James Potter y La Maldición del Guardián (79 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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—Se fue —respondió James—. Le sentí marcharse.

—¿Para siempre?

James se encogió de hombros.

—No consiguió que Petra fuera su anfitrión. No estaba dispuesta a matar por él, no al final. Ya no tiene un apoyo aquí. Se acabó.

Zane asintió, frunciendo un poco el ceño.

—Si tú lo dices, camarada. Salgamos de aquí. Este lugar me da escalofríos todo el tiempo.

—Sí. Por algo lo llaman la Cámara de los Secretos —estuvo de acuerdo Albus.

James asintió, echando un último vistazo atrás. Dijo con fervor:

—Esperemos que este haya sido el último de sus secretos.

―Y esa es la historia tan bien como la puedo contar ―dijo James, sentado en la silla frente a la del director. Era el día siguiente, y la luz brillante del sol y el canto de los pájaros de la mañana atravesaban gentilmente la ventana abierta—. Subimos hasta el baño de las chicas del segundo piso y Ted dejó a Tabitha directamente aquí, en su oficina. El resto de nosotros llevó a Lily al Gran Comedor a reunirse con Mamá. Ella llamó a tía Hermione, tío George, y tío Ron para que abandonaran la búsqueda y todo el mundo decidió seguir adelante con la fiesta de celebración tras la función, aunque fue más bien una celebración del regreso de Lily llegado ese momento.

Merlín asintió despacio, uniendo las yemas de los dedos de ambas manos ante él. Compartió una mirada con Harry Potter, que se encontraba de pie a un lado, con los brazos cruzados y mirando al suelo.

―¿Y la señorita Morganstern asistió a la fiesta? ―preguntó Merlín.

James negó con la cabeza.

―No, creo que pensó que sería mejor para ella no estar allí. Es decir, considerándolo todo.

Harry habló sin levantar la cabeza.

―No fue culpa suya. Estaba siendo engañada.

―No fue enteramente culpa suya ―corrigió Merlín sombrío―. Estaba siendo engañada, sí, pero ella permitió que el engaño tuviera lugar. Ella misma lo admitió. El hecho de que al final fuera capaz de desechar el engaño es prueba de que pudo haberlo hecho en cualquier momento, si así lo hubiera elegido.

―Está maldita con el último rastro fantasma del alma de Voldemort en su misma sangre ―dijo Harry, finalmente alzando los ojos―. Él era un astuto mentiroso y un maestro de la manipulación. Brujas y hechiceros mucho más poderosos que Petra Morganstern sucumbieron a sus engaños.

Merlín asintió.

―Y también ellos fueron responsables de las decisiones que tomaron como resultado de ello.

James se echó hacia delante en su silla.

―¿Qué está diciendo? ¿Cree que Petra es malvada sólo porque tuvo la mala suerte de ser escogida por esa estúpida daga Horrocrux?

―No, James ―dijo Merlín gentilmente. ―Por eso, es verdaderamente desafortunada. Hasta qué grado Petra se permite ser influenciada por esa alma abominable, sin embargo, ya que todavía puede escoger qué hacer, es lo que la haría de hecho malvada. Ha admitido que fue ella la que maldijo a Josephina Bartlett con la maldición de vértigo, sabiendo que todo el mundo culparía a la señorita Corsica, sólo para probarse a sí misma que podía hacerlo. Anoche estuvo muy cerca de escoger el mal definitivo y casi condenar a toda la humanidad en el proceso. Si tú no hubieras estado allí en el momento adecuado, revelando el misterioso retrato, bien podría todo haberse perdido.

―Eso no lo sabe ―dijo James, pero inseguro.

―Oh, pero lo sé, James ―dijo Merlín, mirando a James a los ojos. ―Y por eso, te debo una disculpa.

―¿Una disculpa? ¿Por qué?

Merlín suspiró profundamente.

―Estaba muy equivocado contigo, James Potter. ―El gran hombre se detuvo, como si no deseara explayarse más. Miraba directamente adelante, y James comprendió que estaba mirando más allá de él, a algo en la pared trasera. James se giró y miró sobre el hombro. El retrato de Albus Dumbledore sostenía la mirada de Merlín. Sonrió ligeramente y asintió con la cabeza. Entonces, casi imperceptible, Dumbledore guiñó un ojo a James. James frunció el ceño y se volvió hacia Merlín.

―Se me ha advertido ―dijo Merlín sardónicamente―, que debo evitar la tentación de guardar secretos o decir medias verdades. Vuestro Albus Dumbledore y yo hemos discutido el tema ampliamente, y admito que, hasta hace poco, no coincidía mucho con él. A pesar de ello, eventos recientes han demostrado la validez de su argumento. James Potter, en presencia de tu padre, te contaré toda la verdad. ―Merlín suspiró nuevamente y se puso en pie. Salió de atrás de su escritorio, pasando por delante de Harry―. Es verdad ―explicó—. Era bien consciente de la posibilidad de que el ente llamado el Guardián me siguiera en mi regreso del largo viaje fuera del tiempo. Salazar Slytherin me lo dejó muy claro. Él lo esperaba y lo tenía planeado, y mi corazón estaba en tal estado que no me importaba mucho. "Maldito el mundo", pensaba. "Si el Aniquilador está por venir, entonces el destino salvará o no a la humanidad". Me lavé las manos. El año pasado, cuando regresé al mundo del hombre, despreciaba esta época. Decidí que si el Guardián de hecho me había seguido, yo no utilizaría el más pequeño de los poderes a mi disposición para mantenerlo a raya ―Merlín levantó la mano, enseñando el brillante anillo negro―. Y entonces descubrí la presencia de los Borleys. Minucias, en realidad, el equivalente mágico de las cucarachas, y aún así eso me probó que algunas cosas me habían seguido de hecho desde el Vacío. Si los Borleys estaban aquí, entonces seguramente el Guardián lo estaba también. Decidí capturar a los Borleys utilizando la mejor herramienta para esa tarea: la Bolsa Oscura, la cual, como sabes, contiene el último vestigio terrenal de pura oscuridad del Vacío. Aprisioné a los Borleys dentro de ella, aunque en ese momento no hubiera podido decir porque decidí hacerlo; parecía simplemente lo más correcto y responsable. La verdad es que estaba comenzando a conocer esta época, y aunque había muchas... y todavía las hay... cosas que encuentro despreciables, descubrí que no la odiaba tanto como hubiera pensado. Aún más importante, había comenzado a preocuparme por algunas personas de esta época. Principalmente, por ti, señor Potter, y por tus bulliciosos e irreverentes amigos.

Cuando comprendí esto, supe que solo me quedaba una opción: debía hacer lo que pudiera para librar al mundo del Guardián. Habiendo decidido eso, descubrí que había algunos en este mundo que conocían al Guardián, y deseaban utilizarlo. Estos eran los discípulos de Slytherin, quienes, como él, se engañaban a sí mismos al creer que el Guardián podía ser controlado y utilizado como una herramienta de venganza. Yo conocía la existencia de otra mitad de la Piedra Faro, y presentí que estaba en poder de estos individuos corruptos. Seguí sus progresos mientras ellos localizaban al Guardián. Observé y esperé, utilizando este mismo Espejo. ―Tocó el Amsera Certh, el cubierto Espejo Mágico―. Mis artefactos pueden presentir eventos de fuerzas mágicas oscuras, indicando su localización. Cuando eso ocurría, yo lo observaba en el Espejo. Finalmente, llegué a involucrarme, viajando al lugar donde los agentes de Slytherin se encontraron con el Guardián. Sospecho que fuiste testigo de eso, señor Potter, junto con la señorita Wesley y el señor Deedle. Los encontré en un bosque intrazable, ante la tumba de Tom Riddle. Ahí, el Guardián había revivido la memoria de Voldemort, forzándolo a hablar a través de la estatua de la tumba. El Guardián exigió ser conducido hasta el humano que le serviría de anfitrión. La estatua le habló del chico que había vencido a Voldemort, y el Guardián asumió que ese chico, Harry Potter, sería la opción más lógica como su anfitrión. Presentí que se dirigiría a ti, Harry, introduciéndose en tu interior… ―Merlín miró hacia el padre de James―. Te localizó sin siquiera abandonar la tumba. Te sintió en la red de la humanidad, y determinó que no podría tenerte. Lo sentí evaluarte mientras lo sopesaba, sentí como te desechaba, no porque no valieras, sino porque eras inconquistable. Supo que nunca te doblaría a sus propósitos.

Harry tembló visiblemente.

―Recuerdo eso, ―dijo con una voz baja y vacilante―. Estaba en las oficinas de los Aurores en el Ministerio, hablando con Kirkham Wood. De repente, fue como si estuviera fuera de mí mismo, mirando hacia abajo a mi cuerpo, como si hubiera sido empujado a un lado mientras algo revoloteaba a través de los contenidos mi cerebro. Sólo duro unos pocos segundos, y entonces de repente, se terminó. Kirkham no se dio cuenta de nada. Decidí que lo había imaginado, o que sólo había sido un poco de estrés. Pero debe haber sido esa… cosa… examinándome.

Merlín asintió.

―Se tiene que ser un mago poderoso para sentirlo. El Guardián entumece a su presa de forma que pocos recuerdan siquiera su paso. Seguramente ya sólo ese hecho fue en parte la razón por la que supo que nunca podría reclamarte, Harry. Así que buscó a otro. Aún mientras ese demente de Lucius Malfoy hablaba de ello, tratando de atraer su atención para que se les uniera, diciéndole que habían preparado a un heredero para ser su anfitrión, yo lo sentí moverse, Harry, buscando más allá... buscándote a ti, James.

―¿A mí? ―exclamó James, sorprendido―. ¿Por qué?

―Tiene mucho sentido si lo piensas desde la perspectiva del Guardián. Todas las profecías dicen que el anfitrión del Guardián sería el hijo de una gran pérdida, o un huérfano. Buscó a Voldemort, el huérfano que mejor representa los propósitos del Guardián, y le encontró cadáver. Entonces, lógicamente buscó a quien había sido lo bastante poderoso como para haber vencido a Voldemort, y entonces encontró a otro huérfano, Harry Potter. Él, sin embargo, era demasiado fuerte, y por lo tanto tan inservible como el muerto Voldemort. Así que buscó un poco más allá, al primogénito de Harry Potter. Y averiguó, curiosamente, que era el mismo chico que había estado presente la noche de su llegada a la tierra, y que el propio James Potter había ayudado a facilitar su llegada.

―¡Pero yo no pretendía hacerlo! ― barbotó James. ―¡Estaba intentando detenerla!

Merlín levantó una mano.

―Eso no significa nada para el Guardián. Lo sentí llegar a ti, aprender de ti, todo en ese momento en la tumba, incluso mientras Lucius Malfoy hablaba con él. Te sentí en sus pensamientos, James, y me adelanté para distraerlo. Lo llamé, identificándome como el portador de la Piedra Faro. Él me recordaba del tiempo en que estuve en el Vacío. La primera cosa que hizo fue preguntar por ti, James. Le dije tan firmemente como pude que no sabías nada de él, que nunca consentirías ser su anfitrión. Pero se rió. Me dijo que ya lo conocías, y que lo estabas viendo en ese preciso momento. Lucius miró y te vio, reflejado en la ventana de una cabaña abandonada cercana. Lucius te señaló, y el Guardián sonrió. Había notado que estabas observando desde el momento en que dirigió su atención a encontrarte, James. Me giré y yo mismo vi tu reflejo. Sabía que tenía que regresar, advertirte, pero cerraste el Libro de Concentración, dejándome fuera. Me llevó gran parte del día regresar al castillo por otros medios, y para entonces, desgraciadamente ya me había formado una opinión bastante diferente sobre ti.

―¿Había decidido que estaba de parte del Guardián? ―preguntó James, perplejo.

―No conscientemente ―respondió Merlín―. No más de lo que lo estaba Petra Morganstern. Decidí que estabas siendo manipulado por él, y por tus propios deseos. Lamento admitir esto, James, pero temí que tu deseo de ser como tu padre estuviera siendo explotado, utilizado por el Guardián y las fuerzas del caos. Cuando llegó el Vociferador de tu madre, diciéndonos a todos que ella creía que habías robado la Capa de Invisibilidad y el Mapa de Merodeador, eso me terminó de convencer de que estabas, de hecho, trabajando a favor de los objetivos del Guardián. Decidí observar y esperar, con la esperanza de estar equivocado contigo. Y entonces, cuando tu propia hermana desapareció la noche de la obra, supe que este era el momento de la verdad. Casi no podía creer que pudieras hacerle daño, pero algunos han hechos cosas peores que matar a su hermana envueltos en la telaraña de un engaño. Planeaba sacarte de la escuela, alejándote de cualquier plan que el Guardián tuviera para ti. Me esquivaste, por supuesto, por el simple hecho de ser joven y veloz. Aún así pude haberte cogido si realmente lo hubiera deseado. En el fondo de mi corazón, sin embargo, había decidido confiar en ti... y en el destino. Fue mi propia prueba del cordón, muy parecida a la tuya, James, allá en la cueva de mi escondrijo. Decidiste sujetar el cordón de oro aún cuando soltarlo hubiera sido mucho más fácil. Así, también yo decidí aferrarme a una pequeña hebra de confianza en ti. Si lo que hacía era una tontería, entonces el mundo no perduraría lo suficiente como para culparme. Por el contrario, sin embargo, ese momento de confianza fue efectivamente sabio. De hecho, creo que nos salvó a todos.

James soltó un suspiro.

―Guau. Así que por eso estaba tan misterioso y espeluznante ese día en su oficina.

―El retrato me dijo que era un error ―admitió Merlín, mirando a un lado―. Dumbledore no aprobaba mi actitud para contigo, y me lo dijo después de que te fueras.

De la pared detrás de James, la voz de Dumbledore habló.

―No fue sino desde el más estricto de los respetos, Merlinus. Pero sí, te advertí que dudar del chico era un error por tu parte.

Merlín asintió.

―Sí, me lo dejaste muy claro, si mal no recuerdo.

―Estoy maldito con la carga de ayudar a aquellos que me sucedan para que no cometan los mismos errores que yo ―dijo Dumbledore, mirando a Merlín y después a Harry―. Yo mismo aprendí estas lecciones solo pocos días antes de mi muerte. Muy tarde para que supusiera una gran diferencia, aunque hice lo poco que podía hacer.

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