tiempo enfadado?
• ¿Qué hago para crearme una situación tras otra que me hacen enfadar?
• ¿Es ésta la única manera que tengo de reaccionar ante la vida?
• ¿A quién sigo castigando? ¿O amando?
• ¿Es esto lo que deseo?
• ¿Por qué necesito ponerme en este estado?
• ¿Qué creencia mía causa toda esta frustración?
• ¿Qué es lo que doy que produce en los demás la necesidad de irritarme?
En otras palabras, ¿por qué crees que para salirte con la tuya tienes que enfadarte? No quiero decir con esto que no haya injusticias o que no tengas derecho a enfadarte. Sin embargo la rabia habitual no es buena para tu cuerpo, porque se queda alojada allí.
Fíjate en qué centras tu atención la mayor parte del tiempo. Siéntate frente al espejo durante diez minutos y mírate. « ¿Quién eres?», pregúntate. « ¿Qué es lo que deseas?» ¿Qué es lo que te hace feliz?» « ¿Qué puedo hacer para hacerme feliz?» Ha llegado el momento de hacer algo diferente. Crea dentro de ti un espacio nuevo y llénalo de hábitos amables, optimistas y alegres.
Muchas personas suelen enfadarse cuando conducen. Expresan así sus frustraciones contra los malos conductores que se encuentran por el camino. Hace bastante tiempo comprendí la realidad de que lo iba a pasar mal debido a la incapacidad de otras personas para seguir las normas de tráfico. De modo que la forma que tengo de conducir es: primero pongo amor en el coche al subirme a él, y en seguida afirmo y sé que siempre voy a ir rodeada por conductores maravillosos, competentes y felices, que todas las personas que me rodean son buenos conductores. Debido a mis creencias y afirmaciones rara vez me toca algún mal conductor cerca. Los malos conductores suelen estar lejos, molestando a aquel que va agitando el puño y chillando.
Tu coche es una prolongación tuya, del mismo modo que todo y todos son prolongaciones tuyas: por lo tanto, pon amor en tu coche y envía tu amor a todas las personas que te rodean en las calles y en las carreteras. Las partes del coche, pienso yo, son similares a las partes de nuestro cuerpo.
Por ejemplo, una de las chicas que trabajan conmigo encontraba que «no tenía visibilidad», no veía hacia dónde iba su vida ni adónde deseaba ir ella. Una mañana se levantó y se encontró con que el parabrisas de su coche estaba roto. Un conocido mío consideraba que estaba «atascado» en su vida. Ni avanzaba ni retrocedía, sencillamente estaba parado. Tuvo un pinchazo en el neumático y no pudo continuar su camino. Sé que esto puede parecer tonto al principio, pero encuentro fascinante la terminología automovilística que emplearon para referirse al estado mental en que se encontraban. No tener visibilidad significa que no ves nada hacia adelante. El parabrisas es una metáfora perfecta, así como un neumático pinchado es un ejemplo perfecto del hecho de quedarse «atascado». La próxima vez que le suceda algo a tu coche, piensa qué te parece que representa la parte estropeada y ve si puedes hacer una conexión con tu estado de ánimo o tus sentimientos en ese momento concreto. Puede que te sorprenda el resultado. Algún día escribiré un librito y lo titularé
Sane su automóvil
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Hubo una época en que no se comprendía la relación cuerpo-mente. Ha llegado la hora de que ensanchemos aún más nuestro pensamiento y comprendamos la relación máquina-mente.
Toda situación en la vida es una experiencia educativa y se puede manejar para que nos funcione.
No hay nada nuevo ni especial respecto a la rabia. Nadie escapa a su experiencia. El secreto está en identificarla por lo que es y en llevar esa energía en una dirección más sana. Si te pones enfermo, no te enfades por ello. En lugar de meter rabia en tu cuerpo, llénalo de amor y perdónate. Las personas que se dedican a cuidar a los enfermos podrían acordarse de cuidarse ellas también. Si no lo hacen, no serán de ninguna utilidad ni para sí mismas ni para sus amigos y familiares. Se quemarán. Es preciso que hagan algo para dejar salir sus sentimientos también. Una vez que se aprende a manejar la rabia de forma positiva, que aporte beneficios, se descubren maravillosos cambios que van mejorando la calidad de la vida.
El resentimiento es la causa de diversas enfermedades
El resentimiento es rabia que se lleva enterrada durante mucho tiempo. El principal problema del resentimiento es que se aloja en el cuerpo, generalmente siempre en el mismo sitio, y llegado un momento comienza a carcomer los tejidos. Muchas veces se convierte en tumores y cánceres. Por lo tanto, reprimir la rabia y dejar que se instale en el cuerpo no conduce a una buena salud. Lo repito nuevamente, es hora de dejar salir esos sentimientos.
Muchos nos hemos criado en hogares donde no estaba permitido enfadarse. A las mujeres sobre todo se nos enseñó que enfadarse era algo malo. La rabia no era aceptable; sólo a una persona, normalmente el padre o la madre, se le permitía expresarla. Ahora podemos comprender que somos nosotros los que nos aferramos a ella. Nadie más tiene nada que ver.
Una ostra coge un granito de arena y lo va cubriendo de carbonato de calcio hasta que el granito se transforma en una hermosa perla. De igual modo, nosotros cogemos nuestras heridas emocionales y las vamos alimentando mediante lo que yo llamo pasar la vieja película una y otra vez en nuestra mente. Si queremos vernos libres de esas viejas heridas, si deseamos superarlas, es el momento entonces de dejarlas atrás y continuar avanzando.
Uno de los motivos de que las mujeres desarrollen quistes y tumores en el útero es lo que yo llamo el síndrome de «él me hizo daño». Los órganos genitales representan en el hombre la parte más masculina del cuerpo, el principio masculino, y en la mujer la parte más femenina, el principio femenino. Cuando una persona pasa por una crisis emocional en sus relaciones, la lleva a una de esas zonas. Las mujeres en general la llevan a sus órganos femeninos, a su parte más femenina, y allí la van nutriendo hasta que se transforma en un quiste o un tumor.
Es posible que nos dé muchísimo trabajo disolver el resentimiento, ya que está enterrado muy hondo dentro de nosotros. Me llegó una carta de una mujer que estaba trabajando en su tercer tumor canceroso. Aún no había disuelto su resentimiento y continuaba creando nuevos tumores en su cuerpo. Yo noté que se sentía muy justificada en su amargura. Le era más fácil que el médico le quitara el último tumor que trabajar en el perdón. Lo mejor habría sido que hubiera podido hacer ambas cosas. Los médicos son muy buenos para quitar tumores, pero nosotros podemos hacerlos reaparecer.