Read Hermana luz, hermana sombra Online
Authors: Jane Yolen
En el hogar del Gran Vestíbulo el fuego crepitaba alegremente y dos sabuesos que dormían junto a él rascaban las piedras con las pezuñas persiguiendo conejos en sus sueños. En la habitación había un agradable aroma a juncos, a madera quemada y a cuencos con pétalos secos de rosa y verbena.
Cuando Marna y Zo entraron, vieron que todos los grandes sillones junto al fuego estaban ocupados y tres de las muchachas se hallaban tendidas boca abajo sobre la alfombra, al calor del fuego.
—Por aquí —las llamó Amalda.
Al volverse, vieron que les habían reservado dos lugares ante la gran mesa redonda, a un costado del hogar.
—¿Cómo están las niñas? —preguntó Amalda con ansiedad.
—¿Continúan excitadas? —Su hermana sombra Sammor parecía más tranquila.
—Están calmadas por el momento. Les cantamos cuatro canciones... bueno, en realidad fueron tres. Se durmieron antes de la cuarta. Pobres pequeñas, han quedado agotadas después de este día, y les prometí más trabajo para mañana. —Marna se dejó caer en la silla.
—Ya echamos de menos a esas diablillas —dijo Zo en cuanto ella también estuvo sentada.
Catrona sonrió.
—Ésta no es una Congregación tan grande como para que no las veáis todos los días.
—Pero han estado especialmente a cargo nuestro durante los últimos siete años —dijo Mama—. Y siento que al crecer ya se están alejando de nosotras.
Domina hizo una mueca.
—Dices eso cada primavera con La Elección.
—No cada primavera. La última en realizar la ceremonia fue Varsa, y ocurrió hace tres años. Y ahora han sido cuatro de una vez. Es muy duro.
La madre de Alna la miró desde el otro lado de la mesa.
—Es más duro para Glon y para mí. Se han llevado a nuestra pequeña de los jardines. Para ser una cocinera a las órdenes de Donya...
—¿A qué te refieres con “se han llevado”? —replicó Catrona—. Tú estabas tan preocupada como nosotras por el peligro de que algún día dejase de respirar en esa trampa llena de malas hierbas que tienes.
—¿Llena de malas hierbas? ¿A qué te refieres? Nuestro jardín está tan limpio de malas hierbas como cualquiera de los que rodean a las Congregaciones grandes. ¡Malas hierbas! —Alinda comenzó a levantarse y Glon, que estaba a su lado, la detuvo. Ambas volvieron a sentarse, pero Alinda todavía temblaba de ira.
—Sólo quiso decir que ha sido difícil —le explicó Glon a Catrona—. Perdónala. Hoy estamos ambas de mal humor.
Catrona emitió un bufido y apartó la vista.
—El primer día después de La Elección siempre es difícil —dijo Kadreen yendo a sentarse a la cabecera de la mesa—. Y cada vez decimos las mismas cosas. ¿Somos niñas para tener tan poca memoria? Vamos, hermanas, miraos y sonreíd. Esta sensación pasará. —Miró a su alrededor y, aunque ella misma no sonrió, el resto recobró rápidamente su espíritu alegre—. Ahora, ¿estamos todas aquí?
—Donya y Doey llegarán tarde, como de costumbre —dijo Domina.
—Entonces debemos aguardar. Esto está relacionado con las niñas, así que todas las que estamos involucradas con ellas debemos encontrarnos presentes. —Kadreen entrecruzó sus dedos romos y cuadrados sobre la mesa—. Marna, Zo, ¿por qué no nos cantáis algo mientras aguardamos? Algo... algo alegre.
Sin hacerse rogar, ellas tomaron los tembalas y, con un movimiento de cabeza casi imperceptible para establecer el ritmo, comenzaron a pulsar una danza ligera cuya melodía parecía saltar de un instrumento al otro.
Alrededor de la mesa el clima se alegró considerablemente. Estaban llegando al final, con cuatro acordes que alternaban en las cuerdas bajas, cuando Donya y su hermana Doey entraron como una tromba secándose las manos sobre sus delantales manchados, ansiosas por ofrecer excusas por el retraso.
Con un gesto, Kadreen les indicó que se sentasen, de tal modo que el último acorde de los tembalas fue acompañado por el ruido de las sillas contra el suelo de madera.
—Tal como todas sabéis, ahora debemos hablar sobre el futuro de las niñas que hoy han pasado por La Elección. Ellas son nuestro futuro. Sin embargo, antes que nada, Marna debe decirnos lo que podemos esperar. ¿Cuánto saben y cuán rápido aprenden?
Marna y Zo asintieron con la cabeza.
—Lo que os diré ahora no es nuevo para vosotras. A lo largo de los años he consultado con las madres y contigo, Kadreen, cuando había algún caso de enfermedad. Pero volver a decirlo puede sacar a la luz otras verdades, ocultas incluso para Zo y para mí.
—Las cuatro son unas alumnas rápidas y brillantes y ya han aprendido sus primeras letras. Jenna puede leer frases y pronto comenzará con el primero de los Pequeños Libros, aunque Alna es quien más disfruta leyendo.
Alinda asintió complacida.
—Siempre le contábamos cuentos cuando le costaba trabajo respirar.
Marna sonrió y continuó:
—Selinda es una soñadora y necesita que le recuerden constantemente sus tareas.
La madre de Selinda se echó a reír.
—Lo ha heredado de su padre. Tuve tres hijos después de estar una semana con sus padres respectivos. Pero al de Selinda había que recordarle tanto su trabajo que permanecí tres meses con él.
Todas rieron con ella.
Marna esperó hasta que volvieron a guardar silencio.
—Pynt... Marga, como supongo que debe llamársele ahora, aunque siempre pensaré en ella como Pynt, es la más rápida en la mayoría de las cosas...
Zo la interrumpió.
—Pero en general olvida la cautela. Tememos que esa misma rapidez la conduzca a problemas.
Marna asintió con la cabeza.
—Así es —agregó.
—Ya ha ocurrido. —Catrona se inclinó hacia adelante y se apoyó sobre la mesa—. No obtuvo el dulce que deseaba en su primer intento con el juego del Ojo Mental.
Al escuchar sus palabras Marna rió y Zo explicó lo ocurrido.
—Obtuvo el dulce de todos modos. Y la parte más grande, además. Jenna lo compartió con ella.
Kadreen desenlazó los dedos y habló lentamente.
—Jenna y Pynt son como hermanas. Les resultará más duro cuando tengan sus propias gemelas sombra, ¿verdad? —Lo preguntó con precaución, consciente de que una Solitaria tenía poco derecho a hablar de aquellos temas. Había llegado a la Congregación siendo una adulta, decidida a alejarse de las bulliciosas aldeas donde aprendiera su oficio, y entonces ya era demasiado tarde para ser introducida en los misterios de la Congregación, o para aprender a convocar a una hermana de la eterna sombra de Alta—. Quiero decir, tendrán que separarse cuando...
—Para eso faltan casi siete años, Kadreen. Y tú sabes lo que son las amistades de la niñez —dijo Marna.
—No —susurró Kadreen con voz apenas audible.
—Podríamos considerarlo si continúan muy unidas cuando llegue el momento de la misión —sugirió Domina.
—El Libro habla de las lealtades —les recordó Kadreen—. Al menos hasta donde yo sé. Y Madre Alta me ha pedido que os advirtiese respecto a alentar demasiado esta amistad tan especial. Las necesidades de Jenna no pueden ser satisfechas por una única amiga. Debe ser leal a todas por igual en la Congregación. Ni una única maestra, ni una única madre, ni una única amiga. Madre Alta ha dejado eso bastante en claro. —Pronunció las palabras como si le dejaran un sabor amargo en la boca.
—Es una niña, Kadreen —dijo Amalda—. La habría adoptado como propia hace mucho tiempo si Madre Alta lo hubiese permitido.
Las otras asintieron con la cabeza.
—Tal vez sea algo más que eso —murmuró Kadreen, pero no dijo nada más al respecto.
Otro juego que tiene una antigua y enmarañada historia es el popular “Yo-Mío” de los Valles Inferiores. En una de sus brillantes pero extravagantes muestras de erudición, Lowentrout lo ha definido como “un clásico juego de entrenamiento de las guerreras de Alta”. (Véase su Carta al editor, Revista de Juegos, vol. 544.) Su evidencia, la cual es extremadamente endeble, descama sobre la sospechosa tesis lingüística de Vargo y sus interpretaciones del código de la sacerdotisa, en lugar del más laborioso pero detallado trabajo arqueológico de Cowan y Temple.
Hoy en día, el juego se practica con un tablero y fichas. El tablero consiste en 64 cuadrados contiguos, 32 claros y 32 oscuros. Existe un igual número de fichas con las caras grabadas, 32 con el reverso oscuro y 32 claros.
Las inscripciones se encuentran en pareja, por lo cual hay 32 de cada color. Éstas incluyen: un cuchillo, varillas cruzadas, cintas atadas a un arco, una flor, un círculo (probablemente representando a una piedra, ya que es así como se denomina), una manzana, un cuenco, una cuchara, una aguja enhebrada, uvas (o bayas), un triángulo, un cuadrado, una luna creciente, un sol, una corona, un arco, una flecha, un perro, una vaca, un pájaro, una mano, un pie, un arco iris, una línea ondulada llamada “río” por los jugadores, un árbol, un gato, una carreta, una casa, un pez, una máscara, una silla y un símbolo designado “Alta”, el cual, de hecho, es el símbolo femenino, tan antiguo como cualquiera en los Valles.
El propósito del juego es capturar las fichas del oponente. Se comienza con todas las inscripciones vueltas hacia abajo y entremezcladas; luego se colocan al azar sobre los cuadrados, aunque las fichas claras van sobre los cuadrados claros y las oscuras, sobre los oscuros. Para iniciar el juego, cada participante da vuelta a dos fichas. (Pueden pertenecerle ambas o no.) Entonces esas fichas regresan a su posición cara abajo.
Ahora comienza a intervenir la memoria, ya que, por turno, cada jugador da vuelta a dos fichas, una de cada color. Si las inscripciones coinciden, conserva o “captura” las dos. Al dar vuelta a su propia ficha, el jugador dice “yo”, y si sospecha haber hallado la pareja, dice “mío” mientras gira la de su oponente. Si sospecha (o recuerda) que no coinciden, debe decir “tuyo”. Si dice “yo-mío” con un par que no coincide, pierde un turno. Si dice “yo-tuyo” con un par que coincide, no retiene las fichas y su oponente tiene la posibilidad de darles vuelta. Ésta es la versión más simple del juego. Pero en un certamen para adultos, ciertas inscripciones diferentes también forman pareja. Si los pares mano-pie, pez-río, arco-flecha, flor-uvas, son descubiertos en forma sucesiva, cuentan como dos parejas en lugar de una. Si la inscripción de la luna es descubierta en la primera jugada, el participante obtiene un turno extra. Si el par Alta es descubierto al final, cuenta como tres. Así, este juego es a la vez un ejercicio de memoria y de estrategia.
Si Lowentrout está en lo cierto, entonces ha sido hallada otra pieza del rompecabezas de los Valles. Pero si, como es más probable, éste es un juego posterior sin antecedentes entre las adoradoras de Alta y se trata (tal como escribe A. Baum) de una “importación continental” (véase su ingenuo pero sorprendente trabajo “Juego en los Valles”, Juegos, vol. 543), entonces debemos investigar aún más para hallar evidencia sobre el culto de Alta en las islas.
En los años que siguieron a La Elección, Jenna alcanzó ciertos logros. Al final del primer año ya había leído todos los libros para niñas, los Libros de Pequeñas Luces, al menos una vez y había aprendido el juego del Ojo Mental por completo. Lo jugaba al aire libre con Pynt y luego por las noches, antes de irse a dormir, hasta que ambas lograron recordar todo lo que se colocaba frente a ellas, así como los colores, cantidades y su posición.
En el segundo año Jenna dominó el arco, el lanzamiento del cuchillo, y pudo acampar toda una noche junto con Pynt y Pequeña Domina, quien acababa de volver de su misión y ese año convocaría a su hermana sombra. Pequeña Domina les enseñó un nuevo juego que había aprendido en otra Congregación. Éste consistía en contar historias aterradoras de niñas que habían convocado demonios y ogros de la sombra en lugar de a sus hermanas. La primera vez había espantado a Jenna y a Pynt, en especial cuando creyeron oír las pisadas de un puma cerca del campamento. La segunda vez sólo Pynt se asustó, y entonces sólo un poco. La tercera vez Jenna ideó una treta para jugársela a Pequeña Domina, y que tenía que ver con una soga, una manta y un viejo tembala al que sólo le quedaban tres cuerdas. Esto asustó tanto a la muchacha que se negó a volver a acampar con ellas, diciendo que tenía mucho que estudiar antes de su Noche de la Hermandad. Pero Jenna y Pynt conocían sus verdaderos motivos. Después de ello tuvieron que conformarse con Varsa, que no era tan divertida, resultando impasible, poco imaginativa y, según decía Pynt, “algo tediosa”.
El tercer año Jenna lo denominó el año de la Espada y el Vado. Había aprendido a manejar tanto el espadón corto como la hoja de doble filo, utilizando la versión más pequeña preparada para la mano de una niña. Cuando se quejó de que ella era casi tan alta como Varsa, Catrona se echó a reír y le colocó una espada grande en la mano. Jenna logró levantarla, pero eso fue todo. Catrona pensó que quedaría satisfecha con saber que aún no estaba lista para utilizar la espada de una adulta, pero Jenna se prometió que para fines de ese año lograría manejarla. Practicó con trozos de madera, más y más pesados, sin advertir que crecía a un ritmo más rápido que el de Pynt, Alna o Selinda. Cuando, en el último día del año, Catrona colocó solemnemente una espada normal en sus manos, Jenna quedó sorprendida por lo ligera que le pareció... mucho más ligera que cualquiera de las maderas que había utilizado y mucho más pequeña para asirla. Haciéndola silbar en el aire, realizó las siete posiciones de estocada y las ocho de parada.
Ése fue el mismo día en que el río Selden desbordó sus márgenes, fenómeno que ocurría una vez cada cien años, y un mensajero llegó corriendo del pueblo para solicitarles ayuda en la tarea de construir un canal que contuviera a las turbulentas aguas. Todas las guerreras y las niñas fueron con él, además de Kadreen, ya que la aldea de Selden sólo tenía una curandera que estaba a punto de cumplir los ochenta y cinco.
Madre Alta envió toda la ayuda que le fue posible, aunque se mostró muy firme respecto a enviar demasiadas mujeres. A pesar de sus esfuerzos, siete granjeros murieron tratando de salvar sus rebaños. La aldea misma se cubrió de agua hasta las cumbreras de las casas. Cuando las mujeres de la Congregación trataron de regresar montaña arriba, el único puente se había derrumbado y tuvieron que vadear el río todavía enfurecido. Para ello utilizaron una cuerda que Catrona clavó con una flecha certera al otro lado de la corriente. Jenna y Pynt admiraron su puntería y la fuerza de su brazo. A ninguna de las dos le gustaba el agua helada, pero estuvieron entre las primeras en cruzar. La Espada y el Vado.