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Authors: Michael Talbot

Tags: #Autoayuda, Ciencia, Ensayo

El Universo holográfico (9 page)

BOOK: El Universo holográfico
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Es una idea profunda. Einstein asombró al mundo cuando afirmó, en la teoría de la relatividad, que el espacio y el tiempo no son magnitudes independientes, sino que están unidas uniformemente y forman parte de un todo mayor que él denominó «continuo espacio-tiempo». Bohm lleva esa idea un paso —gigante— más allá. En su opinión,
todo
lo que hay en el universo forma parte de un continuo. A pesar de la aparente separación de las cosas en el orden explicado, todo es una extensión continua de todo lo demás y, al final, hasta los órdenes implicado y explicado se funden el uno con el otro.

Tómate un momento para pensar en esto. Mírate la mano. Ahora mira la luz que surge de la lámpara que tienes al lado. Mira al perro que reposa a tus pies. No se trata meramente de que estéis hechos de lo mismo. Es que
sois la misma cosa
. Una cosa. No dividida. Un algo inmenso que ha extendido sus brazos y sus apéndices incontables hacia todos los objetos visibles, hacia los átomos, los mares turbulentos y las estrellas centelleantes del cosmos.

Bohm advierte que esto no significa que el universo sea una masa gigante indiferenciada. Las cosas pueden formar parte de un todo no dividido y poseer cualidades propias únicas. Para aclarar lo que quiere decir, dirige la mirada a los pequeños remolinos que se forman a menudo en los ríos. A primera vista, parece que son cosas independientes y tienen muchas características individuales como el tamaño, la velocidad, la dirección de rotación, etcétera. No obstante, un análisis minucioso revela que es imposible determinar dónde termina un torbellino y dónde empieza el río. Del mismo modo, Bohm no insinúa que las diferencias entre las «cosas» carezcan de significado. Sólo quiere que sepamos constantemente que la división en «cosas» de diversos aspectos del holomovimiento siempre es una división teórica, una forma de hacer destacar esos aspectos en nuestra percepción por la forma en que pensamos. En un intento de corregirlo, en vez de llamar «cosas» a los diferentes aspectos del holomovimiento, prefiere llamarlos «subtotalidades relativamente autónomas».
[10]

Lo cierto es que Bohm cree que la tendencia casi universal a fragmentar el mundo y a prescindir de la interconexión dinámica que existe entre todas las cosas es la causa de muchos problemas, no sólo en el campo de la ciencia, sino también en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Por ejemplo, creemos que podemos extraer las partes valiosas de la tierra sin afectar a la totalidad. Creemos que es posible tratar partes del cuerpo sin preocuparnos por la totalidad. Creemos que podemos tratar diversos problemas de la sociedad como el crimen, la pobreza o la adicción a las drogas sin estudiar los problemas de la sociedad en cuanto totalidad, etcétera. En sus escritos, Bohm argumenta vehementemente que nuestra forma actual de fragmentar el mundo en partes no sólo no funciona, sino que puede llevarnos a la extinción.

La consciencia como una forma más sutil de materia

Además de explicar por qué los teóricos de la física cuántica encuentran tantos ejemplos de interconexión cuando se sumergen en las profundidades de la materia, el universo holográfico de Bohm explica otros muchos misterios. Uno de ellos es el efecto que parece tener la consciencia en el mundo subatómico. Como hemos visto, aunque Bohm rechaza la idea de que las partículas no existen hasta que son observadas, en principio no se opone al intento de unir la física y la consciencia. Cree simplemente que la mayoría de los físicos lo abordan de manera equivocada, tratando de fragmentar la realidad una vez más y afirmando que una cosa independiente como la consciencia interactúa con otra cosa independiente como una partícula subatómica.

Como todas esas cosas son aspectos del holomovimiento, Bohm opina que no tiene sentido hablar de interacción entre la consciencia y la materia. En cierto sentido, el observador es el observado. El observador es también el aparato medidor, los resultados de los experimentos, el laboratorio y la brisa que sopla fuera del laboratorio. De hecho, piensa que la consciencia es una forma más sutil de materia y que la base de toda relación entre las dos no se encuentra en nuestro nivel de realidad, sino en las profundidades del orden implicado. La consciencia está presente en diversos grados del envolvimiento y del desenvolvimiento de la materia y tal vez sea ésa la causa de que los plasmas posean características de cosas vivas. Como dice Bohm, «la capacidad de la forma para ser activa es el rasgo más característico de la mente, y con el electrón ya tenemos algo semejante a la mente».
[11]

De manera similar, cree que tampoco tiene sentido dividir el universo en cosas vivas y cosas no vivas. La materia animada y la materia inanimada están entretejidas inseparablemente y la vida también está envuelta en la totalidad del universo. Hasta una roca está viva en cierto modo, afirma Bohm, porque la vida y la inteligencia están presentes, no ya en toda la materia, sino también en la «energía», en el «espacio», en el «tiempo», en «el tejido del universo entero» y en todo lo demás que sacamos del holomovimiento y contemplamos erróneamente como cosas independientes.

La idea de que la consciencia y la vida (y, de hecho, todas las cosas) son conjuntos envueltos en todo el universo tiene un lado secundario igualmente asombroso. Al igual que cada trocito de un holograma contiene la imagen del todo, cada porción del universo contiene el todo. Esto significa que podríamos encontrar la galaxia Andrómeda en la uña del dedo gordo de nuestra mano izquierda si supiéramos cómo acceder a ella. Asimismo, podríamos encontrar a Cleopatra cuando se reunió con César por primera vez, porque, en principio, todo el pasado y las repercusiones para todo el futuro también están encubiertos en cada pequeña región del espacio y del tiempo. El cosmos entero está envuelto en cada célula de nuestro cuerpo. Y lo mismo hace cada hoja, cada gota de lluvia, cada mota de polvo, lo cual da un significado nuevo al famoso poema de William Blake:

Ver un mundo en un grano de arena

Y un cielo en una flor silvestre,

Abarcar el infinito en la palma de la mano

Y la eternidad en una hora.

La energía de un billón de bombas atómicas en cada centímetro cúbico del espacio

Si nuestro universo es sólo una pálida sombra de un orden más profundo, ¿qué más yace oculto, envuelto en la trama y la urdimbre de nuestra realidad? Bohm tiene una sugerencia. Según los conocimientos actuales de la física, todas las zonas del espacio están plagadas de distintos tipos de campos formados por ondas de longitud variable. Cada onda tiene siempre algo de energía al menos. Cuando los físicos calcularon la cantidad mínima de energía que puede tener una onda, averiguaron que
¡cada centímetro cúbico de espacio vacío contiene más energía que la energía total de toda la materia que existe en el universo conocido!

Algunos físicos se niegan a tomarse en serio un cálculo como ése y creen que debe de estar equivocado de un modo u otro. Según Bohm, es verdad que existe ese mar infinito de energía y que al menos nos dice algo sobre la inmensa naturaleza oculta del orden implicado. Cree que la mayor parte de los físicos hacen caso omiso de la existencia de ese mar enorme de energía porque, como peces que no son conscientes del agua en que nadan, han aprendido a concentrarse primordialmente en los objetos inmersos en el mar, en la materia.

La idea de Bohm de que el espacio es tan real y tan rico en procesos como la materia que se mueve en él, llega a su plena madurez en sus tesis sobre el mar implicado de energía. La materia no existe con independencia de ese mar, del llamado «espacio vacío». Es una parte del espacio. Para explicar lo que quiere decir, Bohm propone la siguiente analogía: un cristal enfriado hasta el cero absoluto permitirá que un chorro de electrones lo atraviese sin esparcirlos. Si se sube la temperatura, se producirán grietas en el cristal que echarán a perder su transparencia, por decirlo así, y los electrones empezarán a esparcirse. Desde el punto de vista de un electrón, las grietas parecerían trozos de «materia» flotando en un mar de nada, pero no es eso lo que ocurre realmente. La nada y los trozos de materia no existen con independencia unos de otros. Forman parte del mismo tejido, del orden más profundo del cristal.

Bohm cree que en nuestro nivel de existencia sucede lo mismo. El espacio no está vacío. Está
lleno
, es un pleno en vez de un vacío y constituye la base de la existencia de todo, incluidos nosotros mismos. El universo no está separado de este mar cósmico de energía; es una onda en su superficie, un «patrón de excitación» comparativamente pequeño en medio de un océano inimaginablemente inmenso. «Este patrón de excitación es relativamente autónomo y origina proyecciones aproximadamente recurrentes, estables y separables en un orden explicado de manifestación tridimensional», afirma Bohm.
[12]
En otras palabras: a pesar de su materialidad aparente y de su enorme tamaño, el universo no existe en sí mismo y por sí mismo, sino que es un hijastro de algo mucho más vasto e inefable. Más aún: no es siquiera una gran producción de ese algo más vasto, sino sólo una sombra pasajera, un problema menor en el gran esquema de las cosas.

El mar infinito de energía no es todo lo que está envuelto en el orden implicado. Dado que el orden implicado es la base que ha dado origen a todo lo que hay en nuestro universo, contiene también como mínimo todas las partículas subatómicas que han sido o serán, toda forma posible de materia, energía, vida y consciencia, desde los quásares al cerebro de Shakespeare, desde la doble hélice de la estructura de la molécula del ADN hasta las fuerzas que controlan el tamaño y la forma de las galaxias. Y ni siquiera esto es todo lo que puede contener. Bohm admite que no hay razón para creer que el orden implicado es el fin de las cosas. Más allá puede haber otros órdenes jamás soñados, etapas infinitas de una evolución ulterior.

Apoyo experimental al universo holográfico de Bohm

Hay varios descubrimientos fascinantes en el campo de la física que sugieren que Bohm puede tener razón. Aun dejando aparte el mar implicado de energía, el espacio está lleno de luz y de otras ondas electromagnéticas que se entrecruzan e interfieren entre sí constantemente. Como hemos visto, las partículas son también ondas. Esto significa que los objetos físicos y todo lo demás que percibimos en la realidad están compuestos por patrones de interferencia, lo cual tiene consecuencias holográficas innegables.

Otro dato convincente procede de un descubrimiento realizado en un experimento reciente. En los años setenta, la tecnología estaba lo suficientemente avanzada como para llevar a cabo el experimento de las dos partículas planteado por Bell, y varios investigadores acometieron la tarea. Aunque hicieron descubrimientos prometedores, ninguno fue capaz de obtener resultados concluyentes. Posteriormente, en 1982, tuvieron éxito los físicos Alain Aspect, Jean Dalibard y Gérard Roger del Instituto de Óptica de la Universidad de París. En primer lugar, produjeron una serie de fotones gemelos calentando átomos de calcio con láser. Luego, permitieron que cada fotón se desplazara en una dirección opuesta por un conducto de seis metros y medio y pasara por unos filtros especiales que los dirigían hacia uno de los dos analizadores de polarización posibles. Cada filtro tardó diez mil millonésimas de segundo en cambiar de un analizador al otro, alrededor de treinta mil millonésimas de segundo menos de lo que tardó la luz en recorrer los 13 metros que separaban cada juego de fotones. De esta manera, Aspect y sus colegas consiguieron descartar toda posibilidad de que los fotones pudieran comunicarse a través de cualquier proceso físico conocido.

Aspect y su equipo descubrieron que, como predecía la teoría cuántica, cada fotón todavía era capaz de relacionar su ángulo de polarización con el de su gemelo. Eso significaba que o bien se estaba contraviniendo la negativa de Einstein a aceptar la posibilidad de una comunicación más rápida que la luz, o bien las dos fotones estaban conectados de forma no local. Como la mayoría de los físicos se oponen a admitir dentro de la física procesos más rápidos que la luz, el experimento de Aspect se contempla por lo general como una prueba material de que la conexión entre los dos fotones no es local. Además, como observa Paul Davis, físico de la Universidad de Newcastle-upon-Tyne, Inglaterra, dado que
todas
las partículas están continuamente interactuando y separándose, «el aspecto no local de los sistemas cuánticos es pues una propiedad general de la naturaleza».
[13]

Los descubrimientos de Aspect no demuestran que el modelo de universo de Bohm sea correcto, pero le dan un respaldo enorme. De hecho, como hemos mencionado ya, en opinión de Bohm, ninguna teoría es correcta en un sentido absoluto, ni siquiera la suya. Todas las teorías no son más que aproximaciones a la verdad, mapas finitos que usamos para intentar representar un territorio infinito e indivisible. Esto no significa que Bohm crea que su teoría no es demostrable. Está seguro de que, en algún momento en el futuro, se desarrollarán técnicas que permitirán someter a prueba sus ideas (cuando a Bohm le critican este punto, señala que hay varias teorías en física, como la «teoría de las supercuerdas», que probablemente no podrán demostrarse durante varias décadas).

La reacción de la comunidad física

La mayoría de los físicos contemplan las ideas de Bohm con escepticismo. Por ejemplo, el físico de Yale Lee Smoling simplemente no encuentra la teoría de Bohm «muy convincente, físicamente».
[14]
Sin embargo, existe un respeto casi universal por la inteligencia de Bohm. La opinión de Abner Shimony, físico de la Universidad de Boston, es representativa en este sentido: «Me temo que simplemente no entiendo su teoría. Es una metáfora, ciertamente, y la cuestión es cómo interpretar literalmente esa metáfora. No obstante, ha pensado profundamente sobre el tema y creo que ha prestado un servicio enorme al poner esas cuestiones al frente de la investigación de la física, en lugar de haberse limitado a silenciarlas. Ha sido un hombre valeroso, audaz e imaginativo».
[15]

Aparte de ese escepticismo, también hay físicos que ven con simpatía las ideas de Bohm, entre otros figuran mentes privilegiadas como Roger Penrose, de Oxford, creador de la teoría moderna del agujero negro, Bernard d'Espagnat, de la Universidad de París, una de las autoridades mundiales más importantes sobre los fundamentos conceptuales de la teoría cuántica, y Brian Josephson, de Cambridge, ganador del premio Nobel de Física en 1973. En opinión de Josephson, el orden implicado de Bohm puede llegar algún día a incluir a Dios, o la Mente, en el marco de la ciencia, una idea que Josephson apoya.
[16]

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