Read Hermosas criaturas Online
Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl
Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico
—¿Hunting? ¿De qué agujero te ha sacado Sarafine?
El recién llegado guardaba un extraordinario parecido con Macon, pero le superaba en estatura y era algo más joven. Tenía el pelo brillante y lacio, negro como la tinta, y una piel tan pálida como la de su hermano, pero donde Macon ofrecía un marcado aire a un caballero sureño de otro tiempo, aquel hombre vestía de lo más chic y todo de negro: jersey de cuello vuelto, vaqueros y una cazadora de aviador. Parecía más una de esas estrellas de cine que se veían en las portadas de las revistuchas que ese porte a lo Cary Grant de Macon, pero una cosa sí estaba clara: también era un íncubo, y no de los buenos, si es que eso existía. Fuera lo que fuera Macon, Hunting era diferente.
Hunting esbozó una mueca que para los de su especie podría pasar por una sonrisa. Anduvo en círculos alrededor de Macon.
—Cuánto tiempo, hermano.
Macon no le devolvió la sonrisa.
—No lo suficiente. No me sorprende nada que hayas tomado partido a favor de alguien como ella.
Hunting soltó, unas carcajadas roncas y sonoras.
—¿Y con quién mas iba a relacionarme? ¿Con un grupo de Luminosos como hiciste tú? La idea de que uno puede alejarse de su verdadera naturaleza y del legado familiar se me antoja absurda.
—Hice una elección, Hunting.
—¿Una elección? ¿Así es como lo llamas? —inquirió su hermano, y se rio otra vez sin dejar de dar vueltas alrededor de Macon—. Tiene más pinta de ser una quimera. No puedes escoger lo que eres, hermano. Eres un íncubo, una criatura Oscura, te alimentes o no de sangre.
—¿Es cierto lo que ella dice, tío Macon? —quiso saber Lena, poco interesada en el reencuentro de los hermanos.
Sarafine soltó una estridente carcajada.
—Dile la verdad a la chiquilla por una vez en la vida, Macon.
Macon miró a su sobrina con obcecación.
—No es tan sencillo.
—Pero ¿es cierto? ¿Puedo elegir?
El pelo le seguía chorreando por los húmedos rizos. Macon y Hunting estaban secos, por supuesto. El segundo encendió un cigarrillo sin dejar de sonreír, saboreando el momento.
—¿Es verdad, tío Macon? —suplicó Lena.
Éste, exasperado, observó a Lena unos segundos y luego desvió la mirada.
—Puedes elegir, Lena, pero es una elección complicada y de graves consecuencias.
Dejó de llover en el acto y el aire se quedó en calma. Si aquello era un huracán, nos encontrábamos en su mismo centro. Las emociones de Lena eran un caos. Aun sin escuchar su voz en mi mente, yo conocía sus sentimientos: felicidad por haber obtenido lo único que siempre había deseado, elegir su propio destino, e ira por haber perdido a la única persona en quien había confiado.
Lena miró a Macon como si le viera con ojos nuevos. Pude ver cómo la oscuridad se deslizaba por su rostro.
—¿Por qué no me lo dijiste? Me he pasado la vida entera aterrada porque iba a volverme Oscura.
Se oyó un trueno en el cielo y comenzaron a caer gotas suavemente, como si fueran lágrimas, pero Lena no estaba llorando, estaba enfadada.
—Puedes escoger, Lena, pero hay consecuencias que no podías entender siendo una niña. En realidad, tampoco puedes comprenderlas ahora. Aun así, desde que naciste, me he pasado toda la vida sopesándolas, y como tu querida madre sabe muy bien, las condiciones de este trato quedaron establecidas hace mucho.
—¿Qué clase de consecuencias?
Lena miró a Sarafine con escepticismo y cautela, como si abriera la mente a otras posibilidades. Supe qué le rondaba por la cabeza. Si no podía confiar en su tío, si éste le había ocultado semejante secreto todo aquel tiempo, tal vez su madre le revelara la verdad.
¡No escuches a tu madre, L! No confíes en ella…
Pero no hubo respuesta. La presencia de Sarafine interfería en nuestra conexión. Era como si alguien hubiera cortado esa línea existente entre nosotros.
—Lena, te presionan para que elijas y es muy posible que no entiendas qué tipo de elección debes hacer ni tampoco que hay un riesgo.
La lluvia pasó del tamborileo de las lágrimas al aullido de una tromba de agua.
—Como si pudiera confiar en ti después de mil mentiras —terció Sarafine, que fulminó a Macon con la mirada y se volvió hacia su hija—. Me gustaría que tuviéramos más tiempo para hablar, Lena, pero has de hacer la Elección, y yo estoy obligada a explicarte los riesgos. Hay consecuencias; tu tío no te ha mentido respecto a eso. —Hizo una pausa—. Si eliges volverte Oscura, morirán todos los Luminosos de tu familia.
Lena se puso pálida.
—¿Y por qué iba a estar de acuerdo en hacer algo así?
—Porque si te decantas por la Luz, fallecerán todos los Oscuros y los
Lilum
de nuestra familia. —Sarafine se volvió para mirar a Macon—. Y cuando digo todos, me refiero a todos. Tu tío, el hombre que ha sido como un padre para ti, dejará de existir. Le destruirás.
Ravenwood desapareció para materializarse en menos de un segundo delante de su sobrina.
—Escúchame, Lena, yo estoy dispuesto a sacrificarme. Por esa razón no te conté nada. No quería que te sintieras culpable por mi marcha. Siempre he sabido cuál es tu Elección. Hazla. Déjame marchar.
A Lena la cabeza le daba vueltas. ¿De veras podía destruir a Macon si la
Caster
Oscura le decía la verdad? Pero si eso era cierto, ¿qué otra elección tenía? Macon era una sola persona, incluso aunque ella le quisiera tanto.
—Yo puedo ofrecerte algo más —agregó Sarafine.
—¿Qué puedes ofrecerme para que prefiera acabar con la abuela, la tía Del, Reece y Ryan?
Sarafine se acercó unos cuantos pasos con cautela.
—A Ethan. Disponemos de una forma para que ambos podáis estar juntos.
—¿De qué me hablas? Ya estamos juntos.
Sarafine ladeó la cabeza lentamente y entornó los ojos, por los cuales cruzó una sombra, la del reconocimiento.
—No lo sabes, ¿verdad? —Sarafine se volvió hacia Macon y se echó a reír—. No se lo habéis contado. Bueno, eso no es jugar limpio.
—¿Saber el qué? —inquirió Lena con brusquedad.
—Ethan y tú nunca podréis estar juntos, al menos físicamente. Ni los
Casters
ni los
Lilums
pueden estar con mortales. —Ella sonrió, saboreando el momento—. Al menos, no sin matarlos.
«L
os
Casters
NO pueden estar con los mortales sin matarlos».
Ahora, todo tenía sentido. La conexión entre nosotros, la electricidad, la asfixia cada vez que nos besábamos, el ataque al corazón que casi acabó conmigo. No podíamos estar materialmente juntos.
Era cierto. Recordé las palabras de Macon con Amma aquella noche en el pantano y la conversación en mi cuarto.
«Ellos no tienen futuro juntos».
«Ahora no ves las cosas como son, ciertas cosas están más allá de cualquier tipo de control por nuestra parte».
Lena estaba temblando. También ella sabía que era verdad.
—¿Qué has dicho? —preguntó con un hilo de voz.
—Que Ethan y tú jamás podréis estar juntos de verdad. Jamás podréis casaros ni tener hijos. Jamás tendréis un futuro, al menos no uno real. No puedo creer que no te lo hayan contado. ¡Pues sí que os han mantenido protegidas a Ridley y a ti!
Lena se volvió hacia su tío.
—¿Por qué no me lo has dicho? Sabes que le quiero.
—Jamás habías tenido un novio, y mucho menos uno mortal. A ninguno de nosotros se nos pasó siquiera la posibilidad por la cabeza. No comprendimos lo fuerte que era tu conexión con Ethan hasta que fue demasiado tarde.
Oía sus voces, pero no les estaba escuchando. Jamás podríamos estar juntos. Nunca podría estar cerca de ella.
El aire empezó a soplar con renovados bríos. Cada golpe de viento convertía las cortinas de agua en una granizada de cristales. El resplandor de los relámpagos desgarraba los cielos y los rayos impactaban en el suelo con tal fuerza que éste se estremecía. Era obvio que ya no estábamos en el ojo de la tormenta y yo sabía que Lena no iba a poder controlarse durante mucho más tiempo.
—¿Y cuándo pensabas decírmelo? —chilló ella, haciéndose oír por encima del viento.
—Después de que eligieras en la Llamada.
—Pero ¿no lo ves, Lena? —terció Sarafine, cazando al vuelo la oportunidad en cuanto la vio—. Tenemos una fórmula para que tú y Ethan podáis estar juntos el resto de vuestras vidas, os caséis y tengáis hijos, y cualquier otra cosa que tú quieras.
—Ella nunca lo permitirá, Lena —saltó Macon—. Incluso si eso fuera posible, los
Casters
Oscuros desprecian a los mortales. Jamás permitirán que se diluya la pureza de su linaje con la sangre de un mortal. Ésa es una de nuestras grandes diferencias.
—Eso es cierto, pero en este caso estaríamos dispuestos a hacer una excepción si consideras nuestra alternativa. Hemos hallado el modo de hacerlo factible. —Y con un encogimiento de hombros agregó—: Y eso es mejor que la muerte.
—¿Matarías a toda tu familia para estar con Ethan? —replicó Macon, mirando a su sobrina—. ¿A la tía Del? ¿A Reece? ¿A Ryan? ¿A la abuela?
Sarafine extendió sus amplias y enérgicas manos de forma voluptuosa, mostrando su poder.
—Toda esa gente te importará un pimiento una vez que estés Desviada, y me tendrás a mí, que soy tu madre, a tu tío, y a Ethan. ¿Acaso no es él la persona más importante de tu vida?
Una sombra empañó los ojos de Lena. Lluvia y neblina se arremolinaron a su alrededor con tal estruendo que ahogaron las descargas de la artillería en Honey Hill. Había olvidado que podíamos morir de un momento a otro, víctimas de cualquiera de las dos batallas que se libraban aquella noche.
Ravenwood cogió a su sobrina por los brazos.
—Ella está en lo cierto: no sentirás remordimientos si accedes a esto, pues dejarás de ser tú misma. La persona que eres en este momento morirá. Lo que tu madre no te dice es que no vas a recordar tus sentimientos por Ethan. Tu corazón se habrá vuelto tan negro que él no significará nada para ti dentro de unos meses. La Llamada tiene un efecto de poder increíble sobre los
Naturales
. Puede incluso que le mates, serás perfectamente capaz de hacer semejante maldad, ¿a que sí, Sarafine? Dado que te has convertido en la defensora de la verdad, cuéntale a Lena cómo falleció su padre.
—Tu padre te apartó de mi lado, hija. Lo ocurrido fue una
desgracia
, un accidente.
Lena parecía afligida. Que su padre había muerto a manos de su madre era una de las cosas que había tenido que oír de la demente señora Lincoln ante el comité de disciplina. Era otro suceso cuya veracidad debía esclarecerse.
Macon aprovechó para llevar el asunto a su terreno.
—Díselo, Sarafine. Cuéntale cómo su padre murió devorado por las llamas en su propia casa, víctima de un incendio provocado por ti. Y todos nosotros sabemos cuánto te gusta jugar con fuego.
—Has interferido durante dieciséis años, ¿sabes? —replicó ella, mirándole con ojos acerados—. Creo que deberías mantenerte al margen en este asunto.
Hunting apareció de la nada a pocos centímetros de Macon, pero ahora tenía menos aspecto humano y guardaba más parecido con su naturaleza demoniaca: el negro pelo lacio se le había puesto de punta, como el del lomo de un lobo a punto de atacar, las orejas se le habían aguzado hasta terminar en punta y se vio una dentadura de animal cuando entreabrió los labios. Entonces desapareció, se desmaterializó.
Hunting reapareció en un pispas encima de su hermano. Sucedió tan deprisa que yo ni siquiera estaba seguro de haber visto lo sucedido. Macon aferró al atacante por la chaqueta y lo lanzó contra un árbol. Jamás me había dado cuenta de la fuerza real del tío de Lena. Hunting salió volando por los aires, pero en vez de estamparse contra el tronco, lo atravesó y rodó por el suelo. En ese mismo momento, Macon desapareció y reapareció sobre él, derribando a Hunting con tal fuerza que la superficie se cuarteó a sus pies. Hunting yació sobre el terreno, derrotado.
Macon se volvió para mirar a su sobrina, momento que aprovechó Hunting para levantarse sonriente a sus espaldas. Grité en un intento de avisar a Macon, pero nadie pudo oírme por culpa del huracán que se estaba formando a nuestro alrededor. Hunting se lanzó sobre su hermano y gruñó brutalmente mientras hundía los dientes en el cuello del señor de Ravenwood como un perro durante una pelea.
Macon soltó un grito gutural y desapareció, pero su hermano debía de habérsele colgado encima, porque se diluyó con él, y cuando reaparecieron en el límite del claro, Hunting seguía sujeto al cuello de su víctima.
¿Qué hacía? ¿Se alimentaba? No estaba lo bastante enterado como para saber si eso era posible, pero fuera lo que fuera que absorbiera Hunting, parecía estar succionando a Macon. Iracunda, Lena profirió unos gritos espeluznantes.
Hunting retiró de un empujón el cuerpo de Macon. Éste yació sobre el barro, desmadejado y azotado por la lluvia. Retumbó otra descarga de bombas. Di un respingo, sobresaltado por la proximidad de la munición real. La recreación avanzaba hacia Greenbrier, cada vez más cerca de nosotros. Los confederados oponían la última resistencia.
El estruendo de las descargas enmascaró un ruido diferente pero conocido: el gruñido de
Boo Radley
, que acudía en defensa de su amo. Aulló y se precipitó de un brinco sobre Hunting. Justo cuando
Boo
se abalanzaba sobre su objetivo, el cuerpo de Larkin comenzó a retorcerse en espiral hasta formar un montón de serpientes delante del perro. Las víboras sisearon mientras se deslizaban unas sobre otras.
Boo
no se dio cuenta de que las serpientes sólo eran una ilusión y que podía atravesarlas. Retrocedió sin dejar de ladrar y con la atención puesta en los serpenteantes ofidios. Ésa era la oportunidad que necesitaba Hunting: desapareció para reaparecer detrás del perro, a quien empezó a ahogar con su vigor sobrenatural. El cuerpo del perro se convulsionaba mientras intentaba luchar contra Hunting, pero toda resistencia era inútil. Hunting era demasiado fuerte. Al final, arrojó el cuerpo desmadejado junto al de Macon.
Boo
permaneció quieto.
El perro y su amo yacían inmóviles en el barro.
—¡Tío Macon! —gritó Lena.
Hunting se pasó los dedos por el pelo lacio y sacudió la cabeza, lleno de energía.
Larkin miró la luna y luego su reloj.