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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

El Universo holográfico (39 page)

BOOK: El Universo holográfico
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La popularidad actual de la idea de que creamos nuestro propio destino, ¿es sólo una moda o su presencia en tantas culturas y en tantas épocas diferentes es una señal de que es algo mucho más insondable, un signo de algo que todos los seres humanos saben intuitivamente que es verdad? De momento, la pregunta permanece sin respuesta, pero en un universo holográfico —un universo en el que la mente
participa
con la realidad y lo más recóndito de la psique se puede manifestar en el mundo objetivo como una sincronicidad— la idea de que somos arquitectos de nuestro destino no resulta tan rocambolesca. Parece probable, incluso.

Tres últimas pruebas

Antes de concluir, hay tres últimas pruebas que merecen que les echemos un vistazo. Aunque no son pruebas concluyentes, cada una de ellas permite atisbar otras facultades que puede tener la consciencia en un universo holográfico y que trascienden el tiempo.

Sueños multitudinarios del futuro

Otra investigadora sobre vidas pasadas que reveló datos que indican que la mente participa en la creación del propio destino fue la doctora, ya fallecida, Helen Wambach, una psicóloga que vivía en San Francisco. Su enfoque consistió en hipnotizar a grupos de personas en pequeños seminarios de trabajo, hacerlos regresar a períodos de tiempo específicos y hacerles una lista de preguntas predeterminadas sobre el sexo, el estilo de vestir, la ocupación, los utensilios usados en las comidas, etcétera. Durante los veintinueve años que duró su investigación sobre el fenómeno de vidas pasadas, Wambach hipnotizó a miles de individuos literalmente y acumuló una cantidad de datos impresionante.

Una de las críticas que se dirigen contra la reencarnación es que parece que la gente sólo recuerda vidas pasadas como personajes históricos o famosos. Sin embargo, Wambach descubrió que más del 90 por ciento de los sujetos de sus investigaciones recordaban vidas pasadas como campesinos, trabajadores, granjeros y recolectores primitivos de comida. Menos del 10 por ciento recordaban haberse encarnado en aristócratas y ninguno recordaba haber sido alguien famoso; es un descubrimiento que contradice la idea de que los recuerdos de vidas pasadas son fantasías.
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Por otra parte, la información que daban sobre los detalles históricos, e incluso detalles oscuros, era extraordinariamente precisa. Por ejemplo, los que recordaban haber vivido en el siglo XVIII decían que utilizaban un tenedor de tres púas para comer durante la cena, pero después de 1790 la mayor parte de los tenedores descritos eran de cuatro púas, lo cual refleja correctamente la evolución histórica del tenedor. La información relativa a la ropa y el calzado, a la clase de comida, etcétera, era asimismo exacta.
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Wambach descubrió que también podía
progresar
a personas a vidas futuras. Las descripciones de siglos venideros eran tan fascinantes que dirigió un importante proyecto de progresión a vidas futuras en Francia y en Estados Unidos. Desgraciadamente, murió antes de completar el estudio; no obstante, el psicólogo Chet Snow, antiguo colega suyo, continuó su trabajo y ha publicado los resultados recientemente en un libro titulado
Mass Dreams of the Future
{xxviii}
.

Cuando se compararon los informes de las 2.500 personas que participaron en el proyecto, salieron a la luz varias características interesantes. En primer lugar, prácticamente todas convenían en que la población de la Tierra había descendido de forma espectacular. Muchas ni siquiera se encontraban en cuerpos físicos en los diversos períodos del futuro especificados, y las que sí lo estaban, observaron que la población era mucho más pequeña que en la actualidad.

Por otra parte, las personas que respondieron a las preguntas se dividieron claramente en cuatro grupos, relacionados cada uno de ellos con un futuro diferente. Un primer grupo describía un futuro yermo y sin alegría en el que la mayoría de la gente vivía en estaciones espaciales, llevaba trajes plateados y comía comida sintética. Otro grupo, el de la «New Age» (Nueva Era), contaba que llevaba una vida más feliz y más sencilla, en entornos naturales, donde vivían en armonía unos con otros, dedicados al aprendizaje y al desarrollo espiritual. El tercer grupo, los «urbanitas de alta tecnología», describían un futuro mecánico e inhóspito, en donde se vivía en ciudades subterráneas o encerradas en cúpulas y burbujas. Las personas del cuarto grupo se referían a sí mismos como supervivientes del desastre y vivían en un mundo que había sido devastado por un desastre global, posiblemente nuclear. Los hogares en los que vivían comprendían desde ruinas urbanas hasta cuevas o granjas aisladas; sus ropas a menudo eran de piel y estaban totalmente cosidas a mano, y obtenían gran parte de la comida cazando.

¿Cuál es la explicación? Snow acude al modelo holográfico para encontrar la respuesta y, como Loye, cree que tales conclusiones insinúan que hay varios futuros potenciales, u holoversos, que se están formando en las nieblas crecientes del destino. No obstante, y al igual que otras personas que investigan vidas pasadas, también piensa que creamos nuestro destino tanto individual como colectivamente y que, por lo tanto, los cuatro escenarios futuros constituyen en realidad un destello de los diversos futuros en potencia que la raza humana en masa se está creando.

En consecuencia, Snow recomienda que, en vez de construir refugios contra bombas o de trasladarnos a zonas que no serán destruidas por los «cambios venideros de la Tierra» (como predicen algunos físicos), deberíamos dedicar tiempo a creer en un futuro positivo y a visualizarlo. Menciona la Comisión Planetaria —un grupo formado por millones de personas de todo el mundo que ha acordado dedicar una hora (de 12 a 1 de la tarde, en el huso horario de Greenwich) todos los 31 de diciembre, unidos en oración y meditación por la paz y la sanación del mundo— como un paso en la dirección correcta. «Si estamos formando continuamente la realidad física del futuro con los pensamientos y las acciones colectivas de hoy, entonces
ahora
es el momento de tomar consciencia de la alternativa que hemos creado —afirma—. Están claras las distintas clases de Tierra que podemos elegir, representadas por los cuatro grupos. ¿Cuál queremos para nuestros hijos? ¿Cuál queremos para nosotros por si acaso volvemos algún día?».
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Cambiar el pasado

Tal vez el futuro no sea lo único que puede formar y reformar el pensamiento humano. En la convención anual de 1988 de la Parapsychological Association, Helmut Schmidt y Marilyn Schlitz anunciaron que varios experimentos que habían realizado indicaban que la mente podía ser capaz de alterar también el pasado. En un estudio, utilizaron un proceso de distribución aleatoria por ordenador para grabar 1.000 secuencias de sonido diferentes. Cada secuencia consistía en 100 tonos de duración variable; algunos tonos eran agradables al oído mientras que otros eran meras explosiones de ruido. Dado que el proceso de selección era aleatorio, según la ley de probabilidad, cada secuencia debería contener aproximadamente un 50 por ciento de sonidos agradables y un 50 por ciento de ruido.

Después enviaron por correo casetes con las secuencias grabadas a unos voluntarios. Les dijeron que, mientras escuchaban las casetes grabadas previamente, intentaran incrementar por psicoquinesia la duración de los sonidos agradables y disminuir la duración del ruido. Cuando los voluntarios completaron la tarea notificaron los resultados al laboratorio. Schmidt y Schlitz examinaron después las secuencias originales y descubrieron que las grabaciones que escucharon los voluntarios tenían tramos de sonidos agradables significativamente más largos que los tramos de ruido. En otras palabras: era como si los sujetos hubieran retrocedido en el tiempo «psicoquinéticamente» y hubieran influido en el proceso de distribución utilizado para elaborar las casetes
pregrabadas
.

En otra prueba, Schmidt y Schlitz programaron el ordenador para que produjera secuencias de 100 tonos compuestas al azar por cuatro notas diferentes; luego dieron instrucciones a los sujetos de la prueba para que intentaran conseguir por psicoquinesia que aparecieran más notas altas que bajas en las cintas. De nuevo, se descubrió un efecto PK retroactivo. Schmidt y Schlitz averiguaron también que los voluntarios que meditaban con regularidad ejercían un efecto PK mayor que los que no lo hacían, lo que sugiere nuevamente que el contacto con el inconsciente es clave para acceder a la parte de la psique que estructura la realidad.
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La idea de que podemos alterar psicoquinéticamente hechos que han ocurrido ya es perturbadora, porque estamos tan profundamente programados para creer que el pasado está fijado como una mariposa tras un cristal, que nos cuesta mucho imaginar lo contrario. Sin embargo, en un universo holográfico, un universo en el que el tiempo es una ilusión y la realidad no es sino una imagen creada por la mente, es una posibilidad a la que acaso tengamos que irnos acostumbrando.

Un paseo por el jardín del tiempo

Por fantásticas que sean las dos ideas anteriores, no suponen un cambio demasiado grande en comparación con el último tipo de anomalía temporal que merece nuestra atención. El 10 de agosto de 1901, dos catedráticas de Oxford, Anne Moberly y Eleanor Jourdain, rectora y vicerrectora del St. Hugh's College respectivamente, estaban dando un paseo por el jardín del Petit Trianon de Versalles cuando vieron pasar por el paisaje que tenían delante un efecto deslumbrante, no muy distinto de los efectos especiales de una película cuando cambia de una escena a otra. Una vez que pasó el brillo resplandeciente, se dieron cuenta de que el paisaje había cambiado. De repente, la gente a su alrededor llevaba trajes y pelucas del siglo XVIII y se comportaba con mucha agitación. Como las dos mujeres se quedaron atónitas, se les acercó un hombre repulsivo con la cara picada por la viruela y les instó a cambiar de dirección. Ellas le siguieron hasta que pasaron una fila de árboles y entraron en un jardín en el que oyeron flotar por el aire compases de música y vieron a una dama aristocrática pintando una acuarela.

Finalmente, la visión se desvaneció y el paisaje volvió a su estado normal, pero la transformación había sido tan espectacular que, cuando las mujeres miraron tras ellas, vieron que el camino por el que acababan de andar estaba bloqueado por un viejo muro de piedra. Cuando volvieron a Inglaterra, buscaron informes históricos y llegaron a la conclusión de que habían sido transportadas hacia atrás en el tiempo, hasta el día en que tuvo lugar el saqueo de las Tullerías y la masacre de la Guardia Suiza —lo que explicaba la agitación de la gente del jardín— y que la mujer del jardín no era otra que María Antonieta. La experiencia fue tan vívida, que las mujeres escribieron un texto sobre lo ocurrido tan extenso como un libro y lo presentaron a la British Society for Psychical Research.
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Lo que hace que la experiencia de las señoras Moberly y Jourdain sea tan significativa es que no fue simplemente una visión retrocognitiva del pasado, sino que
retrocedieron al pasado
de verdad, se encontraron con gente y pasearon por el jardín de las Tullerías, tal y como estaba más de cien años antes. Es difícil aceptar que la experiencia fuera real, pero teniendo en cuenta que no les proporcionó ningún beneficio evidente sino que, con toda certeza, puso en riesgo sus reputaciones académicas, a uno le cuesta imaginar por qué motivo inventarían semejante historia.

Y no es la única experiencia acaecida en las Tullerías que ha sido relatada a la British Society for Psychical Research. En mayo de 1955, un abogado de Londres y su esposa se encontraron también con varios personajes dieciochescos muy elegantes en el jardín. Y en otra ocasión, el personal de una embajada cuyas oficinas daban a Versalles, afirmó que había observado que el jardín retrocedía a un período histórico anterior.
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En Estados Unidos, el parapsicólogo Gardner Murphy, antiguo presidente tanto de la American Psychological Association como de la American Society for Psychical Research, investigó un caso similar de una mujer identificada sólo por el nombre de Buterbaugh que miró por la ventana de su despacho en la Universidad Wesleyan de Nebraska y vio el campus tal y como era cincuenta años antes. Habían desaparecido las calles bulliciosas y la residencia femenina y en su lugar estaba el campo abierto y unos cuantos árboles cuyas hojas se mecían en la brisa de un verano que había pasado hacía mucho tiempo.
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¿Es tan delgada la línea que separa el presente y el pasado como para que, en las circunstancias adecuadas, podamos adentrarnos en el pasado con la misma facilidad con que paseamos por un jardín? De momento, simplemente no lo sabemos, pero acontecimientos como ésos tal vez no sean tan imposibles como parecen, en un mundo formado no tanto por objetos sólidos que viajan por el espacio y por el tiempo, como por hologramas fantasmales de energía sostenidos por procesos relacionados, al menos en parte, con la consciencia humana.

Y si esto nos parece perturbador —la idea de que la mente y el cuerpo están mucho menos limitados por restricciones temporales de lo que imaginábamos previamente—, deberíamos recordar que la idea de que la Tierra es redonda fue una vez igualmente aterradora para una humanidad que estaba convencida de que era plana. Las pruebas presentadas en este capítulo indican que todavía somos niños en cuanto se refiere a entender la verdadera naturaleza del tiempo. Y como los niños en el umbral de la edad adulta, deberíamos apartar nuestros miedos y aceptar cómo es el mundo en verdad. Porque en un universo holográfico, un universo en el que todas las cosas no son más que centelleos fantasmales de energía, tiene que cambiar algo más que nuestro entendimiento del tiempo. Aún tienen que cruzar nuestro paisaje otros brillos resplandecientes y quedan profundidades aún más hondas que explorar.

C
APÍTULO 8

Viajando por el superholograma

Se puede acceder a la realidad holográfica experimentalmente cuando la consciencia de uno se libera de su dependencia del cuerpo físico. Mientras uno permanezca atado al cuerpo y a sus modalidades sensoriales, la realidad holográfica será como mucho una construcción intelectual simplemente. Cuando uno [se libera del cuerpo], la experimenta directamente. Por eso los místicos hablan de sus visiones con gran certeza y convicción, mientras que los que no han experimentado ese terreno por sí mismos, permanecen escépticos o indiferentes incluso.

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