James Potter y La Maldición del Guardián (76 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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—¿Era Petra? —susurró James, apenas permitiéndose a sí mismo considerarlo—. ¡Eso no puede ser!

Ted asintió seriamente.

—Ella misma lo dudaba. Acudió a Merlín, y le mostró la carta. Él se ofreció a mostrarle la verdad en ese Espejo Mágico suyo, pero le advirtió que tal vez no deseara verdaderamente saberlo. Miró de todos modos, y lo vio todo, exactamente como había ocurrido. Lanzaron a su padre al pozo de los Dementores. Fue... fue horrible. Estaba completamente devastada.

Rose miraba de James a Ted, con los ojos como platos.

—Pero nunca contó a nadie que era huérfana, ¿verdad? ¡Todos asumimos que tenía padre y madre como el resto de nosotros!

—Petra fue criada por sus abuelos, pero nunca nos habló de eso —replicó Ted—. Los Gremlins y yo, cuando los vimos en la estación, asumimos simplemente que eran sus padres y que la habían tenido muy mayores. Ella nunca hablaba de ellos, y siempre supusimos que no tenía una vida familiar muy feliz. Ellos sólo le habían dicho que su madre había muerto en el parto. Nunca le hablaron de su padre en absoluto, y Petra aprendió a no preguntar.

—Debería haberlo sabido —dijo James, tocándose la frente—. La veía en mis sueños una y otra vez. Creía que era Tabitha porque no podía verle la cara, pero ahora todo encaja. La voz... hablaba de restituir a la gente a la que había perdido. Le decía que se le permitiría vengarse, e incluso recuperarlos. ¡Incluso los vi... a sus padres, reflejados en una especie de charca verde brillante! ¡Petra cree que el Ministerio mató a su padre, y que su madre murió como resultado de ello, y ahora va a hacer lo que cree que tiene que hacer para traerlos de vuelta! La voz de mis sueños, decía que había sólo una forma de hacerlo... ¡sangre por sangre!

—¡Lily! —jadeó Rose, cubriéndose la boca.

—¡No! —dijo Albus, sacudiendo la cabeza—. Petra nunca haría daño a Lily. ¿Verdad?

—¡¿Morganstern?! —medio sollozó Tabitha—. ¡Imposible!

—En realidad no —respondió tristemente una voz diferente—. Si piensas en ello, quiero decir.

Todo el mundo se giró hacia una figura fantasmal sentada en el antepecho de la ventana de la esquina.

—¡Myrtle! —gritó Rose—. ¿Cuánto rato llevas ahí!

—¿Eso es Myrtle la Llorona? —preguntó Zane, arqueando una ceja—. Yo esperaba algo un poco más... er...

—Es grosero hablar de la gente como si no estuviera aquí —regañó Myrtle tristemente—. Incluso si, técnicamente hablando... no están aquí. Pero no te preocupes, estoy... acostumbrada. —Suspiró dramáticamente.

James habló.

—Lo siento, Myrtle, pero es realmente importante. ¿Qué sabes de este asunto?

—Oh, ahora todo el mundo acude a Myrtle, ¿verdad? "¿Qué has visto, Myrtle?" "Cuéntanos lo que sabes, Myrtle". Pero ya sé cómo va la cosa: en el momento en que te lo cuente, te olvidarás de la pobre y patética Myrtle la Llorona. Era igual con tu padre, James Potter. Tu hermano se parece mucho a él además, aunque él no tiene esa estúpida cicatriz falsa en la frente.

—¿De qué está hablando, James? —preguntó Albus por la comisura de la boca.

James sacudió la cabeza.

—Lo siento, Myrtle, pero esto es realmente serio. Nuestra hermana tiene problemas. ¡Tienes que ayudarnos!

—Lo sé —arrulló Myrtle—. Pobre pequeña Lily. Quizás se quede a hacerme compañía aquí en el baño.

—¡Myrtle! —gritó James, exasperado, pero Rose le colocó una mano en el pecho, deteniéndole. Se giró hacia la figura fantasmal, con una mirada pensativa en la cara.

—¿Sabes, Myrtle? si nos ayudas, apuesto a que el padre de Lily estaría realmente agradecido. Apuesto a que incluso vendría a visitarte, a decirte lo mucho que aprecia tu ayuda.

Myrtle miró petulantemente a Rose.

—¿Harry? No. ¿De verdad? Probablemente ni siquiera me recuerda.

—Estoy segura de que sí —dijo Rose en confidencia—. Le he oído hablar de ti. Probablemente esté muy complacido de, er... reunirse contigo.

Myrtle pareció animarse un poco.

—¿De verdad lo crees? Oh, ha pasado tanto tiempo, pero sabía que algún día volvería. Siempre he tenido un lugar especial para él.

—Sí —asintió Rose—. Pero primero, cuéntanos. ¿Qué has visto? ¿Qué sabes de Petra?

—Oh, sí —replicó Myrtle melancólicamente—. Pobrecita. Ni una vez me habló, ¿sabes? en todo el tiempo que estuvo aquí. Probablemente creyó que no podía verla bajo esa Capa de Invisibilidad, pero esas sólo funcionan con los vivos.

Zane se adelantó.

—¿Cuándo estuvo aquí, Myrtle? ¿Qué hizo?

Myrtle bajó volando junto a Zane y le colocó un brazo fantasmal alrededor de los hombros.

—Oh, con frecuencia. Pasó la mayor parte del tiempo allí abajo durante las vacaciones, cuando había poca gente en la escuela. Pero ha estado bajando al menos una vez por semana últimamente. No sé qué hace allí abajo, por supuesto. Yo, er... no la sigo. Pero entonces, hace veinte minutos, pasó por aquí con la pequeña Lily. Justo antes de que Tabitha apareciera de nuevo con ese estúpido mapa.

—¿Adónde llevó Petra a Lily, Myrtle? —preguntó Ted impaciente—. ¿Entraron en la Cámara de los Secretos?

—Bueno, por supuesto, estúpido chico —dijo Myrtle, inclinando la cabeza con coquetería—. ¿Adónde más iban a ir?

Albus sacudió la cabeza, exasperado.

—¿Por qué no se lo dijiste a alguien?

Myrtle le miró vagamente.

—Porque nadie me lo preguntó —respondió simplemente.

James se giró, volviéndose hacia el centro de la habitación.

—¿Cómo llegamos allí? —exigió—. ¿Dónde está la puerta?

—¡Ajá! —exclamó Tabitha, todavía acurrucada en el suelo bajo el ojo atento de Ted Lupin—. ¡Nunca la atravesaréis! ¡Si yo no pude abrirla, nadie podrá! ¡Sólo el auténtico Linaje puede pronunciar el encantamiento para abrir la Cámara de los Secretos?

—¿Es eso cierto, Myrtle? —preguntó Rose, girándose hacia el fantasma otra vez.

—Oh, no —replicó Myrtle, sacudiendo la cabeza lentamente—. No, no, no. Un montón de gente ha abierto la Cámara. Ese horrible Ron Weasley la abrió hace años, sólo imitando los sonidos que había hecho Harry Potter. Si él pudo, puede cualquiera.

—Pequeña don nadie... —gritó Tabitha, enderezándose—. Todo ese tiempo me veías intentándolo... ¡Me dejaste hacer el tonto!

—Tú no necesitabas mi ayuda —resopló Myrtle.

—Myrtle —dijo James seriamente, acercándose cuidadosamente al fantasma—. No tenemos mucho tiempo. ¿Puedes decirnos el encantamiento?

—¡No te atrevas! —exclamó Tabitha, su voz astillándose.

—Ya hemos tenido bastante de ti, Corsica —advirtió Ted, alzando su varita—. Cállate o te Aturdiré. Es lo menos que te mereces.

—Es un sonido horrible —dijo Myrtle, ignorando a Tabitha—. Me da escalofríos oírlo, y estoy muerta. Siempre saltaba bajo la tapa de mi retrete cuando Petra pronunciaba el encantamiento.

—Por favor, Myrtle —suplicó Rose—. ¿Cómo es? Tenemos que bajar hasta allí.

Myrtle miró de reojo a Rose, alzando una ceja.

—¿Realmente crees que Harry vendrá a verme? ¿Lo prometes?

—Lo prometo —asintió Rose—. Cuéntanos.

Myrtle suspiró y flotó lentamente hasta el centro de la habitación. Cuidadosamente abrió la boca y produjo un horrible y siseante sonido. Fue gutural y casi gorgojeante. Hizo que el pelo de James se erizara.

Cuando hubo terminado, Zane miró alrededor y preguntó.

—¿Entonces quién lo hace? Sé que yo no puedo producir un sonido como ese.

Ralph tomó un profundo aliento.

—Yo lo intentaré —anunció, suspiró con resignación—. Después de todo, soy un Slytherin.

Nadie discutió. Ralph abrió la boca e imitó el sonido tan bien como pudo. James pensó que había hecho un trabajo notablemente bueno ya que los sonidos que salieron de la boca de Ralph le produjeron escalofríos en la espina dorsal. Tan pronto como acabó, un estruendo rechinante sacudió el baño. El lavabo que estaba directamente detrás de Ralph comenzó a bajar, introduciéndose en el suelo. Tabitha jadeó y se hizo a un lado, su cara pálida era una máscara de temor reverencial y celos.

—Vamos —dijo Ted sombríamente—. Tenemos que apresurarnos.

—Tú no puedes ir, Ted —dijo Rose, tocando el brazo de Ted—. A menos que tengas pensado llevar a Tabitha también. Ella está en séptimo. Puede que nosotros pudiéramos vigilarla, pero me sentiría mucho mejor si te ocuparas tú.

Ted hizo una mueca de frustración, apartando la mirada y manoseando su varita. Finalmente, se volvió a girar.

—Id —dijo a regañadientes—. Yo me ocuparé de Corsica, pero no nos marcharemos hasta que hayáis vuelto, ¿de acuerdo? Además, es sólo Petra la que está allá abajo, ¿no? Podréis hacerle recuperar el sentido común. Ella nunca haría daño a nadie.

James asintió, pero no estaba tan seguro de ello como Ted. Ted no había tenido esos sueños.

—Vale. Vamos. —Tomó un profundo aliento y se volvió hacia la antigua escalera.

—¡Y James —llamó Ted—, dile a Petra lo mismo que ella me dijo a mí! ¡Dile que esta no es la forma! Dile que yo lo he dicho, ¿vale?

James asintió con la cabeza, y después bajó los escalones de piedra, con sus amigos a la zaga.

19. El Sacrificio

James iluminó su varita mientras bajaba trotando la antigua escalera de piedra. Rose y Albus le seguían, con los ojos muy abiertos, con Zane y Ralph a su estela. La cicatriz fantasma de James no le había dolido desde ese horrible estallido de dolor cuando se había movido para besar a Petra; ahora, mientras entraba en aquella cámara oscura, el ardor se incrementó hasta convertirse en un pulso palpitante.

—Yo ya he estado antes en la Cámara de los Secretos —llamó Rose, su voz hacía eco en el oscuro y cavernoso espacio—. Hace años, cuando estaba en la visita guiada por Hogwarts. Mis padres se negaron a bajar conmigo porque, claro, ya la habían visto antes, y no querían revivir nada de eso, así que fui con el tío George. En realidad, no había mucho para ver, ya que habían sacado al Basilisco muerto hacía años. Era apenas un espacio subterráneo abierto. Casi todo se había derrumbado.

James soltó un grito sofocado y tropezó hasta detenerse, haciendo señas con una mano para advertir al resto y sosteniendo su varita en lo alto con la otra.

—¿Era esto parte de la visita cuando estuviste aquí, Rose? —preguntó sin aliento.

Rose se detuvo tras él, con los ojos bien abiertos. Detrás de ella, Ralph y Zane también se detuvieron súbitamente.

El suelo terminaba a los pies de James como si se hubiera desprendido. Y más allá, un consistente espacio oscuro indicaba un abismo de profundidad inimaginable. Ominosos sonidos siseantes emanaban de la oscuridad, y cuando James levantó la varita, su luz centelleó en los filos de enormes cuchillas que se balanceaban en el aire.

—No —jadeó Rose—, definitivamente esto no era parte de la visita. ¿De dónde ha salido?

—Yo diría que es reciente —dijo Zane, señalando algo—. ¡Mirad!

James vio lo que Zane señalaba. Al otro lado un par de enormes puertas de piedra se abrían a ambos costados, con vistas al profundo abismo que había ante él.

—¿Cómo las abriría Petra? —preguntó Rose incrédulamente—. ¡Tienen que pesar toneladas!

—Estoy más interesado en saber cómo cruzó eso —dijo Ralph, gesticulando hacia el abismo y las enormes y balanceantes cuchillas—. ¡Nunca seremos capaces de seguirla!

James se agachó y alzó una roca de tamaño medio. La sopesó cuidadosamente en su mano y luego la lanzó hacia el abismo tan fuerte como pudo. Esta cayó en la oscuridad, girando lentamente y entonces se produjo un destello y una chispa cuando una de las cuchillas mágicas descendió en picado. La roca quedó pulverizada en el aire, y luego, fue succionada por la oscuridad.

James miró de reojo a Rose y Ralph, con los ojos muy abiertos. Ralph se encogió de hombros impotentemente.

Albus soltó un profundo suspiro.

—Creo que podría haber una manera de cruzar eso —dijo, como si temiera admitirlo.

—¿Qué, Al? —preguntó James, pero su hermano ya se había girado. Se alejó unos cuantos pasos hasta que se detuvo otra vez en la base de los escalones de piedra. Echó un vistazo atrás.

—Papá me enseñó esto —dijo—. Una vez le salvó la vida. Tal vez podamos utilizarlo para salvar a Lily. —Se dio la vuelta de nuevo hacia las escaleras, levantó su propia varita, y tan fuerte como pudo, gritó—: ¡Accio escoba!

Casi un minuto después, James estaba comenzando a dudar de que el hechizo hubiera funcionado cuando una exclamación de alarma resonó hacia abajo por los escalones de piedra.

—¡No! —chilló la voz Tabitha—. ¡Mi escoba no! ¡No puedes!

Ted gritó por encima de ella:

—¡Ahí va!

La escoba se zambulló hacia los escalones y se detuvo junto a Albus. James, que estaba de pie cerca, podía oír el tenue zumbido de la escoba. Recordaba muy bien su fallido intento de apoderarse de ella el año pasado.

—No puedes hablar en serio —dijo Zane, adelantándose y examinando el palo de escoba—. ¡Esta es la escoba de Tabitha! El falso báculo de Merlín del año pasado. No vas intentar montarla para atravesar el abismo, ¿no?

—Ahora es mi escoba —dijo Albus seriamente—. Tabitha me la dio, aunque puede que esté arrepintiéndose.

Rose declaró:

—¡Pero no puedes volar a través sin más! ¡Ya viste lo que le sucedió a la roca! ¡No sé cómo hizo Petra para cruzar con Lily, pero debe haber algún otro camino!

Albus se acercó a zancadas al borde del abismo y montó a horcajadas sobre la escoba.

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