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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Ciencia ficción, Novela

Inmunidad diplomática (14 page)

BOOK: Inmunidad diplomática
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Otra vez oscuridad. El silencio fue como un mazazo; tras él, Miles oyó a Roic exhalar reverente, ansiosamente, como el hombre que vuelve a casa de la guerra y se acuesta en su propia cama por primera vez.

Los aplausos estremecieron la sala. Nadie del grupo barrayarés, pensó Miles, tenía que fingir ahora entusiasmo por la cultura cuadri.

La sala volvió a guardar silencio mientras la orquesta emergía de cuatro puntos y ocupaba posiciones alrededor del gran ventanal. La media docena de cuadris llevaba instrumentos más normales: todos acústicos, le comentó Ekaterin con un susurro fascinado. Localizaron a Nicol, auxiliada por otros dos cuadris que la ayudaron a manejar y asegurar su arpa, que casi tenía la forma normal de un arpa, y su doble dulcémele, que parecía una sosa caja oblonga desde aquel ángulo. Pero la pieza que siguió a continuación incluyó un solo suyo con el dulcémele, su rostro de marfil recortado por las luces, y la música que brotó de sus cuatro manos destellantes fue cualquier cosa menos aburrida. Radiante, etérea, apasionante, electrizante.

Bel debía de haber asistido a aquello docenas de veces, supuso Miles, pero el herm estaba tan absorto como cualquier recién llegado. No era solo una sonrisa de amante la que iluminaba sus ojos. «Sí. No la amarías como es debido si no amaras también su derroche de talento.» Ningún amante celoso, ansioso y egoísta, podría abarcarlo todo; tenía que ser esparcido por el mundo, o había que destruir su fuente. Miró a Ekaterin y pensó en sus gloriosos jardines, que tanto echaba de menos en Barrayar. «No te mantendré mucho tiempo apartada de ellos, mi amor, te lo prometo.»

Hubo una breve pausa, mientras los tramoyistas cuadris colocaban unos misteriosos palos y barras en ángulos extraños en el interior de la esfera. Garnet Cinco, flotando de lado con respecto a Miles, le murmuró por encima del hombro:

—Ahora viene la pieza que yo suelo bailar. Es un extracto de una obra más grande, el ballet clásico de Aljean,
La travesía
, que cuenta la historia de la migración de nuestro pueblo a través del Nexo hasta el Cuadrispacio. Es el dueto amoroso entre Leo y Silver. Yo hago de Silver. Espero que mi alumna no lo estropee… —terminó de decir mientras empezaba la obertura.

Dos figuras, un planetario y una cuadri rubia, llegaron flotando desde lugares opuestos del espacio, acumularon impulso girando sobre las pértigas tras agarrarse con las manos, y se reunieron en el centro. No hubo tambores esta vez, sólo una melodía dulce y líquida de la orquesta. Las piernas del personaje de Leo se agitaban inútilmente, y Miles tardó un momento en darse cuenta de que lo interpretaba un bailarín cuadri con piernas falsas. El uso de la mujer del movimiento angular, contrayendo o estirando varios brazos mientras giraba o hacía cabriolas, era brillantemente controlado, sus cambios de trayectoria alrededor de las pértigas, preciso. Sólo unos cuantos jadeos y murmullos críticos por parte de Garnet Cinco sugirieron algo menos que perfección a lo que Miles percibía. El tipo de las piernas falsas era deliberadamente torpe, y se ganó unas cuantas risas del público cuadri. Miles se agitó incómodo, advirtiendo que estaba viendo una parodia de cómo veían a los planetarios los cuadris. Pero los encantadores gestos de ayuda de la mujer hacían que fuera más enternecedor que cruel.

Bel, sonriente, se inclinó hacia delante para murmurarle a Miles al oído:

—Tranquilo. Se supone que Leo Graf baila como un ingeniero. Lo era.

El aspecto amoroso quedaba bastante claro. Las relaciones entre los cuadris y los planetarios al parecer tenían una historia larga y honorable. A Miles se le ocurrió que ciertos aspectos de su juventud habrían sido mucho más fáciles si Barrayar hubiera poseído un repertorio de historias románticas protagonizadas por héroes lisiados y bajitos, en vez de por villanos mutantes. Si aquél era un buen ejemplo, quedaba claro que Garnet Cinco estaba culturalmente preparada para hacer de Julieta de su Romeo barrayarés. «Pero no representemos una tragedia esta vez, ¿eh?»

La absorbente pieza llegó a su clímax y los dos bailarines saludaron al entusiasmado público antes de hacer mutis. Se encendieron las luces: el intermedio. El arte teatral estaba constreñido por la biología, advirtió Miles, en este caso por la capacidad de la vejiga humana, fuera planetaria o cuadri.

Cuando todos volvieron a reunirse en el palco, encontró que Garnet Cinco estaba explicándole a Ekaterin las convenciones de los nombres cuadris.

—No, no es un apellido —dijo Garnet Cinco—. Cuando los cuadrúmanos fueron creados por primera vez por la Corporación Galac-Tech, sólo había mil de nosotros. Cada uno tenía un solo nombre, más una designación numérica. Siendo tan pocos, cada nombre era único. Cuando nuestros antepasados huyeron a la libertad, eliminaron el código numérico, pero mantuvieron el sistema de nombres simples y únicos, apuntados en un registro. Con todos los lenguajes de la vieja Tierra en los que basarse, pasaron varias generaciones antes de que el sistema empezara a agotarse. Las listas de espera para los nombres verdaderamente populares eran larguísimas. Así que votaron por permitir la duplicación, pero sólo si el nombre tenía un complemento numérico, para poder distinguir siempre a un Leo de otro. Cuando te mueres, tu nombre-número va de vuelta al registro para ser reutilizado.

—Tengo un Leo Noventa y nueve en las cuadrillas de mis muelles —dijo Bel—. Es el número más alto que me he encontrado hasta ahora. Pero parece que se prefieren los números más bajos, o ninguno.

—Nunca he conocido a ninguna de las otras Garnets —dijo Garnet Cinco—. Había unas ocho más en alguna parte de la Unión la última vez que lo busqué.

—Apuesto a que habrá más —dijo Bel—. Y será culpa tuya.

Garnet Cinco se echó a reír.

—¡Ojalá!

La segunda mitad del espectáculo fue tan impresionante como la primera. Durante uno de los interludios musicales, Nicol tocó una pieza exquisita con su arpa. Hubo dos grupos de danza más, uno abstracto y matemático, el otro narrativo, al parecer basado en un trágico desastre de presurización sufrido por una generación anterior. El final puso a todo el mundo en el centro para un último, vigoroso y deslumbrante giro, con tambores, castañuelas y orquesta combinando un apoyo musical que sólo podía ser descrito como colosal.

A Miles le pareció que la actuación terminaba demasiado pronto, aunque su crono le dijo que habían pasado cuatro horas en aquel sueño. Dio una agradecida pero poco comprometedora despedida a Garnet Cinco. Mientras Bel y Nicol escoltaban a los tres barrayareses de vuelta a la
Kestrel
en un coche burbuja, Miles reflexionó sobre cómo las culturas se contaban su historia, y sobre cómo se definían. Por encima de todo, el ballet celebraba el cuerpo cuadri. Sin duda ningún planetario podía marcharse del ballet cuadri imaginando todavía al pueblo de cuatro brazos como mutado, lisiado o en desventaja, o inferior. Como Corbeau había demostrado, incluso se podía salir de allí tras haberse enamorado en caída libre.

No todas las deformaciones son visibles. Todo aquel despliegue de atletismo le recordó que debía comprobar sus niveles químicos cerebrales antes de acostarse, para ver cuándo era probable que le sobreviniera el próximo ataque.

7

Miles se despertó de un profundo sueño cuando llamaron a la puerta de su camarote.

—¿Milord? —dijo en susurros la voz de Roic—. El almirante Vorpatril quiere hablar con usted. Está en la comuconsola segura de la sala de oficiales.

La inspiración que su cerebelo pudiera haber transmitido a su conciencia en el adormilado interludio entre el sueño y la vigilia escapó sin remisión. Miles gruñó, y se levantó del camastro. Ekaterin le tendió una mano desde la cama superior y se asomó a mirarlo.

—Sigue durmiendo, amor —susurró Miles, acariciándole la mano. Ella rezongó agradablemente y se dio la vuelta.

Miles se pasó las manos por el pelo, recogió su chaqueta gris, se la puso sobre la ropa interior y salió descalzo al pasillo. Mientras la puerta se cerraba tras él, comprobó su crono. Como en el Cuadrispacio no existían las molestas rotaciones planetarias, regía una sola zona horaria en todo el espacio local, a la que Miles y Ekaterin se habían, supuestamente, acostumbrado durante el viaje. Muy bien, así que no era medianoche, sino por la mañana temprano.

Miles se sentó ante la mesa, se alisó la chaqueta y se ajustó el cuello y tocó el control de su asiento. El rostro y el torso del almirante Vorpatril aparecieron sobre la placa vid. Completamente despierto, vestido y afeitado, sostenía una taza de té en la mano derecha, el puñetero bastardo.

Vorpatril sacudió la cabeza, los labios tensos.

—¿Cómo demonios lo sabía? —preguntó.

Miles entornó los ojos.

—¿Cómo dice?

—Acabo de recibir el informe de mi médico jefe sobre la muestra de sangre de Solian. Fue fabricada, probablemente, veinticuatro horas antes de que la derramaran por la cubierta.

—Oh. —«Rayos y centellas»—. Es… una lástima.

—Pero ¿qué significa? ¿Sigue Solian vivo en alguna parte? Habría jurado que era un desertor, pero tal vez Brun tuviera razón.

Como un reloj parado, incluso los idiotas podían acertar a veces.

—Tendré que reflexionar sobre esto. No demuestra que Solian esté vivo o muerto. Ni siquiera demuestra, necesariamente, que no lo mataran allí, aunque no le cortaran la garganta.

Roic, Dios lo bendijera y cuidara por siempre, colocó una taza de humeante café junto al codo de Miles y se retiró a su puesto junto a la puerta. Miles se aclaró la garganta, si no la mente, con el primer sorbo, y dio un segundo sorbo para poder pensar un instante.

Vorpatril llevaba ventaja, tanto con el café como con los cálculos.

—¿Deberíamos informar de esto al jefe Venn? ¿O… no?

Miles hizo un ruido gutural de duda. Su única ventaja diplomática, el único punto en el que apoyarse, como si dijéramos, había sido la posibilidad de que Solian hubiera sido asesinado por un cuadri desconocido. Parecía que todo se complicaba todavía más.

—La sangre tuvo que ser fabricada en alguna parte. Si se tiene el equipo adecuado, es fácil, y si no, es imposible. Encuentre ese equipo en la Estación, o a bordo de las naves atracadas, y tendrá el lugar. El lugar más el momento debería conducirnos a la gente. Proceso de eliminación. Es el tipo de trabajo de calle que… —Miles vaciló, pero continuó—, que la policía local está mejor capacitada que nosotros para realizar. Si es de fiar.

—¿Fiarnos de los cuadris? ¡Difícilmente!

—¿Qué motivo tienen para mentirnos o confundirnos? —«¿Cuál, de hecho?»—. Tengo que actuar por medio de Greenlaw y Venn. No tengo ninguna autoridad en la Estación Graf por propio derecho.

Bueno, quedaba Bel, pero tenía que usar a Bel con cuidado o se arriesgaría a cargarse la tapadera del herm.

Quería la verdad. A su pesar, reconoció que también preferiría tener el monopolio de ella, al menos hasta disponer de tiempo para decidir cómo servir mejor a los intereses de Barrayar. «Pero si la verdad no nos sirve a nosotros, qué dice entonces de lo que somos, ¿eh?» Se frotó la barbilla sin afeitar. Luego añadió:

—Esto demuestra que lo que sucedió en esa bodega de carga, ya fuera asesinato o tapadera, no fue algo casual sino cuidadosamente planificado. Me encargaré de hablar con Greenlaw y Venn al respecto. Hablar con los cuadris es mi trabajo, en cualquier caso. —«Por mis pecados, presumiblemente. ¿A qué dios he fastidiado esta vez?»—. Gracias, almirante, y dele de mi parte las gracias al médico de su flota por un buen trabajo.

Vorpatril asintió, complacido por este reconocimiento, y Miles cortó la comunicación.

—¡Maldición! —se quejó en un murmullo, contemplando el espacio en blanco con el ceño fruncido—. ¿Por qué nadie obtuvo esa información en la primera exploración? No es mi trabajo ser un maldito patólogo forense.

—Eso espero —dijo el soldado Roic, y se calló—. Hum… ¿Era una pregunta, milord?

Miles se volvió en la silla.

—Una pregunta retórica, pero ¿tienes una respuesta?

—Bueno, milord —dijo Roic, obediente—. Es por el tamaño de las cosas de aquí. La Estación Graf es un hábitat espacial bastante grande. En realidad, sin embargo, en Barrayar sería una ciudad pequeña. Y todos esos tipos espaciales tienden a ser fieles cumplidores de la ley. Con todas esas reglas de seguridad… No creo que haya muchos asesinatos por aquí.

—¿Cuántos solía haber en Hassadar?

La Estación Graf alardeaba de tener unos cincuenta mil residentes: la población de la capital del Distrito Vorkosigan se aproximaba al medio millón.

—Tal vez uno o dos al mes, de media. No venían seguidos. A veces había unos cuantos, luego un periodo de calma. Más en verano que en invierno, excepto en Feria de Invierno. Entonces había un montón de asesinatos múltiples. La mayoría no eran ningún misterio, por supuesto. Pero ni siquiera en Hassadar los había tan raros como para interesar a nuestros forenses. Nuestros médicos eran interinos del Distrito Universitario, principalmente, de prácticas. Si alguna vez nos encontrábamos con algo realmente extraño, llamábamos a uno de los investigadores de homicidios de lord Vorbohn en Vorbarr Sultana. Allí deben tener un asesinato al día, y de todo tipo, un montón de experiencia. Apuesto a que el jefe Venn ni siquiera tiene un departamento forense, solo un médico cuadri al que llama de vez en cuando. Así que no es de esperar que tengan los niveles de exigencia de, ejem, SegImp a los que usted está acostumbrado. Milord.

—Es… un punto de vista interesante, soldado. Gracias.

Tomó otro sorbo de café.

—Solian… —dijo, pensativo—. Todavía no sé lo suficiente sobre Solian. ¿Tenía enemigos? Maldición, ¿tenía ese hombre al menos un amigo, o una amante? Si lo mataron, ¿fue por razones personales o profesionales? La diferencia es importante.

Miles había echado un vistazo al historial militar de Solian en el viaje de ida, y le había parecido normal y corriente. Si el hombre había estado alguna vez en el Cuadrispacio, había sido antes de unirse al Servicio Imperial, hacía ya seis años. Había realizado dos viajes anteriormente, con diferentes consorcios y diferentes flotas militares; entre sus experiencias no había al parecer nada más excitante que encargarse de algún tripulante beodo o de un pasajero molesto.

De media, más de la mitad del personal militar de cualquier escolta por el Nexo sería nuevo. Si Solian había hecho amigos (o enemigos) en las semanas transcurridas desde que aquella flota saliera de Komarr, tendría que haber sido en la
Idris
. Si su desaparición se hubiera producido más cerca del momento de la llegada de la flota al Cuadrispacio, Miles habría limitado las posibilidades de problemas en el trabajo a la
Idris
también; pero diez días atracados era tiempo suficiente para que un hombre de seguridad curioso se metiera en líos en la Estación también.

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