En Silencio (64 page)

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Authors: Frank Schätzing

Tags: #Intriga, Policíaco

BOOK: En Silencio
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—Claro. Pero ¿eso de qué servirá?

—De información.

—No hay problema. Venga un momento. —Mahder caminó hasta una pared pintada de blanco en la que había un plano dibujado de toda el área del aeropuerto sujeto con chinche tas. Al lado había varias fotografías aéreas. O'Connor lo siguió.

Por primera vez O'Connor veía el aeropuerto a vista de pájaro.

Era asombroso ver lo pequeña que parecía la herradura de la vieja terminal en comparación con el tamaño total del aeropuerto. En realidad, esta última conformaba sólo una parte ínfima, ampliada por la T2 y el inmenso aparcamiento contiguo. Un tramo más adelante, al otro lado de la vía de acceso a la autovía, O'Connor pudo ver los edificios del Holiday Inn, de la administración y de la comisaría de policía. Estaban muy pegados el uno al otro y parecían de algún modo aislados, como si no formaran parte del gran conjunto; como parientes indeseables a los que no se les permite vivir en palacio, sino en una casita en el callejón de atrás.

Más allá de la terminal comenzaban las pistas, los estacionamientos de aviones y lo que Kika había llamado una «pequeña ciudad». Por lo que O'Connor podía ver ahora, se trataba, casi en su totalidad, del aeropuerto de carga. El complejo, formado por edificios administrativos, hangares, naves de carga y almacenamiento, discurría paralelamente a las pistas de aterrizaje y despegue. Ellos habían atravesado por allí, pero O'Connor se sintió sorprendido por la extensión de todo el conjunto.

Mahder señaló al final de la gran pista.

—Todo esto lo recorrimos. ¿Lo recuerda? En esta pista va a aterrizar el AFO.

—¿El AFO?

—Sí, el
Air Force One.
No es posible trabajar en este sector sin usar abreviaturas, de lo contrario tu jornada laboral no tendría fin. Como le he dicho, no es absolutamente seguro, pero creo que van a aterrizar por la 14-1, es decir, a la altura de la terminal. —El dedo de Mahder recorrió toda la pista—. Mire, cada pista tiene su propio código. El extremo noroeste de la gran pista se llama 14-1; el sudeste, el 32-D. I y D significan izquierda y derecha. De modo que entrará por la izquierda y pasará junto al aeropuerto de mercancías en dirección al sudeste. Aquí detrás, en el brezal, se dará la vuelta, recorrerá de regreso la pista de rodaje A, luego girará a la derecha y de nuevo a la izquierda, hacia el lado oeste de la terminal de carga.

—Entonces llegará a la terminal de carga —dijo O'Connor, reflexionando.

Mahder sonrió con ironía.

—¿Qué pensaba usted? ¿Que el POTUS mostraría su pasaporte, pasaría por la aduana y esperaría su pequeña maleta en la cinta rodante de la entrega de equipajes?

—No tenía una noción demasiado clara —dijo O'Connor—. Todavía no he tenido el privilegio de contar con un avión para mí solo.

—¿Me permite preguntarle algo?

—Por supuesto.

—Usted es sin duda un hombre adinerado. ¿Por qué no se da el lujo de tener un avión privado?

Ahí estaba de nuevo, la envidia disfrazada de solidaridad.

—Sería aburrido —dijo O'Connor—. Se molestaría siempre a la misma tripulación. —Entonces señaló a un gran edificio que sobresalía entre los estacionamientos del lado oeste—. ¿Qué es esto aquí?

—La nave antirruidos. Aquí, en la fotografía aérea, puede distinguirla bien, es una mole. Allí probamos las turbinas, por eso tuvimos que crear una nave abierta hacia arriba. Cuando el AFO avance en dirección al aeropuerto de carga, pasará al lado oeste a través de las otras dos pistas, hará un nuevo giro aquí, ¿lo ve?, pasando de la 14-D a la pista de rodaje T y se detendrá en la pista de estacionamiento de carga del oeste, situada justo a la derecha de la nave antirruidos, precisamente aquí.

—¿Y es ahí donde Clinton saldrá del avión?

—Todos los jefes de Estado bajan ahí. Allí está también la carpa VIP, la prensa, el Ministerio de Exteriores, la policía, el batallón del Ejército Federal. Clinton recorrerá la formación de honor, estrechará un par de manos y subirá a su limusina.

El aeropuerto de carga es atravesado por la Heinrich-SteinmannStrabe; hoy fuimos un trecho por esa avenida. El convoy de vehículos abandona el estacionamiento, dobla hacia esa calle y deja el aeropuerto en dirección a la autovía.

—Perfecto —dijo O'Connor—. No tiene que pasar entre ningún edificio.

—No, sólo pasará delante. Pero tampoco eso es un problema. Todas las ventanas y las puertas, todos los hangares y las naves permanecerán cerrados; revisarán cada recinto.

—Hay un montón de edificios allí.

—Todo lo que sea importante —dijo Mahder, asintiendo—. Usted mismo lo ha visto hoy. Frente a esta zona, en posición transversal a la nave antirruidos, está la torre de control, y enfrente está el edificio de la empresa de paquetería UPS…

O'Connor echó un vistazo a una de las fotografías aéreas.

—Las dos bastantes altas, ¿no es cierto?

Mahder guardó silencio por espacio de un segundo.

—Bueno, la torre es el edificio más alto de todos, por supuesto. Luego tenemos aquí la terminal oeste, la central de correos, seguridad aérea, la estación de carga y descarga de camiones y el edificio de la aduana, la nave de los equipos técnicos y las naves de carga; más atrás están los bomberos y otras dependencias. Hacia el otro lado de la avenida están los hangares del uno al tres, el edificio de Lufthansa, etcétera, etcétera.

—¿Y todos están vigilados?

—Ahí no puede pasar nada —dijo Mahder con mucho énfasis. A pesar de todo el descontento que hacía patente, parecía, al mismo tiempo, estar orgulloso de lo que decía—. Los tejados están llenos de francotiradores. He oído decir que están preparados incluso para afrontar un ataque desde el aire.

Con el ceño fruncido, O'Connor contempló el complejo del aeropuerto de carga. Lo más probable era que Mahder tuviera razón. ¿Cómo era posible entrar de contrabando una arma en una zona de seguridad tan comprimida?

Eljak dispara.

¿Con qué dispara?

Eljak le dispara al POTUS.

POTUS

POTUS no era un nombre propio. Eran unas siglas. ¿Lo sería también «Eljak»?

—¿Y la caravana de coches pasa por aquí?

—Esperará al otro lado de la nave antirruidos —dijo Mahder con paciencia—. Aquí. Luego…

—¿En el GAT 1?

—Sí. GAT es la sigla de General Aviation Terminal, la terminal de aviación general. El GAT 1 está previsto para los pequeños aviones Lear con los que han venido algunos ministros de Exteriores. Quedan aparcados allí, mientras que los aviones grandes como el AFO o el
Iljuschin
de Yeltsin van al cercano aeropuerto militar…

O'Connor ya no lo estaba escuchando.

El GAT. Elgat. Elkat. Había miles de posibilidades para un malentendido.

En ese momento vio con claridad lo que tenían planeado y cómo pensaban realizarlo.

Eljak no era un nombre, ni un acrónimo ni una persona. Ni siquiera era una palabra coherente. «El» no era más que el artículo masculino.

¡El YAG!

Todos los cabos se unían. Kuhn tuvo que haber escuchado alguna conversación. Por lo visto, había tecleado al azar lo que le pareció más significativo, a toda prisa y sin entender el sentido, pero había dado en el blanco. «Pieza de espeoj». Piez Adapt. Espejo. Piezomotores en un espejo adaptativo. Un YAG y un sistema de espejos, como en la física clásica. Un objetivo para situar el blanco en el punto de mira. Eso era. Al mismo tiempo, se resolvía la pregunta sobre cómo alguien podía introducir de contrabando una arma en el aeropuerto y lo que pasaría con Clinton si los terroristas acertaban en el blanco.

—Eh, doctor O'Connor.

El físico no reaccionó. Su mente intentaba repasar todas las posibilidades. Podía recurrir a sus amplios conocimientos. El conocimiento de un hombre que se había ocupado de los estudios de los fotones hasta el punto de ser candidato al Premio Nobel; que conocía todas las estructuras habidas y por haber. Mientras intentaba reconstruir el trabajo de Paddy con una prisa febril, apenas podía comprender cómo no se le había ocurrido lo mismo antes.

Por otra parte, era absurdo. Era apenas imaginable que alguien pudiera contar con algo así. Y que funcionara. ¿Podía funcionar?

—¿Doctor O'Connor? ¿Se siente usted mal?

—Ellos tienen un YAG —murmuró, lentamente; luego levantó la mirada y vio el rostro preocupado de Mahder—. Lo sé.

—¿Qué sabe?

—Sé lo que se proponen.

Mahder parecía confuso.

—¿Ellos? ¿Quiénes? ¿De qué está hablando?

—¿Dónde más trabajó Paddy aparte de la nueva terminal?

Mahder lo miró fijamente.

—No prefiere decirme lo que…

—Luego. ¿Dónde?

—Bueno, aquí. —El dedo de Mahder recorrió la fotografía aérea y se fue deteniendo en algunos edificios—. En la terminal del oeste, en la central de correos, en el hangar uno. Ah, y allí, al otro lado, es un tramo bastante extenso, junto a los almacenes provisionales.

O'Connor se acercó un poco más. La fotografía mostraba la terminal de mercancías de un modo nítido y detallado, pero desde una altura considerable. Apenas ninguna de las obras en cuestión mostraba la altura necesaria. Y para llevar a cabo su plan, necesitaban altura.

¿O acaso estaba cayendo en un gran error?

«No, es posible —pensó—. Por probabilidades, no está muy lejos del ataque de un OVNI, pero se puede hacer.»

Entonces había trabajado en la Terminal 2.

Todo dependía del tamaño del YAG. Para dañar a un avión en pleno aterrizaje tenía que ser tan grande como tres bloques de edificios. E incluso así, apenas bastaría.

De modo que tenían previsto atacar a la persona, al mismísimo presidente, justo en el momento en que saliera del avión.

La nueva terminal tendría posiblemente la altura suficiente. Resultaba difícil emitir un juicio definitivo a partir de aquella fotografía aérea. La cuestión era averiguar cuántos puntos de desvío poseía la estructura. Tenían que ser varios espejos, y el primero era adaptativo.

Junto a él, Mahder comenzó a cambiar nerviosamente de pierna.

—Doctor O'Connor, no pretendo apremiarlo, pero…

—No tema, no me está apremiando. ¿Está usted seguro de que Paddy trabajó exclusivamente en estos edificios?

—Por supuesto.

—Su respuesta sonó irritada. Mahder parecía haber perdido de repente su buena voluntad—. Yo, personalmente, lo designé para todas las labores. No hubiese podido llegar a ningún punto sin mi autorización. No somos ningunos payasos.

—Le pido disculpas.

O'Connor sacó su teléfono móvil y metió la mano en el bolsillo interior de su americana. Sus dedos buscaron el papelito con los dos números de Lavallier, pero tropezaron con el vacío.

¿Dónde tenía ese papel…?

Entonces lo recordó. Habían escrito en él los nombres de los políticos, de modo que estaba en el bar del Holiday Inn; eso, en caso de que no hubiera sido víctima ya del afán de orden del barman.

¡Menudo idiota que era!

Durante un momento, pensó en volver sobre sus pasos. Pero de ese modo sólo perdería tiempo.

—¿Sería usted tan amable de llamar a Lavallier? —dijo con una sonrisa extremadamente afable.

Mahder se retorció las manos y abrió la boca. Luego se encogió de hombros y fue hasta su escritorio. Sin decir palabra, hojeó en un libro y marcó el número de la comisaría.

—Con el comisario principal Lavallier, por favor.

Esperó unos segundos.

—¿En la carpa VIP? Sí, claro. Sí, lo anoto.

Mahder escribió dos números de teléfonos en un folio, mientras O'Connor caminaba inquietamente de un lado al otro de la habitación. Tenía que hacer algo. No tenían tiempo para pasar horas intentando localizar a la policía por teléfono.

—¡Inténtelo con Bar! —le gritó.

—Tampoco está allí —dijo Mahder—. Han salido todos a la carpa VIP Todos están endiabladamente ocupados. Intentaré localizar a Lavallier a través de su móvil.

—Se lo ruego. Me haría un gran favor a mí y al presidente de Estados Unidos.

Mahder lo miró fijamente y confundido, mientras sus dedos volaban sobre las teclas del teléfono. Frunció el ceño y luego hizo un gesto negativo con la cabeza. Los dos están ocupados. Escúcheme, tengo varias cosas por hacer todavía. No es que quiera deshacerme de usted, pero si debo seguir a disposición suya, tiene que darme una razón. De lo contrario, al final, volveré a hacer el tonto, ¿me entiende?

—De acuerdo —dijo O'Connor—. Pero sólo si, a cambio, me lleva usted hasta la nueva terminal. —¿Qué?

—Quiero echar un vistazo por allí. Mahder tomó aire.

—Eso no es así tan fácil. No lo dejarán pasar, no tiene autorización, además…

—En su compañía estaría autorizado —dijo O'Connor, encolerizado—. Usted tiene una identificación, y funcionó hoy a mediodía. —El físico caminó impaciente hasta la puerta—. Venga, no podemos perder tiempo. Le contaré en el coche lo que estoy buscando, pero tengo que entrar ahí o lo último que verá el presidente de Estados Unidos será la pista de estacionamiento de carga del oeste.

El jefe de departamento palideció.

—¿Quiere usted decir que…?

—Sí. Eso es justamente lo que quiero decir.

—Entonces… Está bien, yo… Sólo recogeré las llaves del coche.

—Dése prisa.

Mahder desapareció en la habitación contigua y cerró la puerta a sus espaldas. Transcurrió un minuto lentísimo, y entonces apareció de nuevo, con varias carpetas bajo el brazo.

—Sólo he pensado que podría aprovechar la ocasión para llegarme hasta la vieja terminal y tratar un par de asuntos —dijo rápidamente—. Mi coche está abajo.

—Basta con que me lleve dentro —dijo O'Connor.

—Sí, por supuesto.

Mahder se acercó con prisa a la puerta de su despacho y la sostuvo para que pasara O'Connor. El físico miró el reloj.

Faltaba menos de una hora para el aterrizaje del
Air Force One.

PISTA DE ESTACIONAMIENTO DE CARGA DEL OESTE

Lavallier salió del gran barracón que servía de caseta a los bomberos y dirigió una mirada escéptica hacia el cielo.

Se estaba cubriendo. Durante todo el día había brillado el sol, pero ahora se acercaban por el este unas nubes de color gris plomizo. Se había levantado algo de viento y hacía ondear las banderas situadas delante de la carpa VIP. Por lo menos, sería un efecto secundario agradable, pensó. Las banderas que cuelgan flácidas no son bonitas.

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