Además de ofrecernos un destello del poder de la mente, los placebos sustentan también un enfoque holográfico de la relación mente/cuerpo. Como observa la nutricionista y columnista Jane Brody en un artículo en
The New York Times
, «la eficacia de los placebos da un apoyo espectacular a la visión “holística” del organismo humano, una visión que está recibiendo cada vez más atención por parte de la investigación médica. Esa visión sostiene que la mente y el cuerpo interactúan continuamente y están tan inextricablemente unidos que no se pueden tratar como entidades independientes».
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El efecto placebo puede estar afectándonos de muchas más maneras de lo que pensamos, como demostró hace poco un misterio médico extraordinariamente sorprendente. Sin duda habrás oído hablar acerca de la capacidad de la aspirina para disminuir el riesgo de un ataque al corazón; hay una gran cantidad de indicios convincentes que sostienen esa idea. Todo esto está muy bien y es bueno. El único problema es que, según parece, la aspirina no tiene el mismo efecto en las personas que viven en Inglaterra. Un estudio de seis años de duración en el que participaron 5.139 médicos reveló que no existían pruebas de que la aspirina redujera el riesgo de un ataque al corazón.
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¿Hay un fallo en alguna investigación? ¿O quizá hay que echar la culpa a algún tipo de efecto placebo masivo? Sea como fuere, no dejes de creer en los efectos preventivos de la aspirina. Todavía te puede salvar la vida.
Las repercusiones en la salud de la personalidad múltiple
Otra enfermedad que ejemplifica gráficamente el poder de la mente para afectar al cuerpo es el desorden de personalidad múltiple (DPM). Además de tener diferentes patrones de ondas cerebrales, las distintas personalidades de un múltiple presentan características psicológicas muy distintas. Cada personalidad tiene su propio nombre y su propia edad, así como sus propios recuerdos y habilidades. A menudo cada una tiene también su propia caligrafía, un género declarado, una formación cultural y una raza propias, y difieren también sus dotes artísticas, la fluidez en un idioma extranjero y el cociente intelectual.
Aún más dignos de resaltar son los cambios biológicos que tienen lugar en el cuerpo de un múltiple cuando cambia de personalidad. Cuando se impone una personalidad, desaparece misteriosamente una dolencia médica de otra personalidad. El doctor Bennett Braun, de la International Society for the Study of Multiple Personality de Chicago, ha documentado un caso en el que todas las personalidades de un paciente, salvo una, eran alérgicas al zumo de naranja. Si el hombre bebía zumo de naranja cuando el control lo tenía una de sus personalidades alérgicas, le salía una erupción tremenda. Pero si cambiaba a su personalidad no alérgica, la erupción empezaba a desaparecer instantáneamente y podía beber zumo de naranja a placer.
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La doctora Francine Howland, psiquiatra de la Universidad de Yale especializada en el tratamiento de la personalidad múltiple, relata un incidente más asombroso aún sobre la reacción de un múltiple a una picadura de avispa. En la ocasión en cuestión, el hombre asistió a su cita programada con la doctora Howland, con el ojo hinchado y completamente cerrado porque le había picado una avispa. Ella pensó que necesitaba atención médica y llamó a un oftalmólogo. Desgraciadamente, el oftalmólogo no podía ver al hombre hasta una hora más tarde, pero como éste tenía un dolor intenso, la psiquiatra decidió intentar algo. Resultó que una de las personalidades alternativas de aquel hombre era «anestésica», que no sentía dolor en absoluto. Ella hizo que la personalidad anestésica tomara el control del cuerpo y el dolor cesó. Pero pasó algo más. Cuando el hombre llegó a su cita con el oftalmólogo, la hinchazón había desaparecido y el ojo había recobrado su aspecto normal. El oftalmólogo, al ver que no necesitaba tratamiento, le mandó a su casa.
No obstante, al cabo de un rato, la personalidad anestésica abandonó el control del cuerpo y regresó su personalidad original, junto con todo el dolor y la hinchazón causados por la picadura de la avispa. Al día siguiente, el hombre volvió al oftalmólogo para que por fin le tratara. Ni la doctora Howland ni el paciente le habían dicho al oftalmólogo que el hombre tenía personalidad múltiple. El oftalmólogo, después de tratar al paciente, llamó por teléfono a la doctora Howland: «Pensaba que el tiempo le estaba jugando una mala pasada». La psiquiatra se rió. «Sólo quería asegurarse de que yo le había llamado realmente el día anterior y que no eran imaginaciones suyas».
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Las alergias no es lo único que los múltiples pueden activar y desactivar. Si quedaba alguna duda sobre el control del inconsciente sobre los efectos de las medicinas, la disiparán las prodigiosas dotes farmacológicas que presentan los individuos con personalidad múltiple. Al cambiar de personalidad, un múltiple borracho puede volverse sobrio al instante. Además, las diversas personalidades responden de manera diferente a medicinas diferentes. Braun relata un caso en el que 5 miligramos de un tranquilizante, Diazepam, sedaron a una personalidad, mientras que 100 miligramos hicieron poco efecto o ninguno en otra. Muchas veces una o varias personalidades son niños, y cuando se da una medicina a una personalidad adulta y luego toma el control la personalidad del niño, la dosis de adulto puede ser demasiado fuerte para el niño y el resultado es una sobredosis. También es difícil anestesiar a algunos múltiples; hay informes de múltiples que se han despertado en la mesa de operaciones cuando toma el control una de sus personalidades «inanestesiables».
Entre otros trastornos que pueden variar de una personalidad a otra figuran las cicatrices, las quemaduras, los quistes, así como el ser zurdo o diestro. También puede ser distinta la agudeza visual, algunos múltiples tienen que llevar dos o tres pares de gafas diferentes para que se adapten a sus personalidades alternantes. Una personalidad puede ser daltónica y otra no y hasta puede cambiar el color de los ojos. Hay casos de mujeres que tienen dos o tres periodos menstruales al mes porque cada una de sus personalidades tiene su propio ciclo. La logopeda Christy Ludlow ha averiguado que el tipo de voz de cada una de las personalidades de los múltiples es diferente, una hazaña que requiere un cambio psicológico muy profundo, pues ni siquiera el actor más hábil puede modificar su voz lo bastante como para disfrazarla.
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Un múltiple que ingresó en un hospital por diabetes dejó desconcertados a sus médicos porque no mostraba ningún síntoma cuando tomaba el control una de sus personalidades no diabéticas.
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Hay informes de epilepsias que aparecen y desaparecen con los cambios de personalidad, y el psicólogo Robert A. Phillips Jr. cuenta que incluso pueden aparecer y desaparecer tumores (aunque no especifica qué clase de tumores).
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Los múltiples también tienden a curarse antes que las personas normales. Por ejemplo, hay varios casos registrados de curaciones extraordinariamente rápidas de quemaduras de tercer grado. Y lo más espeluznante de todo: al menos una investigadora —la doctora Cornelia Wilbur, la terapeuta cuyo tratamiento pionero a Sybil Dorsett fue descrito en el libro
Sybil
— está convencida de que los múltiples no envejecen tan deprisa como las demás personas.
¿Cómo pueden ocurrir todas estas cosas? En un simposio sobre el síndrome de la personalidad múltiple, una múltiple llamada Cassandra ofreció una posible respuesta. Cassandra atribuye su capacidad para curarse rápidamente tanto a las técnicas de visualización que practica como a algo que denomina «procesamiento paralelo». Según explica, sus personalidades alternativas son conscientes incluso cuando no tienen el control de su cuerpo. Ello le permite «pensar» en multitud de canales distintos a la vez, hacer cosas como trabajar simultáneamente en varios periódicos de distinta periodicidad e incluso «dormir» mientras otras personalidades le preparan la cena y limpian la casa.
De ahí que, mientras que la gente normal hace ejercicios de visualización de imágenes curativas dos o tres veces al día, Cassandra practica día y noche. Tiene incluso una personalidad llamada Celese que tiene conocimientos sólidos de anatomía y fisiología y cuya sola función consiste en pasar veinticuatro horas al día meditando y visualizando el bienestar de su cuerpo. Según ella, esa dedicación a su salud a tiempo completo le da una ventaja sobre la gente normal. Otros múltiples han reivindicado cosas parecidas.
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Atribuimos demasiada importancia al carácter inevitable de las cosas. Si tenemos la vista mal, creemos que tendremos la vista mal de por vida, y si padecemos diabetes, no pensamos ni por un momento que la enfermedad podría desaparecer con un cambio de estado de ánimo o de forma de pensar. Pero el fenómeno de la personalidad múltiple pone esas creencias en tela de juicio y ofrece pruebas de lo mucho que nuestro estado de ánimo puede afectar al cuerpo fisiológicamente. Si la psique de un individuo con un desorden de personalidad múltiple es una especie de holograma de imágenes múltiples, al parecer el cuerpo también lo es y puede cambiar de una situación fisiológica a otra con la misma rapidez con que se barajan las cartas.
Los sistemas de control que tienen que funcionar para explicar todas esas aptitudes son inconcebibles y hacen desmerecer nuestra capacidad de deshacernos de una verruga. La reacción alérgica a una picadura de avispa es un proceso complejo y polifacético que entraña la acción organizada de los anticuerpos, la producción de histamina, la dilatación y rotura de vasos sanguíneos, una descarga excesiva de sustancias inmunitarias, etcétera. ¿Qué vías de influencia desconocidas permiten que la mente de un múltiple paralice todos esos procesos de repente? O ¿qué les permite suspender los efectos del alcohol y de otras drogas en la sangre o hacer que la diabetes aparezca y desaparezca? De momento no lo sabemos y debemos consolarnos con un simple hecho: una vez que el múltiple ha seguido una terapia y ha vuelto a ser una totalidad en cierto modo, todavía puede seguir cambiando de personalidad a su antojo.
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Esto sugiere que en algún lugar de nuestra psique
todos
tenemos la capacidad de controlar esas cosas. Y, no obstante, eso no es todo lo que podemos hacer.
Embarazo, trasplantes de órganos y utilización del nivel genético
Como hemos visto ya, las simples creencias cotidianas también pueden causar un poderoso efecto en el cuerpo. Naturalmente, la mayoría de nosotros carece de la disciplina mental necesaria para controlar totalmente nuestras creencias (y por eso los médicos tienen que utilizar placebos para engañarnos y conseguir así que aprovechemos las fuerzas curativas que tenemos dentro de nosotros). Para recuperar el control, primero tenemos que entender los distintos tipos de creencias que pueden afectarnos, porque también ellas pueden proporcionar una perspectiva única de la flexibilidad de la relación cuerpo/mente.
Creencias culturales
Un tipo de creencia es el que nos impone la sociedad en que vivimos. Por ejemplo, los habitantes de las islas Trobriand mantienen libremente relaciones sexuales antes del matrimonio, pero está muy mal visto el embarazo prematrimonial. No utilizan anticonceptivos de ningún tipo y rara vez recurren al aborto, por no decir nunca. Con todo, el embarazo antes del matrimonio es prácticamente desconocido. Esto sugiere que, dadas sus creencias culturales, las mujeres solteras se impiden inconscientemente a sí mismas quedarse embarazadas.
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Hay indicios de que puede estar pasando algo similar en nuestra propia civilización. Casi todo el mundo conoce a una pareja que ha estado años intentando tener un hijo infructuosamente. Al final adoptan un niño y poco después la mujer se queda embarazada. Esto indica entonces que el tener un hijo posibilitó finalmente que la mujer y/o el hombre superara algún tipo de inhibición que estaba bloqueando los efectos de su fertilidad.
También pueden afectarnos sobremanera los temores que compartimos con otros miembros de nuestra civilización. En el siglo XIX, la tuberculosis mataba a miles y miles de personas, pero, desde el decenio de 1880, la tasa de mortalidad empezó a caer en picado. ¿Por qué? Antes de esa década, nadie sabía cuál era la causa de la tuberculosis, lo cual le daba un aura de misterio aterrador. Pero en 1882, el doctor Robert Koch hizo el descubrimiento trascendental de que la causa de la tuberculosis era una bacteria. Una vez que esa información llegó al público en general, la tasa de mortalidad descendió de 600 por 100.000 a 200 por 100.000, a pesar de que todavía faltaba casi medio siglo para que se encontrara un tratamiento médico eficaz.
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Aparentemente, el miedo también ha sido un factor importante en la proporción de éxitos obtenidos en los trasplantes de órganos. En la década de 1950, los trasplantes de riñones eran sólo una posibilidad fascinante. Entonces, un médico en Chicago hizo lo que parecía un trasplante exitoso. Publicó sus conclusiones y poco después se hicieron otros trasplantes en todo el mundo. Luego falló el primer trasplante. De hecho, el médico descubrió que en realidad el riñón había sido rechazado desde el principio. Pero no importaba. Siempre que los receptores de los trasplantes creyeran que podían sobrevivir, lo hacían, y la proporción de éxitos aumentó muy por encima de cualquier expectativa.
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Creencias que encarnamos en nuestras actitudes
Las creencias también se manifiestan en nuestras vidas a través de las actitudes. Hay estudios que han demostrado que la actitud de una madre embarazada con respecto a su bebé, y al embarazo en general, tiene una relación directa con las complicaciones que tendrá durante el parto, así como con los problemas médicos que tendrá su hijo después de nacer.
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En efecto, en la pasada década, hubo una avalancha de estudios demostrando los efectos de nuestras actitudes en un sinfín de dolencias médicas. Las personas que obtuvieron las puntuaciones más altas en las pruebas concebidas para medir la hostilidad y la agresión tienen siete veces más posibilidades de morir a causa problemas de corazón que las que obtuvieron puntuaciones bajas.
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Las mujeres casadas tienen sistemas inmunitarios más potentes que las mujeres separadas o divorciadas, y las mujeres
felizmente
casadas poseen sistemas inmunitarios más potentes todavía.
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Las personas con sida que muestran un espíritu luchador viven más tiempo que los individuos infectados con sida que tienen una actitud pasiva.
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La gente con cáncer también vive más tiempo si mantiene un espíritu luchador.
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Los pesimistas cogen más catarros que los optimistas.
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El estrés disminuye la respuesta inmunitaria
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; la incidencia de la enfermedad aumenta en quienes han perdido a su cónyuge, etcétera, etcétera, etcétera.
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