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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Divulgación científica

El Sol brilla luminoso (17 page)

BOOK: El Sol brilla luminoso
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Pero, bajo la influencia de las mareas, la Luna retrocede, su diámetro aparente, a través de su órbita, decrece, y, si damos por supuesto que el Sol se mantiene en su actual distancia en el entretanto (como así ocurre), en dicho caso llegará el momento en que la Luna, incluso en su momento más cercano, poseerá un diámetro angular de menos de 0,524°. A partir de ese instante, no será visible en ningún momento un eclipse total desde la superficie de la Tierra.

La Luna deberá retroceder desde una aproximación máxima de 356.334 Km, como en la actualidad, hasta otra de 379.455 Km si debe aparecer, en su momento de mayor tamaño, no más grande que el Sol en su instante de menor apariencia. La Luna debe retroceder 23.121 Km para que esto suceda.

¿Cuánto tardará la Luna en alejarse tanto?

En el momento actual, la Luna está apartándose de nosotros a un promedio de 3 cm por año, o, aproximadamente, 2,5 mm en cada revolución.

A este promedio, la Luna tardará unos 750 millones de años en retroceder hasta la distancia anterior. En la actualidad, aún debería tardar más, puesto que, mientras la Luna retrocede, su influencia de mareas se debilita y su índice de retroceso va retardando poco a poco. Sospecho que tardaría cerca de mil millones de años en efectuar dicha recesión.

De este modo, la situación no sería tan mala. El número de eclipses totales por siglo declinará con lentitud, el número de eclipses anulares aumentará también lentamente y la duración de los eclipses totales que se produzcan se acortarán de forma gradual, pero pasarán mil millones de años antes de que cesen por completo los eclipses totales.

Y, de esta manera, sucediéndose las fuertes influencias de las mareas del pasado, tal como ocurrían hace 600 millones de años, en el momento en que los primeros trilobites evolucionaban, esos eclipses anulares resultaban imposibles. En cada ocasión, la Luna, ligeramente mayor en apariencia de lo que es ahora, pasaría en ángulo recto delante del Sol y el eclipse debería ser total.

Volvamos ahora a la retardada rotación de la Tierra.

A medida de que el promedio de rotación de la Tierra disminuye, la distancia de la Luna aumenta, y su tiempo de revolución alrededor de la Tierra también crece. (Además, las influencias de las mareas demostrarán que el período de rotación de la Luna retardará a medida que disminuya su período de revolución.)

De este modo, para cuando la Luna haya retrocedido hasta una distancia que haga imposible los eclipses totales, la Luna ya no tendrá una duración de 27,32 días en relación con las estrellas, sino de 29,98 días. y a medida que la Luna continúe retrocediendo, el mes se irá haciendo cada vez más largo.

Para cuando el período de rotación de la Tierra haya aumentado hasta 27,32 días —la duración del actual período de revolución de la Luna—, el período de revolución será, sustancialmente, más amplio, y la rotación de la Tierra deberá continuar retardando antes de que se establezca la rotación de las pesas.

¿Es posible que la Tierra nunca llegue a atraparla? Sin importar lo lentamente que gire, ¿la Luna se retirará tanto que su período de revolución será cada vez más prolongado?

N o, la rotación de la Tierra la
atrapará.
Cuando la rotación de la Tierra haya disminuido hasta el punto en que el día sea igual a 47 de los días actuales, la Luna habrá retrocedido tanto que su período de revolución también será igual a 47 días actuales.

En dicho momento, la distancia de la Luna a la Tierra será, en promedio, de 551.620 Km y su diámetro angular aparente será de unos 0,361°.

Así, pues, tendremos a la Tierra y a la Luna girando una alrededor de la otra al modo de unas pesas, y si no existiese una interferencia externa, continuaría de ese modo de forma indefinida,

Pero

existen interferencias externas. Se trata del Sol.

El Sol ejerce un efecto de mareas sobre la Tierra, al igual que al Luna, pero de diferente extensión. El efecto de mareas sobre la Tierra, para cada uno de los cuerpos, varía de forma directamente proporcionada a la masa de los dos cuerpos, e inversamente al
cubo
de sus distancias respecto de la Tierra.

La masa del Sol es 27 millones de veces mayor que la de la Luna. Sin embargo, la distancia del Sol respecto de la Tierra es 389,17 veces la distancia de la Luna con relación a la Tierra, y el cubo de 389,17 es de unos 58.950.000. Si dividimos 27.000.000 entre 58.950.000, averiguaremos que el efecto de mareas del Sol sobre la Tierra es de sólo un 0,46 del que ejerce la Luna.

El efecto de mareas sobre la Tierra, de todos los otros cuerpos celestes distintos al Sol y a la Luna, resulta insignificante. Así, pues, podemos decir que el efecto de mareas total sobre la Tierra está, aproximadamente, compuesto en sus dos terceras partes por la acción de la Luna y la otra tercera parte por el Sol.

No obstante, una vez la Tierra y la Luna alcanzan su revolución tipo pesa, el efecto de mareas de la Luna, virtualmente, se desvanece. Eso deja sólo en el campo al efecto de mareas del Sol. Sin entrar en detalles, la influencia de mareas solares y lunares al unísono sobre la Tierra es tal que acelera la rotación de ambos cuerpos, y equilibra ese incremento en su inercia angular de rotación por medio de una disminución de la inercia angular de las revoluciones.

En otras palabras, la Luna comenzará a girar en espiral más cerca de la Tierra.
(Luego,
finalmente, está cayendo…) La Luna se acercará cada vez más a la Tierra y, aparentemente, no existe límite a cuánta puede llegar a ser esa proximidad, excepto que nunca acabará por estrellarse contra la Tierra.

A medida que la Luna se aproxima a la Tierra, el efecto de mareas de la Tierra sobre la Luna aumentará. Para el momento en que el centro de la Luna se aproxime a sólo 15.000 Km del centro de la Tierra, y la superficie de la Luna se encuentra a sólo 7.400 Km de la superficie de la Tierra, con la Luna girando en torno del planeta una vez cada 5,3 horas. Para entonces, el efecto de mareas terrestres sobre la cercana Luna será quince mil veces mayor que en la actualidad, o quinientas mil veces la intensidad del actual efecto de mareas de la Luna sobre nosotros.

En esas condiciones, la influencia de mareas de la Tierra comenzará a descomponer la Luna en cierto número de fracciones, Luego, colisionarán y se fragmentarán y, gradualmente, a través de los continuos efectos de mareas, se extenderán por toda la órbita de la Luna, formando un anillo plano y circular sobre el plano ecuatorial de la Tierra.

En resumen, la Tierra adquirirá un anillo, más pequeño que la actual extensión del de Saturno, pero mucho más denso en materia y en extremo más brillante, dado que los anillos de la Tierra se encontrarán mucho más cerca del Sol (a pesar del hecho de que los anillos de la Luna estarán formados por rocas oscuras en vez de por el hielo de los anillos de Saturno).

¿Habrá seres humanos presentes sobre la Tierra para observar esos bellos anillos? No, a menos que haga ya tiempo que hayamos abandonado la Tierra y lo contemplemos todo a cierta distancia.

El efecto de mareas de la Luna sobre la Tierra en el momento de su propia destrucción serían quince veces mayores que en la actualidad. Esto no sería suficiente para romper la Tierra, puesto que no alcanzaría el efecto de mareas de la Tierra sobre la Luna, dado que la Tierra se hallaría unida por un más fuerte impulso gravitacional.

No obstante, el efecto de mareas de la Luna sería lo suficientemente fuerte para crear mareas de varios kilómetros de altura, con el efecto de que los océanos se desparramarían sobre los continentes de un extremo al otro.

Después de la rotura de la Luna, el efecto de mareas sobre nosotros, al proceder, como así sería entonces, desde todas direcciones, se borraría y desaparecería, seguramente, pero para ese momento, tras millones de años de enormes marejadas, el daño ya estaría hecho. Resulta difícil considerar cómo la vida terrestre, o tal vez cualquier clase de vida, podría sobrevivir en semejantes condiciones.

No obstante, este detalle es académico, dado que la Tierra habría cesado de ser habitable desde mucho antes de que la Luna iniciase de nuevo su aproximación a nosotros.

Regresemos a la rotación en pesa, con un día de la Tierra igual a 47 de los actuales.

Imaginémonos lo que sería tener al Sol brillante durante unas 560 horas, desde la salida hasta la puesta. Brilla durante más tiempo que eso en las regiones polares, naturalmente, pero el Sol se halla en dicho caso muy inclinado en el horizonte. Imaginémonos 560 horas entre la salida y la puesta de Sol en los trópicos, con el Sol en todo lo alto del firmamento. No existe duda de que, a media tarde, los océanos estarían a punto (o del todo) de hervir.

Esto sólo ya pondría en serias dudas la cuestión de la habitabilidad de la Tierra, sin tener que considerar las condiciones de las zonas antárticas, las cuales se hundirían en el transcurso de una noche de 560 horas de duración.

La alternativa de temperaturas entre un día prolongado y una noche también incrementada, sería muy difícil, si no imposible, el que la vida siguiese presente sobre el planeta.

Y, sin embargo, también este punto es académico, como descubriremos cuando calculemos el tiempo que tardaría la Luna en retroceder hasta una distancia en la cual su período de revolución sería de cuarenta y siete días. En aquel momento, habría retrocedido 167.200 Km más allá de su distancia en este instante.

Si el actual índice de recesión de 3 cm al año continúa año tras año, pasarían unos 55,7 mil millones de años para que la Luna se alejara hasta un punto en que la Tierra y la Luna girasen una en tomo de otra a la manera de unas pesas.

No obstante, la recesión no continuará el presente promedio. A medida que la Luna retroceda, y su efecto de mareas sobre la Tierra disminuya, el índice de rotación de la Tierra irá también, poco a poco, disminuyendo, y el promedio de recesión de la Luna se retardaría igualmente. Mi suposición es que llevaría unos 70 mil millones de años el que se lograra la situación tipo pesas.

¿Y qué significa semejante período de tiempo, cuando en 7 mil millones de años (es decir, una décima parte del tiempo requerido para alcanzar la situación tipo pesa), el Sol se experimentará hasta convertirse en una gigante roja, y tanto la Tierra como la Luna quedarían destruidas físicamente?

En el transcurso de esos 7 mil millones de años, antes de que la Tierra se haga inhabitable por un Sol recalentado y en expansión, el período de rotación de la Tierra se retardará hasta el punto de que el día será de cincuenta y cinco horas de duración. De hecho, al permitir ese lento decrecimiento en intensidad del efecto de mareas de la Luna, sospecho que el día se convertirá en uno de cuarenta y ocho horas de duración, es decir, dos veces la actual duración.

Sería un ambiente más caliente durante el día y más frío durante la noche que en la actualidad, y la Tierra no sería un lugar tan placentero como lo es hoy; pero aún continuaría siendo habitable, si eso fuera todo por lo que tuviésemos que preocupamos.

Pero existe el Sol, y dando por sentado que la Humanidad sobreviva durante 7 mil millones de años, será la expansión del Sollo que nos expulsará de nuestro planeta y no una rotación retardada.

LOS ELEMENTOS
X. UN METAL INÚTIL

Cuando la central de energía nuclear de la Isla de las Tres Millas empezó a funcionar mal, llegué a ciertas conclusiones y hallé, como a menudo ocurre, que iba desacompasado respecto del mundo.

El sentimiento predominante parecía ser: «¡Ajá! La Ciencia nos había dicho que eso no podía suceder, pero
ha sucedido…
Como muchas cosas de esos sabelotodo de los científicos… Ahora debemos acabar con la Era nuclear.»

Y, sin embargo, esto no fue lo que, realmente, sucedió. Los científicos jamás dicen que las cosas no pueden salir mal. Lo que dicen es que deben tomarse las suficientes medidas de seguridad para que las posibilidades de un año auténtico sean extraordinariamente pequeñas.

Lo que la gente contraria a la energía nuclear dice es algo parecido a esto: «¡Espera! Ocurrirá un accidente y centenares de miles de personas morirán al instante y otros millones contraerán el cáncer, y miles de kilómetros cuadrados del país quedarán estériles para siempre.»

¿De veras? Pues lo de la Isla de las Tres Millas ha quedado muy pobremente diseñado si debía empezar con todas estas cosas. Las personas encargadas del asunto, al parecer, pasaron por alto varias señales de advertencia y fueron innecesariamente descuidadas. Se produjeron algunos fallos mecánicos, seguidos de un error humano. Incluso hubo cierta insuficiencia teórica, puesto que se formó una burbuja de hidrógeno que no había sido prevista en modo alguno.

En otras palabras, fue, prácticamente, un accidente de la peor clase. ¿Y cuáles fueron las consecuencias?

La central eléctrica quedó fuera de servicio, y así seguirá durante un largo, muy largo período de tiempo, pero no resultó ninguna persona muerta, ni existen claras evidencias de que nadie haya sido lastimado, puesto que el escape radiactivo fue muy bajo. Es posible que se den un caso o dos adicionales de cáncer como resultado de todo ello, y, aunque no deseo minimizar, el número de casos de cáncer será muchísimo menor que el causado, en la misma zona, por fumar tabaco y debido a los escapes de los automóviles.

Así, pues, me parece a mí que el incidente de la Isla de las Tres Millas fue un caso en donde las predicciones de los científicos demostraron ser correctas, e incorrectas las de las personas contrarias a la energía nuclear. Y, sin embargo, el incidente fue, instantáneamente, etiquetado como una catástrofe por los medios de comunicación y los movimientos antinucleares. ¿Cómo lo habrían llamado, me pregunto, si hubiese resultado muerta una sola persona?

En cualquier caso, cuando el
Inquirer,
de Filadelfia, me pidió que escribiese un artículo en que declarase mi punto de vista sobre el asunto, redacté un artículo sardónico para el número del 15 de abril de 1979. Mi punto de vista en pro de la energía nuclear, se hallaba justo al lado del artículo de tipo antinuclear de George Wall.

Dos semanas después, mi encontraba en Filadelfia, y una mujer joven me detuvo y me dijo, más bien con tristeza:

—Estaba
segura
que, de todas las personas, usted se encontraría del lado antinuclear. Es usted tan liberal…

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