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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

Guía de la Biblia. Nuevo Testamento (4 page)

BOOK: Guía de la Biblia. Nuevo Testamento
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1 Macabeos 1.1.
Alejandro, hijo de Filipo, macedonio
(que procedía de la tierra de Kitim)...
venció a Darío, rey de los persas y los medos, y reinó en lugar suyo.

Suele considerarse que Kitim es la isla de Chipre, que albergaba la ciudad griega de Kition (v. cap. I, 1). Antes de la época de Alejandro, Kition era la ciudad griega más cercana a Judea, y era natural que el nombre se ampliara hasta incluir a toda Grecia.

Cuando invadió el imperio persa, Alejandro se encontró ante un adversario débil. Artajerjes III, el último monarca fuerte de Persia, murió en el 338 aC y, tras dos años de confusión, un individuo amable y pacífico, incluso cobarde, le sucedió en el trono con el nombre de Darío III. Lo hizo justo a tiempo para recibir la expedición invasora de Alejandro.

Alejandro logró en seguida una victoria inicial sobre las fuerzas persas al noroeste de Asia Menor. Luego recorrió toda la península antes de encontrarse con el grueso del ejército persa en el extremo sureste. Allí consiguió una gran victoria en el 333 aC, a continuación de la cual marchó hacia el sur por Siria y Judea (v. cap. I, 37).

Tomó Jerusalén sin resistencia. Josefo cuenta que el sumo sacerdote de Jerusalén salió de la ciudad con su atavío de gala para recibir a Alejandro y proteger la ciudad. Luego dice que Alejandro manifestó haber visto en sueños a aquel hombre, de modo que respetó Jerusalén. Esto puede o no puede ser cierto; no hay documentación de ello aparte de Josefo.

Alejandro entró en Egipto, tomándolo asimismo sin resistencia, y dirigió la fundación de la ciudad de Alejandría, así llamada en su honor, en el 332 aC.

En el 331 aC, Alejandro salió de Egipto y avanzó hacia oriente hasta entrar en Babilonia, donde derrotó a los persas en su tercera gran batalla. Fue el fin del imperio persa. En el 330 aC, Darío III fue asesinado por sus propios oficiales, exactamente dos siglos después de la muerte de Ciro (v. cap. I, 15), y Alejandro dominó en su lugar todo el vasto territorio.

El conquistador macedonio pasó siete años más de marchas y contramarchas por los tramos orientales de lo que había sido señorío persa, venciendo en cada batalla que libraba y llevando finalmente sus tropas victoriosas a la India.

Allí se negaron éstas a seguir avanzando y, según una creencia, Alejandro rompió a llorar porque no había más mundos que conquistar. En el 324 aC volvió a Babilonia.

Generales de Alejandro

Alejandro no sobrevivió mucho a sus victorias sorprendentes. Murió en el 323 aC, a los treinta y tres años de edad.

1 Macabeos 1.8.
Había reinado Alejandro doce años cuando le arrebató la muerte.

1 Macabeos 1.9.
En su lugar entraron a reinar sus generales,

1 Macabeos 1.10.
los cuales, en cuanto él murió, se ciñeron diadema, y sus hijos después de ellos...
[1]

A su muerte. Alejandro dejó una viuda, un hijo pequeño, y una madre de mal genio y un hermanastro retrasado mental. Ninguno de ellos podía resistir las ambiciones de los poderosos generales que se habían formado bajo Filipo y Alejandro.

Los generales lucharon sin cesar entre ellos por el poder total, pero ninguno logró una victoria completa. Hacia el 301 aC se hizo evidente que el imperio de Alejandro jamás volvería a unificarse y que cada general debía de contentarse con reinar sobre una parte de él.

El primero en acomodarse a la nueva situación fue el general Tolomeo, que se nombró gobernador de Egipto inmediatamente después de la muerte de Alejandro. Se mantuvo en el cargo y, en el 506 aC, asumió el título de rey de Egipto, dignidad que conservarían sus descendientes (los tolomeos) durante casi tres siglos. A este período egipcio se le llama «Egipto tolemaico».

Otro de los generales de Alejandro fue Seleuco, que en el 306 aC se proclamó rey de la mayor parte del Asia occidental. Sus descendientes (los seléucidas) reinaron casi tanto tiempo como los tolomeos, y sus dominios formaron el llamado imperio seléucida.

Se establecieron otros reinos sobre las ruinas del imperio de Alejandro, pero los que afectaron a los judíos fueron los de los tolomeos y los seléucidas. En la división inicial del imperio, las costas orientales del Mediterráneo se repartieron a partes iguales entre los dos reinos. La mitad sur, incluida Judea, formó parte del territorio tolemaico, y los judíos permanecieron bajo los tolomeos durante un siglo.

Siria, al norte de Judea, formó parte del imperio seléucida, que estaba más cerca de Judea. En siglos posteriores, cuando gran parte de la sección oriental de ese imperio se perdió, su poderío quedó centralizado en Siria, donde estaba situada su capital occidental, Antioquía. Por esa razón, frecuentemente se alude al imperio seléucida como «Siria», aunque no haya más que una conexión geográfica entre la Siria seléucida y la Siria que luchó contra Israel en los días de Acab (v. cap. I, 11).

El rey Antíoco

El autor del 1 Macabeos no se detiene en los detalles históricos de los reinos macedonios tras la muerte de Alejandro (historia que sería medianamente bien conocida, al menos en líneas generales, para sus lectores originales), sino que se salta siglo y medio para ir directamente al grano:

1 Macabeos 1.11. De
ellos brotó aquella raíz de pecado... hijo del rey Antíoco...

En la mayoría de los reinos helenistas de la época, los monarcas sucesivos adoptaron nombres poco variados de manera que en Egipto hay muchos Tolomeo y entre los seléucidas muchos Antíoco. La costumbre moderna de numerar a los reyes del mismo nombre no se practicaba en la antigüedad. En cambio, cada monarca tomaba, o se le daba, un sobrenombre, normalmente alguno muy halagador.

Por ejemplo, estos son los sobrenombres de los cinco primeros tolomeos que reinaron tanto en Judea como en Egipto:

Tolomeo I Soter («salvador»), 306-285 aC. Se le dio tal apodo en el 304 aC, cuando acudió en ayuda de la isla de Rodas en el momento en que estaba sitiada por otro general macedonio. Le sucedió su hijo.

Tolomeo II Filadelfo («amante de su hermana»), 285-246 aC. Se le llamó así porque en edad avanzada, y por deferencia a una costumbre egipcia, casó con su hermana. En realidad, el nombre se aplicó a ambos. Bajo el patrocinio de Tolomeo Filadelfo, el Museo y la Biblioteca de Alejandría convirtieron a dicha ciudad en el centro mundial de la ciencia y del saber. También bajo su patrocinio fue la Biblia traducida a un lenguaje diferente del hebreo, produciéndose la Septuaginta. Le sucedió su hijo.

Tolomeo III Evergetes («benefactor»), 246-221 aC. Con él alcanzó el Egipto tolemaico la cima de su poder. Combatió contra los seléucidas y los derrotó, entrando victorioso en Babilonia y anexionándose gran parte de Siria y zonas de Asia Menor. Le sucedió su hijo.

Tolomeo IV Filopátor («amante de su padre»), 221-203 aC. Su sobrenombre tal vez fuese un tanto propagandístico, pues este Tolomeo ordenó sin duda alguna la ejecución de otros parientes próximos de su familia, incluida su madre. Algunos sospechan que también pudo tomar parte en la muerte de su padre. En su reinado comenzó la decadencia de Egipto. Le sucedió su hijo de corta edad.

Tolomeo V Epífanes («manifestación de dios»), 203-181 aC. El significado de su nombre refleja el hecho de que en las monarquías antiguas se consideraba al rey como hijo adoptivo del dios nacional, y por tanto era él mismo una especie de divinidad. Desde luego, la concepción primitiva de «dios» no era tan exaltada ni abstracta como la idea creada por judíos y cristianos, y la postura de los egipcios hacia un monarca que era «manifestación de dios» no sería tan sólida como la posición de los judíos respecto al sumo sacerdote o como la de los cristianos ante el Papa.

En cuanto al imperio seléucida, estos fueron sus primeros monarcas:

Seleuco I Nicator («conquistador»), 305-280 aC, a quien sucedió su hijo.

Antioco I Soter («salvador»), 280-261 aC, que a su vez fue sucedido por su hijo.

Antioco II el Divino, 261-246 aC. En su reinado, grandes zonas de la parte oriental del imperio seléucida lograron la independencia bajo monarcas nativos, y comenzó la historia de Partia (nombre que en realidad es una versión de «Persia»). Le sucedió su hijo.

Seleuco II Calínico («gloriosamente victorioso»), 246-226 aC. Pese a su sobrenombre, fue derrotado por Tolomeo III Evergetes y el imperio seléucida llegó a su punto más bajo. Acosado por los partos al oriente y los egipcios al oeste, su desastroso reinado de veinte años se cerró con la sucesión de su hijo.

Seleuco III Cerauno («rayo»), 226-223 aC, que fue asesinado durante una guerra contra un pequeño reino macedonio de Asia Menor. Le sucedió en el trono su hermano pequeño. Se trata de Antíoco III, a quien se refiere 1 Macabeos 1.11 como el «rey Antíoco».

Con Antíoco III, 223-187 aC, el imperio seléucida se recuperó de manera notable. A consecuencia de una serie de guerras Antíoco III fue extendiendo poco a poco su poder por Asia Menor; derrotó a las tribus partas volviéndolas a someter al dominio seléucida; y finalmente, dominó Egipto.

Libró dos guerras contra Egipto. En la primera no tuvo éxito, perdiendo una batalla importante en las fronteras egipcias. Cuando el niño Tolomeo V Epifanes subió al trono, Antíoco volvió a intentarlo con presteza. Con un Egipto distraído en intrigas cortesanas por el dominio del gobierno, Antíoco resultó victorioso en el 198 aC. A consecuencia de la guerra, Judea quedó separada de Egipto y pasó a dominio de los seléucidas.

Roma

El mundo romano en la era macabea.

Pero en cierto modo Antioco III llegó demasiado tarde. Se jactó de sus victorias, que a sus ojos parecían rivalizar con las de Alejandro. Por consiguiente se denominó Antíoco III Magno, y en nuestros libros de historia se le conoce como Antíoco el Grande. De haber muerto en el 198 aC habría merecido tal nombre, pero sobrevivió y tuvo complicaciones con Roma, con unos resultados que se sugieren en el libro de 1 Macabeos:

1 Macabeos 1.11.
De ellos brotó aquella raíz de pecado Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco, que estuvo en Roma como rehén...

Según la leyenda romana, la ciudad de Roma fue fundada en el 753 aC, cuando Jeroboam II era rey de Israel y Ozías de Judá, cuando Amos y Oseas profetizaban e Isaías estaba a punto de recibir su llamada.

Roma fue un reino al principio, pero en el 509 aC, poco después de que en Jerusalén se consagrara el Segundo Templo, destronó a su séptimo rey, Tarquino el Soberbio, instaurando la República romana. Poco a poco, fue incrementando su poder a lo largo de los siglos hasta que en el 270 aC, cuando los judíos estaban bajo el suave y benévolo gobierno de Tolomeo II Filadelfo, los romanos lograron el dominio de toda la península italiana.

Del 264 al 202 aC, mientras los tolomeos y los seléucidas proseguían su guerra interminable, los romanos libraron dos guerras gigantescas con la ciudad norteafricana de Cartago hasta lograr finalmente la victoria total. Su poderío quedó instaurado sobre las islas más grandes de las cercanías de Italia (Sicilia, Cerdeña, Córcega) y sobre las costas españolas. Era la mayor potencia del Mediterráneo occidental, y su sombra creciente empezaba a oscurecer el oriente.

Algunos de los reinos macedonios más pequeños empezaron a formar alianzas con Roma para buscar su protección contra el imperio seléucida, que parecía invencible bajo Antíoco III. De hecho, incluso Egipto estableció un tratado de amistad con Roma en el reinado de Tolomeo II, y también acabó pidiéndole ayuda.

Pero Antíoco III no creyó necesario preocuparse por la lejana Roma. Se consideraba invencible y no vaciló en lanzarse contra el pequeño reino de Pérgamo al oeste de Asia Menor; aquella nación era aliada de Roma.

Se pasó por alto la advertencia de Roma y, en el 192 aC, Antíoco estaba en guerra con ella. Antíoco III invadió Grecia, pero descubrió que derrotar a las fuerzas romanas no era lo mismo que vencer a los mal dirigidos ejércitos egipcios o aplastar a las hordas desorganizadas de los partos al oriente. En el 191 aC, Antíoco III sufrió una grave derrota en Grecia por los romanos. Cuando el desilusionado monarca seléucida se retiraba apresuradamente al Asia Menor, los romanos lo persiguieron inexorablemente (poniendo pie en Asia por primera vez) y volvieron a derrotarle en el 190 aC.

Antíoco III se vio obligado a firmar una paz desastrosa en el 189 aC. Debió pagar una indemnización considerable, perder su flota y ceder el Asia Menor. Uno de sus hijos pequeños —el Antíoco aludido en 1 Macabeos 1.11— fue entregado como rehén a los romanos en prenda de garantía para que se cumplieran los términos del tratado. (Las zonas de Partia sometidas al imperio aprovecharon la oportunidad para volver a liberarse, esta vez de manera permanente, y el imperio seléucida quedó reducido a Siria y Babilonia. Seguía siendo un dominio considerable, pues era casi igual que el imperio regido por Nabucodonosor.)

Con el fin de pagar la indemnización a Roma, Antíoco trató de violar diversos templos para apoderarse de sus existencias de oro. En el 187 aC, cuando supervisaba el saqueo del templo de una ciudad, fue muerto por los habitantes.

Antíoco Epifanes

Antíoco III fue sucedido por su hijo mayor, Seleuco IV Filopator, bajo el cual el imperio seléucida inició una lenta recuperación. Los romanos, para asegurarse de que no les causaría problemas, le obligaron cuando accedió al trono a enviar a su hijo Demetrio como rehén a Roma. Seleuco fue asesinado en el 175 aC por uno de sus ministros, quien trató de proclamarse rey.

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