Read Hermosas criaturas Online
Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl
Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico
—
Ivy, cálmate un poco, no dices más que tonterías.
La anciana sacó un trozo de espejo del bolsillo de su bata y lo situó delante de Genevieve.
Estaba oscuro, pero no había confusión posible en la imagen del cristal: los ojos de Genevieve refulgían. Habían pasado de un verde intenso a un encendido color dorado, y había otra diferencia absolutamente inequívoca. En el centro, donde deberían estar las niñas negras y redondas, había dos hendiduras verticales conforma de almendra, como las pupilas de los gatos. Genevieve lanzó al suelo el trozo de espejo y se volvió hacia Ivy.
Pero la anciana no le prestaba atención. Había mezclado ya los polvos y la tierra y pasaba el amasijo de una mano a otra mientras susurraba en el gullah de sus ancestros, la lengua criolla surgida de la mezcla de varios idiomas africanos.
—
Ivy, ¿qué estás… ?
—
Chitón —siseó la anciana—. Estoy escuchando a los Espíritus. Ellos saben qué has hecho y nos revelarán su significado
.
La anciana se hizo un corte en el dedo con el trozo de espejo, dejó caer unas gotas sobre el amasijo de tierra y arena, y entonó:
Sus huesos vienen de la tierra
y la sangre, de mi sangre.
Dejadme escuchar lo que oís.
Dejadme mirar lo que veis.
Dejadme comprender lo que sabéis.
Ivy se incorporó con los brazos abiertos hacia los cielos. El aguacero la empapaba y extendía sobre el vestido las manchas de tierra, dibujando trazos sobre la tela. Al poco, empezó a hablar de nuevo, y entonces…
—
No puede ser. Ella no lo sabía… —aulló la anciana al negro cielo de la noche.
—
¿ Qué ocurre, Ivy ?
La anciana se echó a temblar y se abrazó mientras se quejaba.
—
No puede ser, no puede ser, no puede ser.
Genevieve la cogió por los hombros.
—
¿Qué? ¿Qué ocurre? ¿Qué me pasa?
—
Le dije que no metiera la nariz en ese libro. Le avisé de que era una mala noche para hacer hechizos, pero ahora es demasiado tarde, chiquilla. No existe forma de remediarlo…
—
¿ De qué estás hablando?
—
Ahora está maldita, señorita Genevieve.Es usted una Llamada. Se ha Desviado, y nada puede hacerse para subsanar eso. Es un trato. No es posible sacar nada del Libro de las Lunas sin dar algo a cambio.
—
¿Qué…? ¿Y qué he dado?
—Su destino, mi niña, su destino y el de todos los Duchannes que vendrán después de usted.
Genevieve no terminaba de entenderlo, pero sí comprendía lo suficiente para saber que no podía deshacer lo que había hecho.
—
¿Qué quieres decir?
—
En la decimosexta luna, el decimosexto año, el Libro tomará lo que se le ha prometido, lo que usted ha puesto en el trato: la sangre de un Duchannes, y ese niño se volverá Oscuro.
—
¿Y eso les ocurrirá a todos mis descendientes?
Ivy inclinó la cabeza. Genevieve no parecía la única derrotada esa noche.
—
A todos no.
Genevieve pareció cobrar esperanzas.
—
¿A quiénes ? ¿ Cómo sabremos quiénes son?
—
El Libro los elegirá en la decimosexta luna, en el decimosexto cumpleaños.
—No salió bien.
La voz de Lena sonaba lejana y ahogada. Yo sólo podía ver el humo; sólo podía escuchar su voz. No estábamos en la biblioteca ni tampoco en la visión, sino en algún punto intermedio entre ambas. Era espantoso.
—¡Lena!
Entreví su rostro en medio de la humareda durante unos instantes. Sus ojos eran enormes y oscuros, el verde de las pupilas parecía casi negro. Su voz apenas era un susurro.
—Dos segundos. Él estuvo vivo durante dos segundos, y luego le perdió.
Lena cerró los párpados y desapareció.
—¿Dónde estás?
—Ethan, el guardapelo —gritó Marian. Oí su voz como si me hablara desde muy lejos.
Lo entendí al darme cuenta de cómo se me clavaba la cajita en la mano.
Y lo solté.
Abrí los ojos y todo me daba vueltas: la estancia era como un torbellino, estaba borrosa. Tosí como un loco, tenía los pulmones llenos de humo.
—¿Qué diablos están haciendo aquí los chicos?
El contorno de la habitación se quedó quieto cuando fijé los ojos en el guardapelo, que ahora, tirado en el suelo de piedra, parecía inofensivo y minúsculo. Marian me soltó la mano.
Macon Ravenwood estaba en medio de la cripta con los faldones del gabán enroscados en las piernas. Amma permanecía junto a él, arrebujada en su abrigo de botones mal abrochados y con el bolso bien sujeto. No sabía cuál de los dos estaba de más malas pulgas.
—Lo siento, Macon. Conoces las reglas. Si ellos solicitan ayuda, estoy obligada a proporcionársela.
La bibliotecaria parecía acongojada y Amma estaba de lo más enfadada con ella, casi como si hubiera rociado nuestra casa con gasolina.
—Tal y como yo lo veo, tienes la obligación de cuidar del hijo de Lila y de la nieta de Macon, y la verdad, no veo que hagas ninguna de las dos cosas.
Yo esperaba que Ravenwood fuera también a por Marian, pero no dijo ni media palabra. Entendí la razón cuando le busqué con la mirada. Estaba meciendo a su sobrina, cuyo cuerpo yacía sobre la mesa de piedra. Tenía los brazos desmadejados en cruz y el rostro apoyado sobre la piedra. Estaba inconsciente.
—¡Lena!
Tiré de ella para cogerla en brazos, haciendo caso omiso de Macon, que estaba a su lado. Seguía mirándome con aquellos ojos todavía negros.
—No ha muerto. Está inconsciente, a la deriva, pero creo que puedo llegar hasta ella.
Macon trabajaba en silencio. Vi cómo le daba cada vez más vueltas a su anillo. Los ojos le brillaban de una forma muy rara.
—¡Regresa, Lena! —Sacudí su cuerpo inerte en mis brazos y la atraje hacia mi pecho.
Su tío farfullaba no sé qué, no distinguí las palabras, pero vi cómo el pelo de Lena se ensortijaba por influjo de ese viento sobrenatural que ahora me resultaba tan familiar y que ya lo consideraba como la brisa de la magia.
—Aquí, no, Macon. Tus conjuros no van a funcionar en este lugar —le recordó la bibliotecaria con voz trémula mientras pasaba frenéticamente las páginas de un libro polvoriento.
—No está lanzando ningún hechizo, Marian. Está Transportado. Cuando ella se va, sólo alguien como Macon puede seguirla… abajo —le explicó Amma, que hacía lo posible por aparentar aplomo, aunque no parecía demasiado convencida. Sentí cómo el frío inundaba el cuerpo vacío de Lena y comprendí que estaba en lo cierto respecto a una cosa: dondequiera que se hallara, no estaba entre mis brazos. De eso me daba cuenta yo sólito, un simple mortal.
—Insisto, Macon, éste es un lugar neutral. No puedes crear una Vinculación dentro de una habitación de tierra —insistía Marian, que paseaba de un lado a otro sin soltar el libro, como si pensara que así iba a ser de alguna ayuda, pero no había respuestas en esas páginas. Ella misma lo había dicho: los hechizos no podían ayudarnos allí dentro.
Me acordé de las pesadillas y de cómo en ellas arrastraba el cuerpo de Lena a través del barro. Me pregunté si sería aquél el lugar donde iba a perderla.
Ravenwood tenía los ojos abiertos cuando habló, pero miraba sin ver. Era como si ambos se hubieran encerrado en su interior o dondequiera que estuviera su sobrina.
—Lena, escúchame. Ella no puede retenerte.
Ella. Clavé la vista en los ojos vacíos de Lena.
Sarafine.
—Eres fuerte, imponte, Lena. Aquí no puedo ayudarte, y ella lo sabe. Te estaba esperando en las sombras. Debes lograrlo tú sola.
Marian reapareció con un vaso de agua. Macon lo vertió sobre el rostro de su sobrina y luego le echó un poco en la boca, pero no se movió.
Fui incapaz de soportarlo durante más tiempo.
La sujeté y la besé con intensidad. El agua chorreaba por nuestros labios como si le estuviera haciendo el boca a boca a una ahogada.
Despierta, L. No puedes dejarme ahora, no de este modo. Te necesito más que ella.
Lena parpadeó.
Estoy agotada, Ethan.
Volvió a la vida entre balbuceos y jadeos, derramando toda el agua por su chaqueta. Le sonreí, pese a todo, y me devolvió la sonrisa. Si los sueños se referían a esto, había cambiado el desenlace. Esta vez la había retenido, pero creí saber la verdad en lo más recóndito de mi mente: éste no era el momento final, cuando ella se me escapaba de entre los dedos; únicamente era el principio.
Pero aun cuando eso fuera cierto, yo la había salvado.
Me agaché para estrecharla entre mis brazos. Deseaba sentir la corriente de siempre que fluía entre nosotros, pero se levantó antes de que terminara de envolverla con los brazos y se zafó de mi achuchón.
—¡Tío Macon!
Ravenwood seguía de pie en el otro extremo de la habitación, reclinado sobre la pared de la cripta. Sus piernas apenas eran capaces de soportar su peso. Tenía la cabeza echada hacia atrás, y la mantenía apoyada sobre el muro de piedra. Sudaba a mares, respiraba pesadamente y estaba blanco como la tiza.
Lena corrió a abrazarle como una niña preocupada por su padre.
—No deberías haber hecho eso. Ella podía haberte matado.
Fuera lo que fuera lo que hubiera hecho mientras estaba Transportado, y cualesquiera que fuera su significado, el esfuerzo se había cobrado su precio.
De modo que eso era Sarafine. Esa cosa, quienquiera que fuera, era la madre de Lena.
Si así había sido el viajecito a la biblioteca, no sabía yo si estaba preparado para lo que pudiera suceder durante los próximos meses.
O en los setenta y cuatro días siguientes a partir de mañana por la mañana.
Lena, envuelta en una manta y todavía chorreando agua, permanecía sentada. Era como si de repente le hubieran caído encima cinco años. Eché una mirada a la vieja puerta de roble situada a sus espaldas y me pregunté si sería capaz de encontrar la salida por mi cuenta. Era muy poco probable. Habíamos avanzado treinta pasos por uno de los pasillos cuando de repente descendimos un tramo de escaleras y después atravesamos una serie de puertas pequeñas hasta llegar a un estudio acogedor con aspecto de ser una sala de lectura. El pasillo parecía no tener fin. Cada pocos metros había una puerta, lo cual le confería la apariencia de un hotel subterráneo.
En cuanto Macon tomó asiento, apareció en el centro de la mesa un juego de té plateado con cinco tazas y una fuente con bollitos. Tal vez Cocina también estuviera aquí.
Miré a mi alrededor. No tenía la menor idea de dónde me hallaba, pero sí sabía una cosa: estaba en algún lugar de Gatlin, en algún punto más allá del Gatlin en el que había estado siempre.
En cualquier caso, aquello era otra liga y me venía grande.
Intenté encontrar un lugar cómodo en un sillón tapizado que a juzgar por el aspecto podía haber pertenecido a Enrique VIII. De hecho, no había forma de descartar que no hubiera sido así. El tapiz de la pared también parecía procedente de un viejo castillo o de la mansión Ravenwood. Tenía bordada con hilo plateado una constelación sobre el cielo azul de medianoche y una luna que, cada vez que se miraba, se hallaba en una fase diferente.
Macon, Marian y Amma se sentaron a la mesa. Decir que Lena y yo estábamos metidos en un lío de primera era una manera suave de decirlo. Macon estaba tan furioso que la taza de té no dejaba de moverse sobre el platillo que sostenía delante de él, y el enfado de Amma era todavía mayor.
—¿Qué te ha hecho pensar que puedes tomar la decisión de que mi muchacho está preparado para el Inframundo? Si Lila estuviera aquí, te arrancaría la piel a tiras ella misma en persona. Qué desfachatez tienes, Marian Ashcroft.
A la bibliotecaria le temblaron las manos cuando levantó la taza de té.
—¿Tu muchacho? ¿Y qué hay de mi sobrina? Por lo que sé, fue a ella a la que atacaron.
Amma y Macon, tras habernos hecho picadillo, empezaban a repartirse leña. No me atreví a mirar a Lena.
—Tú has estado metido en líos desde que naciste, Macon. —Amma se volvió a Lena—. Pero no puedo creer que arrastraras a esto a mi chaval, Lena Duchannes.
Ella no pudo contenerse.
—Claro que le metí en esto. Sólo perpetro maldades. ¿Cuándo vas a comprenderlo? ¡Y las cosas van a ir a peor! —Cada pieza del juego de té salió volando por su lado y se quedó suspendida en el aire. Era un desafío. Luego, el juego entero se ordenó por sí mismo y regresó a su posición sobre la mesa—. Voy a volverme Oscura, y no puedes hacer nada por evitarlo.
—Eso no es cierto.
—Ah, ¿no? Al final terminaré por volverme como… —Fue incapaz de terminar la frase. La manta se le cayó de los hombros y me cogió de la mano—. Debes alejarte de mí antes de que sea demasiado tarde.
Su tío la contempló con irritación.
—No vas a volverte Oscura. No seas tan crédula. Ella desea que creas eso y solamente eso. —La forma de pronunciar «ella» me recordaba mucho a cómo decía la palabra «Gatlin».
—Todo es apocalíptico para los adolescentes —arguyó Marian mientras dejaba la taza y el platillo sobre la mesa.
—Algunas cosas pasan porque han de pasar y otras requieren un empujoncito. Ésta es una donde todavía está por ver qué ha sucedido.
Percibí cómo la mano de Lena se estremecía en la mía.
—Tienen razón, Lena. Todo va a salir bien.
Ella retiró la mano de repente.
—¿Que todo va a salir bien? Mi madre, una
Cataclyst
, intenta matarme. Una visión de hace cien años acaba de dejarme bien clarito que toda mi familia lleva maldita desde la Guerra de Secesión. Cumplo dieciséis dentro de dos meses… ¿Y no se te ocurre nada mejor?
Volví a cogerle la mano con suavidad, porque ella me lo permitió.
—He presenciado la misma visión. El libro elige a quien toma. Quizá no te escoja a ti. —Me aferraba a un clavo ardiendo, ya, pero no tenía otra cosa.
Amma miró a Marian mientras daba un porrazo al dejar el plato sobre la mesa, haciendo sonar la taza.
—¿El libro?
Macon me traspasó con la mirada. Hice lo posible por sostenérsela, pero no fui capaz.
—El libro de la visión —repuse.
No digas nada más, Ethan.
Deberíamos contárselo. No podemos manejar esto nosotros solos.
—No es nada, tío Macon. Ni siquiera conocemos el significado de las visiones.