El Universo holográfico (21 page)

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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

BOOK: El Universo holográfico
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En opinión de Bohm, lo que hay que deducir de todo esto es un punto importante: la consciencia no es lo único que puede responder al
significado
. También puede responder el cuerpo, lo cual revela que la naturaleza del significado es mental y física al mismo tiempo. Y esto nos resulta raro porque normalmente pensamos que el significado sólo puede tener efecto en la realidad subjetiva, en los pensamientos que tenemos en la cabeza, y que genera una respuesta en el mundo físico de las cosas y los objetos. El significado, por tanto, «puede servir de vínculo o
puente
entre los dos lados de la realidad —afirma Bohm—. Es un vínculo indivisible en el sentido de que la información que contiene el pensamiento, que nos parece que está en el lado
mental
, es al mismo tiempo una actividad neurofisiológica, química y física que es obviamente lo que entraña el pensamiento en el lado
material
».
[3]

Bohm afirma que se pueden encontrar ejemplos de significados activos en el mundo objetivo en otros procesos físicos. Uno de ellos es el funcionamiento de un chip informático. Un chip informático contiene información cuyo significado es activo en tanto en cuanto determina el modo en que fluyen las corrientes eléctricas por el ordenador. Otro ejemplo es el comportamiento de las partículas subatómicas. De acuerdo con la visión ortodoxa de la física, las ondas cuánticas actúan mecánicamente sobre una partícula controlando su movimiento, de la misma forma en que las olas del mar podrían controlar una pelota de pimpón que flotara en la superficie. Pero Bohm no cree que esta visión explique el baile coordinado de electrones en un plasma, por ejemplo, como tampoco el movimiento ondulatorio del agua podría explicar un movimiento asimismo bien coreografiado de pelotas de pimpón, en el caso de que fuera descubierto en la superficie del mar. A su juicio, la relación entre partícula y onda cuántica es más parecida a un barco con piloto automático guiado por ondas de radar. Una onda cuántica no empuja a un electrón como tampoco una onda de radar empuja al barco. Más bien le da
información
sobre su entorno, información que luego utiliza el electrón para maniobrar por sí mismo.

En otras palabras, Bohm cree que un electrón, además de ser similar a la mente, es una entidad enormemente compleja, que no tiene nada que ver con la creencia tradicional de que un electrón es un punto simple, sin estructura. La utilización activa de información por parte de los electrones y de todas las partículas subatómicas, indica realmente que la capacidad para responder al significado es una propiedad no sólo de la consciencia sino de toda la materia. La posesión en común de propiedades intrínsecas, dice Bohm, ofrece una posible explicación de la psicoquinesia. Como dice él, «sobre esa base, la psicoquinesia puede ocurrir si los procesos mentales de una o más personas se centran en significados que están en armonía con los significados que guían los procesos básicos de los sistemas materiales en los que ha de producirse».
[4]

Es importante señalar que ese tipo de psicoquinesia no se debería a un proceso causal, esto es, a una relación causa/efecto que implicara la participación de alguna de las fuerzas conocidas en física. Al contrario, sería el resultado de una especie de «resonancia de significados» no local, o una especie de interacción no local similar, pero no igual, a la interconexión no local que permite que un par de fotones gemelos manifieste el mismo ángulo de polarización, como vimos en el segundo capítulo. (Bohm piensa que únicamente la no localidad cuántica no puede explicar la PK ni la telepatía por razones técnicas, y que sólo podría explicarlas una forma más profunda de no localidad, una especie de «súper» no localidad).

El Gremlin de la máquina

Otro investigador que tiene ideas sobre la PK similares a las de Bohm, pero un poco más avanzadas, es Robert G. Jahn, profesor de ciencias aeroespaciales y decano emérito de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Princeton. Su intervención en el estudio de la psicoquinesia se debió a la casualidad. Como antiguo asesor de la NASA y del Departamento de Defensa, lo que le interesaba en un principio era la propulsión en el espacio profundo, de hecho, es autor del mejor manual que existe en ese campo,
Physics of Electric Propulsión
. Ni siquiera creía en lo paranormal cuando se le acercó una estudiante para pedirle que supervisara un experimento de PK que quería realizar como un proyecto de estudio independiente. Jahn accedió de mala gana, pero los resultados fueron tan provocadores que le llevaron a fundar un laboratorio para la investigación de anomalías en la ingeniería (Princeton Engineering Anomalies Research, PEAR) en 1979. Desde entonces, los investigadores del PEAR han obtenido indicios convincentes de la existencia de la PK y son los que han recogido más datos sobre el tema de todo el país.

En una serie de experimentos, Jahn y su socia, la psicóloga clínica Brenda Dunne, emplearon un aparato llamado «generador de acontecimientos aleatorios», o REG. Confiando en un proceso natural impredecible como pueda ser la desintegración radioactiva, un REG es capaz de producir una serie aleatoria de números binarios, una serie que podría ser como ésta: 1,2,1,2,2,1,1,2,1,1,1,2,1. En otras palabras: un REG es una especie de lanzador de monedas al aire automático, capaz de realizar una cantidad enorme de lanzamientos en muy poco tiempo. Como todo el mundo sabe, si lanzas al aire una moneda perfectamente equilibrada mil veces, lo más seguro es que obtengas un 50 por ciento de caras y un 50 por ciento de cruces. En realidad, de cada mil lanzamientos semejantes, el resultado puede desviarse un poco, tanto en una dirección como en la otra, pero cuanto mayor sea el número de lanzamientos, más se acercará el resultado al 50/50.

Lo que hicieron Jahn y Dunne fue sentar a unos voluntarios frente a un REG y pedirles que se concentraran para producir un número anormalmente grande de unos o de doses. A lo largo de cientos de miles de pruebas, literalmente, descubrieron que los voluntarios influyeron sobre el resultado del REG simplemente con la concentración y causaron un efecto pequeño pero significativo estadísticamente hablando. Averiguaron también otras dos cosas. La capacidad de producir efectos PK no la tenían exclusivamente unos cuantos individuos dotados sino que estaba presente en la mayoría de los voluntarios a los que probaron. Esto sugiere que la mayoría de nosotros posee aptitudes psicoquinéticas en algún grado. También descubrieron que voluntarios diferentes producían sistemáticamente resultados diferentes y distintivos, resultados tan idiosincrásicos que Jahn y Dunne empezaron a llamarlos «firmas».
[5]

En otra serie de experimentos, Jahn y Dunne emplearon un mecanismo semejante al
pinball
(la conocida máquina del millón), que permite que nueve mil canicas de casi dos centímetros de diámetro circulen alrededor de 330 clavijas de nailon y se distribuyan en 19 huchas recolectoras situadas en la parte de abajo. El mecanismo está dentro de un bastidor vertical, poco profundo, de unos tres metros de alto por uno ochenta de ancho y tiene el frente de cristal transparente para que los voluntarios puedan ver las canicas cuando caen y se meten en las huchas. Normalmente, caen más bolas en las huchas centrales que en las de los extremos, y la representación del resultado en general es como una curva en forma de campana.

Como ocurrió con el REG, Jahn y Dunne hicieron que los voluntarios se sentaran frente a la máquina y trataran de que aterrizasen más bolas en las huchas laterales que en las centrales. Nuevamente, durante un gran número de partidas, los operadores consiguieron crear un cambio pequeño pero medible del lugar al que iban a parar las canicas. En los experimentos con el REG, los voluntarios producían un efecto PK solamente en procesos microscópicos —la desintegración de una sustancia radioactiva—, pero los experimentos con el
pinball
revelaron que los participantes podían utilizar la PK para influir también en objetos del mundo cotidiano. Y, más aún, las «firmas» de las personas que habían participado en los experimentos REG resurgieron en los experimentos
pinball
, lo que sugiere que la capacidad de PK de un individuo determinado era la misma tanto en un experimento como en el otro, pero variaba de un individuo a otro, del mismo modo en que varían otras dotes. A juicio de Jahn y Dunne, «mientras que para justificar la revisión de los principios científicos dominantes sería lógico descartar pequeños segmentos de los resultados, porque se acercan demasiado al comportamiento del azar, el conjunto de resultados, tomados globalmente, confirma una anomalía incontrovertible de proporciones considerables».
[6]

Jahn y Dunne piensan que sus averiguaciones pueden explicar la propensión que parecen tener algunas personas a gafar maquinarias y a hacer que los equipos funcionen mal. Una de esas personas era el físico Wolfgang Pauli, cuyas dotes en este campo son tan legendarias que los físicos las han bautizado en broma como el «efecto Pauli». Se dice que la mera presencia de Pauli en un laboratorio hacía que estallara un aparato de cristal o que un mecanismo de medición sensible se partiera por la mitad. Veamos un incidente especialmente famoso: un físico escribió a Pauli para decirle que no podía echarle la culpa de la desintegración reciente y misteriosa de un aparato complicado puesto que no había estado presente; sin embargo, se enteró de que Pauli había pasado junto al laboratorio en un tren ¡en el preciso momento del desgraciado accidente! Según Jahn y Dunne, el famoso «efecto Gremlin», la tendencia que muestran algunos aparatos cuidadosamente probados a funcionar mal inexplicablemente, o a no funcionar en absoluto, en el momento más inoportuno y absurdo (efecto del que informan con frecuencia pilotos, tripulaciones aéreas y operadores militares), puede ser también un ejemplo de actividad psicoquinética inconsciente.

Si la mente es capaz de llegar al exterior y alterar el movimiento de una cascada de canicas o el funcionamiento de una máquina, ¿a qué extraña alquimia se debe dicha capacidad? A juicio de Jahn y Dunne, dado que todos los procesos físicos conocidos poseen la dualidad onda/partícula, no es excesivo suponer que la consciencia también la tiene. La consciencia, cuando tenga apariencia de partícula, estará localizada en el interior de la cabeza, pero cuando tenga aspecto de onda podría causar efectos mediante una influencia remota, como hacen todos los fenómenos ondulatorios. En opinión de Jahn y Dunne, la psicoquinesia es uno de esos efectos.

Pero no se detienen ahí. Piensan que la realidad en sí es el resultado del contacto entre la consciencia en su faceta ondulatoria y los patrones ondulatorios de la materia. Sin embargo, al igual que Bohm, no creen que sea fructífero interpretar la consciencia o el mundo material como algo aislado, ni tampoco que se pueda pensar siquiera que la psicoquinesia es la transmisión de algún tipo de fuerza. «El mensaje puede ser más sutil —dice Jahn—. Tal vez esos conceptos sean simplemente inviables, quizá no podamos hablar exitosamente de un entorno teórico ni de una consciencia teórica. Lo único que podemos experimentar es la interpenetración entre los dos, de un modo u otro».
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Si no se puede concebir la psicoquinesia como la transmisión de algún tipo de fuerza, ¿qué terminología podría sintetizar mejor la interacción entre mente y materia? Esto recuerda de nuevo la forma de pensar de Bohm; Jahn y Dunne plantean que la psicoquinesia implica un intercambio de información entre la consciencia y la realidad física y que ese intercambio debería concebirse, más que como un flujo entre lo mental y lo material, como una
resonancia
entre ambos. Hasta los voluntarios que participaron en los experimentos de PK sintieron y comentaron la importancia de la resonancia: al explicar el factor que asociaban con una actuación exitosa, el que mencionaron con más frecuencia fue alcanzar una sensación de «resonancia» con la máquina. Un voluntario lo describió con las siguientes palabras: «Un estado de inmersión en el proceso que me lleva a la pérdida de consciencia de mí mismo. No me parece que tengo un control directo sobre el mecanismo; cuando estoy en resonancia con la máquina es más como una influencia marginal. Es como estar en una canoa: cuando va donde yo quiero, fluyo con ella; cuando no lo hace, intento romper la fluencia y darle la oportunidad de volver a estar en resonancia conmigo».
[8]

Las ideas de Jahn y Dunne son semejantes a las ideas de Bohm en otros aspectos clave. Como Bohm, creen que los conceptos que usamos para describir la realidad —electrón, longitud de onda, consciencia, tiempo, frecuencia— sólo son útiles en cuanto «categorías para organizar la información» y no poseen un carácter independiente. También opinan que todas las teorías, la suya incluida, no son más que metáforas. Aunque no se identifican con el modelo holográfico (y de hecho su teoría difiere del pensamiento de Bohm en varios aspectos significativos), sí admiten que existen algunas coincidencias. «Entre la idea holográfica y lo que postulamos nosotros hay algún punto en común, puesto que estamos hablando de una dependencia muy básica del comportamiento mecánico de las ondas —dice Jahn—. Proporciona a la consciencia la capacidad de funcionar en un sentido mecánico ondulatorio y, por tanto, de aprovecharse, de un modo u otro, de todo el espacio y el tiempo».
[9]

Dunne está de acuerdo: «En un sentido se podría pensar que el modelo holográfico trata del mecanismo por el cual la consciencia interacciona con esa inmensidad sensible, aborigen y mecánica y se las arregla de alguna manera para convertirla en información utilizable. En otro sentido, si imaginamos que la consciencia individual tiene sus propios patrones ondulatorios característicos, podríamos contemplarla —metafóricamente, por supuesto— como el láser de una frecuencia particular que se entrecruza con un patrón específico del holograma cósmico».
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Como era de esperar, la comunidad científica ortodoxa se resiste firmemente a aceptar el trabajo de Jahn y Dunne, que, sin embargo, está ganando aceptación por parte de algunos sectores.
New York Times Magazine
le dedicó recientemente un artículo, y gran parte de los fondos del PEAR procede de la Fundación McDonnell, creada por James S. McDonnell III, de la McDonnell Douglas Corporation. Los propios Jahn y Dunne permanecen impertérritos ante el hecho de estar dedicando tanto tiempo y esfuerzo a explorar los parámetros de un fenómeno que la mayoría de los científicos considera que no existe. Como afirma Jahn, «la importancia de este asunto me merece una opinión mucho más elevada que cualquier otra cosa en la que he trabajado nunca».
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