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Authors: Lafcadio Hearn

Tags: #Relato, Terror

Kwaidan: Cuentos fantásticos del Japón (16 page)

BOOK: Kwaidan: Cuentos fantásticos del Japón
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—No soy yo el culpable de haber engañado a la gente —y añadió, volviéndose hacia Arakawa—. ¡Eres tú quien lo ha hecho! Quisiste halagar al señor dándole el cuadro, e intentaste matarme para apoderarte de él. Si existe el delito, eso es un delito, sin duda alguna. La suerte decidió que no hayas podido matarme, pero si lo hubieses logrado, como era tu deseo, ¿qué habrías alegado como excusa? De todos modos, robaste el cuadro. Lo que tengo yo es sólo una copia. Y después de robar el cuadro, preferiste no dárselo al señor Nobunaga y elaboraste un plan para conservarlo. De modo que le ofreciste al señor Nobunaga un
kakémono
en blanco; y, para ocultar tu acto y tu propósito secreto, simulaste que yo te había engañado reemplazando el
kakémono
auténtico por el que estaba en blanco. Yo ignoro dónde está el verdadero cuadro. Es probable que tú lo sepas.

Tales palabras enardecieron a Arakawa, que se abalanzó hacia el prisionero, y lo habría matado a no ser por la mediación de los guardias. Este súbito paroxismo indujo al Primer Oficial a sospechar que Arakawa no era en absoluto inocente. Ordenó encarcelar a Kwashin Koji mientras tanto, y luego procedió a interrogar escrupulosamente a Arakawa. Arakawa, por naturaleza, hablaba con dificultad; y en esta ocasión estaba tan alterado que apenas podía pronunciar las palabras; tartamudeó y se contradijo, y delató todas las señales de la culpa. El Primer Oficial ordenó que apalearan a Arakawa hasta que éste confesara la verdad. Pero aun simular tal confesión se le hacía difícil a Arakawa, de modo que lo golpearon con un bambú hasta que los sentidos lo abandonaron y yació como muerto.

En la prisión, Kwashin Koji se enteró de lo sucedido a Arakawa, y se echó a reír. Pero luego le dijo al carcelero:

—¡Escucha! El tal Arakawa se comportó como un bribón, sin duda, y con toda intención quise que sufriera ese castigo para corregir sus malignas inclinaciones. Pero ahora dile al Primer Oficial, por favor, que Arakawa debe ignorar la verdad, y que yo puedo explicarlo todo en forma satisfactoria.

Entonces Kwashin Koji fue conducido una vez más ante el Primer Oficial, a quien hizo la siguiente declaración:

—En toda pintura de auténtico genio habita un espíritu, y dicha pintura, al disponer de voluntad propia, puede rehusar apartarse de la persona que le dio vida, o aun de su verdadero dueño. Hay muchas historias que prueban que los cuadros realmente excelsos tienen un alma. Se sabe que ciertos gorriones que Hogen Yenshin pintó sobre un biombo [
fusuma
], una vez se alejaron volando, dejando libres los espacios que ocuparon sobre esa superficie. También se sabe que un caballo, pintado en un
kakémono
, solía salir de noche a pastar. Ahora bien, creo que en presente caso, en tanto que el señor Nobunaga jamás fue el verdadero dueño de mi
kakémono
, la pintura voluntariamente se desvaneció del papel en cuanto éste fue expuesto en su presencia. Pero si me dais el precio que yo exigí al principio, cien
ryo
de oro, pienso que la pintura reaparecerá, por voluntad propia, sobre ese papel que está en blanco. En todo caso, intentémoslo. No hay nada que arriesgar, pues, si la pintura no reaparece, devolveré el dinero en el acto.

Tan extrañas afirmaciones indujeron a Nobunaga a ordenar que se pagaran los cien
ryo
. El
kakémono
fue desplazado en su presencia y, para asombro de los concurrentes, la pintura reapareció con todos sus detalles. Pero los colores parecían haberse desleído, y las imágenes de almas y demonios no tenían la misma vitalidad. Al percibir la diferencia, el señor le pidió a Kwashin Koji que explicara la causa; Kwashin Koji replicó:

—El valor de la pintura que visteis al principio era el valor de una pintura que no tenía precio. Pero el valor de la pintura que veis ahora representa exactamente lo que habéis pagado por ella: cien
ryo
de oro. No podía ser de otra forma.

Ante tal respuesta, todos los presentes comprendieron que era harto más que inútil presentar más objeciones al anciano. Éste recobró la libertad de inmediato; Arakawa también fue liberado, pues había expiado su culpa con creces con el castigo que padeciera.

Ahora bien, Arakawa tenía un hermano menor llamado Buichi, también al servicio de Nobunaga. Buichi estaba exasperado a causa del castigo y la prisión de Arakawa, y decidió matar a Kwashin Koji. Kwashin Koji, apenas se vio en libertad, se dirigió a una taberna y pidió vino. Buichi lo siguió hasta la taberna, lo atravesó con la espada y lo decapitó. Luego tomó los cien
ryo
que le habían pagado al anciano, envolvió con un trapo la cabeza y el oro, y se apresuró a mostrárselos a Arakawa. Pero al quitar el trapo, sólo halló una jarra de vino en lugar de la cabeza y un montón de mugre en lugar de oro. Ambos hermanos quedaron aún más estupefactos al enterarse de que el cadáver decapitado había desaparecido de la taberna, sin que nadie supiera cómo o cuándo.

Sólo al mes hubo noticias de Kwashin Koji, cuando alguien descubrió, en el pórtico del palacio del señor Nobunaga, a un borracho que roncaba con tal estrépito que cada ronquido retumbaba como el estruendo de un trueno distante. Un guardia comprobó que el borracho era Kwashin Koji. Por esa insolencia, el anciano fue arrastrado a una celda. Mas no se despertó; y siguió durmiendo en prisión, durante diez días y diez noches, ininterrumpidamente, y desde muy lejos se oían sus estentóreos ronquidos.

En ese entonces murió el señor Nobunaga, víctima de la traición de uno de sus capitanes, Akéchi Mitsuhidé, quien usurpó el poder de inmediato. Aunque el gobierno de Mitsuhidé no resistió más de doce días.

El caso es que cuando Mitsuhidé se adueñó de Kyôto, llegó a sus oídos la historia de Kwashin Koji, y ordenó que el prisionero fuera traído a su presencia. Kwashin Koji, en efecto, compareció ante el nuevo señor; pero Mitsuhidé le habló afablemente, lo trató como a un huésped y ordenó que le sirvieran una buena cena. En cuanto el anciano dejó de comer, Mitsuhidé le dijo:

—Supe que eres muy aficionado al vino. ¿Cuánto vino puedes beber de una sola sentada?

—En verdad no lo sé —respondió Kwashin Koji—; dejo de beber cuando siento que el sopor está por vencerme.

Entonces el señor hizo traer una gran copa de vino[
4
] para Kwashin Koji, y ordenó a un sirviente que la llenara tantas veces como lo deseara el anciano. Y Kwashin Koji vació la copa diez veces consecutivas, y pidió más; pero el sirviente declaró que en el recipiente no quedaba más vino. Tal proeza asombró a todos los presentes. Y el señor preguntó a Kwashin Koji:

—¿Aún no estáis satisfecho, señor?

—En fin, sí —respondió Kwashin Koji—, puede decirse que lo estoy. Y ahora, para agradeceros vuestra augusta bondad, haré una pequeña exhibición de mi arte. Tened la deferencia, pues, de observar ese biombo.

Señaló un biombo de ocho hojas en el que estaban pintadas las Ocho Hermosas Vistas del Lago de
Omi (Omi-Hakkei
); y todos observaron el biombo. En uno de los paisajes, el artista había representado un hombre que remaba a lo lejos, cuyo bote no ocupaba, en la superficie del biombo, más de una pulgada de largo. Kwashin Koji agitó la mano en dirección al bote; y todos vieron como el bote giraba súbitamente y comenzaba a avanzar hacia el primer plano de la pintura. A medida que se acercaba, aumentaba de tamaño, y los rasgos del botero no tardaron en ser claramente discernibles. El bote —cada vez más grande— se aproximó aún más, hasta que pareció estar a muy corta distancia. E, inesperadamente, el agua del lago pareció desbordar de la pintura a la habitación; ésta se inundó, y los espectadores se apresuraron a recoger sus mantos, pues el agua les llegaba hasta las rodillas. En ese mismo instante, el bote pareció deslizarse fuera del biombo; era un auténtico bote de pesca, y se escuchaba el crujido de su único remo. El nivel del agua continuó su ascenso, hasta que cubrió la cintura de los espectadores. Entonces el bote se acercó a Kwashin Koji, y Kwashin Koji subió a bordo; la embarcación viró, y comenzó a alejarse suavemente. A medida que se alejaba el bote, descendía el nivel del agua, que parecía regresar al biombo. En cuanto el bote dejó el primer plano de la pintura, la habitación volvió a secarse. Mas la embarcación aún parecía bogar en el agua pintada, alejándose cada vez más y tornándose cada vez más pequeña, hasta que se redujo a un punto en el horizonte. Entonces desapareció por completo, y con ella desapareció Kwashin Koji. Jamás volvió a vérselo en Japón.

[
1
] Incluida en el curioso y viejo libro
Yaso-Kidan (N. del A.)
. De
A Japanese Miscellany (N. del T.)

[
2
] El periodo de Tenshô duró de 1573 a 1519 (d.C.). La muerte del gran capitán Oda Nobunaga, presente en esta historia, ocurrió en 1582
(N. del A.)

[
3
] Oguri Sotan fue un gran artista religioso que floreció a principios del siglo XV. En los últimos años de su vida se hizo sacerdote budista
(N. del A.)

[
4
] El término “tazón” sería más preciso para indicar el tipo de recipientes que alude el cuentista. Algunas de estas copas, utilizadas en las celebraciones, eran muy amplias: bacías lacadas, de escasa profundidad, cuya capacidad podía exceder el litro. Vaciar de un solo trago una de las más grandes, no era juzgado una hazaña menor.
(N. del A.)

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