La búsqueda del dragón (15 page)

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Authors: Anne McCaffrey

BOOK: La búsqueda del dragón
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—¿Brekke? ¿Por qué la llamaste a ella? Ya tiene suficiente trabajo.

Ella es la mejor
, replicó Canth, ignorando la reprimenda de F'nor.

—¿Llegarán demasiado tarde? —dijo F'nor, mirando ansiosamente hacia el cielo y hacia la duna, deseando que llegaran más hombres.

Brekke avanzaba ahora penosamente por la arena hacia los polluelos empeñados en una lucha feroz, con las manos extendidas. Los otros dos seguían su ejemplo. ¿A quiénes había traído? ¿Por qué no había avisado a más jinetes? Ellos sabrían inmediatamente cómo acercarse a los animales.

Otros dos dragones aparecieron en el cielo, volaron en círculo, y aterrizaron con vertiginosa rapidez en la playa; sus jinetes corrieron a prestar su ayuda.

Brekke tiene uno. Y la muchacha. Lo mismo que el muchacho, pero el animal está herido. Brekke dice que la mayoría están muertos.

¿Por qué, se preguntó F'nor súbitamente, si sólo acababa de comprobar la veracidad de la leyenda de los lagartos de fuego, le dolían tanto sus muertes? Seguramente, los animales habían estado naciendo en playas solitarias durante siglos, siendo devorados por los wherries y por sus propios hermanos, sin que nadie los viera ni los compadeciera.

Los fuertes sobreviven
, dijo Canth, imperturbable.

Salvaron siete, dos muy malheridos. La muchacha, Mirrim, hija adoptiva de Brekke, se hizo con tres: dos verdes y un pardo, con numerosos picotazos en su blando vientre. Brekke tenía un bronce sin ninguna señal, el jinete del dragón hembra verde tenía un bronce, y los otros dos caballeros tenían azules, uno de ellos con un ala tan lastimada que Brekke temió que nunca podría volar.

—Siete de más de cincuenta —dijo Brekke tristemente, después de que hubieron desintegrado los cadáveres con agenothree. Una precaución que Brekke sugirió como una frustración para los carroñeros y para evitar que otros lagartos de fuego eludieran la playa como peligrosa para su especie—. Me pregunto cuántos habrían sobrevivido si no nos hubieras llamado.

—Ella estaba ya lejos de los otros cuando nos descubrió —observó F'nor—. Probablemente fue la primera en nacer, o nació encima de los otros.

Brekke había tenido la buena idea de traer un cuarto trasero de res, aunque ello podría costarle al Weyr una cena más ligera. De modo que atiborraron de carne a los polluelos hasta sumirlos en un estado de somnolencia que facilitaría su transporte al Weyr, o a la Enfermería de Brekke, sin que ofrecieran resistencia.

—Volarás a casa por el aire —le dijo Brekke a F'nor, como una mujer dirigiéndose a un muchacho rebelde.

—Sí, señora —replicó F'nor, con burlona humildad, y luego sonrió porque Brekke le tomaba tan en serio.

La pequeña reina se había acomodado en el cabestrillo de su brazo tan satisfecha como si hubiera encontrado un Weyrde su propiedad. «Un Weyres el lugar en el que vive un dragón, no importa cómo esté construido», murmuró para sí mismo mientras Canth emprendía el vuelo hacia el este.

Cuando F'nor llegó al Meridional, era evidente que la noticia se había extendido por el Weyr. Había tal aura de excitación que F'nor empezó a temer que asustara a los diminutos animales al inter.

Ningún dragón puede volar con el estómago atiborrado
, dijo Canth.
Ni siquiera un lagarto de fuego
. Y se retiró a su revolcadero calentado por el sol, perdido todo interés.

—¿Crees que puede estar celoso? —le preguntó F'nor a Brekke cuando se reunió con ella en su Enfermería, donde la muchacha entablillaba el ala rota del pequeño azul.

—Wirenth se mostró interesada también, hasta que los lagartos se quedaron dormidos —le dijo Brekke, con un centelleo en sus ojos verdes mientras alzaba brevemente la mirada hacia él—. Y ya sabes lo susceptible que es Wirenth en estos momentos. ¿De qué podría tener celos un dragón, F'nor? Esos animalitos son juguetes, muñecas para los mayores. En el mejor de los casos, unos niños a los que hay que proteger y enseñar como a cualquier hijo adoptivo.

F'nor miró a Mirrim, la hija adoptiva de Brekke. Los dos lagartos verdes estaban posados sobre sus hombros, dormidos. El pardo herido, vendado desde el cuello hasta la cola, reposaba en su regazo. Mirrim estaba sentada con la erguida rigidez de alguien que no se atreve a mover un solo músculo. Y sonreía con una incrédula alegría.

—Mirrim es muy joven para esto —dijo F'nor.

—Al contrario, es tan vieja como la mayoría de los cadetes en su primera Impresión. Y en algunos aspectos es más madura que media docena de mujeres adultas que yo conozco y que han dado a luz varios hijos.

—¡Oh—jo! La hembra de la especie defendiendo lealmente . . .

—No es cosa de broma, F'nor —le interrumpió Brekke, en un tono tan incisivo que F'nor se acordó de Lessa—. Mirrim lo hará muy bien. Se toma muy en serio sus responsabilidades. —La mirada que Brekke dirigió a su hija adoptiva estaba tan cargada de ansiedad como de ternura.

—Sin embargo, insisto en que es joven...

—¿Acaso la edad es un requisito previo para un corazón amante? ¿Acaso la madurez va unida siempre a un carácter compasivo? ¿Por qué algunos muchachos criados en el Weyr se quedan de pie en la arena y otros, que nunca se creyó que tuvieran una posibilidad, salen con los bronces? Mirrim Impresionó tres, y el resto de nosotros, a pesar de nuestros esfuerzos, con los animales moribundos a nuestros pies, sólo logramos atraer uno.

—¿Y por qué no me informan nunca de lo que sucede en mi propio Weyr? —preguntó Kylara en voz alta. Estaba en el umbral de la Enfermería, con el rostro enrojecido por la rabia y los ojos brillantes y duros.

—Pensaba ir a contártelo en cuanto terminara este entablillado —respondió Brekke tranquilamente, pero F'nor vio que sus hombros se envaraban.

Kylara avanzó hacia la muchacha con tal aire de amenaza que F'nor se situó delante de Brekke, preguntándose a sí mismo mientras lo hacía si Kylara estaba armada con algo más que un mal genio.

—Los acontecimientos se desarrollaron más bien deprisa, Kylara —dijo, sonriendo agradablemente—. Tuvimos la suerte de poder salvar a unos cuantos lagartos. Lástima que no oyeras la noticia transmitida por Canth. También tú podrías haber Impresionado a alguno.

Kylara se detuvo, con los pliegues de su falda remolineando alrededor de sus pies. Miró a F'nor y tiró hacia debajo de la manga de su vestido, pero no antes de que él viera el negro cardenal en su brazo. Imposibilitada de atacar a Brekke, se giró, localizando a Mirrim. Se dirigió hacia la muchacha, que alzó unos ojos suplicantes hacia Brekke. En aquel momento, la tensión en la estancia despertó a los lagartos. Las dos verdes le sisearon a Kylara, pero lo que atrajo la atención de la Dama del Weyr fue el trompeteo cristalino del bronce posado en el hombro de G'sel.

—Me quedaré con el bronce. Desde luego. El bronce sienta muy bien —declaró. Había algo tan repulsivo en el brillo de sus ojos y en su risa cargada de doble sentido que F'nor notó que se le erizaban los pelos de la nuca—. Un dragón bronce sobre mi hombro resultará muy espectacular —añadió Kylara, disponiéndose a agarrar el lagarto bronce de G'sel.

G'sel alzó una mano en señal de advertencia.

—He dicho que fueron Impresionados, Kylara –dijo F'nor, al tiempo que hacía una seña al caballero para que no accediera a la pretensión de la Dama del Weyr. G'sel era un jinete bisoño y, además, nuevo en este Weyr; no era rival para Kylara, particularmente para una Kylara enfurecida—. Si lo tocas, tendrás que atenerte a las consecuencias.

—¿Impresionados, has dicho? —vaciló Kylara, girándose hacia F'nor con expresión burlona—. Al fin y al cabo, no son más que lagartos de fuego.

—¿Y de qué animal de Pern crees que proceden los dragones?

—Déjate de cuentos de viejas. ¿Cómo podría desarrollarse un dragón luchador partiendo de un lagarto de fuego?

Kylara alargó de nuevo la mano hacia el pequeño bronce, el cual extendió sus alas y las agitó excitadamente.

—Si te muerde, no le des la culpa a G'sel —le dijo F'nor con voz tranquila, aunque le costó un ímprobo esfuerzo conservar la calma. Era una lástima que no pudiera pegarse impunemente a una Dama del Weyr; su dragón no lo permitiría, pero lo que Kylara necesitaba era una buena azotaina.

—No puedes estar seguro de que sean dragones hasta ese extremo —protestó Kylara, mirando suspicazmente a los otros lagartos—. Nadie había capturado ninguno, y tú acabas de encontrarlos.

—No estamos seguros de nada acerca de ellos –replicó F'nor, empezando a sentirse mejor. Era un placer ver a Kylara frustrada por un lagarto—. Sin embargo, fíjate en las similitudes. Mi pequeña reina...

—¿Tú? ¿Has Impresionado a una reina? —El rostro de Kylara palideció y F'nor apartó casualmente a un lado un pliegue de su cabestrillo para exhibir al dormido lagarto dorado.

—Se marchó al inter cuando se asustó. Transmitió aquel susto, más curiosidad y evidentemente recibió nuestros mensajes tranquilizándola. Al menos, regresó. Canth dijo que acababa de nacer. Y yo le di comida y se quedó conmigo. Conseguimos salvar a esos siete porque fueron Impresionados. Los otros se convirtieron en caníbales. Desde luego, el tiempo que dependerán de nosotros para alimentarse y disfrutar de compañía es pura hipótesis. Pero los dragones admiten un parentesco consanguíneo, y ellos poseen medios de conocimiento superiores a los nuestros.

—¿Cómo los Impresionasteis? —preguntó Kylara, haciendo transparentes sus intenciones—. Hasta ahora, nadie había capturado ninguno.

Si había de servir para mantenerla en las playas arenosas, fuera del Weyr y lejos de Brekke, F'nor se lo diría con mucho gusto.

—Se Impresionan estando allí cuando nacen, lo mismo que los dragones. Después de eso, supongo que los que sobreviven permanecen en estado salvaje. En cuanto al motivo de que hasta ahora nadie haya capturado ninguno, es muy sencillo: los lagartos de fuego les oyen llegar y desaparecen en el inter.

Y, querida, cualquiera se mete en el inter para atrapar a uno.

Kylara miró duramente a Mirrim y con aire tan enojado a G'sel que el joven caballero dio visibles muestras de inquietud y el pequeño bronce agitó sus alas nerviosamente.

—Bueno, quiero dejar bien sentado que en este Weyr todo el mundo trabaja. No podemos perder el tiempo con animales que no sirven para nada. Trataré con severidad a cualquiera que descuide sus obligaciones, o... —Kylara se interrumpió.

—Nadie debe recorrer las playas hasta que tú hayas tenido la oportunidad de encontrar uno, ¿eh, Kylara? —preguntó F'nor, con una irónica sonrisa.

—Tengo otras tareas más importantes —Kylara le escupió las palabras a F'nor y salió de la habitación.

—Tal vez deberíamos advertir a los lagartos —dijo F'nor en tono burlón, tratando de relajar la tensión en la Enfermería.

—No existe ninguna protección contra alguien como Kylara —dijo Brekke—. Uno aprende a vivir con ella.

G'sel emitió un extraño sonido y se levantó, casi perturbando a su lagarto.

—¿Cómo puedes decir eso, Brekke, cuando ella se porta de un modo tan desagradable contigo? —exclamó Mirrim mordiéndose los labios ante la severa mirada que le dirigió su madre adoptiva.

—No juzgues lo que no te inspire compasión —respondió Brekke—. Y yo tampoco toleraré que se descuiden obligaciones para cuidar a esos animalitos. ¡No sé por qué los salvamos!

—No juzgues lo que no te inspire compasión —replicó F'nor.

—Ellos nos necesitaban —dijo Mirrim con tanta energía que ella misma se sorprendió de su temeridad, e inmediatamente dedicó toda su atención a su pardo.

—Sí, es cierto —asintió F'nor, consciente del cuerpo dorado de la pequeña reina descansando confiadamente contra sus costillas. El diminuto animal había enroscado su cola hasta donde alcanzaba alrededor de su cintura—. Y como verdaderos hombres de Weyrque somos, respondimos a la petición de socorro.

—Mirrim Impresionó a tres y no es ningún hombre de Weyr—rectificó Brekke secamente—. Y si pueden ser Impresionados por alguien que no es caballero, podrían ser dignos de cualquier esfuerzo para salvarlos.

—¿Cómo es eso?

Brekke miró a F'nor con el ceño ligeramente fruncido como si no diera crédito a su falta de comprensión.

—Fíjate en los hechos, F'nor. No conozco a un solo plebeyo vivo que no haya alimentado la idea de capturar a un lagarto de fuego, simplemente porque parecen pequeños dragones... no, no me interrumpas. Sabes perfectamente que sólo hace ocho Revoluciones que los plebeyos tienen acceso a la Sala como candidatos a la Impresión. Y yo recuerdo a mis hermanos conspirando noche tras noche con la esperanza de capturar a un lagarto de fuego, un dragón personal de su propiedad. No creo que se le ocurriera nunca a nadie, realmente, que podía haber algo de cierto en el antiguo mito de que los dragones, los dragones del Weyr, descendían de los lagartos de fuego. Sólo existía el hecho de que los lagartos de fuego no les estaban prohibidos a los plebeyos, y los dragones sí. Fuera de nuestro alcance. —La expresión de los ojos de Brekke se suavizó mientras acariciaba al diminuto bronce que dormía en la curva de su brazo—. Resulta extraño comprobar que generaciones de plebeyos estaban en el buen camino sin saberlo. Esos animales poseen el mismo talento que los dragones para apresar nuestros sentimientos. No debería asumir otra responsabilidad, pero nada me haría renunciar a mi bronce ahora que él mismo se ha hecho mío. —Sus labios se curvaron en una tierna sonrisa. Luego, como si se diera cuenta de que estaba revelando con exceso sus sentimientos íntimos, se apresuró a añadir—: Sería muy bueno para la gente, para los plebeyos, aprender a conocer mejor a los dragones a través de estos animalitos.

—Brekke, no es posible que creas que la compañía de un encantador lagarto de fuego modificaría en sentido favorable la opinión que alguien como Vincet de Nerat o Meron de Nabol tienen de los dragoneros. —Por respeto a ella, F'nor reprimió la risa que asomaba a sus labios. Brekke era un saco lleno de inesperadas reacciones.

Brekke le dirigió una mirada tan severa que F'nor empezó a lamentar sus palabras.

—Si me lo permites, F'nor —intervino G'sel—, opino que Brekke tiene razón. Yo me crié en un Fuerte. Tú te criaste en un Weyr. No puedes imaginar cuales eran mis sentimientos acerca de los dragoneros. Sinceramente, no me conocí a mí mismo... hasta que Impresioné a Roth. —Su rostro se iluminó de alegría al recordarlo. Hizo una pausa, sin la menor timidez, para saborear de nuevo aquel momento—. Valdría la pena intentarlo. Incluso si los lagartos de fuego son mudos, establecería una diferencia. Mira, F'nor, a este encantador animalito, posado sobre mi hombro, adorándome. Estaba dispuesto a morder a la Dama del Weyr para quedarse conmigo. Ya viste lo furioso que se puso. No sabes cuan... espectacular le haría sentirse a un plebeyo

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