La búsqueda del dragón (18 page)

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Authors: Anne McCaffrey

BOOK: La búsqueda del dragón
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—He encontrado algo.

—¿Qué?

—Una grieta de arriba a abajo, completamente lisa.

Excitadamente, Jaxom extendió los dos brazos, tratando de encontrar el otro lado de lo que podía ser incluso una puerta.

A la altura del hombro, al lado mismo de la segunda grieta, encontró una placa cuadrada y, al examinarla, ejerció presión sobre ella. Con un estridente chirrido, la pared debajo de su otra mano empezó a deslizarse hacia atrás, y del otro lado llegó la luz.

Los muchachos sólo dispusieron de unos segundos para contemplar las maravillas brillantemente iluminadas al otro lado del umbral antes de que el gas inerte con el que había sido inundada la habitación se precipitara al exterior para derribarles. Pero quedó la luz como un faro para guiar a los grupos de rescate.

—Esta mañana tuve que hacer registrar todo el Fuerte, para encontrarle en las entrañas del propio Fuerte, donde un desprendimiento de rocas le había cerrado el paso –le dijo Lytol a Lessa, mientras contemplaba a los muchachos corriendo hacia la Caverna Inferior.

—Por lo visto, has olvidado tu propia infancia —rió F'lar, cediendo cortésmente el paso a Lytol para entrar en el Weyr—. ¿O acaso no explorabas pasadizos recónditos cuando eras un muchacho del Weyr?

Lytol se encogió de hombros, pero no sonrió.

—Conmigo, la cosa era distinta. Yo no era el heredero de un Fuerte.

—Pero, Lytol, heredero de un Fuerte o no —dijo Lessa, tomando el brazo del hombre—, Jaxom es un muchacho como cualquier otro. No, por favor, no estoy censurando nada. Es un chico excelente, muy bien criado. Puedes estar orgulloso de él.

—Y se comporta como un Señor, también —añadió F'lar.

—Hago todo lo que puedo.

—Y lo haces muy bien, de veras —dijo Lessa, con sincero entusiasmo—. Bueno, Jaxom ha crecido mucho desde la última vez que le vi...

Pero el tic había aparecido en la mejilla de Lytol, y Lessa se interrumpió, preguntándose de qué se habría estado quejando Mardra últimamente con respecto al muchacho. Mardra no tenía por qué interferirse... Lessa se mordió el labio inferior, recordándose a sí misma que en estos precisos instantes podría ser acusada de interferencia, por haber invitado a Jaxom a visitarles. Cuando Mardra se enterara de que Lytol había estado en el Weyr de Benden...

—Me alegro de que tú opines así —respondió Lytol, confirmando las sospechas de Lessa.

El Arpista Robinton se puso en pie para saludar a Lytol, y en el rostro del Maestro Herrero apareció la expresión casi feroz que en él equivalía a la sonrisa. Mientras F'lar les rogaba que se sentaran, Lessa sirvió vino.

—El convoy de vino nuevo ha llegado, Robinton, pero aún no ha reposado lo suficiente para servirlo —dijo Lessa, sonriendo al Arpista. Era una broma íntima la de que Robinton visitaba Benden más por el vino que para resolver algún asunto o en busca de compañía—. Tendrás que conformarte con el que queda del año pasado.

—El vino de Benden siempre es aceptable para mí —respondió Robinton tranquilamente, utilizando el cumplido como un pretexto para tomar un sorbo.

—Agradezco que hayáis venido, caballeros —empezó F'lar, asumiendo la presidencia de la reunión—. Y os presento mis disculpas por haberos apartado de vuestras tareas con tanta premura, pero yo...

—Siempre me satisface venir a Benden —murmuró Robinton, con los ojos chispeantes mientras volvía a empinar su copa.

—Yo tengo noticias para ti, de modo que me alegré de esta oportunidad —rugió Fandarel.

—Y yo —dijo Lytol con voz grave, con el tic de su mejilla muy pronunciado.

—Mi noticia es muy seria y necesito conocer vuestras reacciones. Se ha producido una Caída prematura de Hebras... —empezó F'lar.

—Unas Caídas de Hebras —le interrumpió Robinton, sin ningún vestigio de su anterior ligereza—. El redoble del tambor me trajo la noticia desde los Fuertes de Tillek y Crom.

—Me gustaría tener unos mensajeros tan de fiar —dijo F'lar en tono acerbo, apretando los dientes—. ¿No te extrañó el silencio de los Weyrs, Robinton? —Había tenido al Arpista por amigo suyo.

—Mi Artesanado pertenece a la jurisdicción del Weyr de Fort, mi querido F'lar —respondió el Maestro Artesano, con una extraña sonrisa en los labios—, aunque el caudillo del Weyr, T'ron, no parece seguir la costumbre de mantener informado al Maestro Arpista de los acontecimientos favorables. Yo no disponía de ningún medio inmediato y privado para comunicar con el Weyr de Benden.

F'lar respiró profundamente; Robinton confirmaba el hecho de que T'ron no lo había sabido.

—T'kul no consideró oportuno informar a los otros caudillos de los Weyrs de la Caída fuera de pauta en el Fuerte de Tillek.

—Eso no me sorprende —murmuró el Arpista en tono sarcástico.

—Hasta hoy no nos enteramos de que R'mart resultó tan malherido en la Caída en el Fuerte de Crom que no pudo enviar ningún mensajero.

—Quieres decir que la aturdida Dama del Weyr, Bedella, se olvidó de hacerlo —intervino Lessa.

F'lar asintió y continuó:

—La primera noticia que tuvo Benden de todo esto fue cuando cayeron Hebras en Lemos al nordeste y a media mañana, cuando la tabla indicaba que caerían al sudoeste y al atardecer. Gracias a que siempre envío un mensajero delante para que pueda actuar como enlace en el caso de que se presente algún problema de última hora, logramos llegar a Lemos antes que la vanguardia de las Hebras.

Robinton silbó significativamente.

—¿Quieres decir con eso que las tablas horarias que confeccionaste son erróneas? —exclamó Lytol. Todo el color había desaparecido de sus atezadas mejillas ante la noticia—. Cuando oí el rumor pensé que tenía que ser falso.

F'lar agitó la cabeza, con el ceño fruncido; había estado observando a Lytol, atento a su reacción.

—Han dejado de ser exactas; no pueden aplicarse a la actual desviación —dijo—. Lessa me recordó, como yo te recuerdo, que en las pasadas de la Estrella Roja han existido desviaciones que han producido largos Intervalos. Tenemos que suponer que algo puede producir igualmente un cambio de ritmo en las Caídas. En cuanto tengamos una pauta, rectificaremos las tablas o confeccionaremos otras.

Lytol le miro con aire de incomprensión.

—Pero, ¿cuánto tiempo tardarás? Con tres Caídas, deberías tener ya alguna idea. Tengo acres enteros de nuevas plantaciones, bosques... ¿Cómo puedo protegerlos si ignoro cuándo caerán exactamente las Hebras? —Lytol realizó un visible esfuerzo por controlarse a sí mismo—. Te ruego que me disculpes, pero esto es... esto es una noticia terrible. No sé cómo van a recibirla los Señores de los otros Fuertes, encima de todo lo demás. —Y Lytol tomó un apresurado sorbo de vino.

—¿Qué quieres decir con eso de encima de todo lo demás? —inquirió F'lar, desconcertado.

—Bueno, del modo como se están portando los Weyrs. De aquel desastre en el valle Esvay de Nabol, aquellas plantaciones del Señor Sangel.

—Háblame del Valle Esvay y del Señor Sangel.

—¿Tampoco te has enterado de eso? —preguntó Robinton con verdadera sorpresa—. ¿No se hablan los Weyrs unos a otros? —Y el Arpista miró a F'lar, y después a Lessa.

—Los Weyrs son autónomos —respondió F'lar—. Nosotros no nos mezclamos...

—Quieres decir que los Antiguos mantienen con nosotros, los contemporáneos, unos intercambios mínimos –estalló Lessa, con los ojos llameantes de indignación—. No me mires así, F'lar. Sabes que es verdad. Aunque estoy segura de que D'ram y T'ron quedaron tan asombrados como nosotros por el hecho de que T'kul hubiera mantenido en secreto la Caída prematura de las Hebras. Ahora, ¿qué ocurrió en el Valle Esvay y en el Boll Meridional de Sangel?

Robinton le contestó con voz inexpresiva.

—Hace varias semanas, T'kul se negó a ayudar a Meron de Nabol a eliminar algunas madrigueras de las laderas boscosas encima del Valle Esvay. Dijo que la tarea correspondía a los equipos de tierra, y que los hombres de Meron eran gandules e ineficaces. Todo el Valle tuvo que ser incendiado para evitar que las Hebras enterradas se extendieran. Lytol envió ayuda; él lo sabe. Yo fui a visitar a algunas de las familias. Se han quedado sin hogar, y ya puedes suponer lo que opinan de los dragoneros.

«Unas semanas más tarde, el caudillo del Weyr, T'ron dejó sin limpiar los terrenos más importantes del Fuerte del Boll Meridional. Tuvieron que quemar tres plantaciones adultas. Cuando Sangel, Señor del Fuerte, protestó ante T'ron, le dijeron que los escuadrones habían informado que la Caída estaba bajo control.

«A otro nivel, aunque formando parte integrante del cuadro total, he oído hablar de numerosas muchachas raptadas con el pretexto de un Búsqueda...

—Las muchachas suplican venir al Weyr —le interrumpió Lessa bruscamente.

—Al Weyr de Benden es muy probable —admitió Robinton—. Pero mis arpistas me han hablado de muchachas arrancadas por la fuerza del lado de sus hijitos y maridos, para terminar como fregonas de las Damas del Weyr. Se está gestando un odio profundo, Dama Lessa. Siempre han existido resentimientos y envidias debido a que la vida en el Weyr es distinta y a la facilidad con que los dragoneros pueden moverse a través del continente, disfrutando además de privilegios especiales... —El Arpista agitó sus manos—. Los Antiguos creen realmente en los privilegios especiales, y eso exacerba los peligros inherentes a unas actitudes tan anticuadas. En lo que respecta a los Artesanados, el incidente de la daga en la Herrería de Fandarel apenas merece figurar en la lista de depredaciones. Los Artesanados entregan generosamente sus diezmos, pero el Tejedor Zurg y el Curtidor Belesden se quejan amargamente de los tributos adicionales que les son impuestos.

—¿Es por eso por lo que se mostraron tan fríos conmigo cuando pedí materiales para un vestido? —preguntó Lessa—. Sin embargo, el propio Zurg me ayudó a elegir.

—Imagino que en el Weyr de Benden nadie abusa de sus privilegios —respondió Robinton—. Nadie en el Weyr de Benden. Después de todo —y contrajo el rostro en una mueca amenazadora, logrando parecerse a T'ron—, Benden es el Weyr apóstata que ha olvidado los verdaderos usos y costumbres, descuidando lamentablemente sus derechos y excediéndose en el cumplimiento de sus obligaciones. Entre otras cosas, permite que los Fuertes incluidos en su jurisdicción conserven su dignidad, sus posesiones y sus bosques. Estimula a los Artesanados a proliferar, engendrando razas bastardas de quién sabe qué. Pero el Weyr de Benden —y Robinton volvió a ser él mismo, y furioso— es respetado en todo Pern.

—Como dragonero, debería sentirme ofendido —dijo F'lar, tan trastornado por aquellas palabras de Robinton que habló sin pensar lo que decía.

—Como caudillo del Weyr de Benden, deberías imponerte —replicó Robinton, con voz resonante—. Cuando Benden estaba solo, hace siete Revoluciones, dijiste que los Señores de los Fuertes y los Maestros Artesanos eran demasiado estrechos de miras en sus puntos de vista para enfrentarse eficazmente con el verdadero problema. Al menos, ellos aprendieron algo de sus errores. Los Antiguos no sólo son incurablemente estrechos de miras, sino también, lo que es muchísimo peor, absolutamente inflexibles. No pueden ni quieren adaptarse a nuestra época. Todo lo que nosotros hemos realizado en las cuatrocientas Revoluciones que nos separan mentalmente está mal hecho, y debemos renunciar a ello Para retroceder a sus métodos, a sus normas. Pern ha crecido... está creciendo y cambiando. Ellos siguen siendo los mismos. Y están hostigando a los Señores de los Fuertes y a los Artesanos hasta un tal extremo que estoy sinceramente preocupado, no, estoy asustado, por la reacción ante esta nueva crisis.

—Cambiarán de opinión cuando las Hebras caigan inesperadamente —dijo Lessa.

—¿Quién cambiará? ¿Los caudillos de los Weyrs? ¿Los Señores de los Fuertes? No cuentes con ello, Dama Lessa.

—Tengo que estar de acuerdo con Robinton —dijo Lytol con voz cansada—. Ha habido muy poca cooperación de los Weyrs. Y demasiadas exigencias. Unas exigencias que me duelen más en mi calidad de ex dragonero que en mi calidad de Gobernador. Y ahora parece que incluso son incapaces de realizar su trabajo. ¿Qué se puede hacer en la crisis actual, por ejemplo? ¿Están dispuestos a hacer algo?

—Habrá cooperación de los Weyrs, puedo garantizarlo —le dijo F'lar a Lytol. Tenía que sacar al hombre de su abatimiento—. Esta mañana, los Antiguos eran unos hombres vacilantes. El Fuerte de Ruatha pertenece a la jurisdicción del Weyr de Fort, y T'ron montará un servicio de vigilancia cubierto por caballeros. En las alturas se instalarán fuegos de señales que serán encendidos cuando sea avistada la masa de Hebras. En el momento en que se vea un fuego de señales encendido, se entrará en acción...

—¿Tengo que confiar en hombres vacilantes y fuegos en las alturas? —preguntó Lytol, en tono de incredulidad.

—El fuego no es eficaz —intervino Fandarel—. La lluvia lo apaga. La niebla lo oculta.

—Te cederé gustoso mis tambores si crees que pueden ser de alguna ayuda —dijo Robinton.

—F'lar —insistió Lytol—, sé que el Weyr de Benden envía mensajeros a los Fuertes amenazados por una Caída de Hebras. ¿No accederán ahora los otros caudillos de los Weyrs a asignar caballeros a los Fuertes? ¿Sólo hasta que sepamos algo más acerca de los desvíos y aprendamos a anticiparnos a ellos? No me gustan la mayoría de los caballeros del Weyr de Fort, pero al menos me sentiría seguro sabiendo que existía un medio de comunicación inmediata con el Weyr.

—Como iba diciendo —rugió Fandarel, con una voz tan estruendosa que todos se volvieron a mirarle con cierto sobresalto—, ha existido una lamentable falta de comunicaciones eficaces en este planeta, y creo que mi artesanado puede resolver este problema. Esta es la noticia que traía.

—¿Qué? —Lytol se puso en pie de un salto.

—¿Por qué no hablaste antes, grandullón? —preguntó el Arpista.

—¿Cuánto tiempo se tardaría en equipar a los Fuertes y Weyrs más importantes? —La pregunta de F'lar ahogó las otras.

Fandarel miró a F'lar a los ojos antes de contestar a lo que había sido casi un ruego.

—Más tiempo, por desgracia, del que aparentemente tenemos como margen en esta emergencia. Mis talleres han estado agobiados con la fabricación de lanzallamas. No disponía de tiempo para dedicarlo a mis pequeños juguetes.

—¿Cuánto tiempo?

—Los instrumentos que envían y reciben escritura a distancia son fáciles de montar, pero hay que tender alambre entre ellos. Ese proceso consume mucho tiempo.

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